Las Tres Contradicciones del Imperialismo en el Siglo XXI
El polaco
En su libro de 1924, Los Fundamentos del Leninismo, Iósif Stalin enumeró las tres contradicciones básicas del imperialismo. Estas eran, por orden: la contradicción entre capital y trabajo, la contradicción entre las potencias imperialistas, y la contradicción entre el puñado de potencias imperialistas y el mundo colonizado.
Si bien las tres contradicciones están a todo momento sobre los fuegos, en cada momento histórico una de ellas se halla más cerca de hervir que las demás. Como señaló Mao Zedong en su artículo de 1937 Sobre la contradicción:
“No hay que tratar de un mismo modo todas las contradicciones de un proceso, sino distinguir entre la principal y las secundarias y concentrarse en aprehender la principal. Ahora bien, en cada contradicción, sea principal o secundaria, ¿cabe tratar de un mismo modo sus dos aspectos contradictorios? Tampoco. En toda contradicción, el desarrollo de los aspectos contradictorios es desigual. A veces ambos parecen estar en equilibrio, pero tal situación es sólo temporal y relativa, en tanto que la desigualdad es el estado fundamental. De los dos aspectos contradictorios, uno ha de ser el principal, y el otro, el secundario. El aspecto principal es el que desempeña el papel dirigente en la contradicción. La naturaleza de una cosa es determinada fundamentalmente por el aspecto principal de su contradicción, aspecto que ocupa la posición predominante. Pero esta situación no es estática; el aspecto principal y el no principal de una contradicción se transforman el uno en el otro y, en consecuencia, cambia la naturaleza de la cosa.”
Evolución histórica de la contradicción principal del imperialismo
Podemos observar, a la luz de la historia, que el orden en que Iósif Stalin enumeró las tres contradicciones del imperialismo no fue casual.
Antes del siglo XX, la primera contradicción — entre capital y trabajo — era la principal. La Comuna de París de 1871 puede considerarse una expresión de esta contradicción.
A lo largo del siglo XIX, la segunda contradicción — entre las potencias imperialistas — fue madurando a medida que se desarrollaba el sistema imperialista global. La Conferencia de Berlín de 1884-85 y el “Reparto de África” agudizaron dicha contradicción, la cual se convirtió en principal desde comienzos del siglo XX hasta la Segunda Guerra Mundial.
La Primera Guerra Mundial fue una expresión de esta contradicción. La Segunda República Española de los años treinta, que llegó incluso a aliarse con la URSS contra el resto de las potencias imperialistas en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, constituye otro ejemplo de esta contradicción. El Pacto Molotov-Ribbentrop y la declaración de guerra de Gran Bretaña contra la Alemania nazi en 1939 son también un ejemplo de cómo la URSS supo aprovechar esta contradicción.
Durante la Segunda Guerra Mundial, tras la batalla de Stalingrado en 1943, quedó claro que el bando alemán no lograría derrotar a la URSS. Este fue un punto de inflexión clave para el imperialismo angloamericano que comenzó de inmediato a planificar cómo unirse al resto de las potencias imperialistas — incluida Alemania — para conformar un bloque frente a la URSS y los países colonizados en vías de liberación. Este momento marca el punto en que la tercera contradicción — entre las potencias imperialistas y el mundo colonizado — pasó a ser la contradicción principal del imperialismo.
Dicha contradicción venía madurando desde la Revolución de Octubre de 1917, que puso fin a la Primera Guerra Mundial y dio un impulso decisivo a los movimientos socialistas y de liberación nacional en todo el mundo. También provocó que las potencias imperialistas se coaligaran en una guerra conjunta contra la naciente Unión Soviética (1918-1925) con el fin de — como dijo Winston Churchill ante el Parlamento Británico el 26 de enero de 1919 — “estrangular al bolchevismo en la cuna”.
La creación de la OTAN en 1949 puede considerarse una pura expresión de esta contradicción, al igual que todas las guerras contra colonias o naciones liberadas en las que los imperialistas actuaron de forma conjunta.
Nos situamos a una cuarta parte de siglo XXI y la tercera contradicción sigue siendo la principal. Esto significa que, por ahora, la esencia del imperialismo se determinada por la lucha por mantener (o recuperar) el control sobre las colonias y los países liberados. Esto explica por qué los imperialistas hacen todo lo posible por preservar su frente unido mediante la OTAN.
Implicaciones para la estrategia antiimperialista y comunista
Entonces el Partido Comunista de la Federación de Rusia actúa correctamente al otorgar una importancia secundaria, por el momento, a la contradicción entre capital y trabajo en Rusia, con el fin de construir la máxima unidad posible mientras el país defiende su soberanía frente al bloque imperialista de la OTAN en Ucrania.
Entonces el Partido Comunista de China actúa correctamente al priorizar la ayuda al desarrollo (mediante infraestructuras, medios de producción y tecnología moderna) de sus aliados del mundo colonizado, ayudándolos a industrializarse y desarrollar los medios materiales necesarios para alcanzar la soberanía, liberarse de la explotación imperialista y transformarse de una reserva del imperialismo a una reserva de la clase obrera. Carlos Marx nos lo explica en el Prólogo a su Contribución a la crítica de la economía política (1859):
“De ahí que la humanidad siempre se plantee sólo tareas que puede resolver, pues considerándolo más profundamente siempre hallaremos que la propia tarea sólo surge cuando las condiciones materiales para su resolución ya existen o, cuando menos, se hallan en proceso de devenir.”
