martes, 18 de marzo de 2025

¡Salgamos de la OTAN, poniendo rumbo al socialismo!

                                                               
Marzo 12/2025











Con la actual descomposición del capitalismo imperialista español, europeo y occidental, se exacerba la lucha entre las distintas fracciones de la burguesía y los partidos parlamentarios que las representan. Y cada bando trata de poner a la población de su parte. Pero la situación y las perspectivas del pueblo trabajador no dejan de empeorar gradualmente y por capas y sectores, sea cual sea el partido burgués que gobierne: empleos parciales, vivienda inaccesible, retraso y capitalización de la jubilación, reducción de los salarios reales, sanidad y educación pública sin recursos, refuerzo de la represión, etc. La crisis financiera de 2008 fue aplacada a costa de redoblar la explotación de la clase obrera y de los pueblos oprimidos, pero no sin provocar un auge de su resistencia.

En España y en otros países imperialistas, se desarrolló un movimiento huelguístico y callejero masivo que terminó agotándose por el relanzamiento económico, por las maniobras de los partidos pequeñoburgueses que desviaron las expectativas populares hacia el reformismo parlamentario y, sobre todo, por carecer de una perspectiva de solución a sus demandas. Para tenerla, el movimiento espontáneo de las masas necesita la orientación de un partido revolucionario y, de él, sólo quedan unos pocos fragmentos. En el horizonte actual de la mayoría de los trabajadores únicamente se dibujan las opciones políticas explícita o disimuladamente reaccionarias que convienen a los grandes capitalistas.

En cambio, la cosa fue diferente en los países oprimidos. Las potencias imperialistas han continuado expoliando a muchos, pero no han podido con Venezuela, ni con China, ni siquiera con Palestina. Y Rusia está destruyendo metódicamente las fuerzas militares que el frente unido imperialista ha lanzado contra ella en Ucrania con la intención de someterla, saquear sus inmensas riquezas y hacer luego lo mismo con China.

Esta costosa aventura ha provocado un vuelco político en Estados Unidos, la potencia imperialista dominante. A su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump se ha mostrado ostentosamente vengativo contra el Partido Demócrata y los neoconservadores en general, después de que éstos intentaran liquidarlo política y quizás físicamente. Es pronto para saber qué resultará de la reanudación del diálogo entre EE. UU. y Rusia, así como de las contradicciones entre los imperialistas, tanto dentro de la potencia norteamericana como entre ésta y Europa. Parece que la nueva Administración aspira a centrarse en la recuperación de la competitividad productiva estadounidense y ya no quiere -o no puede, por su insoportable situación financiera (deuda creciente y progresiva desdolarización del comercio internacional)- sostener a los dirigentes atlantistas y sus ambiciones sobre Rusia.

Este conflicto entre las élites occidentales está absorbiendo una parte creciente de las energías que venían empleando conjuntamente en dominar a los pueblos, amenaza con acelerar el empobrecimiento de los europeos (por la elevación de los presupuestos militares de la UE hasta el 5% del Producto Interior Bruto, a costa de más deuda y menos gastos sociales) y hace que se interroguen sobre la veracidad del relato hegemónico. Es un momento todavía más propicio que el de la unión antiimperialista sino-rusa para que los comunistas influyamos en el desarrollo de la conciencia y organización independiente de la clase obrera.

Sin embargo, la mayoría del movimiento antiimperialista adopta una actitud seguidista hacia estas pugnas de los imperialistas entre sí y con las fuerzas soberanistas[1]. No basta con apoyar a los Estados y a otras fuerzas que se enfrentan a las potencias imperialistas en defensa de la democracia entre las naciones, para alcanzar a resolver estas contradicciones inherentes a la época del capitalismo monopolista. Mientras la burguesía subsista, no será posible superar los antagonismos entre los países, por lo que la hostilidad y las guerras entre ellos seguirán amenazando a los pueblos. La historia contemporánea lo constató incluso para la relación entre los países socialistas a medida que el revisionismo burgués recuperaba posiciones en ellos.

La participación de las masas obreras en la lucha democrático-burguesa es absolutamente necesaria (junto con su educación socialista y su acción sindical) para su desarrollo como clase y como partido político. Sobre todo mientras sigan alejadas del comunismo, debemos convocarlas a apoyar toda democracia burguesa nacional que se enfrente al imperialismo. Por la misma razón, dimos nuestro respaldo a la democracia pequeñoburguesa frente a la reacción española, no sin advertir de sus limitaciones traicioneras. Pero esta táctica caducó cuando el enfrentamiento quedó reducido a cuestiones menores y esa democracia cerró filas con la reacción a favor de la ofensiva imperialista internacional.

El proletariado necesita evaluar de manera fría y objetiva a sus aliados, no para romper con ellos a la mínima diferencia, sino para mantener su independencia política y luchar con éxito por la hegemonía en la alianza. La ruptura de la clase obrera con sus aliados circunstanciales sólo es pertinente cuando éstos se coluden con el enemigo principal y en los objetivos principales. Por ahora, la perseverancia de Rusia contra los esbirros ucronazis de la OTAN y sus acuerdos con China, Corea socialista e Irán ponen de manifiesto que estos países mantienen su unidad frente al imperialismo y consiguen incluso fisurarlo. Por lo tanto, es pertinente seguir apoyándolos.

Cuanto más ayude el proletariado a la lucha de las naciones oprimidas y de las clases populares, más se debilitará el imperialismo, posibilitando que su propia acción sea cada vez más poderosa, independiente y hegemónica, sobre todo en los países dominantes[2]. Pero dicha posibilidad sólo se volverá realidad si los comunistas la explicamos y la practicamos: en nuestro país en que no existe partido comunista sino un caos de pequeñas organizaciones comunistas, sólo se puede realizar si aprovechamos el descontento y las protestas de las masas obreras para centrar su atención en la necesidad de acometer transformaciones revolucionarias, de luchar por el poder político para realizarlas y de reconstituir el partido para conquistarlo, su Partido Comunista.

No basta con apoyar las protestas contra la degradación social, contra la represión, contra las guerras de rapiña, etc. Ni siquiera es suficiente con unirlas, y es incluso contraproducente cuando se hace a costa de rebajar sus objetivos más prioritarios (por ejemplo, renunciar a la lucha contra la OTAN para satisfacer los prejuicios de activistas que equiparan los imperialistas y las fuerzas que los combaten). Además de solidarizarnos con las justas luchas espontáneas, las organizaciones comunistas debemos asumir nuestra responsabilidad de reunirnos para impulsar la reconstitución del Partido: a través de toda la acción conjunta que podamos acordar y de la autonomía y el debate en aquello que todavía nos diferencie, hasta que sea posible una disciplina sobre la base del centralismo democrático.

Es lo que Unión Proletaria lleva años intentando con poco éxito, pero ahora esta necesidad apremia mucho más, por lo que es más probable que se abra camino.

NOTAS:

[1] Puede el conservadurismo antiglobalista ser la base del movimiento antiimperialista, Platform nº 21: https://waporgan.org/?p=4876

[2] Multipolaridad y revolución socialista, Platform nº 22: https://waporgan.org/?p=4921