jueves, 13 de febrero de 2025

El oportunismo no se combate atacando a los antiimperialistas

                               

Feb 9, 2025 | 



El oportunismo no se combate atacando a los antiimperialistas

Miguel Ángel Villalón

(Unión Proletaria)

[Publicado por la Plataforma Antiimperialista Mundial: https://waporgan.org/?p=4874]

Millones de trabajadores y oprimidos del mundo entero se alegran de los progresos económicos, sociales, políticos, militares y culturales de China y de Rusia. Después de largos años de claudicación ante los imperialistas, por fin hay una fuerza poderosa que les hace frente. Esta reanimación moral de las masas es un acicate valioso para su participación activa en la lucha política y, por tanto, para que el proletariado pueda conquistar la hegemonía y la dirección del combate antiimperialista.

Lamentablemente, los dirigentes del Partido Comunista de Grecia (KKE) hacen lo contrario: con su teoría de la “pirámide imperialista”, siembran el desconcierto y el desánimo entre las masas, al exagerar los defectos de las fuerzas que hoy se enfrentan al imperialismo. Incluso acusan a China y Rusia de librar una lucha que no sería antiimperialista, sino inter-imperialista, al estilo de la Primera Guerra Mundial, para sustituir a Estados Unidos como principal fuerza dominadora y explotadora. Es lógico que los capitalistas denigren a los revolucionarios para que las masas desconfíen de ellos y prefieran lo malo conocido que lo bueno por conocer. Pero el daño es incomparablemente mayor cuando lo hace un partido comunista históricamente fuerte como el KKE que, además, ha ganado cierto prestigio en el movimiento obrero por su oposición a la conciliación de clases, al oportunismo y al reformismo.

Ante el movimiento antiimperialista que crece por todo el planeta, los dirigentes del KKE se comportan como sectarios, según la definición de Marx: “Para la secta el sentido de su existencia y su problema de honor no es lo que tiene en común con el movimiento de clase, sino el peculiar talismán que lo distingue de él.”[1]

Es cierto que el movimiento de masas espontáneo tiene carencias porque reacciona contra los fenómenos superficiales de la realidad y desconoce la esencia de ésta, la cual sólo puede ser descubierta por medio de la ciencia, a la que la mayoría de los explotados no tiene acceso. Por esta razón, la lucha de los comunistas contra la subordinación espontánea de los obreros a la ideología burguesa es indispensable para que la clase proletaria se pueda liberar de la explotación capitalista. Pero lejos de favorecer esta liberación, la propaganda de los dirigentes del KKE contra Rusia y China disuade a los obreros de participar en una lucha conjunta contra los imperialistas occidentales que son el pilar principal del capitalismo internacional.

Intentaremos deshacer el embrollo de argumentos con que justifican su posición, respondiendo primero a los más prácticos, ligados a la guerra en Ucrania, y, después, a los más teóricos, sobre el imperialismo y cómo combatirlo.

Rebatir la propaganda rusa asumiendo la propaganda de la OTAN

Un reciente artículo[2] de Eliseos Vagenas, jefe de la Sección de Relaciones Internacionales del KKE, promete refutar los “pretextos de justificación de ambos bandos” en la guerra de Ucrania, pero sólo critica los argumentos de quienes apoyamos a Rusia. Empieza reduciendo el foco a Ucrania, con sus riquezas naturales e industriales y su posición geoestratégica como “manzana de la discordia” por la que se pelean los dos bandos “imperialistas”. Con este truco de prestidigitador, hace desaparecer lo que tiene ante sus ojos cualquier observador medianamente informado: las acciones de hostigamiento de Estados Unidos y sus aliados europeos contra Rusia y China mediante guerras por delegación, “revoluciones de colores”, expansiones de la OTAN en el Este de Europa y en Asia Oriental, sanciones, conflictos comerciales, etc.

