La clase
obrera española hemos vivido los últimos cuarenta años de dominio neoliberal sin
alternativa popular y ahora vivimos otro momento crucial de nuestra historia. El
primero fue con la lucha contra el fascismo bajo la segunda república en los
años treinta y tras la derrota militar resurgimos con fuerza. La segunda con la
transición “pacífica” al sistema de dictadura democrática burguesa en los años
setenta que tras la derrota político e ideológica de la transición sin ruptura,
cuarenta años más tarde, seguimos sin tener conciencia para sí y ahora ya
iniciado el siglo XXI, con la ruptura
del bipartidismo en la lucha popular contra las políticas de austeridad, por la
crisis global del sistema de producción capitalista de libre mercado, su lucha
espontanea, la dirige en lo fundamental un reformismo desideologizado contra el
enemigo del pueblo, representado por las fuerzas neoliberales en todas sus facetas
de conservadoras, centristas y progresistas, que se han unido obedeciendo las órdenes
de la oligarquía financiera, para bloquear el gobierno del pueblo que Unidas
Podemos, afiliación y votantes del PSOE exigían, pero la vuelta al redil
neoliberal de la dirección socialista y cargos públicos, rechazaron el deseo
popular al ser conscientes de que el acuerdo pasaba por la restauración de la
ética política, negar la austeridad y las privatizaciones y la recuperación de
derechos y libertades en los centros de trabajo y la calle. Ahora todo depende
del resultado electoral, porque la derrota de Podemos llevaría a una victoria
del neoliberalismo con sus recortes y privatizaciones en todos los servicios
públicos garantizados por el estado de bienestar y las pensiones, profundizando
aun más en la reducción de los derechos laborales y libertades.
Pasó así por
los éxitos electorales de Unidas Podemos en los últimos cuatro años, no por los
nuestros que ni se los reconocemos colectivamente, que con solo su presencia bloqueó
la continuidad de las políticas austericidas, obligando al conjunto de las
fuerzas políticas neoliberales a profundas reformas en su presentación pública
y programas, donde el PSOE bajo la dirección de Pedro Sánchez desde posiciones
izquierdistas, recupera mediáticamente desde la falacia el gobierno de la
unidad de la izquierda con un programa antiausteridad,
contra el recorte de libertades y los derechos laborales. Mientras tanto,
hicieron todo tipo de montajes mediáticos con la participación de las cloacas
del ministerio del interior y de la justicia para destruir a Podemos, incluido
la compra de disidentes, dejando de forma clara que Podemos y la confluencia en
la unidad popular es el enemigo a batir por la oligarquía del IBEX 35,
representadas por la cúpula del PSOE, PP, Cs y nacionalistas. Por ello, es un
error político afirmar tan ligeramente por parte de los destacamentos comunistas,
que a la oligarquía lo que le sucede es que tiene una grave crisis de
representatividad política, escondiendo tras ese simplismo, que de lo que
carecemos nosotros es de un análisis económico político de la realidad de
crisis global sistémica del capitalismo, de quienes conformamos la clase obrera
y quiénes son los sectores sociales y políticos que componen el pueblo para
trabajar por su unidad y no dividir, con la barbaridad de que Podemos fue
creado por la oligarquía para impedir el desarrollo de nuestras fuerzas, como
si para eso necesitáramos ayuda como lo demuestran las últimas rupturas o el
apoyo al proceso independentista burgués.
Esto se
sitúa en un contexto de crisis global del sistema de producción del capitalismo
de libre mercado por sobreproducción, donde los beneficios del capital productivo
se invierten en lo único que hoy da beneficios inmediatos, revalorizando sus
acciones comprándoselas ellos mismos o con la especulación bursátil, en una
espiral de financierización de la economía y de dominio del mercado, mediante
el acoso, chantaje o la guerra imperialista por los países occidentales y EEUU,
contra la economía planificada de los mercados socialistas y países con
economía independiente, en medio de una crisis climática que está obligando a marcar
los tiempos en el desarrollo de la producción, con grandes transformaciones en
los países socialistas como China o Cuba, pero llevadas al campo de los
beneficios empresariales por el resto de países capitalistas de libre mercado,
pagando las consecuencias de la transformación de la base energética, la clase
obrera en salud medioambiental y derechos.
