domingo, 19 de octubre de 2025

Aportación al debate del PCE ¿Qué es un partido comunista?


De nuevo entro en el debate interno del PCE desde afuera por falta de funcionamiento orgánico del partido, para seguir diciendo que el problema no está en el combate ciego con lo que se presupone de posiciones reformistas de la mayoría, sino en la falta de una práctica alternativa militante en el seno del partido, que marque la recuperación de la línea política de trabajo de masas en el seno de la clase obrera abandonada en los años setenta, pero no en forma abstracta ni en plataformas ni movimientos sociales que no van más allá del grupo de amigos, formas ya experimentadas sin ningún resultado político por parte de otras organizaciones comunistas españolas, sino en las organizaciones obreras de masas allí donde trabajamos, vivimos y estudiamos con un discurso trasversal inclusivo, para arrebatarlas de las manos del economicismo posibilista y reformista, cuando no de las burocracias colaboracionistas dependientes de las subvenciones del Estado.

Si nos marcamos esta prioridad, sin eludir ningún debate teórico en ninguna estructura del partido veremos las diferencias y contradicciones desde otra perspectiva menos antagónica, de forma, que nos permita avanzar de forma más unitaria, en la imbricación con lo más avanzado de la clase obrera, que participa del sindicalismo de clase en el centro de trabajo, barrio o universidad, para reconstruir la hegemonía perdida en los años setenta del siglo pasado y ganarnos a lo más granado de la clase trabajadora. No existe otra forma de ser reconocido como vanguardia al servicio de la clase obrera, sino vivimos y trabajamos con los más concienciados de nuestra clase que sostienen las organizaciones obreras de masas. 

Si nos marcamos esta prioridad como necesaria para que realmente mañana, mediante la movilización y organización de la clase trabajadora cambiemos la correlación de fuerzas, veremos que las diferencias sobre el programa, la táctica o alianzas, mientras no favorezcan al enemigo principal: la oligarquía financiera imperialista subordinada al yanqui, es secundario, como secundario es en este momento crucial y difícil del partido, dedicar los mejores cuadros a la política institucional en las superestructuras, desatendiendo toda la base económica cuando es la fundamental y el único lugar de donde nace nuestra fuerza y capacidad de transformar las cosas; no para aprobar una nueva Ley, sino que mediante la conquista de la hegemonía política y cultural, conseguir el poder para cambiar todas las estructuras del corrupto Estado burgués, en uno democrático al servicio de la mayoría social: la clase trabajadora.

El no hacer un trabajo organizado entre las masas obreras donde trabajan viven y estudian, para dedicarnos al debate teórico superestrutural, al movimentismo y activismo social, es lo que nos ha tenido sujeto a esta visión del marxismo teoricista y elitista, bajo conceptos de un marxismo occidentalizado definido como mecanicista en su metodología y metafísico en sus conclusiones donde todo siempre es igual e inmutable, explicando la inutilidad de esta visión del marxismo en occidente en los últimos cincuenta años, por estar alejado de la visión leninista de la actual situación geopolítica, por no centrar al imperialismo yanqui-occidental como enemigo principal de la humanidad y olvidar la lucha económica como base de la lucha por el poder del Estado. Comparémoslo con las revoluciones obreras y campesinas asiáticas, africanas o en América Latina, donde China, Corea del Norte, Bielorrusia, Vietnam, Laos, Cuba, Namibia, Nicaragua o Venezuela y otros más en proceso; sí son un gran exponente de la vigencia del marxismo leninismo. Nota de Alonso gallardo militante comunista asturiano   

  





 
 











¿Es la propuesta elaborada por la Comisión Política del PCE, INFORME AL XV PLENO DEL COMITÉ CENTRAL, ¿la propuesta de un partido comunista? Dicho Informe fue aprobado por el Comité Central el pasado día 13 de septiembre con 60 votos a favor y 40 en contra.

NOTA DE LA REDACCIÓN. Coherente con el nombre de su cabecera, Hojas de Debate publica este artículo de cuyo contenido discrepa en algunas cuestiones. Señaladamente, un modo de producción, y una formación social históricamente dada (en la que pueden coexistir, incluso prolongadamente, tipos de organización económico-social que remiten a distintos modos de producción –residuales, dominantes y/o emergentes–), se definen, entre otros componentes característicos, por unas determinadas relaciones sociales de producción que implican, también, unas relaciones de propiedad. No vemos en la formación social que conforma actualmente la Federación Rusa los elementos que permitan caracterizar su naturaleza como “socialista”, como afirma el autor del artículo. Esto no contradice el sentido objetivamente anti-imperialista que adquiere la posición rusa en la guerra en defensa de su soberanía y su seguridad, que la enfrenta a la OTAN; guerra provocada y delegada en Ucrania por Estados Unidos y sus aliados de la UE. 

