|
18 ene.
2019 12:40
|
|
||
Estimado camarada:
En mi opinión, no debe extrañarnos que Podemos no priorice las
reivindicaciones económicas del movimiento obrero. Se trata de un
partido político ajeno a éste y propio de un sector de la intelectualidad
pequeñoburguesa. Hay otros partidos que tienen más en cuenta aquellas
reivindicaciones porque se desarrollan en el seno del movimiento obrero.
Desgraciadamente, se alimentan de la precaria conciencia de clase que entraña la
lucha espontánea de carácter sindical y los dirige la capa aristocrática de la
clase proletaria. No obstante, ambos tipos de partidos son políticamente
pequeñoburgueses, nada más pero también nada menos. Y esto no es despreciable
porque la vanguardia consciente del proletariado no puede elevar a las masas
obreras a una verdadera lucha de clase si no asume las reivindicaciones
democráticas de las variopintas capas intermedias de pequeños propietarios, de
empleados y de intelectuales. El núcleo industrial, manual, de la clase obrera
no puede vencer en solitario sobre la burguesía capitalista. Tiene que
convertirse en la vanguardia de la democracia, en el más resuelto defensor de
las demandas democráticas. Y éstas incluyen la igualdad social de las mujeres
con los hombres, la no discriminación de las
diversas orientaciones sexuales, el acogimiento
de obreros/campesinos refugiados e inmigrantes, el derecho a la
autodeterminación de las nacionalidades minoritarias que integran España, etc.
La aspiración a la igualdad de los diferentes sectores oprimidos les lleva a
descubrir al verdadero causante de sus desgracias que es, para todos ellos, la
burguesía sostenedora del régimen de producción capitalista. Así es cómo
confluyen con la clase obrera, a poco que ésta actúe políticamente y manifieste
su solidaridad con el resto de oprimidos.
Yo no creo que la defensa de estas causas sea la razón del debilitamiento
de la lucha popular contra la oligarquía o gran burguesía neoliberal (hay
formulaciones particulares de estas causas que pueden ser incluso
reaccionarias, pero no las causas en sí; ni siquiera esos defectos son
realmente decisivos). El problema, a mi juicio, es que, junto con
ello, carecemos de una fuerza política que tome por base las reivindicaciones
económicas y políticas del movimiento obrero. Esto desorienta a las masas de
nuestra clase, las desmoviliza y facilita la difusión de la demagogia
de los fascistas.
Estimo que no se trata tanto de culpar a Unidos Podemos, sino de que los
comunistas insistamos en la rectificación de nuestros errores y en la lucha por
las tres unidades: entre nosotros, del movimiento obrero alrededor de sus
reivindicaciones y con el resto del pueblo por la democracia, la soberanía, la
libertad nacional y la República.
Me permito reproducirte a continuación algunos fragmentos de la polémica de
Lenin con los que llamaba "economistas imperialistas" sobre la
importancia de los participantes en el movimiento obrero no despreciemos la
lucha democrática (es parte de la última carta que dirigí a la Comisión
Permanente del PCPE en marzo de 2013, dos meses antes de que rompiéramos con
este partido). Siento que sea un poco extenso y espero que te sirva.
Abrazos. M.A.
(Carta
enviada al PCPE en marzo del 2013)
El precedente de la
lucha del Partido Bolchevique contra el “economismo imperialista”
En tiempos de Lenin, el partido bolchevique conoció varias desviaciones de
derecha y de “izquierda”. Entre las últimas, destaca una por su similitud con
las posiciones que estáis sosteniendo: se trata del llamado “economismo
imperialista”[1].
Por esta razón, creo necesario examinar detenidamente la crítica que le
dirige Lenin y que atañe a la relación entre la lucha por la revolución
socialista y la lucha por la democracia y las reformas, relación que obliga a
todo partido comunista a defender un programa mínimo que no es el del
socialismo-comunismo. Y esto, incluso cuando la revolución pendiente tiene
carácter socialista y no ya democrático-burgués.
He seleccionado únicamente las explicaciones de Lenin sobre este aspecto.
Aun así, son citas de una considerable extensión, pero es imprescindible que
contrastéis con ellas vuestros propios puntos de vista.
