Después
de cuarenta años de gobiernos neoliberales progresistas y de
derechas, la movilización social espontanea surgió ante una
inexistente izquierda obrera política y sindical, en respuesta a la
crisis del estallido de las hipotecas basura, hija de la global y
sistémica que vivimos desde los años sesenta de pérdida de
beneficio empresarial y combatida desde el poder, con más austeridad
y recortes para el pueblo y privatización de lo público para
recuperar el capital perdido. Movilización política que rompió con
la gobernabilidad institucional instaurada desde la transición,
surgiendo esta izquierda reformista y populista desde las plazas,
como alternativa a la izquierda revisionista neoliberal, hegemónica
hasta la elecciones europeas del 2014. Ante esta realidad, el
argumento de la izquierda a la izquierda del gobierno de coalición,
de que la oligarquía tiene problemas de gobernabilidad y que por
eso amplía la base de sostenibilidad de su gobierno al nuevo
populismo reformista, no se tiene ante el relato de la realidad
política y social vivida por la izquierda obrera y popular no
sectaria y mucho menos, desde un análisis marxista de la realidad
concreta.
Visualizar
los hechos es de una simplicidad total con las nuevas tecnologías,
constatando de la situación socioeconómica qué: Primero; existe
una crisis económica por superproducción con pérdidas de
beneficios empresariales desde los años sesenta y episodios de
agudización y explosión como la del 2008, que fueron combatidas por
la oligarquía neoliberal con pactos con la izquierda en lo sindical
y político, ejemplo: el Pacto de Toledo de la reforma de la
Seguridad Social y las pensiones del 2011. Es decir, que hasta el
2014, hubo plena gobernabilidad bajo las políticas neoliberales y
los pactos con la izquierda obrera política y sindical. Segundo; el
desequilibrio que impide la gobernabilidad, no pudo venir solo de la
crisis económica porque lo estaban haciendo con toda tranquilidad
social y política hasta por lo menos diciembre del 2011, momento que
el presidente del gobierno José L. Rguez Zapatero, inicia una nueva
era de recortes, austeridad y privatizaciones, que provoca las
mayores movilizaciones sociales al margen de las organizaciones
sindicales y políticas obreras históricas. Tercero; entonces la
base que les desestabiliza está en la crisis económica y las
políticas austericidas implementadas, que crean las condiciones de
una movilización y una alternativa política, que imposibilita la
gobernabilidad que garantizaba la izquierda revisionista y
neoliberal, siendo el nuevo reformismo de izquierda con la ruptura
del bipartidismo neoliberal progresista y de derechas en las europeas
del 2014, la que desestabiliza el sistema bipartidista de gobierno de
la oligarquía española, definiendo así el nuevo campo popular.
Por
eso no extraña que a partir del 2014 y especialmente desde la
victoria del nuevo reformismo de izquierda en las elecciones
municipales y autonómicas del 2015 en Barcelona, Madrid o La Coruña,
la oligarquía neoliberal palideciera ante la posibilidad de la
pérdida del poder en Cataluña y España, e iniciaran un proceso de
confrontación por el derecho a decidir la independencia de Cataluña,
dirigida desde el poder mediático apoyado en la extrema derecha de
la alta judicatura, mediante la declaración unilateral de
independencia y la aplicación del artículo 155, como medio de
retroalimentación nacionalista mutua y como táctica para romper al
nuevo reformismo de izquierda e impedir su victoria en las
autonómicas de Cataluña, cosa que lograron gracias a la
colaboración del trotskismo y los nacionalismos internos en Podemos,
IU y confluencias, ocultando la estrategia nacional de Pablo Iglesias
de debatir sobre la crisis, del encausamiento por el 3% del
nacionalismo catalán y de la cúpula del PSOE neoliberal por el ERE
andaluz, de la declaración judicial de que el PP de Rajoy y Aznar,
es un partido organizado para delinquir o de la privatización de los
sectores públicos. Rompieron Podemos con el apoyo de un infantilismo
de izquierda perdido entre mensajes identitarios de nacionalismos y
géneros, perdiendo así el apoyo del pueblo al no confrontar contra
la crisis y la austeridad, principales problemas de la clase
trabajadora.