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A primera vista esta pregunta formulada en un órgano de comunicación para comunistas puede resultar ociosa, incluso provocadora y ofensiva. Pero vivimos tiempos muy agitados y confusos en los que casi nada es lo que parece.

Para empezar a resolver este intrigante comienzo, podemos concretar un poco más la pregunta  ¿Es la propuesta elaborada por la Comisión Política del PCE, INFORME AL XV PLENO DEL COMITÉ CENTRAL la propuesta de un partido comunista?  Ya podemos suponer anticipadamente que este artículo se dispone a realizar una crítica a dicha propuesta, por entender que la citada iniciativa dista mucho de ser lo que pretende en su presentación.

La cuestión no es repasar la ingente producción de textos e ideas surgidos en torno al fecundo pensamiento de Karl Marx y Vladimir Lenin, pero al menos sí de referir sus nociones más elementales y conocidas. Lo primero y fundamental será recordar que El capital es un tratado de economía política escrito para criticar frontalmente al sistema de organización social y económica legados por la evolución histórica, desde aquel que sucedió por transición espontánea al sistema feudal a comienzos de la modernidad, el capitalismo.

Pero lo más relevante para los comunistas no es saber que eso fue así, si no distinguir con claridad cuál es la diferencia entre el capitalismo y el socialismo (real) que ideo Marx en sus escritos políticos y que pusieron en marcha por primera vez en la historia los bolcheviques liderados por Lenin, justo para emplearnos en la labor de reemplazar al primero por el segundo. Seguro que a la mayoría de nosotros no hace falta recordarnos eso de que Marx refiere al capitalismo como el sistema en el que prevalece la propiedad privada de los medios de producción ─negocios y empresas particulares─ sobre su propiedad pública y social. Por el contrario, en el socialismo lo que prevalece es la propiedad pública o social de las empresas frente a la iniciativa privada. 

Esta distinción no es pequeña, porque la diferencia entre ambos sistemas es la que existe entre una sociedad y una economía exclusivamente integrada entre trabajadores dedicados a la producción de mercancías, bienes y servicios, con las que satisfacer todas las necesidades materiales e intelectuales de todas de las personas; o bien el capitalismo, basado en el afán de una minoría de la sociedad por hacer lucrativos negocios propios a costa de esa otra mayoría que trabajan para ellos, a cambio de un mero salario.

La consecuencia de esta distinción entre capitalismo y socialismo es evidente, en el capitalismo las clases sociales no dejan de reproducirse como consecuencia de ese afán que tienen por enriquecerse los propietarios de los negocios en los que trabaja el resto para ellos.

Pero lo peor no es que el sistema sea más o menos ‘justo’, lo peor es que un sistema que promueve el parasitismo social como ideología es mucho más ineficaz que uno que promueve la laboriosidad y el trabajo como único, excluyente y verdadero motor de la economía real, aquella que produce la abundancia de mercancías para todos. 

Quizás haya llegado el momento de hacer un guiño ideológico que nos explique por qué China es ese modelo tan exitoso y cada vez más deseable, ese modelo que desafía al hegemonismo del capitalismo occidental de una forma cada vez más evidente; o también el que Rusia, heredera de la URRS, haga frente a la economía de guerra con similar resultado, con ese mismo éxito tan desconcertante para las mentalidades occidentales. Esta es la verdadera manifestación de la auténtica diferencia entre el capitalismo y el socialismo; muy por encima de los datos falsos, sesgados o manipulados que nos ha querido presentar la propaganda occidental hasta el momento sobre la realidad de esas dos potencias socialistas.

Si esto es así, la pregunta con la que se inicia este análisis crítico del documento es inevitable, ¿Qué es un partido comunista? ¿Acaso ceder la organización, la militancia, el prestigio, el apoyo social de miles de abnegados comunistas para colaborar en un gobierno de coalición con una fuerza que se reclama y se define como socialdemócrata, el PSOE, contribuye al reemplazo del capitalismo por el socialismo (real)?¿O sólo se limita a garantizar la perpetuación de un capitalismo que hace aguas en todas las partes del mundo, ofreciéndole lo mejor de su tradición de lucha por los interese sociales a la gestión del sistema político con el que se legitima toda la economía capitalista, el mismísimo sistema liberal?