Ante todo, ¿por qué el nombre de “economismo imperialista”? Lenin lo explica
en su artículo La nueva tendencia del “economismo imperialista”:
“El viejo ‘economismo’ de los años
1894-1902 razonaba así: los populistas están vencidos; el capitalismo ha
triunfado en Rusia. En consecuencia, no cabe pensar en revoluciones políticas.
Conclusión práctica: ‘para los obreros la lucha económica y para los liberales
la lucha política’ –o sea un bandazo hacia la derecha-. O bien, en lugar de la
revolución política, huelga general para una revolución socialista… bandazo
hacia la izquierda…”
“Ahora nace un nuevo ‘economismo’. Ambos
bandazos constituyen, de igual manera, la base de su razonamiento: ‘a la
derecha’ –estamos en contra del ‘derecho a la autodeterminación’ (…); ‘a la
izquierda’ –estamos en contra de un programa mínimo (es decir, contra la lucha
por reformas y por la democracia), dado que ‘contradice’ la revolución
socialista”.
“Es absolutamente necesario prevenir
una y otra vez a los camaradas en cuestión, haciéndoles ver que se han metido
en un atolladero, que sus ‘ideas’ nada tienen en común ni con el marxismo ni
con la socialdemocracia revolucionaria. No podemos dejar este asunto ‘en la
oscuridad’ por más tiempo: ello solamente alentaría la confusión ideológica y
la encauzaría en la peor dirección de equívocos, conflictos ‘particulares’,
‘roces’ interminables, etc. Por el contrario, nuestro deber es insistir del
modo más absoluto y categórico en la obligación de reflexionar
profundamente y analizar los problemas que se plantean para ser discutidos”.
Lenin pasa entonces a enunciar el problema de fondo, a saber, que el
“economismo imperialista” “…no
puede resolver el problema de cómo vincular el advenimiento del imperialismo
con la lucha por las reformas y la democracia, exactamente igual que el
‘economismo’, de feliz memoria, no pudo vincular el advenimiento del
capitalismo con la lucha por la democracia.
De ahí la total confusión en lo que se
refiere a que las reivindicaciones democráticas bajo el imperialismo son
‘inalcanzables’.
De ahí el desconocimiento de la lucha
política ahora, en este momento, inmediatamente y en todo momento, inadmisible
para un marxista (y permisible solamente para un ‘economista’ de Rabóchaia
Misl)”.
Eso nos ocurrió en el MAI, llevándonos al extremo de rehuir la lucha
electoral mientras el PC no estuviese completamente reconstituido y llevándonos
incluso a reducir toda la lucha de clase a la lucha ideológica.
Vosotros no negáis la participación en las batallas electorales, pero la
planteáis de manera poco efectiva, casi testimonial. En cambio, compartís con
el viejo “economismo” ruso el criterio de que la huelga general es el medio
predilecto para avanzar hacia la revolución socialista, hasta el punto de
oscurecer nuestras tareas políticas.
Sin duda, es necesario deslindar campos con el oportunismo, pero, si esto
se hace de una manera incorrecta, se produce una desviación del marxismo, tal
como explica Lenin en el caso del “economismo imperialista”:
“El error de los partidarios de Kautsky
reside en que éstos presentan estas reivindicaciones [democráticas] con un
sentido reformista y en un momento en que no se pueden plantear sino en forma
revolucionaria (pero el autor se desorienta al considerar que el error de los
partidarios de Kautsky es promover esas reivindicaciones en conjunto, así como
los ‘economistas’ ‘entendían’ que la lucha contra el populismo consistía en que
la consigna ‘abajo el absolutismo’ era populismo).
El error del kautskismo reside en que
proyecta hacia atrás, hacia el capitalismo pacífico, las reivindicaciones
democráticas justas, en lugar de orientarlas hacia el futuro, hacia la
revolución social (el autor, sin embargo, se desorienta al considerar esas
reivindicaciones como injustas).”
