La organización comunal como condición para la emancipación de la humanidad
Unión Proletaria
(Primera ponencia de Unión Proletaria para la 9ª Conferencia Mundial Antiimperialista, celebrada en Caracas en Octubre de 2025, organizada por la Plataforma Mundial Antiimperialista).
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En el tumultuoso curso de la Tercera Guerra Mundial impulsada por el imperialismo en crisis, y después de la victoria electoral del Gran Polo Patriótico de Venezuela el 7 de octubre, la Revolución Bolivariana se dispone a realizar el mandato testamentario del Comandante Hugo Chávez Frías: “independencia o nada, comuna o nada”. En definitiva, la organización soberana del pueblo trabajador es el baluarte que garantiza su libertad y su prosperidad frente a la agresión imperialista. Como explica la Declaración de Pyongyang, suscrita desde 1992 por cientos de partidos obreros y progresistas: “La garantía para el avance del socialismo científico reside en que las masas populares se conviertan en los auténticos dueños de la sociedad”.
Tras el fallecimiento de Chávez, los imperialistas lanzaron contra Venezuela una batería de sanciones y agresiones en apoyo a la contrarrevolución interna, pero fracasaron gracias al arduo trabajo y a la sabiduría del pueblo organizado, con su Presidente Nicolás Maduro Moros al frente. Ahora se aprestan a intervenir con sus propios ejércitos y volverán a estrellarse contra un pueblo que se sienta dueño de su país. De ahí la importancia y urgencia de desarrollar la estructura comunal, de abajo a arriba, soldada monolíticamente a la vanguardia revolucionaria que alumbra científicamente el camino, digamos de arriba a abajo.
Esta dialéctica es la que se han esforzado por construir todas las grandes experiencias revolucionarias de la historia universal, particularmente las revoluciones socialistas.
La revolución venezolana tiene sus peculiaridades, aunque esté sujeta a las mismas leyes objetivas generales que se manifestaron en las experiencias que la precedieron. Sin duda, una de sus diferencias ha sido el modo relativamente parlamentario y pacífico en que ha discurrido hasta ahora. El menor grado de violencia frente a las fuerzas parasitarias internas y externas se consiguió gracias a que, en las fuerzas armadas, prevaleció el sector patriótico encabezado por el Comandante Chávez.
En nuestra modesta opinión, en el actual contexto de elevada internacionalización de las fuerzas productivas y de la lucha de clases, toda revolución nacional debe apoyarse en sus precedentes históricos internacionales con rigor científico y solidaridad clasista: tan equivocado es pretender copiarlos como desecharlos. Debemos aprender del poder soviético con el mismo espíritu con que éste aprendió de la Comuna de París. Cada experiencia revolucionaria es un paso en el camino hacia la emancipación de la humanidad.
La Comuna de París de 1871, inspirada en la Comuna insurreccional de 1792-1793 y en los experimentos de los socialistas utópicos, fue la primera experiencia de poder popular dirigido por los obreros, y surgió a partir de la necesidad de enfrentar la traición nacional de las instituciones burguesas que habían entregado Francia al invasor prusiano.
Los soviets o consejos rusos también nacieron como órganos insurreccionales elegidos por las masas obreras para derribar y sustituir el poder de la autocracia zarista. Asumieron las características y proyectos de los comuneros parisinos, llevándolos a término, más allá de lo que éstos habían podido en su breve experiencia revolucionaria de dos meses y diez días. Tomaron en sus manos la producción, implantaron medidas de justicia social y los trabajadores elegían a sus diputados y jueces, revocables, sujetos a mandato imperativo, fusionando las funciones legislativa y ejecutiva en una estructura escalonada de abajo a arriba, etc.
No obstante, el poder soviético corrigió las debilidades que habían contribuido a la derrota de la Comuna de París, particularmente su excesiva indulgencia con los explotadores, la falta de una política de alianzas con el campesinado y la ausencia de un partido dirigente disciplinado basado en la teoría científica del marxismo-leninismo. A resultas de esta mayor conciencia, y también del mayor desarrollo de la sociedad rusa, sustituyeron el territorio por la fábrica como circunscripción electoral, a fin de reforzar el papel dirigente de la clase obrera, que es la más revolucionaria por su identidad con el carácter social de las modernas fuerzas productivas y por su antagonismo con toda explotación humana y con toda propiedad privada.