La contradicción es demasiado grande y evidente, o somos un partido socialdemócrata al uso y nos proponemos la reforma del capitalismo para darle el “rostro humano” que no ya no tiene, o nos desentendemos y dejamos que todo el sistema se deslegitime, a la espera de que se creen las condiciones prerrevolucionarias a las que se refiere Lenin en su estrategia de asalto al poder del estado.

Aunque a primera vista esto no tenga que ver con la propuesta de la Comisión Política al Pleno de la XV del Comité Central, lo cierto es que el apartado IV de dicho documento realiza un encendido alegato para que en el Partido Comunista se siga haciendo una exhibición de honradez y honestidad muy acorde con nuestros presupuestos políticos, en los que, como se deduce fácilmente de las consideraciones previas, los comunistas estamos en mejores condiciones ideológicas que cualquier otra fuerza política. El problema es justamente el que veníamos exponiendo. Es cierto que el resto de las fuerzas políticas en el sistema liberal están mucho más expuestas a la corrupción precisamente porque defienden y promueven un sistema capitalista exclusivamente basado en la posibilidad de enriquecerse a costa de la mayoría social; es decir, que todo el sistema es corrupto como le corresponde a la promoción del parasitismo social como ideología. 

Pero la realidad es tozuda; en el capitalismo solo una minoría logra esa condición privilegiada de acceso a la riqueza socialmente producida. Entonces ¿Qué hacemos los comunistas proyectando esa imagen de limpieza y honradez, desde unas instituciones públicas que representan al poder y a la legitimidad de la iniciativa privada capitalista para seguir explotando a los trabajadores y seguir enriqueciéndose a su costa?¿Acaso no es lógico pensar desde ese presupuesto que resulta igual de lícito enriquecerse con los negocios públicos que con los privados? Visto así, el alegato llamando a la honestidad de los comunistas para legitimar las instituciones públicas y de gobierno del capitalismo resulta algo muy patético y lamentable.  

Va en la libertad de cada persona su ética y su honestidad, pero no va en la de una organización política poner la ética racional de su ideología y de sus integrantes al servicio de un sistema económico y social contrario a su propia ideología, un sistema que claramente promueve la corrupción generalizada.

Una consecuencia inevitable de esta circunstancia sobre el irreconciliable papel el de los comunistas con un sistema político capitalista, por muy liberal que se proclame, es justamente aquella que nos presenta públicamente como lo que somos, la que precisamente se refiere en el siguiente apartado, el quinto. Allí se hace un acertado repaso a nuestros logros políticos en términos de grandes avances en los derechos sociales. Es evidente que eso es y ha sido así. El problema está en si nuestro papel en le encrucijada histórica en la que nos encontramos hoy tiene que seguir siendo el papel el de esa abnegada lucha por los derechos sociales en todos los frentes para poner nuestro ‘capital’ político y nuestra tradición de lucha al servicio de la gestión política del sistema político capitalista.

Es comprensible que eso se espere de de otras organizaciones de ‘izquierdas’ que no se reclaman comunistas ─anticapitalistas─ de manera genuina. En nuestro país ese papel de colaboración con la socialdemocracia puede quedar para su desempeño por la autollamada izquierda nacionalista, para Podemos, o para IU como organización políticamente independiente del PCE, a los que podríamos añadir otros movimientos sociales muy legítimos en sus aspiraciones y derechos. Pero el PCE debería cuidarse muy mucho de contribuir a componendas de poder político para hacerse cargo del gobierno del capitalismo español, si es que no quiere que el curso de la historia lo borre de la realidad, como le ocurrirá con otras formaciones que queden comprometidas públicamente entre las causas de esta crisis sistémica de ciclo histórico que estamos experimentando.

Una última prueba del desatino del documento de la propuesta de la Comisión Política al XV pleno del Comité Central es el de que ignora una cuestión clave para los comunistas en la actual coyuntura internacional ¿Cómo se explica la falta de negativa rotunda y tajante a ese gasto en el rearme que nos exige la pertenencia a la OTAN, dada toda esa tradición y esa voluntad de defensa y de cobertura de los derechos sociales a los que explícitamente se refiere el documento? Lo que es peor ¿Ese enorme costo social en rearme que parece inevitable es solo para ir a la guerra contra la superpotencia socialista y militar rusa, muy por encima de su tradición de victorias históricas y de su arsenal nuclear? En el PCE seremos unos comunistas muy ciegos si aceptamos esa imposición sin renunciar a cualquier responsabilidad política relacionada con esa circunstancia; es más que  evidente la necesidad de abandonar el gobierno cuanto antes. De no ser así, resultará muy dudoso que a la organización política representada por el PCE se nos pueda considerar ningún partido comunista, como pretenden sus siglas.