A vosotros os desorienta el hecho de que el PCE y el PCE (m-l) planteen las
reivindicaciones democráticas y deducís de ello que debemos repudiarlas o
sostener que son irrealizables bajo el capitalismo, antes del socialismo:
suprimís, pues, el programa mínimo, al menos en el ámbito político. De ahí que,
antes de consumar la unificación con Unión Proletaria, rechazarais la consigna
de “república y socialismo” –que trasciende el límite democrático-burgués al
cual se ciñen el PCE y del PCE(m-l)- e impusierais la de “república socialista”
que sólo reconocemos los comunistas. Parece que, en lugar de José Díaz,
preferís inspiraros de Bullejos y su consigna de “¡Abajo la república, vivan
los soviets!” confrontada a las masas que celebraban en las calles la proclamación
de la II República.
Enseguida veremos cómo Lenin rebate esta reacción equivocada al reformismo,
pero, antes, reproduciré su explicación sobre el origen psicológico del mismo,
tal como la expone en su Respuesta a P. Kíevski (I. Piatakov):
“Una cosa es meditar en las causas y en
el significado de una guerra imperialista originada por un capitalismo
altamente desarrollado, en la táctica socialdemócrata en relación con tal
guerra, en las causas de la crisis dentro del movimiento socialdemócrata, etc.;
pero es completamente distinto permitir que la guerra oprima el
pensamiento de uno, dejar de razonar y analizar bajo el peso de
espantosas impresiones y torturantes consecuencias o particularidades de la
guerra.
Una de esas formas de opresión y represión
del pensamiento humano por causa de la guerra, es la actitud despectiva del
‘economismo imperialista’ hacia la democracia.”
“Es un hecho que la guerra imperialista
borra la diferencia entre república y monarquía. Pero negar por ello la
república o aun asumir una actitud despectiva hacia ella, es dejarse atemorizar
por la guerra y dejar que sus horrores opriman el pensamiento de uno.”
“La verdadera fuente de todos sus
curiosos errores lógicos y confusiones (…) reside en que su pensamiento está oprimido
por la guerra que le hace tergiversar completamente la posición marxista sobre
la democracia.
El imperialismo es el capitalismo
altamente desarrollado; el imperialismo es progresivo; el imperialismo es
la negación de la democracia. ‘En consecuencia’ la democracia es ‘irrealizable’
bajo el capitalismo. La guerra imperialista es una violación flagrante de toda
democracia, ya sea en monarquías atrasadas como en repúblicas progresistas; ‘En
consecuencia” es inútil hablar de ‘derechos’ (¡es decir, de democracia!). Lo
‘único’ que se puede ‘oponer’ a la guerra imperialista es el socialismo; sólo
el socialismo es la ‘salida’. ‘En consecuencia’ incluir consignas democráticas
en nuestro programa mínimo, es decir, bajo el capitalismo, es un engaño o una
ilusión, confusión o aplazamiento, etc., de la consigna de la revolución
socialista. (…)
Decir semejante cosa es demostrar que no
se comprende la relación el capitalismo y la democracia, entre el socialismo y
la democracia.”
En el MAI, fue la contrarrevolución desenfrenada de los años 90 la que
oprimió nuestra capacidad de razonar de manera científica, materialista y
dialéctica. En vuestro caso, pienso que no es tanto esta causa (ni por supuesto
ninguna guerra imperialista), sino la actual crisis del capitalismo, mucho más
profunda que las anteriores, la cual compromete las condiciones de vida a las
que estaba habituada la población –proletariado, aristocracia obrera y pequeña
burguesía-, sobre todo en aquellas potencias imperialistas dominantes que son
más débiles. Su causa objetiva es, por tanto, la presión sobre el partido
procedente de la parte más aburguesada de la clase obrera mundial que pretende
conservar sus posiciones privilegiadas en vez de luchar por la revolución
socialista de una manera consecuente, es decir, marxista-leninista.
Dicho esto, corresponde ahora explicar cuál es la verdadera posición
marxista sobre la relación de la revolución socialista con la lucha democrática
por reformas y por qué es necesario un programa mínimo, además de la propaganda
comunista. Lenin expone esta relación de una forma clarísima en El
proletariado revolucionario y el derecho de las naciones a la autodeterminación:
“…en nombre de la revolución
socialista Parabellum [K. Rádek] rechaza con desprecio todo programa
revolucionario consecuente en la esfera de la democracia. Y esto es un error.
