miércoles, 10 de noviembre de 2021

VIII Congreso de la CSI: oportunidad de un sindicalismo de lucha por el socialismo o para seguir como pollo sin cabeza



Alonso Gallardo Florencio           noviembre del 2021

 El movimiento obrero comunista y revolucionario español, adolece de capacidad de elaboración teórica, para desde el conocimiento de la realidad económica, social y política, generar una táctica que en el hacer diario, supere las limitaciones del propio movimiento, desarrollando un proceso de acción y organización, que consolide unas mejores correlaciones de fuerzas y mayor capacidad de movilización en común, con un proyecto superior organizativo y político con el objetivo de la toma del poder del estado burgués, sustituyéndolo por uno de base democrática y popular, garantizando si es posible su realización de forma democrática, bajo el criterio de hegemonía cultural y política. Pero antes es imprescindible, que el movimiento obrero sindical y político responda a la pregunta de si es revolucionario un sindicalismo y una política, que no transforma absolutamente nada a su favor del entorno; ni en organización, ni movilización, ni una unidad más amplia para formar parte de un proyecto global para la destrucción del estado burgués. Aunque la excusa del congreso de la CSI sirve para la crítica y la propuesta, esta es general para el conjunto del sindicalismo alternativo de clase español y para el que aún se mantiene en los mayoritarios, especialmente CC.OO.

 Se aproxima una vez superado el grueso de la pandemia del COVID 19, el VIII Congreso de la CSI y si de algo tenemos que reflexionar es sobre su existencia ¿para qué?. Lleva muchos años perdidos entre la respuesta puntual a las agresiones de empresarios y gobiernos neoliberales y cuando no, entre las identidades de género, sexualidad o nacionalismos, tantos, que dirigentes históricos que defendieron el sindicalismo sociopolítico de clase que aún se mantiene en formato de libro verde, olvidaron el valor político de la organización y la estructura organizativa que en el movimiento de las comisiones obreras construyó y más, cuando por la defensa de la estructura como movimiento sociopolítico organizado en comisiones soberanas de base de empresa, centro de trabajo, rama y comarca, a muchos costó la expulsión. Sistema represivo que el eurocomunismo autoritario utilizó para lograr el control del movimiento obrero en España, contra aquellos que al no comulgar con el pacto social y la reconciliación de clases, lo expresaban desde la soberanía de su estructura sindical de base o dirección, con el objetivo sociopolítico de ruptura con la dictadura franquista, el castigo a los genocidas del franquismo y la república de la clase trabajadora, como conquista de la libertad y la democracia. Derrota ideológica y política de la que aún no hemos levantado cabeza.

 La historia de lucha de la clase obrera nos dice, que la capacidad de movilización y presión política de la clase obrera para cambiar la correlación de fuerzas, mejorar su organización, conciencia de clase y empoderamiento, depende de su organización desde la base asamblearia de su estructura, como principio de la democracia obrera con la toma decisiones en los órganos de base y dirección, de forma colectiva y responsabilidad individual, con todo puesto encima de la mesa para el debate, la reflexión y crítica. Pero hace años que se sustituyó el organigrama del sindicalismo de clase, por un asamblearismo sin base democrática, ni responsabilidad individual, ni dirección colectiva, ni plan de trabajo, ni evaluación de lo realizado, donde al tirar cada uno para su lado convirtieron al sindicato en un cobijo de grupos sectorializados, entorno la asesoría sindical y la abogacía en la acción de la respuesta puntual. Solo con mirar la estructura organizativa, se ve el desaguisado y la anarquía organizativa y política existente; asamblea de parados y precarios, de ¿prejubilados? y pensionistas, feminismos, juventud, solidaridad e internacionalismo, sin saber si es independiente o de la CSI; pero el sector, fundamental en la actual situación de alta precariedad y la comarca en plena orfandad organizativa. Actuando socialmente como movimientos ajenos al sindicato y al Órgano de Dirección, sin línea política ni programa pero condicionando al conjunto del sindicato.

 En feminismo, apoyando las posiciones de la socialdemocracia neoliberal burguesa de género y en silencio admitir la legalización de la prostitución, los vientres de alquiler y el borrado de la mujer en la Ley Trans. En solidaridad e internacionalismo, cayendo en el infantilismo izquierdista sectario de los anarcoliberales y trotskistas, con respecto a países socialistas y no solo con China, también con Nicaragua o Venezuela, al tiempo, que se exaltan a las bandas kurdas armadas y financiadas por el imperialismo yanqui, contra el pueblo soberano sirio. En el ámbito del nacionalismo, saltarse la neutralidad histórica de la CSI con las tesis independentistas de los nacionalistas, convocando por la soberanía y la independencia de Asturias con ellos, sin debate en congreso y ni tan siquiera con una mínima profundidad en un Órgano de Dirección, temas que confunden al sindicato cuando no lo divide. Como ejemplos cercanos, en la Semana Negra gijonesa se convoca manifestación por la anulación de las reformas laborales de Rajoy y Zapatero, en teoría de apoyo a Yolanda Díaz para que cumplan con lo firmado en el pacto de gobierno, pero la inicia con una confusa concentración ante la ministra de trabajo que se entiende contra el gobierno. El 8 de septiembre día puesto por la burguesía como día de Asturias, la CSI convoca por la red e internamente a una manifestación con cartelería en la calle sin siglas, pero organizada por un partido nacionalista y evidentemente, por la soberanía de Asturias o convocar una concentración contra la subida de la luz el ocho de octubre, cuando para el siete, había convocada otra a nivel nacional con el mismo objetivo, confundiendo y liando a la gente. Al tiempo, que llevamos ya desde mucho antes de la pandemia, en la carencia de organizar la lucha y la movilización y sobre todo ahora, que contamos con aliados en parlamentos y el gobierno, uniendo todo lo unible en la lucha contra las reformas laborales y la privatización de la atención sanitaria pública, objetivos de la sanidad privada, del PSOE asturiano y la derecha.

