Se premia a quien promueve el sufrimiento de millones mientras se castiga al gobierno que resiste, dialoga y busca la paz.

El anuncio del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado representa una nueva afrenta contra la soberanía de Venezuela y una prueba más del uso político de los grandes galardones occidentales. No se trata de un reconocimiento a la paz, sino de un insulto a la paz y a la democracia, de un premio al golpismo, otorgado a una figura que ha conspirado abiertamente contra su propio país, ha pedido sanciones que asfixian al pueblo y ha defendido los intereses del sionismo y del imperialismo norteamericano.
Bajo el disfraz de “defensora de la democracia”, Machado ha sido pieza clave en los intentos de desconocer la legitimidad del presidente Nicolás Maduro, elegido constitucionalmente por el pueblo venezolano. Sus llamados a la “transición” han sido en realidad llamados al golpe de Estado, al sabotaje económico y a la intervención extranjera.
Desde Washington y Bruselas, el guion ha sido el mismo: usar figuras locales para justificar la agresión imperial y el bloqueo económico que tanto daño ha hecho al pueblo venezolano.
El Nobel otorgado a Machado no sorprende. Forma parte de la operación simbólica de Occidente para blanquear a quienes sirven a su estrategia de dominación. Los mismos gobiernos que imponen sanciones criminales contra Venezuela, impidiendo la compra de alimentos, medicinas y repuestos esenciales, son los que ahora celebran a quien pidió esas sanciones como “acto de presión democrática”. La hipocresía no tiene límites: se premia a quien promueve el sufrimiento de millones mientras se castiga al gobierno que resiste, dialoga y busca la paz.
Machado ha aplaudido las políticas intervencionistas de Estados Unidos y la Unión Europea, ha apoyado públicamente quienes tratan de desangrar a Venezuela, como Marco Rubio o Mike Pompeo, y ha bendecido la estrategia del “cambio de régimen” que tantas tragedias ha dejado en Iraq, Libia o Siria. En plena masacre del pueblo palestino, su aporte al régimen sionista ante el genocidio cometido por Israel, muestra el verdadero rostro de quienes se dicen “defensores de la libertad”: su paz es la paz de los cementerios que impone el imperialismo.
Mientras tanto, el pueblo venezolano, pese a los bloqueos y las campañas mediáticas, resiste con dignidad. Gracias a la dirección del presidente Nicolás Maduro y al trabajo de un Estado que prioriza el bienestar colectivo, Venezuela ha avanzado en la recuperación económica, en la producción nacional y en el fortalecimiento de alianzas solidarias con el Sur Global.
La verdadera paz no nace de los despachos de Oslo ni de los aplausos del Departamento de Estado: nace del derecho de los pueblos a decidir su destino sin injerencias.
El llamado “Nobel de la Paz” a Machado se inscribe en la misma lógica con la que premiaron a figuras como Barack Obama mientras bombardeaba Medio Oriente, o a la Unión Europea mientras promovía el militarismo y las sanciones. Es la paz entendida como sumisión al orden imperial, no como justicia social. Frente a esa farsa, Venezuela levanta la bandera de la paz con soberanía, dignidad y memoria bolivariana.
La historia juzgará a los que entregaron su país a intereses extranjeros. Pero también recordará a los pueblos que resistieron. En cada barrio, en cada comuna, en cada espacio de organización popular, la verdadera paz se construye desde abajo, con independencia y con conciencia antiimperialista.
Que ellos se queden con sus premios; el pueblo venezolano se queda con la victoria moral de la resistencia y con el ejemplo de un gobierno que nunca se arrodilló ante el poder del dólar ni ante la mentira mediática.
(*) Adjunta a la Secretaría de RRII del PCE y responsable de América Latina y el Caribe.