El proletariado no puede triunfar más que a través de la democracia, es decir,
llevando a la práctica íntegramente la democracia y vinculando con cada paso de
su lucha las reivindicaciones democráticas formuladas del modo más enérgico. Es
absurdo contraponer la revolución socialista y la lucha revolucionaria
contra el capitalismo a una de las reivindicaciones democráticas, en el
presente caso, a la reivindicación nacional. Debemos combinar la lucha
revolucionaria contra el capitalismo con un programa y una táctica
revolucionarios en torno del conjunto de las reivindicaciones
democráticas[2]: república,
milicia, elección de los funcionarios por el pueblo, igualdad de derechos de la
mujer, derecho de las naciones a la autodeterminación, etc. Mientras exista el
capitalismo, todas estas reivindicaciones sólo son realizables
excepcionalmente, y además de un modo incompleto y desvirtuado. A la vez que
nos apoyamos en las realizaciones democráticas ya conquistadas y denunciamos su
carácter incompleto en el régimen capitalista, exigimos el derrocamiento del
capitalismo, la expropiación de la burguesía, como base indispensable, tanto
para acabar con la miseria de las masas como para realizar completamente,
íntegramente, todas las transformaciones democráticas. Algunas de
esas transformaciones serán iniciadas antes del derrocamiento de la burguesía,
otras en el curso de su derrocamiento y otras después de dicho
derrocamiento. La revolución social no es una batalla única, sino un período
que comprende toda una serie de batallas por transformaciones económicas y
democráticas en todos los órdenes, batallas que sólo pueden culminar en la
expropiación de la burguesía. Justamente en nombre de este objetivo final,
debemos formular en términos rigurosamente revolucionarios cada una de
nuestras reivindicaciones democráticas. Se puede concebir que los obreros de un
país determinado derroquen a la burguesía antes de la realización
integral de ninguna de las transformaciones democráticas esenciales. Pero no se
puede concebir que el proletariado, como una clase histórica pueda vencer a la
burguesía sin estar preparado para ello por una educación en el espíritu
democrático más consecuente y más enérgicamente revolucionario.”
En su Respuesta a P. Kíevski (I. Piatakov), Lenin desarrolla esta
explicación:
“El capitalismo en general y el
imperialismo en particular transforman la democracia en una ilusión, y al mismo
tiempo, el capitalismo engendra aspiraciones democráticas en las masas, crea
instituciones democráticas, agudiza el antagonismo entre la negación
imperialista de la democracia y la aspiración de las masas a la democracia. El
capitalismo y el imperialismo pueden ser derrocados solamente por la revolución
económica. No pueden ser derrocados por transformaciones democráticas, aun las
más ‘ideales’. Pero un proletariado no educado en la lucha por la democracia es
incapaz de realizar una revolución económica. No se puede vencer el capitalismo
sin tomar los bancos, sin abolir la propiedad privada de los
medios de producción. Estas medidas revolucionarias no se pueden llevar, sin
embargo, a la práctica, sin organizar a todo el pueblo para la administración
democrática de los medios de producción tomados a la burguesía, sin enrolar a
toda la masa de los trabajadores, proletarios, semiproletarios y pequeños
campesinos, para la organización democrática de sus filas, sus fuerzas, su
participación en los asuntos del Estado.
…el despertar y el crecimiento de la
insurrección socialista contra el imperialismo están indisolublemente
vinculados con el crecimiento de la resistencia democrática y de la rebelión.”
La solución marxista del problema de la
democracia consiste en la utilización, por el proletariado, de todas
las instituciones democráticas y aspiraciones, en su lucha de clase contra la
burguesía, para preparar su derrocamiento y asegurar su propia victoria. A los
‘economistas’, tolstoianos, etc., les parece a menudo una concesión
imperdonable a las concepciones ‘burguesas’ y oportunistas,… El marxismo nos
enseña que ‘luchar contra el oportunismo’, renunciando a utilizar las
instituciones democráticas creadas y deformadas por la burguesía de una sociedad
dada, capitalista, ¡es claudicar completamente ante el
oportunismo!”