De forma
similar pasa cuando los marxistas leninistas negamos la realidad cultural,
política y económica. Con la fórmula actual de rechazo a la configuración de la
Comunidad Europea, excluimos también la unidad de la clase obrera y los pueblos
de Europa, sin querer ver que en el hemisferio occidental quien marca la
hegemonía política, económica y cultural es el imperialismo euroalemán y en
España, desde el pacto social del estado de bienestar acordado por el PCE y el
PSOE con la oligarquía, pacto que fue apoyado masivamente en las elecciones
para la integración en Europa a pesar de una transición nada pacífica ni democrática
y con nuestros miles de muertos aún en las cunetas. Esto significa para nuestra
clase y pueblo, que política y económicamente somos parte de Europa y que la victoria contra el
imperialismo euroalemán, vendrá de las transformaciones en la correlación de
fuerzas en el ámbito europeo o en una parte amplia de él. Solo desde la
catástrofe se podría partir de cero con la posibilidad de un desarrollo
independiente, con todo lo que eso conlleva de sufrimiento para el pueblo, pero
aún así, ningún país se mantiene por si solo en un mundo globalmente
interconectado, como nos lo dicen los países con una economía socialista o
independiente. Difícil parece que con la actual correlación de fuerzas podamos
decir cómo se resolverá mañana el problema de la integración económica,
política y social de la Europa neoliberal. La exclusión de la Comunidad Europea
es una posibilidad si quedamos aislados en la lucha o puede ser por superación
política de la oligarquía euroalemana, pero sea cual sea, debemos luchar por la
unión sobre la base de la igualdad en derechos de la clase obrera y los pueblos
de Europa, todo lo demás son especulaciones o maximalismos bastantes más
inútiles que las proclamas de los reformistas de querer democratizar la Europa
del capital, estas por lo menos en su fracaso como en Grecia, hacen ver a la
gente obrera que esta Europa así no nos sirve.
Otra actitud
que impide la confluencia en la unidad popular a los destacamentos marxistas leninistas
y fundamental por su valor estratégico, es la falta de alternativa del
socialismo por el que luchamos y que se manifiesta en la visión crítica que se
tiene de los socialismos existentes por los prejuicios ideológicos, que nacen
de no tener referencias reales para visualizar esa sociedad futura ya que la
que sustentaban hasta ahora, yace en el fracaso de una utopía en la que se
había convertido el socialismo real de la extinta URSS, construida desde los
años sesenta bajo la falsedad ideológica de la negación de la lucha de clases,
la mentira económica y la exclusión de la participación obrera en la toma de decisiones
políticas y económicas del estado obrero. Esto tuvo como consecuencias el
enriquecimiento ilícito de los dirigentes políticos del partido y de las
administraciones, mediante la apropiación y reparto de las propiedades públicas
del estado y del pueblo, pasando todas a manos privadas con su disolución en el
1989, ante los vómitos de un presidente borracho a las órdenes del gobierno
imperialista de EE.UU.
Como se dice
cuando no hay más cera que la que arde, no hay otro socialismo más que el
actualmente existente, cada uno con sus particularidades históricas, pero todos
con la economía y la producción a través del mercado planificado al servicio
del pueblo. Donde en el actual desarrollo socialista, se dan espacios más
grandes o más pequeños para la empresa privada, para llenar todas las
necesidades humanas desde el reconocimiento de las desigualdades y por lo tanto
de la lucha de clases. Bajo el socialismo, lo que nos enseñan los países que lo
están construyendo, es que el sistema de producción sigue siendo el capitalista
bajo la venta de la fuerza de trabajo, que se mantiene por su desarrollo
tecnológico y de sus fuerzas productivas, que son las marcan las diferencias de
nombre en cada sistema de producción. La propiedad de los medios de producción,
de la apropiación del excedente y sobre todo, de la clase social que dirige el
estado, en lo fundamental no variaron en ninguno de los anteriores sistemas, el
esclavista se convirtió en feudal y este en burgués dominando el estado, la
propiedad y el beneficio y aquí es donde el socialista marca la diferencia. La
clase obrera desciende del esclavo, convertido en siervo o pequeño campesino
como falso autónomo del feudalismo, que toma el poder para dirigir el estado
destrozando la cultura ideológica del aparato burgués como Lenin nos enseñó,
teniendo la propiedad de los medios de producción y el control planificado de
ella, dirigiendo los beneficios al servicio de la mejora de las condiciones de
vida y trabajo de la clase obrera y la población. Por eso el sistema es socialista,
por la propiedad de los medios de producción según el desarrollo socialista
alcanzado, por la planificación al servicio del pueblo y la naturaleza y por
una gestión de gobierno del estado de ruptura con el anterior. El sistema de
producción socialista todavía muy limitado, vendrá de la mano de la telemática
y la robotización puesta al servicio de la clase obrera, que trabajará cada vez
menos horas y todo bajo unos servicios públicos garantizados por el estado
socialista.
Es
fundamental tener un reflejo real del socialismo por el que luchamos, porque
nos sitúa el campo de alianzas sociales necesarias y el enemigo principal a
batir, cuestión fundamental en cualquier estrategia revolucionaria, a partir de
ahí hacer como Marx y Lenin, aplicar desde nuestra concepción materialista y
dialéctica del mundo, los principios políticos e ideológicos aportados por la
teoría marxista leninista con la experiencia de la lucha del movimiento obrero
y comunista internacional, teniendo la lucha de clases como motor de la
historia moderna, como proceso iniciado en los últimos 15.000 años de la
humanidad.
Alonso
gallardo de los círculos comunistas de Unidas Podemos octubre del 2019