Interesante artículo que llega desde Unión Proletaria para la unidad de acción principal y urgente, donde responsabiliza con acierto a los responsables de difundir el socialismo de su postergación, que rechazan además ofendidos, las propuestas de explicitar unas líneas generales sobre los cuales reunificar a los comunistas, y aquí es donde considero hacer mi aportación.
Igual que no existen dos formas iguales de ver la realidad en su totalidad, tampoco existe una sola forma de ver y entender el marxismo leninismo. Lenin aportó la necesidad de dar pasos atrás en el desarrollo del socialismo para poder avanzar y Mao, tardó años y derrotas en convencer al partido -bajo un dirección con una visión metodológica del marxismo mecanicista- que que el sujeto revolucionario en China era el campesinado pobre, al que había que educar bajo la disciplina proletaria del marxismo leninismo.
Es decir que el movimiento comunista es plural en su visión del marxismo y que solo con la práctica del trabajo de masas mediante la prueba del acierto y el error se puede ir centrando una línea política más correcta y un núcleo de dirección que la ejecute, por lo tanto la enseñanza está en que todos deben aceptar el método de trabajo de los comunistas: el centralismo democrático.
Y aquí reside el principal problema de los distintos destacamentos comunistas españoles y de las tendencias del PCE, que se aferran a aspectos parciales que les hace ser y sentirse diferentes y mejores que los demás, acogiéndose a referentes creados por ellos mismos y ajenos completamente a los intereses generales de la clase trabajadora, y no me refiero a los tópicos ya superados desde los años treinta del siglo pasado y en el que seguimos cayendo, de que socialdemocracia, el reformismo y la burocracia sindical son parte del enemigo principal, posiciones que junto con otras más forman parte del acervo superado por el movimiento comunista internacional del infantilismo de izquierda.
Me refiero fundamentalmente a un criterio y a una pérdida de la realidad, el primero fue introducido en el movimiento comunista internacional por el posmarxismo revisionista en los años sesenta con las nuevas identidades, entre el marxismo leninismo el que más división y daño a hecho es el nacionalista y en el grueso de la izquierda además del nacionalismo -en sus versiones independentista o soberanista- el feminismo de género. Podemos verlo en el fraccionamiento de partidos como el PCPE o el PCE, aunque este último en debate ante la necesidad de tener un partido unido bajo un sola disciplina, bajo apuestas confederales o federales, asumiendo de plano la realidad de un estado diseñado por la burguesía dominante y la socialdemocracia -aquellos años el PSOE bajo la dirección del neoliberal socialdemócrata Felipe González y el PCE del eurocomunista Santiago Carrillo, es decir, con una izquierda subsumida ya y dividida ideológicamente por las identidades- todo acordado sin un debate real y necesario entre las masas obreras desperdigadas por todas las zonas de desarrollo, dejando una España vaciada.
Y la pérdida de la realidad viene de otra idea posmarxista proveniente del revisionismo postsoviético, de situar al partido el primero y único representante de la clase trabajadora y por lo tanto sus posiciones son infalibles, separándose de las masas. Esto es visible en que todos los partidos comunistas actuales, ninguno practica una línea política de masas de trabajo en las organizaciones obreras de masas, donde contrastar la utilidad de sus posiciones y combatir, desde el seno de la clase obrera, las influencias del reformismo y las burocracias posibilistas. Lo dice el corazón del marxismo, si queremos transformar la realidad debemos intervenir en la infraestructura o base económica, pero damos prioridad al debate y la crítica sobre la superestructura. La unidad comunista solo puede darse actualmente en España, bajo la práctica unitaria del trabajo entre las masas obreras donde trabajan, viven y estudian de forma organizada y planificada desde las organizaciones de base de los partidos, generando una línea política propia e independiente de los avatares que puedan suceder de servicio a la clase obrera y al pueblo, teniendo al partido como su vanguardia y al centralismo democrático como instrumento de funcionamiento interno. Nota de Alonso Gallardo
Nov 17, 2025 | ANÁLISIS, Reconstitución del PC
Unidad comunista para la acción principal y más urgente
Gavroche
El Partido Comunista “es la unión del movimiento obrero con el socialismo. (…) En todos los países hubo un período en el que el movimiento obrero y el socialismo existieron por separado, siguiendo caminos distintos, y en todos los países esta desvinculación debilitó el socialismo y al movimiento obrero; en todos los países, sólo la unión del socialismo con el movimiento obrero creó una sólida base tanto para uno como para el otro.” (Tareas urgentes de nuestro movimiento, Lenin)[1]
El sistema internacional imperialista, centrado en Europa occidental y Norteamérica, se está desmoronando debido a sus tensiones internas y al empuje de las naciones que se liberan de su yugo. El capital financiero promueve una Tercera Guerra Mundial contra ellas y, nuevamente, echa mano del fascismo para convertir en carne de cañón a una población cada vez más empobrecida. La revolución socialista vuelve a emerger como única alternativa a la catástrofe, pero es una necesidad imperiosa que todavía muy pocos comprenden y, aún menos, saben cómo empezar a satisfacerla.