Ante
esta situación de confrontación interesada entre oligarquías, que
incluye la teoría globalista de la ruptura de España antes que
gobernada por la izquierda, defender a las burguesías vasca y
catalana, que gobiernan las comunidades más ricas gracias al
fraudulento sistema electoral y a los pactos con la derecha y el
progresismo neoliberal a cambio de inversiones, impuestos y la
hacienda pública, diciendo que juegan un papel leal y legítimo en
las aspiraciones de sus pueblos, es reírse de la clase obrera en su
mayoría emigrante de sentimiento español. Y apoyar el
independentismo de estas burguesías y no sólo el derecho, es asumir
las ideas de las clases medias aburguesadas que desean apropiarse en
beneficio exclusivo, de las propiedades y bienes públicos
acumulados bajo la brutal explotación franquista financiado por esas
burguesías, las mismas que de la actual exquilmación de lo público
de estos cuarenta años de neoliberalismo. Estrategia nacionalista y
beneficio económico por el lugar geoestratégico que ocupan en los
arcos de desarrollo industrial, comercial y financiero europeo y
canto mediático de las clases medias aburguesadas, en boca de
partidos que niegan la lucha de clases por su dogmatismo fracturando
a la clase obrera y al pueblo.
El
gobierno socialdemócrata ya lo vimos participando de la rapiña de
las propiedades públicas con la derecha retrograda del PP y
nacionalismos, que conformaron el bipartidismo que gobernó los otros
cuarenta años de transición, al sistema neoliberal de desregulación
social, laboral y falta de libertades para la integración en Europa.
Pero para gobernar ahora eligieron a la izquierda y para intervenir
en las instituciones en España, obliga al imperativo legal de
acatamiento constitucional y a la estabilidad presupuestaria, donde
solo cabe anularla con una nueva mayoría o superarlas con la
movilización de las masas y no cabe duda, de que Podemos y la
mayoría de los dirigentes que provienen de los distintos
destacamentos marxistas, son conscientes de ello y mucho más, viendo
la desestabilización de gobiernos creada estos años. Decir ante
esto, que el nuevo reformismo de izquierda acepta el neoliberalismo,
cuando todos los acuerdos entre Unidas Podemos y el PSOE hasta ahora,
han roto las políticas austiricidas apoyándose en la movilización
de pensionista, es sencillamente asombroso. Aunque el nuevo
reformismo siga formalmente sin declararse de izquierda, habrá que
juzgarlo por los hechos y no por los dogmas heredados de un marxismo
occidental dogmático, mecanicista y prejuicioso, al que mayoría, en
vez de autocrítica por el nulo papel jugado desde los años sesenta
en occidente, cada vez lo endiosa más convirtiéndolo en un
recetario de respuestas para todo sin necesidad de ir a los hechos,
negando con dogmas a los clásicos del marxismo que dicen adorar, al
materialismo histórico y dialéctico que desprecian y a la lucha de
clases que niegan, siendo principio fundamental en el análisis
marxista.
Los
distintos destacamentos marxistas leninistas en su mantenimiento,
solo tienen dos opciones; o desarrollan una linea política de unidad
y organicidad de la clase obrera que la independice del resto de
clases sociales, de unidad del pueblo desorganizado, despolitizado y
sin empoderar, para elevarlo en unidad y crítica junto con las
organizaciones políticas y sociales que lo representan y a la unidad
comunista, desde una propuesta de trabajo orgánico como tendencia
organizada dentro del nuevo reformismo de izquierdas, en la línea de
Lenin con los socialdemócratas o en paralelo desde afuera, situando
políticas de unidad popular al reformismo de izquierdas, como
instrumento de poder del pueblo para la ruptura del estado burgués y
con un programa que responda a los intereses generales de la clase
trabajadora, clase mayoritariamente constituida durante el siglo
pasado bajo la explotación y represión del franquismo, que tenga la
alternativa de España como estado republicano y patria de la clase
trabajadora. Esto o la salida trotskista reaccionaria del KKE griego,
convertido en un títere de circo que hace el juego político a la
oligarquía neoliberal griega.
Alonso
Gallardo de los círculos comunistas de Unidas Podemos enero
del 2020