“La guerra civil expropia por la fuerza,
inmediatamente y ante todo, los bancos, las fábricas, los ferrocarriles, las
grandes propiedades rurales, etc. Pero, para expropiar todo ello, los
funcionarios públicos y los oficiales deben ser elegidos por el pueblo, debe
realizarse una fusión total del ejército que hace la guerra contra la
burguesía con la masa de la población, debe democratizarse totalmente la
administración de las reservas alimenticias, la producción y la distribución de
víveres, etc. El objetivo de la guerra civil es apoderarse de los bancos, de
las fábricas, etc., destruir toda posibilidad de resistencia de la burguesía,
destruir sus fuerzas armadas. Pero este objetivo no podrá alcanzarse ni
en el aspecto puramente militar, ni económico, ni político, a
menos que, durante la guerra, se introduzca simultáneamente y se extienda la
democracia en nuestro ejército y en nuestra ‘retaguardia’.”
“A través de la democracia burguesa
hacia la organización socialista y consecuentemente democrática del
proletariado contra la burguesía y el oportunismo. No hay otro camino. No
hay otra salida. El marxismo como la vida misma no conoce otra salida… sin temer
que ello ‘manche’ ‘la pureza’ de nuestros objetivos económicos”.
En La revolución socialista y el derecho de las naciones a la
autodeterminación, Lenin rebate el argumento de que la lucha por la
democracia podría desviar a la clase obrera de la revolución socialista:
“Sería un profundo error pensar que la
lucha por la democracia pueda desviar al proletariado de la revolución
socialista o relegarla, posponerla, etc. Por el contrario, así como no puede
haber un socialismo victorioso que no realice la democracia total, el
proletariado no puede prepararse para su victoria sobre la burguesía sin una
lucha total, consecuente y revolucionaria por la democracia.”
En Una caricatura del marxismo y el “economismo imperialista”, Lenin
rechaza el “obrerismo” estrecho y las consignas meramente negativas:
“Sólo los difuntos y no llorados
‘economistas’ pensaban que ‘las consignas de un partido obrero’ están dirigidas
únicamente a los obreros. No, estas consignas están dirigidas a toda la
población trabajadora, a todo el pueblo. La parte democrática de nuestro
programa… está dirigida especialmente a todo el pueblo y por eso hablamos, en
él, del ‘pueblo’.”
“No hay ni puede haber tal cosa como una
consigna ‘negativa’ socialdemócrata que sirve sólo para ‘aguzar la conciencia del
proletariado contra el imperialismo’, sin brindar, al mismo tiempo, una
respuesta positiva al interrogante de cómo la socialdemocracia resolverá
el problema cuando asuma el poder. Una consigna ‘negativa’, que no esté
vinculada con una determinada solución positiva, no ‘aguzará, sino que embotará
la conciencia, pues una consigna tal es una frase hueca, un grito en el vacío,
una declamación sin contenido”.
“…los males políticos representan una
desviación de la democracia, la que es completamente posible –desde el punto de
vista económico- ‘sobre la base del régimen existente’, es decir, el
capitalismo, y dicha democracia se realiza, como excepción bajo el
capitalismo”.
“Toda ‘democracia’ consiste en la
proclamación y realización de ‘derechos’ que, en el capitalismo, son
realizables sólo en muy pequeño grado y sólo relativamente. Pero sin la
proclamación de estos derechos, sin una lucha para hacerlos adoptar ahora,
inmediatamente, sin educar a las masas en el espíritu de esa lucha, el
socialismo es imposible.”
“En el fondo sólo queda en pie un
argumento: ¡la revolución socialista lo resolverá todo!... Desde el punto de
vista teórico este criterio es absurdo;… No valora la significación de la
democracia. Pues el socialismo es imposible sin democracia, porque: (1) el
proletariado no puede llevar a cabo la revolución socialista si no se prepara
para ella luchando por la democracia; (2) el socialismo triunfante no puede
consolidar su victoria y llevar a la humanidad a la extinción del Estado, sin
la realización de una democracia completa.”