El movimiento obrero (y, en general, los movimientos democráticos) carece de conciencia socialista y, por ello, está condenado a vagar a la defensiva, aferrado a ilusiones y a concesiones, entre los estrechos límites de la ideología burguesa[2]: es decir, mendigando los derechos que corresponden a los asalariados como meros propietarios de su mercancía “fuerza de trabajo”.
Los responsables de esta postración son, por lo tanto, los partidarios del socialismo, por faltar a su misión de “infundir” a la clase obrera la conciencia socialista[3]. Los dirigentes de las organizaciones comunistas se afanan por adaptarse a las masas, por alcanzar notoriedad entre ellas, por ganar posiciones de dirección en sus movimientos espontáneos, por conquistar victorias efímeras para éstos, etc., en lugar de centrar su labor en aportar a los trabajadores aquello que no puede brotar de sus acciones colectivas de resistencia: una política socialista que les permita emprender la lucha contra las causas (y no sólo contra las consecuencias) de su situación.
A pesar de esta mala praxis, presumen de una fidelidad al socialismo que no comprueban mediante la discusión con los comunistas de otras organizaciones[4] y con la clase obrera en general. Y se sienten ofendidos cuando se les emplaza a explicitar los principios generales sobre los cuales reunificar a los comunistas.
Sólo quieren concretar, actualizar, renovar y superar la teoría revolucionaria que nos ha sido legada, sin justificar seriamente de qué quieren desprenderse. Parece que omitieran el carácter científico del socialismo[5] y sus leyes generales determinadas por la esencia del capitalismo, sólo porque ésta se expresa continuamente mediante nuevos fenómenos contradictorios. ¿Habrán sucumbido al agnosticismo kantiano y, a fin de cuentas, al pragmatismo y a la posmodernidad que dicen aborrecer?
En lugar de la delimitación ideológico-política, proponen “facilitar” la consecución de la unidad comunista empezando por la acción común. Pero, ¿qué acción podemos realizar conjuntamente si, previamente, no nos ponemos de acuerdo en la orientación ideológica y política de nuestros pasos prácticos? No olvidemos que los comunistas sólo nos distinguimos de los demás obreros por la orientación científica que debemos proporcionarles[6].
Algunos prefieren olvidar esta distinción y aferrarse unilateralmente al criterio materialista según el cual son las masas y no sus ideólogos quienes hacen la historia. Pero, ¡cuidado!, Marx rechazaba la reducción metafísica, objetivista y contemplativa con que se suele identificar vulgarmente al materialismo: “El arma de la crítica no puede sustituir evidentemente la crítica de las armas; la fuerza material debe ser superada por la fuerza material; pero también la teoría llega a ser fuerza material apenas se adueña de las masas. La teoría es capaz de adueñarse de las masas apenas se muestra ad hominem, y se muestra ad hominem apenas se convierte en radical. Ser radical significa atacar las cuestiones en la raíz”[7].
