
El fallido intento de asesinato del equipo negociador palestino en Doha, Catar, la semana pasada, plantea cuestiones críticas que van mucho más allá del propio ataque. El quid de la cuestión radica en tres aspectos interrelacionados: el uso cada vez mayor de la inteligencia artificial (IA) para atacar a personas concretas, el fallo o la negligencia deliberada del sistema de defensa aérea liderado por Estados Unidos y la vulnerable posición de Catar como anfitrión tanto de una importante base estadounidense como de las negociaciones de alto el fuego.
El uso de la IA será el tema de un análisis futuro. Mientras tanto, la incursión en Catar no fue un hecho aislado. Los cielos sobre Doha son vigilados por la base aérea estadounidense de Al Udeid, la mayor instalación militar de Estados Unidos en Oriente Medio. Esta base no es un puesto avanzado marginal, sino el cuartel general del Mando Central de Estados Unidos (USCENTCOM), que supervisa las operaciones militares estadounidenses en todo Oriente Medio.
En teoría, nada entra en el espacio aéreo de Qatar o en la región cercana sin ser detectado por el avanzado sistema integrado de defensa aérea y antimisiles (IAMD, por sus siglas en inglés), que proporciona cobertura aérea al Consejo de Cooperación del Golfo (CCG): Qatar, Arabia Saudí, Baréin y los Emiratos Árabes Unidos, junto con Jordania. La arquitectura del IAMD está integrada en la red de mando y control de Estados Unidos y es operada por el USCENTCOM desde la base estadounidense en Catar.
Los aviones israelíes violaron el mismo espacio aéreo que, en teoría, está protegido por el escudo de defensa del IAMD. Más de una docena de aviones israelíes recorrieron más de 2.000 km sin dar la alarma ni activar la defensa aérea del IAMD. La decisión del CENTCOM de no activar, o el fallo en la activación, del IAMD, un sistema financiado en gran parte por el CCG, plantea dos cuestiones fundamentales que exigen una explicación: ¿Fue una decisión deliberada que dejó a Catar expuesto, o se trató de un fallo catastrófico del sistema?
La primera posibilidad supone que el ejército estadounidense era plenamente consciente de la aproximación de los aviones israelíes y decidió no intervenir. Esta decisión no pudo haber sido tomada solo por los comandantes locales. Permitir que un ejército extranjero penetrara en el espacio aéreo protegido donde se encuentra la mayor base estadounidense habría requerido la autorización de los más altos niveles del Gobierno estadounidense. En este caso, Washington dio luz verde a la operación, sacrificando la soberanía de su aliado y la vida de los negociadores palestinos.
La segunda posibilidad es aún más aterradora: el IAMD no detectó en absoluto los aviones extranjeros. Si esto es cierto, se pone de manifiesto una vulnerabilidad flagrante en el centro mismo de la arquitectura de seguridad regional de Estados Unidos. ¿Cómo es posible que la base militar más grande y avanzada de Oriente Medio no se percatara de la entrada de aviones hostiles en su espacio aéreo inmediato? Tal fallo socavaría la propia justificación de la existencia de la base y pondría en duda la credibilidad del IAMD y las garantías de seguridad de Estados Unidos para defender a los participantes regionales.
Para Catar, el mensaje es obvio. A pesar de albergar a más de 10.000 soldados estadounidenses y gastar miles de millones en mantener y apoyar la base, sus cielos no son seguros. Alojar una base estadounidense no garantiza la protección; peor aún, la base aérea puede proporcionar una falsa protección o actuar como un guardián que sirve ante todo a los intereses de otros aliados de Estados Unidos, incluso a expensas de su país anfitrión.
Si los cielos sobre Doha no están defendidos por el IAMD y la base aérea de Al Udeid, ¿a quién realmente protege? ¿A Israel?
Hasta la fecha, el IAMD se ha activado dos veces, y solo para proteger a Israel, un país que no forma parte de dicho sistema IAMD: Primero, para defender a Israel de la represalia de Irán en abril de 2024; y, segundo, para frustrar el bombardeo de misiles de Irán contra la base aérea de Al Udeid tras el ataque conjunto de Israel y Estados Unidos contra las instalaciones nucleares iraníes.
El ataque israelí contra Doha demostró que el paraguas de seguridad estadounidense sobre Qatar es poroso y está intencionadamente comprometido. Al no reconocer el fracaso de Estados Unidos a la hora de detectar y detener el ataque contra un «aliado importante», Trump ofreció promesas vacías de que «esto no volvería a suceder». Esto, por supuesto, fue la forma que tuvo su administración de eludir la verdadera pregunta: ¿Por qué la base estadounidense, construida y financiada por Qatar, permaneció en silencio mientras los aviones israelíes de fabricación estadounidense bombardeaban una zona residencial vecina?
El jueves 11 de septiembre de 2025 la respuesta de Estados Unidos quedó clara en Nueva York. La administración Trump impidió que el Consejo de Seguridad de la ONU (CSNU) votara una resolución que condenaba el ataque israelí contra Doha. En su lugar, el CSNU emitió un comunicado de prensa rutinario en el que se limitaba a amonestar la incursión. En vez de exigir una resolución vinculante, Catar y sus medios de comunicación presentaron la inútil declaración como una gran victoria diplomática.
Dicha declaración es una nota de prensa no vinculante, y no una resolución con relevancia jurídica. Una resolución requiere una votación formal y tiene peso legal, mientras que un comunicado de prensa es simplemente una declaración leída por el presidente del Consejo. Disfrazar una nota de prensa de «resolución» parece ser un intento deliberado de proteger a la administración Trump de la vergüenza y ocultar su apoyo tácito a la incursión de Israel. Al aceptar una escueta declaración de prensa, Catar optó por proteger a Trump de tener que emitir un voto definitivo, en lugar de obligar a Estados Unidos a revelar su verdadera postura sobre las acciones de Israel.
Más allá de la geopolítica inmediata, el ataque aéreo israelí contra Catar supone una severa advertencia para otros países de la región: ¿Qué valor tiene una alianza militar con Estados Unidos si el supuesto protector decide qué amenazas bloquear y cuáles permitir? La realidad es clara: Washington ha optado por dar prioridad a los intereses de su subvencionado aliado, Israel, con más de 17.900 millones de dólares solo en los últimos dos años, por encima de la propia nación anfitriona que financia la base militar estadounidense con 10.000 millones de dólares.
¿Quién sabe qué país exaltará Washington a continuación y a costa de quién? Este es el riesgo de este tipo de alianzas, en las que los países anfitriones quedan desprotegidos en el momento en que Estados Unidos decide que los intereses de otro aliado prevalecen sobre los suyos.
¿Estará a la altura de esta nueva realidad la cumbre árabe-islámica de emergencia que se celebra esta semana en Doha? ¿O se convertirá en el segundo acto de la farsa del Consejo de Seguridad de la ONU, con una nueva declaración ineficaz que le dará a Trump otra oportunidad para traicionar a sus aliados?
Jamal Kanj es autor de «Children of Catastrophe: Journey from a Palestinian Refugee Camp to America» y otros libros. Escribe con frecuencia sobre temas del mundo árabe para diversos medios nacionales e internacionales.
Texto en inglés: CounterPunch.org, traducido por Sinfo Fernández.