Cualquiera que contraste sus fuentes de información puede ver fácilmente cómo las potencias de la OTAN han estado acosando a Rusia hasta que ésta ha recobrado fuerza suficiente para defenderse. En cambio, el dirigente griego ve las cosas al revés y, ¡qué casualidad!, las ve exactamente igual que los gobiernos occidentales: Rusia se habría entendido bien con Occidente hasta que su burguesía sintió “que había consolidado su poder, que debería reclamar espacio para sus propios monopolios y a su vez crear sus propias uniones capitalistas en el territorio de la antigua URSS, lo cual fue impedido por la ampliación de la OTAN”. Así pues, Rusia sería el agresor imperialista, mientras que la OTAN sólo se estaría defendiendo de la pretensión rusa de “disputar la supremacía de sus propios monopolios”. Si los argumentos de Rusia fueran honestos –continúa Vagenas-, no debería haber empuñado las armas porque, al hacerlo, ha provocado una ampliación de la OTAN que ha engullido a Suecia y Finlandia, así como una militarización acrecentada de Ucrania. ¡Parece que no le molesta inspirarse del socialdemócrata reformista Plejánov y, lo que es todavía peor, del reaccionario militarista Stoltenberg!

Reconoce la fascistización de Ucrania, pero alerta contra el intento de la burguesía rusa de “aprovecharse de la Victoria Antifascista y de los sentimientos antifascistas y prosoviéticos del pueblo ruso”. La dirección del KKE suele ver solamente el lado negativo de los que combaten a los imperialistas. Su sectarismo dogmático le impide apreciar el carácter contradictorio de la realidad objetiva, sobre todo cuando encierra algo progresivo que desdice sus rígidas recetas. Sin embargo, es un hecho que la burguesía rusa no puede despreciar los sentimientos antifascistas y prosoviéticos del pueblo ruso en una situación en que los imperialistas occidentales tratan desesperadamente de avasallar a la nación entera. En consecuencia, estamos ante una alianza objetivamente necesaria y positiva, hasta ahora dirigida por la burguesía, pero que fortalece a la clase obrera a medida que se desarrolla el antagonismo con los principales representantes internacionales de la clase burguesa: los imperialistas.

Vagenas intenta culpar absurdamente a Putin del ascenso del fascismo en Ucrania por comerciar con este país, como si la URSS no hubiera comerciado con el imperialismo alemán antes y durante el III Reich. Todavía más absurdo es que culpe a la mayoría de los comunistas de faltar “a toda lógica revolucionaria” por concertar una alianza antifascista con el régimen burgués ruso, a pesar de que el régimen burgués es la “matriz” del fascismo. Aquí como en otros muchos casos, la dirección del KKE exhibe su “lógica” metafísica que analizaremos más adelante y que, de momento, nos mueve a preguntar: ¿acaso la URSS faltó “a toda lógica revolucionaria” al aliarse con los regímenes burgueses estadounidense y británico contra las potencias nazi-fascistas, a pesar de que también fueran una “matriz” del fascismo?

A continuación, el autor del artículo culpa a la burguesía rusa de utilizar como peones de sus planes geopolíticos a los rusos y rusófonos de las repúblicas que se independizaron de Moscú, pasando por alto el hecho de que, primero, fueron las nuevas burguesías no rusas dirigidas por el imperialismo occidental las que adoptaron medidas hostiles tanto hacia la Federación Rusa como hacia la parte de la población de Ucrania, Letonia, etc., que era culturalmente rusa.