¿Por qué, después de que el marxismo-leninismo estableciera la importancia del factor subjetivo para la revolución, tantos comunistas vuelven a cuestionar la necesidad de debatir, aclarar y acordar qué entendemos por socialismo, así como la necesidad de difundirlo al conjunto de la clase obrera para que se convierta en una fuerza material?
Este fenómeno se debe, en parte, a una causa objetiva. La reestructuración imperialista del capitalismo contrarrestó temporalmente su proceso de simplificación de las contradicciones de clase, particularmente al aumentar desigualdad entre los destacamentos proletarios de los países opresores y los de los países oprimidos (fenómeno que Marx y Engels ya habían observado en la Inglaterra colonialista del siglo XIX).
Esta división debilitó al movimiento obrero internacional desde los años 20 a través de la tradición e influencia de la socialdemocracia que se había pasado al campo del chovinismo y del imperialismo. La acción bolchevique de la Internacional Comunista consiguió contrarrestarla de una manera bastante eficaz, aunque en un proceso de inevitable repliegue hacia la defensa del baluarte socialista que era la Unión Soviética, hasta que las contradicciones del capitalismo mundial volvieran a estallar y a poner la revolución en el orden del día de la clase obrera. Este estallido se expresó como Segunda Guerra Mundial, la cual fue ganada por el proletariado y las fuerzas democráticas que lograron formar un vasto campo socialista y anticolonial. Sin embargo, también acabó con la vida de millones de marxistas-leninistas. Esta trágica circunstancia, junto con la revitalización yanqui del capitalismo internacional, favoreció la posterior involución de la URSS y de los partidos comunistas.
El movimiento comunista y obrero se adentró entonces en una profunda depresión y desorientación de la que apenas comienza a salir. No obstante, el proceso revolucionario resistió mejor en los países socialistas no europeos y en las naciones oprimidas, porque el imperialismo centró contra ellos su agresividad, sobre todo a medida que se agravaba su crisis económica iniciada en los años 70.
Hoy, al fin, terminó la euforia totalitaria anticomunista de los años 90 y, en su lugar, emerge una poderosa resistencia democrática internacional encabezada por la China socialista y la Rusia fecundada por un pasado socialista. Hoy, por fin, presenciamos el debilitamiento del enemigo imperialista que fue causa parcial de nuestro propio debilitamiento. Y la acción en un frente unido contra el campo imperialista es hoy el eje central del programa mínimo democrático de los comunistas, como propugna la Plataforma Mundial Antiimperialista[8].
Una vez puesto en claro el condicionante objetivo, debemos reconocer que el imperialismo nunca fue la causa única de nuestros males. De ahí que su efecto fuera desigual de unos países a otros, aunque fueran objetivamente similares. Más allá de las adversidades temporales que afrontaba el movimiento comunista, el capitalismo y sus consecuencias seguían vigentes en lo fundamental, dando sustento real a la causa socialista y al marxismo-leninismo como la teoría capaz de explicar las nuevas realidades de la época imperialista, más allá de sus manifestaciones superficiales.
El desigual impacto del imperialismo en el movimiento comunista internacional se debe a que, junto a la causa parcial objetiva ya mencionada, intervino en demasiados casos otra causa parcial subjetiva: la renuncia cobarde a perseverar en el cometido básico de los comunistas que es fecundar a los obreros con una conciencia política firmemente asentada en los principios del socialismo científico.
La carencia de esta labor (y también su caricaturización sectaria) es un factor decisivo en el atraso de los comunistas de países como el nuestro en comparación con los de otros países. Este hecho lo puede constatar fácilmente toda organización que tenga la deferencia de participar en los debates de la Plataforma Mundial Antiimperialista para aprender de sus correligionarios extranjeros y ayudar a fortalecer nuestro movimiento internacional.
Para poder reconstituir el partido comunista después de décadas de claudicación revisionista frente al anticomunismo, hay que rebatir, desacreditar y desechar el falso camino espontaneísta que prima la experiencia parcial de las masas sobre la aportación a éstas de la experiencia general de la clase y de la humanidad.
