Por Aída Muel Por Feminismo 07/10/2025
Llevo mucho tiempo buscando cómo expresar, con afán didáctico y constructivo, la sorpresa que me producen algunas de las reacciones de la sociedad frente a las protestas en contra del genocidio en Palestina. Soy prudente a la hora de ponerle palabras a mis impresiones, puesto que no pretendo generar más división, desconfianza ni malos entendidos y soy consciente de que, si deseo ser comprendida, es necesario primero que yo misma haga el esfuerzo de entender a quienes no piensan como yo. Por eso creo que una de las cosas que necesitamos urgentemente y como medida contra la desconfianza que habitamos en nuestras propias filas es la escucha activa, en la medida que dicho ejercicio sea posible también en las redes sociales, que yo creo que sí, con un poco de esfuerzo consciente. A todo lo anterior se suma el embrollo de tener que sintetizar cuestiones sociales y geopolíticas que podrán ser muy complejas, pero es necesario analizarlas porque nos afectan rotundamente a todos los pueblos. A todos. Porque, en el fondo, todo lo que pasa en el mundo está relacionado y puede explicarse atendiendo a las condiciones materiales.
Dicho esto, voy a intentar explicar por qué la lucha contra el genocidio palestino es una lucha que debería unirnos a todos/as y que, además, está impulsando el desarrollo de luchas más profundas. Palestina nos está ayudando a recordar el poder que tenemos como pueblo, cuando respondemos al unísono frente a las injusticias: hoy por ti, mañana por mí. No voy a hablar de sionistas declarados o enemigos ideológicos directos que no representan otra cosa que los intereses de las oligarquías. Voy a referirme a la sorpresa que me produce encontrarme, de forma inesperada, con gente que me acusa de ser de Hamás por defender a Palestina o que tratan de subestimar esa lucha argumentando que oponerse a la mayor barbarie de la humanidad desde los campos de concentración es postureo o impide pelear por otras cosas. Esta misma semana una feminista que conocía de redes me acusó de ser de Hamás y me bloqueó. Observo que hay muchas feministas que niegan el genocidio argumentando que el verdadero genocidio lo sufren, por ejemplo, las mujeres de Afganistán y no nos importan. Me quedo sin palabras. Ya sabemos quiénes alimentaron ayer a los talibanes en Afganistán y quiénes están alimentando hoy a yihadistas en Siria (porque lo sabemos, ¿no?). Al Qaeda no atacó jamás a Israel. La única vez que mataron judíos en un atentado, reconocieron que fue por error y les pidieron perdón. ¿no nos dice nada este dato? ¿Tampoco nos dice nada que el propio Mossad admite que da cobertura sanitaria a los yihadistas el frente Al-Nusra de Siria, a quienes está apoyando porque el afán de Israel es extender sus fronteras y, por su parte, los yihadistas sirios le entregan trozos de país y les permiten usar su cielo para atacar otros países como Irán? ¿No nos dice nada que la propaganda otanista solo saque propaganda perfectamente calculada en contra de Irán y no contra Arabia Saudí, que son una teocracia peor? ¿Cómo podéis decir que os preocupan las mujeres de Afganistán y no saber y condenar que la financiación e infraestructuras de inteligencia de los talibanes que las someten provienen de la CIA y el Mossad, y están haciendo lo mismo en Siria? Quiero pensar que mucha de la confusión proviene de malentendidos, ignorancia, falta de comunicación y poco afán de entendimiento y mucho interés de aparentar tener razón. La ignorancia, a priori, no es dañina; la desconfianza y el ego, sí.
Por otro lado, las movilizaciones mundiales a favor de Palestina no tienen parangón. El sacrificio de Palestina se está convirtiendo en un Vietnam global para las élites, no pueden con el Pueblo, y debemos estar muy orgullosas y elevar las protestas. Y aquí sí que tengo que decir que en la movilización por Palestina hay mucha gente promocionándose y tratando de marear la perdiz. Pero eso es natural en cualquier movimiento que se escapa un poco del control de la ideología hegemónica. Por eso no hay que ceder ni un milímetro y dejar en evidencia a todas esas personas. Hay que dejar también muy claro que las élites quieren guerra, y que la incertidumbre sobre lo que puede pasar es mayúscula, pero hay una cosa muy clara: Palestina es un laboratorio de nuevos armamentos, exactamente igual que España fue un laboratorio durante la Guerra Civil, donde los nazis, con la aprobación de Franco, probaron sus aviones en España, primer país que sufrió un bombardeo masivo sobre población civil. Por tanto, tenemos una responsabilidad histórica muy importante y nos va la vida en ello. No solo la vida literal de los pueblos que son laboratorio de armas y de imperios, sino la vida de cualquier resquicio de un orden internacional legítimo. La maquinaria entera de lo que llamamos «comunidad internacional» está suspendida de un hilo, agrietándose en directo. Su reconfiguración final ya sea hacia un mundo donde la barbarie sea la norma, o hacia uno donde la ‘justicia’ ´prevalezca- depende, literalmente, de en qué lado de la historia decidamos estar hoy. Palestina representa la línea de flotación. Eso es un hecho. Y nuestra indiferencia o nuestra acción, serán el lastre o la vela que incline la balanza. Y todo ello sin olvidar que, cuando nos quieren divididas, será mejor que nos encuentren unidas y combativas. O su barbarie, o nuestro futuro.