Además, repite como un papagayo la propaganda de la OTAN que culpa a Rusia de anexionarse territorios con la excusa de proteger la minoría nacional rusa: en realidad, la comunidad rusa no es minoritaria, sino mayoritaria, en el este y sur de Ucrania; ha formado parte de esta república pacíficamente hasta que los nacionalistas tomaron violentamente el poder en Kiev (Euromaidán), contra la Constitución y la decisión mayoritaria del electorado, pero con el patrocinio de Occidente, para forzar la ucranización antirrusa de todo el país; la población de estos territorios -orgullosamente proletaria- no fue anexionada por el ejército ruso, sino que, antes de que éste interviniera, se defendió donde pudo (en Crimea, Sebastopol y en las regiones de Donetsk y de Lugansk, porque en Odesa, Jarkov y otros lugares fue masacrada por los paramilitares fascistas) de la agresión de las nuevas autoridades, fue víctima de estafa por parte de los gobiernos occidentales firmantes de los Acuerdos de Minsk, reclamó una autonomía que le fue negada, proclamó entonces su independencia y, sólo cuando iba a ser aplastada por un ejército convertido en ariete de la OTAN, pidió la ayuda militar de la Federación Rusa y su adhesión a la misma.

Después de formular algunas críticas justas contra el nacionalismo burgués ruso (justas porque, como advertía Lenin, incluso el nacionalismo de nación oprimida tiende a ser excluyente y reaccionario), Vagenas rechaza la opinión de la mayoría de los comunistas que consideramos a Rusia como parte de un eje antiimperialista. El argumento que alega es que Rusia, al ser un país capitalista dominado por monopolios e integrado en el mercado capitalista global, es un país imperialista y, por consiguiente, no puede ser antiimperialista.

La “pirámide imperialista”, una simplificación antidialéctica

Cuando cuestionamos la lógica de escolar que preside su teoría de la “pirámide imperialista” y que le lleva a equiparar a Estados Unidos y a Burkina Faso como países imperialistas, el dirigente del KKE sólo es capaz de reconocer que “cada país capitalista dentro del sistema imperialista mundial desempeña un papel diferente y ocupa una posición diferente sobre la base de su poder, de su fuerza económica, política y militar”. Pero limitarse a reconocer que hay “diferencias” entre países es insuficiente para comprender el mundo actual y poder transformarlo. No se trata solamente de diferencias, sino de oposición, de antagonismo entre países opresores y países oprimidos.

Lenin descubrió que la base del imperialismo contemporáneo es el capitalismo monopolista, pero quien pretenda ser marxista-leninista no debe conformarse con esta causa esencial abstraída de la diversidad de fenómenos imperialistas en que se expresa. De hecho, Lenin también llegó a decir que “la división de las naciones en opresoras y oprimidas… constituye la esencia del imperialismo… que los socialchovinistas y Kautsky eluden engañosamente.”[3] ¿Cuál es entonces la esencia del imperialismo? ¿Cómo explicar la contradicción en que Lenin incurre aquí?

Contrariamente a los jefes del KKE que todo lo deducen de una definición abstracta, Marx preconizaba el método de “elevarse de lo abstracto a lo concreto” como “el procedimiento con que el pensamiento asimila lo concreto, lo reproduce espiritualmente como concreto.” Además, no confundía lo concreto con un solo aspecto particular, ¡así fuera esencial!, sino que lo definía como “la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso” que aparece “en el pensamiento como proceso de síntesis”[4]. En consonancia, Lenin sostenía que la verdad siempre es concreta y reclamaba analizar concretamente la realidad concreta. Por mucho que la dominación de los monopolios sea un aspecto esencial del imperialismo, no abarca su esencia concreta. Para abarcar la esencia de una cosa, hay que tener en cuenta los diversos fenómenos en que se expresa: dicho con palabras de Lenin, “La esencia se manifiesta, el fenómeno es esencial”.[5]

Ciertamente, es más fácil reducir el imperialismo a los monopolios (o el capitalismo al mercado), pero no es suficiente y, por tanto, es falso y contradice la realidad y su reflejo teórico como marxismo-leninismo: este reduccionismo abstracto perjudica a la revolución proletaria y beneficia a la contrarrevolución burguesa.