Esta prioridad, por supuesto, no excluye, sino que, al contrario, exige la participación de los comunistas en la actividad de las organizaciones sindicales y democráticas[9]. Pero, mientras no hayamos hecho progresar la conciencia socialista entre las masas, el objetivo de nuestra participación en sus movimientos y organizaciones debe ser armar con ella las cabezas de los obreros y no conquistar la dirección o algún tipo de autoridad práctica sobre movimientos de masas que todavía son espontáneos y, por tanto, políticamente burgueses. Y todavía menos debe construirse la organización comunista a base de cuadros (de)formados por la estrechez burguesa de estos movimientos y organizaciones parciales[10]. La estructura básica del partido comunista debe constituirse de militantes y cuadros formados en la teoría y en la práctica que corresponde a nuestra tarea prioritaria.
La actividad de la organización comunista y de sus miembros debe centrarse en la agitación y la propaganda dirigidas, no solamente a las masas combativas, sino a los obreros y a la población en general[11], sin prejuzgar qué sector de ella va a elevarse antes hasta la política comunista y convertirse en vanguardia de la clase proletaria. Y, en los movimientos sociales, nuestra intervención debe ser crítica, sin temer quedar en minoría: apoyando todo lo que suponga un paso adelante, sea quien sea el que lo dé o lo proponga; y denunciando todo lo que perjudique la causa del socialismo[12].
La unidad de los comunistas sólo es posible si se realiza con quienes accedan a clarificar los principios y a construir una organización centrada en la agitación y la propaganda sobre la base del programa comunista[13], hasta que éste empiece a adueñarse de las masas y adquiera con ello su forma más concreta. Únicamente empezando con esta labor, podremos unir el movimiento obrero con el socialismo, es decir, reconstituir el Partido Comunista capaz de dirigir al proletariado hasta la victoria de la revolución socialista.
Gavroche
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NOTAS:
[1] Primer número del periódico Iskra, diciembre de 1900.
[2] “Cuantos hablan de ‘sobrestimación de la ideología’, de exageración del papel del elemento consciente, etc., se imaginan que el movimiento puramente obrero puede elaborar por sí solo y elaborará una ideología independiente tan pronto como los obreros ‘arranquen su destino de manos de los dirigentes’. Pero eso es un craso error. (…) el desarrollo espontáneo del movimiento obrero marcha precisamente hacia la subordinación suya a la ideología burguesa…” (¿Qué hacer?, capítulo II, Lenin, 1902).
[3] Se trata de la expresión con la que Engels concluye su escrito Del socialismo utópico al socialismo científico (1876-1878) y que Lenin contrapone a la cómoda rutina de ir a la zaga del movimiento espontáneo de las masas: “Puesto que ni hablar se puede de una ideología independiente, elaborada por las propias masas obreras en el curso mismo de su movimiento, el problema se plantea solamente así: ideología burguesa o ideología socialista. No hay término medio (pues la humanidad no ha elaborado ninguna ‘tercera’ ideología, además, en general, en la sociedad desgarrada por las contradicciones de clase nunca puede existir una ideología al margen de las clases ni por encima de las clases). Por eso, todo lo que sea rebajar la ideología socialista, todo lo que sea separarse de ella significa fortalecer la ideología burguesa. (…) De ahí que nuestra tarea, la tarea de la socialdemocracia [hoy, comunismo], consista en combatir la espontaneidad, en apartar el movimiento obrero de este afán espontáneo del tradeunionismo [sindicalismo], que tiende a cobijarse bajo el ala de la burguesía, y enrolarlo bajo el ala de la socialdemocracia revolucionaria.” (¿Qué hacer?, capítulo II)
[4] Téngase en cuenta que, en España, el Partido Comunista se descompuso y estalló en multitud de fragmentos.