En su Primera variante de la proposición del CC del POSDR a la Segunda
Conferencia Socialista, Lenin exige que luchemos por reformas aunque
rechacemos el reformismo:
“Los socialistas no pueden renunciar a
luchar por las reformas. Entre otras cosas, también deben votar en los
parlamentos por cualquier mejora, aunque sea mínima, de la situación de las
masas”.
En sus Comentarios para el artículo sobre maximalismo, Lenin explica
que un programa mínimo es siempre compatible con el capitalismo, aunque los
comunistas lo utilicemos como palanca para la revolución socialista:
“El programa mínimo es un
programa que por sus principios es compatible con el capitalismo y no
se sale de su marco.
¿Acaso quiso decir usted que en una
sociedad objetivamente madura para el socialismo, la realización de todas
las exigencias del programa mínimo habría dado el socialismo? Pero
tampoco es así. Sólo puede decirse que, en la práctica, lo más probable
es que toda lucha seria por las principales reivindicaciones del programa
mínimo, puede encender la lucha por el socialismo, y que nosotros
en todos los casos tendemos a ello”.
“…así se planteó el problema en el
Manifiesto de la izquierda de Zimmerwald: traducir, convertir cada lucha por
una reforma en lucha por la revolución.”
Como advierte Lenin en su carta Al Secretario de la “Liga para la
Propaganda Socialista”, practicar el sectarismo no es la mejor manera de
combatir el reformismo. Al contrario, practicar el sectarismo es la mejor
manera de ayudar al reformismo, de complementarlo para llevar a la clase obrera
a la derrota y a la sumisión ante la esclavitud asalariada:
“Criticamos con la mayor severidad a la
vieja Internacional (1889-1914); declaramos que ha muerto y que no merece ser
reconstituida sobre su antigua base. Pero jamás decimos en nuestra prensa que
se haya concedido hasta ahora demasiada atención a las llamadas
“reivindicaciones inmediatas”, ni que esto puede conducir a castrar el socialismo.
Afirmamos y demostramos que todos los partidos burgueses, todos los partidos
excepto el partido revolucionario de la clase obrera, son mentirosos e
hipócritas cuando hablan de reformas. Nos esforzamos por ayudar a la clase
obrera a conseguir un mejoramiento efectivo de su situación, por mínimo que sea
(en el terreno económico y político), y agregamos siempre que ninguna
reforma puede ser durable, verdadera y seria si no es apoyada por los métodos
revolucionarios de lucha de las masas. Siempre explicamos que un partido
socialista que no vincule esta lucha por reformas con los métodos
revolucionarios del movimiento obrero puede convertirse en una secta, aislarse
de las masas, y que eso constituye la más grave amenaza al éxito del verdadero
socialismo revolucionario.”
Y, finalmente, en Una caricatura del marxismo y el “economismo
imperialista”, Lenin alerta sobre el peligro de luchar contra el reformismo
mediante un marxismo caricaturesco:
“Si el ‘economismo imperialista’ se
propagara entre los marxistas, que se han manifestado decididamente contra el
socialchovinismo y por el internacionalismo revolucionario en la gran crisis
actual del socialismo, ello significaría un golpe gravísimo a nuestra tendencia
–y a nuestro partido- pues lo comprometería desde dentro, desde sus propias
filas, lo convertiría en exponente de un marxismo caricaturesco.”
[1] Años después, Lenin tuvo que luchar contra el “izquierdismo” también en la
Internacional Comunista. Hoy, lamentablemente, no son las ideas del
bolchevismo, sino las ideas “izquierdistas” de Pannekoek, Schumacher, Korsch,
Bórdiga, etc., las que resucitan en vuestra política, en la del KKE y en la de
otros destacamentos del MCI que han despertado estos últimos tiempos del
letargo reformista. No me detengo a demostrarlo, porque eso alargaría demasiado
esta carta, ya bastante larga. Pero lo haré si me lo pedís.
[2] En el debate de la resolución del último Pleno del CC, os comprometisteis
conmigo a estudiar la incorporación de reivindicaciones políticas (es decir,
democráticas), además de las reivindicaciones económicas sí contempladas
(nacionalizaciones, subsidios a las masas, etc.). Sin embargo, finalmente, la
concepción “economista” en que os habéis encerrado no os lo permitió.