Asimismo, todas las fuerzas progresistas del mundo deben priorizar el apoyo a los países antiimperialistas en su lucha contra la OTAN, e intentar por todos los medios posibles minar la máquina de guerra de la OTAN y cortar sus capacidades para seguir librando guerras, ya sea directamente o a través de fuerzas proxy.
Esta tarea es hoy más urgente que nunca, pero también se está volviendo más viable, porque en la lucha entre la dominación imperialista y la búsqueda de soberanía por parte de los pueblos colonizados, la marea ha cambiado de forma definitiva.
Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, los imperialistas están claramente a la defensiva. Iniciaron el actual período de guerra global intentando desmembrar a Rusia a través de Ucrania. Cuando esto fracasó intentaron quebrar a Irán mediante Israel. Y, al fracasar con Irán, amenazan ahora a Venezuela con sus propias fuerzas.
La desesperación es palpable; La OTAN es como un hombre que, para sobrevivir, necesita romper una roca urgentemente. Primero intenta hacerlo con el palo más grande que encuentra. Al romperse el palo y no la roca, empieza a golpearla con la mano. Y, tras romperse la mano, se posiciona para embestirla con la cabeza.
¿Qué significa esto para los países imperialistas? Pues que para mantener la paz social y contener la contradicción entre capital y trabajo, los imperialistas se verán obligados a saquear algo. ¿De qué otro modo podrían comprar la sumisión o disipar la ira de sus poblaciones?
A medida que los imperialistas pierden capacidad para saquear a los países del mundo colonizado, y su menguante poderío militar se esparce entre un número creciente de frentes, tarde o temprano, la tercera contradicción cederá el paso a la segunda, ya que lo único que podrán saquear serán a otras potencias imperialistas más débiles.
Resurgimiento de la contradicción interimperialista sobre nuevas bases
Ya estamos viendo señales de que la segunda contradicción vuelve a cobrar importancia. Los ataques al Nord Stream 2 y a otros gasoductos y refinerías de Europa del Este son ejemplos notables. También lo son los aranceles comerciales y sanciones económicas impuestas por EE. UU., así como sus exigencias — cada vez más vehementes — de que otros países aumenten sus aportaciones a la OTAN. Quien siga la actualidad con este marco conceptual hallará numerosos ejemplos. Desde 2022 las tensiones dentro del campo imperialista han ido en claro aumento. Tal vez la paciencia de Rusia con los imperialistas estadounidenses — a veces difícil de entender — responda a una estrategia más amplia destinada a explotar precisamente esta contradicción entre EE.UU. y las potencias imperialistas más débiles.
Dado que para los imperialistas es una cuestión existencial que no se resuelva la primera contradicción (es decir, que la clase obrera no logre derrocar el sistema capitalista), si descubren que la tercera contradicción se ha resuelto por la fuerza y contra su voluntad (es decir, que los pueblos colonizados se están liberando y el flujo de recursos procedentes del resto del mundo se está agotando), es inevitable que la segunda contradicción vuelva al primer plano.
Sin embargo, esta vez las rivalidades interimperialistas resurgirán en unas condiciones en las que será imposible coaligarse de nuevo para reanudar el saqueo del resto del mundo — cuyo nivel tecnológico avanza sostenidamente —, porque a medida que la OTAN se debilita y se fragmenta, el resto del mundo se fortalece y se une. Por ello, la única salida posible será el descenso hacia la resolución de la primera contradicción.
Solo la revolución en el seno imperialista puede poner fin al sistema
La dirección de los acontecimientos es clara. En esta ocasión, el retorno de la segunda contradicción a la primacía solo puede conducir, a su vez, al retorno de la primera — lo que inevitablemente generará situaciones revolucionarias.
Las revoluciones en los países imperialistas son el único medio capaz de poner fin al imperialismo. No basta con detener sus intentos de dominación mundial; también hay que superar las condiciones materiales que dieron lugar a tales ambiciones. Solo así podrá emerger finalmente un mundo nuevo: un mundo de socialismo y paz.
En resumen, el imperialismo es como una cebolla de tres capas que a lo largo de los siglos ha crecido desde su corteza capitalista hasta desarrollar las capas exteriores. Tras alcanzar su plena madurez, ahora se halla en proceso de putrefacción — proceso que descompone las capas desde fuera hacia dentro.
El desarrollo desigual del capitalismo creó las condiciones para el surgimiento del sistema imperialista. Ahora, la nivelación del desarrollo que se está produciendo bajo las condiciones del imperialismo tardío (que es también la era del socialismo incipiente), ante el horror impotente de los imperialistas, está creando las condiciones para la disolución del sistema imperialista y la transición plena al socialismo.
En los senos del imperialismo tenemos un papel fundamental que desempeñar: debemos hacer cuanto esté en nuestra mano para contribuir a la victoria de las fuerzas antiimperialistas — es decir, a la derrota del bloque imperialista de la OTAN en todos sus frentes de guerra —; debemos apoyar plenamente todos los esfuerzos de los países oprimidos por liberarse y alcanzar el desarrollo y la industrialización; y debemos organizarnos con firmeza y preparar las condiciones para revoluciones exitosas en nuestros propios países.