[5] “Sobre todo los jefes -advertía Engels- deberán instruirse cada vez más en todas las cuestiones teóricas, desembarazarse cada vez más de la influencia de la fraseología tradicional, propia de la vieja concepción del mundo, y tener siempre presente que el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, que se le estudie. La conciencia así lograda, y cada vez más lúcida, debe ser difundida entre las masas obreras con celo cada vez mayor, …” (Adición al prefacio para la tercera edición de 1875 de La guerra campesina en Alemania)
[6] En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels explican que los comunistas se distinguen por anteponer los intereses generales, históricos e internacionales del proletariado; clarividencia que los convierte en acicate del movimiento obrero (capítulo II, “Proletarios y comunistas”).
Para cumplir con su labor, los comunistas no deben limitar su atención a las luchas obreras, sino que deben sintetizarlas para las masas con la riqueza de una teoría científica que hunde sus raíces en toda la larga y penosa historia de la humanidad y que, ya en la era del capitalismo, adquiere su más elevado contorno como materialismo dialéctico e histórico: “El marxismo -explicaba Lenin- se ha ganado la importancia histórica universal como ideología del proletariado revolucionario merced a que, lejos de desechar las más valiosas realizaciones de la época burguesa, por el contrario, asimiló y reelaboró todo lo que había de valioso en el desarrollo del pensamiento y la cultura humanos a lo largo de más de 2 milenios. Sólo la labor que se realice sobre esta base y en este sentido, inspirada por la experiencia práctica de la dictadura del proletariado, que es la etapa última de la lucha de éste contra toda explotación, puede ser considerada como el desarrollo de una cultura verdaderamente proletaria.” (Sobre la cultura proletaria, 1920)
[7] Introducción para la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, Marx.
[8] La necesidad general y absoluta de unir coherentemente la lucha socialista y democrática ha quedado firmemente establecida desde el Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, Las tareas de los socialdemócratas rusos de Lenin y la crítica de éste a los “economistas imperialistas” que justificaban renunciar al combate por la democracia debido a que el capitalismo se había convertido en imperialismo.
[9] “Siendo tal la tendencia de las cosas en este sistema, ¿quiere esto decir que la clase obrera deba renunciar a defenderse contra las usurpaciones del capital y cejar en sus esfuerzos para aprovechar todas las posibilidades que se le ofrezcan para mejorar temporalmente su situación? Si lo hiciese, veríase degradada en una masa uniforme de hombres desgraciados y quebrantados, sin salvación posible. (…) Al mismo tiempo, y aun prescindiendo por completo del esclavizamiento general que entraña el sistema del trabajo asalariado, la clase obrera no debe exagerar a sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que lucha contra los efectos, pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es contener el movimiento descendente, pero no cambiar su dirección; que aplica paliativos, pero no cura la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por entero a esta inevitable guerra de guerrillas, continuamente provocada por los abusos incesantes del capital o por las fluctuaciones del mercado. Debe comprender que el sistema actual, aun con todas las miserias que vuelca sobre ella, engendra simultáneamente las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para la reconstrucción económica de la sociedad. En vez del lema conservador de ‘¡Un salario justo por una jornada de trabajo justa!’, deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: ‘¡Abolición del sistema del trabajo asalariado!’.” (Salario, precio y ganancia, Marx)
[10] El ideal del comunista no debe ser el secretario de sindicato, “sino el tribuno popular, que sabe reaccionar ante toda manifestación de arbitrariedad de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera que sea el sector o la clase social a que afecte; que sabe sintetizar todas estas manifestaciones en un cuadro único de la brutalidad policíaca y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar el hecho más pequeño para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas, para explicar a todos y cada uno la importancia histórica universal de la lucha emancipadora del proletariado.” (¿Qué hacer?, capítulo III)