Gracias a que este poder fue auténticamente popular y democrático, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas derrotó dos veces la intervención extranjera (1918-1922 y 1941-1945, además de las conspiraciones y sabotajes entre medias, y del chantaje nuclear de la “guerra fría” después), industrializó, mecanizó y colectivizó la producción urbana y rural, la planificó centralmente, mejoró la vida de la población, la alfabetizó, liberó y desarrolló las diversas culturas nacionales del país, avanzó hacia la superación de los antagonismos de clase, género y nación, y ayudó al progreso de la revolución a escala internacional.
Pero estos avances no podían dejar de ser contradictorios en un contexto internacional imperialista: 1º) de centralización de recursos en manos de un puñado de monopolistas y 2º) de creciente desigualdad de condiciones de vida entre los trabajadores de los países opresores y los trabajadores de los países oprimidos. Esta nueva realidad explica la potencia que adquirió la socialdemocracia reformista y la reacción fascista, consiguiendo debilitar la base social de la revolución mundial y, en los años 1935-1947, obligándola a un compromiso político con la democracia parlamentaria burguesa. Esta alianza circunstancial explica, junto a otros factores, que la nueva Constitución soviética de 1936 sustituyera los Congresos de los Soviets por un Soviet Supremo elegido por sufragio directo. Luego, los casi 30 millones vidas -entre ellas, más de 3 millones de comunistas- que costó la victoria soviética sobre el nazi-fascismo contribuyeron al deterioro ideológico-político de la URSS, al giro revisionista anti-Stalin en los años 50 y a la separación entre el pueblo y los órganos de poder.
Así que los soviets no han sido siempre iguales, sino que han experimentado cambios a lo largo de su historia, en función de la correlación de fuerzas de las clases sociales en pugna. Y las revoluciones socialistas posteriores a la Segunda Guerra Mundial (China, Corea, Cuba, etc.) han buscado las maneras de seguir desarrollando las formas comunales de poder, en medio del asfixiante cerco imperialista. Ahora, se nos ha ofrecido la oportunidad de comprobar en vivo cómo lo hace la Venezuela revolucionaria.
Precisamente en el curso de esta lucha contra los imperialistas extranjeros y sus cipayos domésticos, se comprueba qué compromiso con la soberanía nacional y el progreso social tienen las diversas clases en que la sociedad se halla dividida. El proletariado es la clase más fiel a la revolución y, en alianza con las demás clases populares, debe dirigir su dictadura contra los traidores, so pena de regresar a la esclavitud y a la miseria para la mayoría, que es adónde lleva la restauración del capitalismo y de la dependencia neocolonial. Por tanto, la cuestión del poder comunal, por la base, es también la cuestión de fortalecer la dirección política de la clase obrera.
Se trata asimismo de un proceso contradictorio en el que intervienen condiciones internas adversas, como el insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas heredadas del capitalismo y la consiguiente acción corruptora de las relaciones monetario-mercantiles y de la división social del trabajo (particularmente, entre el manual y el intelectual) que es la base de la división de la sociedad en clases. Estas condiciones adversas no se pueden suprimir por decreto, sino mediante un largo proceso de asentamiento de las transformaciones socialistas. Entretanto, hay que aprender a dominarlas mediante el control y la vigilancia del pueblo organizado bajo la dirección de la clase obrera.
Hoy, el imperialismo se encuentra debilitado por sus propias contradicciones que lo empujan hacia la Tercera Guerra Mundial. Simultáneamente, se une y fortalece el movimiento de liberación nacional. La próxima derrota de los imperialistas abre, por tanto, una ventana de oportunidad hacia la definitiva emancipación de los oprimidos de la tierra. Debemos aprovecharla para impulsar la organización del poder popular comunal que es el germen de la futura sociedad comunista, libre de toda explotación y de toda opresión.
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