La reflexión
política sobre los proyectos populares, tienen la particularidad de que siempre
se realizan en vivo desde la lucha de clases y actualmente el del carácter del
PSOE, se sitúa dentro del debate sobre sí o no al gobierno de coalición entre
PSOE y UP. La forma en la crítica y la autocrítica dentro de la izquierda obrera
y popular, es clave para un desarrollo autónomo del proyecto político
alternativo de proyección socialista y por eso, el ejercicio de la crítica
tiene su propia lógica en el tratamiento. Fidel Castro en la conferencia de intelectuales cubanos en
junio de 1961 en la Biblioteca Nacional lo resumió perfectamente “dentro de la
revolución todo; contra la revolución nada” Es decir, que según como planteemos
la crítica, ésta nos sitúa dentro o fuera del proceso revolucionario, independientemente
de la fase en la que se encuentre y de su nivel de desarrollo. La crítica debe
servir para la unidad del campo popular y partir de la rigurosidad, elementos
sustanciales de la crítica como instrumento constructivo.
Parto como
ejemplo de la reflexión de los artículos “resituarse” de Julio Anguita (I)
y (II), como referente de la izquierda en la ética y en la consecuencia
en su quehacer político y porque encuentro en ellos, los reflejos de las posiciones,
también de dudas, de amplios sectores de la izquierda populista y comunista. Sin
negarle veracidad en la mayoría de los argumentos que sitúan como fondo, encuentro
desarrollos de una crítica errónea en la metodología del análisis, por la exclusión
que se hace de su interrelación con el campo popular y en consecuencia en la
definición y tratamiento final sobre el PSOE.
Nadie desde la
perspectiva histórica y con conciencia de clase, aceptaría la tesis de que la
dirección del PSOE que salió del congreso extraordinario de septiembre de 1979
(donde abandona el marxismo) es de izquierdas, pero no deja de serlo por eso,
sino por las políticas que desarrollan de deslizamientos a la derecha, que
surgen de un proceso previo en el PSOE situado en el XIII Congreso de Suresnes
en octubre del 1974, donde se encubra la nueva dirección futura con Felipe
González como secretario general, que posibilitó que durante la transición la
oligarquía mantuviera su hegemonía absoluta en los aparatos del estado, sin
coste ninguno del genocidio planificado contra el pueblo durante la guerra
civil resultante del golpe de estado franquista. Modelo de transición regida
por el desarrollo de una legislación que nos homologaba a Europa en cuanto a un
mínimo de estado de bienestar y derechos civiles como el divorcio o el aborto,
siempre dependiendo de la empresa privada para su beneficio, pero nos insertaba
en un nuevo modelo productivo que era el objetivo principal, basado en unas
relaciones laborales regidas por las directrices tayloristas de producción, donde la
movilidad, flexibilidad, polivalencia, precariedad y despido libre, son la
resultante de un proceso de reconversión salvaje del sistema productivo
centrado en lo público, para concentrarlos en las manos de los actuales
monopolios privados.
Sobre la
dirección del PSOE y la mayoría de dirigentes y cuadros en las instituciones,
su neoliberalismo les separa de las opciones de izquierdas, pero la mayoría de
la afiliación socialista y votantes, enseñada por el sistema dominante al
ejercicio del derecho democrático por delegación y no por la intervención
social ¿también los excluimos de la izquierda?. La conclusión no es correcta
porque el problema está mal planteado. Sociológicamente el PSOE está formado
por personas del pueblo, clase trabajadora que vende su fuerza de trabajo para
subsistir, no participando en ninguna estructura de mando superior y obteniendo
unos salarios que en la mayoría de los casos solo da para sobrevivir. El
problema es cómo clasificar a un partido que nació hace 150 años de izquierdas
y con una gran inserción entre la clase trabajadora y que aún la sigue
teniendo, pero que en general su dirección y dirigentes sindicales e
institucionales están aburguesados, cuando no corrompidos y más entendiendo,
que quien determina su carácter no es la dirección, sino la mayoría de la
afiliación y votantes que lo apoyan. Solo nos cabe decir como opción de
tratamiento, que el PSOE como partido, es un partido del pueblo y mientras la
hegemonía de la izquierda entre el pueblo no quede resuelta, hay que tratarlo
tácticamente como una fuerza del pueblo y si en algún momento una mayoría
socialista tomara esa opción, sería un gran éxito para el pueblo, incluso
aunque solo fuesen algunas fracciones, sería positivo para el pueblo (3)
Pero para no
caer en contradicciones y quedar sin aliento en la primera confrontación
ideológica o política, debemos entender sin prejuicios, que esta definición es
perfectamente encajable al proceso paralelo que vivió el PCE (tras la muerte de
Stalin en 1953) desde el V congreso de 1954, con la política de reconciliación
nacional como preludio del fin de la lucha de clases eurocomunista, donde se
encubra a Santiago Carrillo como secretario general futuro del PCE y del IX
congreso de 1978, con el abandono del leninismo y supresión de las células. Esto
no es posible separarlo del análisis de la izquierda, porque desde que
confluyen en la actividad política de la transición española, ambas direcciones
se van plegando a la estrategia de la nueva oligarquía dominante, la que hoy
conocemos como IBEX 35, forjada en la relación económica y política con la
Europa que Alemania estaba construyendo.
