El debate de alto nivel sostenido por economistas cubanos en el espacio Cuadrando la Caja no solo puso sobre la mesa los complejos desequilibrios que afectan a la economía nacional, sino que también armó un sólido cuerpo argumental que justifica y respalda la estrategia del Estado cubano, sostenida en el Programa de Gobierno para corregir distorsiones y reimpulsar la economía. El intercambio constituye un mapa de ruta que demuestra la urgencia y la coherencia científica de las medidas que se implementan, siempre bajo el principio de que la economía debe servir al bienestar del pueblo y a la defensa de la soberanía nacional.
La estabilización macroeconómica: Un imperativo sistémico para la supervivencia y el desarrollo
La estabilización macroeconómica no es una opción, sino una condición sine qua non para sentar las bases para un desarrollo sostenible. En el intercambio participaron el máster en Ciencias Fernando Díaz, profesor de Economía Política de la Universidad Agraria de La Habana y presidente de la ANEC en Mayabeque; el doctor en Ciencias Ricardo González, profesor de Economía de la Universidad de La Habana, y Rafael Montejo, máster en ciencias, profesor del Centro de Estudios de Técnicas de Dirección de la Universidad de La Habana.
La conductora, Marxlenin Pérez y el MSc. Rafael Montejo Véliz explicaron que la inflación galopante que sufre la economía cubana es el resultado visible de un desequilibrio profundo. No se trata simplemente de «mucho dinero persiguiendo pocos bienes», sino de un fallo estructural en el balance de bienes y servicios. La oferta interna se ha contraído drásticamente debido a una combinación de factores: las severas limitaciones para importar insumos y combustibles impuestas por el bloqueo, los cuellos de botella productivos heredados y la crisis energética. Esta brecha entre lo que la economía puede producir y lo que la población demanda presiona los precios al alza de manera continua, erosionando el poder adquisitivo de los salarios y pensiones, un efecto que atenta directamente contra la justicia social.
Por su parte, MSc. Fernando Díaz fue enfático al señalar al bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos como el factor determinante de los desequilibrios externos. Este no es un elemento retórico, sino una variable macroeconómica tangible que estrangula las finanzas del país. Impide el acceso a créditos internacionales, prohíbe el uso del dólar en transacciones y persigue financieramente a terceros países que intentan comerciar con Cuba. A esto se sumó el «shock» externo de la pandemia, que paralizó el turismo –una fuente vital de divisas– y dislocó las cadenas de suministro globales. El hecho de que la economía cubana no se haya desplomado por completo ante esta tormenta perfecta es un testimonio de la capacidad de resistencia del sistema económico y social, y de los enormes esfuerzos del Estado por proteger a su población.
Los expertos coinciden en que estos desequilibrios «sin duda alguna, se pueden revertir». La historia económica de Cuba, particularmente la experiencia del Periodo Especial, demuestra que con un plan integral, coherente y con una clara dirección política, es posible superar crisis profundas. El actual programa de estabilización del gobierno se enmarca en este principio: no se trata de medidas aisladas, sino de un conjunto de acciones sincronizadas que actúan sobre todos los frentes (fiscal, monetario, cambiario y productivo) de manera simultánea, priorizando la protección de los más vulnerables.
El mercado cambiario: Un dilema técnico con profundas implicaciones para la soberanía productiva

La discusión sobre el tipo de cambio trascendió la técnica económica para posicionarse como un asunto central en la lucha por la eficiencia económica y la soberanía nacional.
El Dr. González desglosó con precisión cómo un tipo de cambio oficial fijo y sobrevaluado actúa como un desincentivo perverso para el sector productivo exportador. Cuando una empresa estatal vende sus productos en el mercado internacional, recibe divisas que al cambiarse al tipo oficial le generan ingresos en pesos cubanos insuficientes para cubrir sus costos crecientes (materias primas, salarios, energía). Esto genera pérdidas sistémicas, desincentiva la producción y hace inviable la inversión. En esencia, se castiga a quienes generan las divisas que el país necesita desesperadamente para importar alimentos y medicinas.
La genialidad del análisis no solo estuvo en el diagnóstico, sino en la propuesta. La idea de una «casa de cambio empresarial» que complemente los esquemas cerrados de financiamiento es una solución creativa y pragmática. Permitiría que las empresas exportadoras accedan a un tipo de cambio más realista para una parte de sus ingresos, mejorando inmediatamente su rentabilidad sin generar un shock inflacionario generalizado de inmediato. Esto, a su vez, crea las condiciones para elevar los salarios en el sector estatal, lo que es crucial para detener la fuga de fuerza laboral calificada y para que el trabajo en la empresa socialista vuelva a ser debidamente valorado.
Este debate refuta cualquier narrativa que abogue por una dolarización salvaje o una liberalización cambiaria sin control. La propuesta de los expertos se enmarca en fortalecer al actor principal de la economía socialista: la empresa estatal. El objetivo no es debilitarla, sino dotarla de herramientas financieras modernas para que compita en igualdad de condiciones y pueda cumplir su misión social. Es una visión soberana que busca utilizar mecanismos de mercado de forma planificada, subordinados al interés nacional, y no al revés.
El esfuerzo nacional: Un proyecto colectivo con base científica y participación popular
Más allá de los números y los balances, los especialistas hicieron hincapié en la dimensión humana e institucional de la recuperación, elementos que distinguen al modelo cubano.
Montejo Véliz destacó un éxito concreto de la política fiscal del gobierno: la drástica reducción de un déficit fiscal que llegó a ser del 21% del PIB. Lograr esto en medio de una recesión requiere una disciplina financiera extrema y una redistribución de recursos sumamente compleja. Este ajuste, aunque doloroso, era indispensable para sentar unas finanzas públicas saneadas y evitar una espiral hiperinflacionaria, demostrando la seriedad con la que el Estado enfrenta la crisis.
Por su parte, Fernando Díaz fundamentó por qué el fortalecimiento de la empresa estatal socialista es irrenunciable. Es la columna vertebral que garantiza que la riqueza generada se redistribuya socialmente y que la estrategia de desarrollo responda a los intereses de la nación y no al lucro privado. Al mismo tiempo, se reconoció la existencia de nuevos actores (mipymes, trabajadores por cuenta propia) y la necesidad de crear «reglas del juego parejas» que permitan una interacción sinérgica, donde el sector no estatal contribuya al desarrollo nacional bajo la rectoría del sector principal.
Tal vez el argumento más poderoso fue el llamado final a la participación colectiva. El MSc. Montejo Véliz recordó que «un programa de gobierno (…) va a depender de las personas». La estabilización no será un decreto que resuelva todo mágicamente, sino un proceso que requiere la inteligencia, creatividad y compromiso de todos los colectivos laborales y la ciudadanía. Esta convocatoria a hacer propio el programa de estabilización es la esencia del socialismo cubano: un proyecto que se construye desde abajo, con el consenso y el esfuerzo de un pueblo que, a pesar de las enormes dificultades, mantiene la decisión de ser dueño de su destino.
El análisis de los especialistas ofrece un diagnóstico riguroso y propuestas viables que robustecen la estrategia del Estado cubano. Demuestra que, frente a la guerra económica más feroz de su historia, Cuba no se cruza de brazos, sino que moviliza su capital intelectual y humano para defender su derecho a existir y a construir un socialismo próspero y sostenible.