[11] “… los admiradores demasiado celosos del «estrecho contacto orgánico con la lucha proletaria» nos preguntarán y nos preguntan ya: si debemos encargarnos de organizar denuncias verdaderamente ante todo el pueblo sobre los abusos cometidos por el gobierno, ¿en qué se manifestará entonces el carácter de clase de nuestro movimiento? Pues precisamente en que seremos nosotros, los socialdemócratas, quienes organizaremos esas campañas de denuncias ante todo el pueblo; en que todos los problemas planteados en nuestra agitación serán esclarecidos desde un punto de vista socialdemócrata firme, sin ninguna indulgencia para las deformaciones, intencionadas o no, del marxismo; en que esta polifacética agitación política será realizada por un partido que une en un todo indivisible la ofensiva contra el gobierno en nombre del pueblo entero, la educación revolucionaria del proletariado –salvaguardando al mismo tiempo su independencia política -, la dirección de la lucha económica de la clase obrera y la utilización de sus conflictos espontáneos con sus explotadores, conflictos que ponen en pie y atraen sin cesar a nuestro campo a nuevos sectores proletarios!” (¿Qué hacer?, capítulo III)
[12] Nuestra labor es separar “la cizaña. El trigo está en interesar en los problemas sociales y políticos a sectores obreros aún más amplios, a los sectores más atrasados; en liberarnos nosotros, los revolucionarios, de funciones que son, en el fondo, legales (…) y cuyo desarrollo nos proporcionará, de manera ineluctable y en cantidad creciente, hechos y datos para la agitación. En este sentido, podemos y debemos decir a los” reaccionarios y a los reformistas: “ ‘¡Esfuércense, señores, esfuércense!’ Por cuanto tienden ustedes una celada a los obreros (mediante la provocación directa o la corrupción «honrada» de los obreros con ayuda del” liberalismo, “nosotros ya nos encargaremos de desenmascararlos. Por cuanto dan ustedes un verdadero paso adelante –aunque sea en forma del más ‘tímido zigzag’, pero un paso adelante -, les diremos: ‘¡Sigan, sigan!’ Un verdadero paso adelante no puede ser sino una ampliación efectiva, aunque minúscula, del campo de acción de los obreros. Y toda ampliación semejante ha de beneficiarnos … En una palabra, nuestra tarea consiste ahora en combatir la cizaña. No es cosa nuestra cultivar el trigo en pequeños tiestos. Al arrancar la cizaña, desbrozamos el terreno para que pueda crecer el trigo. Y mientras los” espontaneístas “se dedican al cultivo doméstico, nosotros debemos preparar segadores que sepan arrancar hoy la cizaña y recoger mañana el trigo.” (¿Qué hacer?, capítulo IV, Lenin)
[13] Veamos cuál es la lógica del plan concreto que Lenin propuso para pasar a la acción en Rusia, y aprendamos de ella:
“Este periódico sería una partícula de un enorme fuelle de fragua que avivase cada chispa de la lucha de clases y de la indignación del pueblo, convirtiéndola en un gran incendio. En torno a esta labor, de por sí muy anodina y muy pequeña aún, pero regular y común en el pleno sentido de la palabra, se concentraría sistemáticamente y se instruiría el ejército permanente de luchadores probados.
(…), el contenido fundamental de las actividades de la organización de nuestro partido, el centro de gravedad de estas actividades debe consistir en una labor que es posible y necesaria tanto durante el período de la explosión más violenta como durante el de la calma más completa, a saber: en una labor de agitación política unificada en toda Rusia que arroje luz sobre todos los aspectos de la vida y que se dirija a las más grandes masas. Y esta labor es inconcebible en la Rusia actual sin un periódico central para toda Rusia que aparezca muy a menudo. La organización que se forme por sí misma en torno a este periódico, la organización de sus colaboradores (en la acepción más amplia del término, es decir, de todos los que trabajan en torno a él) estará precisamente dispuesta a todo, desde salvar el honor, el prestigio y la continuidad del partido en los momentos de mayor ‘depresión’ revolucionaria, hasta preparar la insurrección armada de todo el pueblo, fijar fecha para su comienzo y llevarla a la práctica.
(…) es … el plan más práctico de empezar a prepararse en el acto y por doquier para la insurrección, sin olvidar al mismo tiempo ni por un instante la labor corriente de cada día.”