La
coincidencia entre el PSOE y el PCE ante cada propuesta que proviene de la
oligarquía española, van determinando la transición. Se coincide en lo
sustancial con la abstención o el sí en el referéndum sobre la reforma política
de 1976, que liquidó la movilización social y la ruptura con el franquismo; en
la Ley de Amnistía que legalizó el genocidio franquista contra el pueblo; en los
Pactos de la Moncloa que imponen recortes económicos a la clase trabajadora sin
compensaciones; en la constitución monárquica que subordina todos los derechos
públicos al interés de la propiedad y la empresa privada; en el Estatuto del
Trabajador como espada de Damocles que cortó las libertades en el centro de
trabajo y la fábrica con el despido libre indemnizado casi gratuito o en el
reparto territorial de España en un estado autonómico con las burguesías
regionales, para desguazar los servicios públicos garantes del estado de
bienestar y apropiarse de sus funciones la empresa privada, generalizando la
corrupción. Todo nos dice, que los argumentos que sacan al PSOE de la
izquierda, en lo fundamental son válidos para sacar al PCE-IU si lo hacemos de
forma sesgada, mecanicista o sectaria. Pero el mismo argumento para situar al
PSOE como fuerza popular, sirve para definir al PCE-IU y a otras con tácticas
erróneas, como parte del pueblo.
La
insistencia del debate sobre si el PSOE es de izquierdas o no, tiene una larga
trayectoria en el PCE-IU y en el grueso del movimiento comunista español y para
ello recordemos, que el único argumento que se utilizó desde el triunfo del
PSOE en 1982 con Felipe González de presidente de gobierno para justificar los
pactos con los socialistas, es que eran pactos de izquierdas y el problema, no
era el incumplimiento por parte del PSOE de los acuerdos que en su parte
genérica lo incumplían, sino, que los acuerdos en los distintos niveles del
estado, central, autonómico o municipal no eran de izquierdas. Lo único concreto
con plazo y financiación eran los salarios de los liberados, subvenciones de
los grupos parlamentarios y municipales, dietas, direcciones, asesores, responsabilidades
institucionales y otras contrataciones. Lo demás, como referencia a un programa
económico y social contra la crisis, la austeridad o defensa de lo público, ni
una sola alusión a la financiación, al tiempo de aplicación, de responsabilidades
directas de gobierno, como mucho la gestión de las miserias de la austeridad. Generalidades
que solo servían como justificante para el PCE-IU, para tener financiación y
liberados a sus servicios, muy útiles para ganar las batallas internas. Estas
son las prácticas del PCE desde Santiago Carrillo hasta la coordinación
incluida de IU de Gaspar Llamazares, con la excepción honrosa del lapsus del
XIII Congreso del PCE, con la elección de Julio Anguita como Secretario General
del PCE y Coordinador de IU.
A esta
altura solo nos queda definir por lógica, que el concepto de izquierdas está
ligado a una práctica de servicio al pueblo, desde un programa que resuelve sus
necesidades y una propuesta de unidad que lo fortalece como entidad soberana y
no por lo que en algún momento de la historia fuimos, pero que ahora no
practicamos. Solo por lo que hacemos nos podemos definir y por eso el PSOE no
es un partido de izquierdas, porque no ejecuta políticas de izquierdas. Pero
desde la correlación de fuerzas existentes en el campo popular, para una
táctica política de construcción de hegemonía social, debemos tratarlos como
partido del pueblo, sin cuya unidad la gobernabilidad es imposible revertir en
lo inmediato, solo trabajando con un discurso y una práctica al servicio del
pueblo, que es donde se nutre de afiliación y votantes el posibilismo
reformista de lo menos malo, podemos transformar la realidad. Pedro Sánchez
triunfó desde un discurso de izquierdas y unos acuerdos programáticos
mayoritariamente incumplidos con Unidas podemos, solo demostrando paso a paso,
persona a persona, hecho a hecho sobre lo que es mentira o verdad, podemos
avanzar con un pueblo convencido detrás y una militancia insobornable.
Finalizar
con un matiz fundamental en cualquier táctica marxista. La clave en la persistencia
del gobierno de coalición, no solo es un derecho que como formación política
democrática debemos tener, sino que también es el arma principal mediática que
en estos momentos tenemos, para denunciar los límites de la democracia
monárquica al pueblo y especialmente a la afiliación y votantes socialistas,
pero no solo porque con ese planteamiento ganó las elecciones el PSOE o sea una
exigencia de la militancia socialista en el cierre de campaña, es porque es
clave, que en el relato mediático quede claro, que es la dirección del PSOE
quien puso y pone hasta ahora, por presión de la oligarquía o decisión propia,
todas las trabas a un gobierno de coalición de las dos fuerzas del pueblo, para
gobernar por primera vez España con políticas
contra la austeridad, como quedó demostrado que es posible con la subida de las
pensiones o el salario mínimo y en caso de grave de incumplimiento, también su
ruptura como ejemplarmente se hizo por parte de Unidas Podemos con el Pacto de
Toledo, en su pretensión de recortar las pensiones.
No basta con
saber que tenemos la razón por importante que sea, las batallas tenemos que
darlas de forma que las ganemos entre las masas, solo así lograremos una parte
de la hegemonía, la otra, sobre la base del sistema organizativo (inexistente en
Podemos) y de su relación con las masas, es otro debate que todas y todos
esperemos que sea inminente, porque así seguirá siendo todo un desastre.
Alonso Gallardo de los círculos comunistas de Unidas Podemos agosto del 2019
Alonso Gallardo de los círculos comunistas de Unidas Podemos agosto del 2019