La pregunta
nos la hicimos muchos marxistas leninistas, para encontrar la coherencia en el
rechazo o la participación en el gobierno de coalición con el PSOE de Pedro
Sánchez, habiéndonos siempre opuesto a los pactos entre IU y socialistas, pero
para aclararse, lo mejor es partir de la naturaleza histórica de cada proceso. IU
fue continuadora de la línea de los pactos del PCE con el PSOE de Felipe
González y a la vez, coaligados con la oligarquía para pilotar la transición y
la entrada en la Comunidad Europea, desde
el discurso de que el sistema capitalista es el menos malo de los existentes
faltando su democratización. Todo ello, bajo los planteamientos revisionistas
de la democracia delegada, siendo los partidos que participaban de la dictadura
capitalista democrática, los que representaban a la clase trabajadora y al
pueblo en las instituciones, convirtiendo los pactos en generalidades
supeditadas a las necesidades presupuestarias del capital, incluidas las subvenciones
y salarios de liberados y asesores en un contexto económico y social de estado
de bienestar, que con continuados pequeños recortes subsistía.
En cambio,
el PSOE de Pedro Sánchez y el populismo de izquierda de Unidas Podemos,
responden a la reacción contra la
corrupción y las políticas austericidas iniciadas a partir del 2008 por el
gobierno de Zapatero, por la apropiación de los bienes y propiedades públicas
del estado de bienestar para pasarlos a la gestión de la empresa privada,
convirtiendo las necesidades humanas básicas en una mercancía que solo la
persona que lo pueda pagar las podrá cubrir. El fracaso de esta política neoliberal
llevó a la crisis a sus partidarios, naciendo los populismos a falta de una
izquierda marxista y de esa ruptura en tiempo político y económico, más los
prejuicios ideológicos que arrastran desde la transición, determinan sus indefiniciones
de clase concreta, incapacitándoles de apostar por un socialismo de economía de
mercado planificada, alternativa a la crisis de beneficios y a la pérdida de
los servicios públicos. Pero el programa de gobierno que acordaron, apunta
correctamente a la línea de flotación de las políticas austericidas, mediante la
ejecución de las reformas que permitan la correlación de fuerzas, conscientes,
de que sus tiempos políticos por la crisis sistémica global, depende de la
regeneración política y de la recuperación por mínima que sea, de los derechos
económicos, sociales y libertades perdidas.
La
naturaleza de ambos procesos nace de situaciones económicas y sociales
diferenciadas. La primera fue bajo el desarrollo económico y el pacto social del
estado de bienestar con la oligarquía, que permitió con la colaboración de sindicatos
y la izquierda, la división territorial artificial de España entre élites para
desactivar las luchas de la clase obrera y poder llevar la base productiva
fordista de derechos y trabajo seguro, a la de pérdida del carácter público de
los servicios, la industria o la banca y a la generalización de la precariedad
como modelo social en derechos y libertades, que junto al despido libre y la movilidad
funcional, horaria y geográfica laboral, sentaron la base del actual sistema neoliberal
de producción, que unido al error de continuar los pactos sociales con el
capital, nos situaron en una correlación de fuerzas políticas tan negativas,
que dejó en maximalismos los programas que arrastrábamos desde la transición,
por la necesidad de acumular fuerza política y organizativa para una clase obrera,
sin referencia política e ideológica propia de clase, donde lo más avanzado es
Podemos, sectores del sindicalismo de CC.OO y sindicatos alternativos, pero divididos por la
influencia burguesa identitarias nacionalistas y de género, bajo la desmovilización
social y sin alternativa como clase y país a las políticas neoliberales.
La necesidad
de la participación de la izquierda en el gobierno con un programa antiausteridad
y de regeneración democrática, está en la propia debilidad organizativa y
política de la clase obrera, que al arrastrar un proceso de falta de representación
orgánica propia desde la transición, le imposibilita de cualquier proceso de
movilización planificada, estando su máxima capacidad en la defensa espontanea
ante los ataques del neoliberalismo burgués. Por eso para la clase obrera, la
participación de la izquierda en el gobierno es fundamental para no retroceder
más y para que puedan situarse como alternativa con la única trinchera
existente en sus diputados, que son los que han impedido más corrupciones y
recortes desde la ruptura del
bipartidismo neoliberal de amplio espectro de las derechas, los nacionalismos y
la socialdemocracia liberal de socialistas y eurocomunistas.
Por
coherencia con un proyecto político que trabaja para asumir la representación
de la clase obrera, no se puede admitir la opción de la delegación en el PSOE
de un gobierno en solitario con o sin programa negociado, no solo porque
implica que del mal gobierno seríamos responsables por haber apoyado su
formación y que del buen gobierno, serían ellos los únicos beneficiados por ser
los ejecutores como ha pasado en Portugal, si no también, porque la cuestión de
fondo está en la pretensión de eludir el debate y el acuerdo, sobre la
alternativa que damos de estado y país desde el gobierno, a una clase obrera que
no entiende de prejuicios ideológicos con respecto a su clase anteponiendo
otras identidades, que son las que les impiden actuar con claridad y
consecuencia, para situarse como alternativa de poder ante la clase trabajadora
y el pueblo español, resida donde resida.
Otra perspectiva
fundamental para afirmar como positiva la participación en el gobierno de
coalición de izquierdas, bajo un programa negociado que dé respuesta
alternativa a los principales problemas de la clase trabajadora, para revertir
la política austericida y recuperar los servicios públicos que garantizaban el
estado de bienestar y las libertades, está en la imperiosa necesidad de la construcción
de una política estratégica de alianzas, que fortalezca la unidad popular como
instrumento para la ruptura del estado burgués y construcción de una nueva
democracia representativa de la clase social mayoritaria: la clase trabajadora.
En la construcción de esta política de alianzas, la parte social que hoy
representa el PSOE, es clave para el desarrollo de un proyecto de unidad
popular como alternativa de futuro y esto solo se construye, con la unidad de
las distintas fuerzas políticas que la representan y la organización autónoma
de la clase obrera, como base para la construcción de conciencia política de
clase y de pueblo.
En la situación
política de defensiva desorganizada actual, acordar un programa de gobierno con
el PSOE quizás sea menos complejo, que situar en el relato la línea de demarcación
del sustento del gobierno para en caso de incumplimiento romperlo. Pero de su
lectura, tanto en el acuerdo previo de los diez puntos como el final de los
cincuenta, al no haber una sola apreciación de aceptar ningún paso atrás en
derechos nos sitúa el límite, más allá, que la imposibilidad de desarrollo en muchas
partes del programa acordado, en su mayoría una suma de buenas intenciones, sea
un paso atrás de hecho como el cálculo del IPC para las subidas de las pensiones,
lejos de una cesta básica de las necesidades mínimas.
La izquierda
que apostó por apoyar la formación de un gobierno socialista a la portuguesa, por
el temor a la absorción de la representación de Unidas Podemos por las
instituciones o por izquierdismo, ante la falta de una política de alianzas de
las fuerzas del pueblo, debe entender, que la única manera de que sectores de
Podemos tomen realmente una conciencia
política de clase ante la falta de un partido marxista, solo puede venir
de la intervención política y de la experiencia, no del lavarse las manos desde
la barrera para no cometer errores como proponen el izquierdista y los
políticamente débiles, cuando es la única manera de aprender. Por eso está bien
mojarse ya que si este gobierno no progresa, no será solo por la debilidad del
gobierno, sino por la debilidad de una clase obrera, desorganizada y sin
partido.
Alonso Gallardo de los círculos comunistas
de Unidas Podemos enero del 2020