 Cuando se carece de un proyecto sindical de clase revolucionario, con su programa, estrategia y su táctica política en la cual insertarnos, es cuando actuamos desde un anarcoliberalismo natural y espontáneo "como pollo sin cabeza" y también, por la falta de asunción de la experiencia histórica de la lucha del movimiento obrero en España, rechazada por heredera cultural del eurocomunismo autoritario de ideología socialdemócrata liberal. Y así no haremos historia ni ante la precariedad social y laboral, ni ante la privatización de los servicios públicos que garantizan un mínimo estado de bienestar, ni repetir la lucha heroica de resistencia de los ochenta contra la reconversión de la industria y la privatización de lo público en Asturias. Pero aún es posible rectificar; durante estos años posfranquistas, nadie ha sido capaz de levantar en Asturias y en España el puño de la fuerza de la clase trabajadora y ahí, si queremos y superamos sectarismos, inmediatismo movimentista y liberalismos identitarios, la CSI y el conjunto del sindicalismo de clase excluido por la derrota que tuvimos ante la imposibilidad de la ruptura con el franquismo, en el seno del movimiento sindical unitario de las comisiones obreras, tiene mucho que decir y hacer, bajo la experiencia adquirida durante las luchas de resistencia contra la reconversión industrial y la privatización de lo público.

 Pero claro, lo primero si queremos transformar la realidad es asumir que no estamos solos, que como clase obrera formamos parte del campo popular, junto con los trabajadores y trabajadoras autónomas, agricultores, ganaderos, profesionales y técnicos que no explotan mano de obra y que todas aquellas personas de las pequeñas y medianas empresas, muchas familiares, forman parte del pueblo, porque también son explotados y oprimidos por la banca y las multinacionales y como sindicato, inserto en una alternativa ideológica y política global de clase, lejos del economicismo de la socialdemocracia, nuestro programa y táctica, sin obviar ni un instante la defensa de nuestros derechos laborales y sociales, deben servirnos para unir todo lo unible contra el enemigo principal: la oligarquía vendepatrias financiera imperialista española. Porque si no cumplimos la salvaguarda del principio de la unidad, cultural y políticamente la oligárquica siempre tendrá la mayoría social.

 Debemos asumir si queremos transformar la realidad, que la única manera de poder cambiar la correlación de fuerzas en el seno de la clase obrera y el pueblo, es no aislándonos de él por mucho que su pensar esté contaminado de liberalismo burgués, del cual el sectarismo y el infantilismo individualista que sufrimos forma parte. Debemos actuar al revés, debemos intervenir socialmente donde están los reformistas, los neoliberales, la derecha y el fascismo, porque es la única forma de combatir el pensamiento y el hacer burgués en el seno de la clase obrera y del pueblo donde esté creando hegemonía con el sindicato, en la fábrica, el sector, el barrio, el pueblo, la universidad y el instituto. Porque o salimos de este bucle movimentista que vivimos o el fascismo nos come vivos.

 Muchos sectores de la izquierda sindical y política piensan, que la cordura y los principios mínimos democráticos se impondrán en la escena internacional, ante la barbarie que se vislumbra de guerra total, pero eso no está garantizado si no es con la derrota del enemigo. La CSI ha sido histórica en la denuncia de la crisis terminal, global y sistémica del capitalismo, que hoy podemos definirlo de sistema capitalista de libre mercado, antagónico al mercado planificado socialista. Es decir que la alternativa al colapso de la sociedad capitalista, no está asegurada que sea democrática y menos, defensora de la naturaleza y mirando la historia de la sociedad, desde el nacimiento de la lucha de clases con la propiedad privada y el patriarcalismo que lo garantiza, que la única salida que busca la clase dominante es la de mantener sus dominios, riquezas y privilegios, mediante la fuerza y la guerra; enfrente están los países que construyen el socialismo y aquellos libres, donde la soberanía y la independencia, forman parte estructural de la cultura de sus pueblos.

 Desconocemos de cuánto tiempo tendrá la humanidad ante el estallido de la guerra imperialista total, por el colapso de los mercados y su supervivencia. Desconocemos el tiempo que tenemos la humanidad ante el cambio climático global, pero la humanidad conoce desde hace mucho que el tiempo se agota, en un mundo donde las guerras que provoca el imperialismo contra los pueblos no cesan y el deshielo de los polos y glaciares, junto con los bruscos cambios climáticos tampoco. Y esto que es una realidad insoslayable, debe estar fuertemente arraigada en nuestro pensamiento, para que los prejuicios, sectarismos y racismos ideológicos y políticos desaparezcan, en aras de la unidad del pueblo, donde el sindicalismo de clase es una pata fundamental del poder popular, para combatir las guerras del imperialismo y vencerlo en un mundo multipolar y que la unidad popular, sea la base de construcción de una economía planificada al servicio del pueblo y la naturaleza. Este es el campo popular a construir para el sindicalismo de clase de la CSI y del sindicalismo español.


Alonso Gallardo de los círculos comunistas de Unidas Podemos