La teoría de la “pirámide imperialista” de los dirigentes del KKE suprime de un plumazo la solidaridad antiimperialista del proletariado con los Estados socialistas y con las naciones oprimidas con el argumento de que, en ellos, la burguesía se ha fortalecido o constituye la clase dirigente. Con esta teoría, alimentan el temor irracional y el pánico de los revolucionarios menos firmes a que las alianzas con determinados sectores de la burguesía contra otros acaben descomponiendo el movimiento obrero, como ha sucedido a menudo en los últimos decenios. En lugar de esforzarse por comprender concretamente por qué esto ha ocurrido y cuáles son las alianzas concretas que sí son progresivas y necesarias, promueven la actitud sectaria y antiunitaria de atrincherarse en una falsa independencia de clase que es realmente un aislamiento del proletariado con respecto al pueblo y un aislamiento de los comunistas con respecto a las masas, para mayor gloria del imperialismo.

Presumen de comunistas, pero se pasan por el arco de triunfo el Manifiesto del Partido Comunista cuando explica cómo el proletariado se prepara como clase revolucionaria, no absteniéndose, sino participando en las luchas burguesas: “las colisiones en la vieja sociedad favorecen de diversas maneras el proceso de desarrollo del proletariado. La burguesía vive en lucha permanente: al principio, contra la aristocracia; después, contra aquellas fracciones de la misma burguesía, cuyos intereses entran en contradicción con los progresos de la industria, y siempre, en fin, contra la burguesía de todos los demás países. En todas estas luchas se ve forzada a apelar al proletariado, a reclamar su ayuda y a arrastrarle así al movimiento político. De tal manera, la burguesía proporciona a los proletarios los elementos de su propia educación, es decir, armas contra ella misma.”

Ya que han olvidado el Manifiesto en que deberían inspirarse, y antes de continuar el análisis de sus errores concretos, les recordaremos la categoría de comunistas a la que tienden a degradarse: los comunistas crítico-utópicos “pretenden suplantar la acción social por su acción personal especulativa, las condiciones históricas que han de determinar la emancipación proletaria por condiciones fantásticas que ellos mismos se forjan, la gradual organización del proletariado como clase por una organización de la sociedad inventada a su antojo.  Para ellos, el curso universal de la historia que ha de venir se cifra en la propaganda y práctica ejecución de sus planes sociales”. [6]

Rusia y China no son países imperialistas

La dirección del KKE coloca a China y a Rusia en la cúspide de la “pirámide imperialista” con una pobre argumentación que se resume en que son países poderosos en los que hay monopolios.

Ciertamente, la economía de ambos tiene una base mercantil, lo que no significa necesariamente capitalista y menos, imperialista, como debería saber cualquier marxista. Hasta el presente, todavía ninguna sociedad ha alcanzado tal nivel de desarrollo como el descrito por Marx en su Crítica del Programa de Gotha: ninguna ha podido prescindir de relaciones de producción mercantiles, ni siquiera la Unión Soviética de tiempos de Stalin donde los bienes de consumo continuaron revistiendo la cualidad de mercancías.

Todas las revoluciones socialistas han perseguido y siguen persiguiendo el objetivo de liberar a la humanidad de la alienación que entraña la mercancía y que fue analizada por Marx en la sección primera del libro primero de El Capital. Pero la voluntad no es suficiente, pues se necesita también un desarrollo cuantitativo y cualitativo (socialización) de las fuerzas productivas (incluido el trabajador) que ponga fin a la escasez de medios de vida necesarios para el libre desenvolvimiento de cada individuo. Históricamente, la propiedad privada, el mercado y el capitalismo han sido palancas necesarias para ese desarrollo, hasta llegar a la situación actual en que se van convirtiendo en crecientes obstáculos que la revolución proletaria tiene la misión de apartar. Con este fin, esta revolución arrebata el poder político a la burguesía para emprender una transición dialéctica -larga, compleja, contradictoria- desde la dominación de las relaciones de producción capitalistas hasta completar su supresión en la sociedad comunista.

Ningún proceso de desarrollo puede prescindir de retrocesos parciales, durante los cuales se completan las condiciones para los avances ulteriores. Así, por ejemplo, la Primera Internacional (AIT) tuvo que rebajar su programa en comparación con el Manifiesto del Partido Comunista, para hacer posible la acción unitaria de la clase obrera con la que el proletariado militante de Europa se convenció de la idoneidad de los principios defendidos por Marx y Engels. También el Poder Soviético bajo la dirección de Lenin tuvo que dar ese paso atrás relativo que fue la Nueva Política Económica, para poder luego recuperar la ofensiva en la edificación del socialismo. En aquellos tiempos igual que ahora, los burgueses interpretaron estos repliegues como una prueba de la superioridad de la economía capitalista sobre el comunismo; y los agoreros “izquierdistas” aseguraban que los bolcheviques habían traicionado la revolución proletaria y regresado al capitalismo.

En la Rusia de los años noventa, el partido de la clase obrera se había debilitado tanto que fue desplazado del poder político por una nueva burguesía incipiente. Pero pronto, la voracidad de los imperialistas occidentales obligó al sector principal de la burguesía rusa a alejarse de ellos y a apoyarse en el proletariado formado bajo el socialismo soviético. Rusia es, por tanto, un país capitalista dirigido por una burguesía debilitada, acosada desde el exterior y que depende de un destacamento nacional de la clase obrera en pleno proceso de recuperación de su histórica posición democrática, patriótica antiimperialista y socialista. Los “piramidistas” griegos deberían reconocer al menos que la libertad de los obreros para sindicarse, militar en los partidos comunistas con los que siguen teniendo relaciones y acceder a su teoría revolucionaria marxista-leninista es mayor en Rusia que en Ucrania o en cualquier país capitalista ordinario. Por tanto, la actitud de los comunistas hacia este país merece ser menos antagónica y más prudente que hacia los países de sólida dictadura burguesa.

Es una de las razones por las que está fuera de lugar calificarlo de imperialista. Otra razón es la solidaridad que presta a otros pueblos y gobiernos agredidos por los verdaderos imperialistas: Cuba, Venezuela, Siria, Irán, RPD de Corea, Malí, Níger, etc. Despreciando la opinión de los pueblos que la reciben, los “izquierdistas” del KKE cuestionan esta ayuda como insuficiente e interesada, pero su acusación no tiene nada de original. A la joven Rusia soviética también se le reprochó que no se sacrificara por la revolución europea, a la URSS por no brindar un apoyo militar directo a los comunistas griegos que sufrían el ataque de los intervencionistas angloamericanos, etc.

Aun abstrayéndonos de lo anterior, tampoco Rusia se ajusta a la descripción que hizo Lenin del imperialismo contemporáneo y que no limitó a la dominación de los monopolios capitalistas, aunque fuera su causa esencial. El país euroasiático no ha experimentado un proceso de monopolización, sino, al contrario, de desmonopolización a partir de la economía socialista precedente (“el socialismo no es más que el monopolio capitalista de Estado puesto al servicio de todo el pueblo y que, por ello, ha dejado de ser monopolio capitalista”[7]). La acumulación capitalista en un país tan inmenso en recursos todavía no exige exportar más capitales que mercancías. Y los capitales que exporta, así como el poderío militar, nuclear, industrial, espacial, farmacéutico, diplomático, etc., que menciona Vagenas para “demostrar” el carácter imperialista de Rusia, no tienen por causa una sobreacumulación interna de capital, sino la necesidad de superar el cerco imperialista. Lo consigue gracias a su reciente pasado socialista y no como beneficiaria de la “pirámide imperialista” a costa de otros pueblos. Al contrario, es una potencia que, incluso bajo dirección burguesa, sólo logra mantenerse soberanamente luchando contra esa “pirámide” en alianza con todos los oprimidos por ésta.

La “pirámide imperialista”, el monopolio de un “puñado de países” -como decía Lenin- o de los “mil millones de oro” -como dice Putin-, se estableció en vida del líder bolchevique después de cientos de años de acumulación capitalista y, desde entonces, poco ha cambiado la composición de cada uno de los dos campos en que quedó dividido el mundo. Como éste demostró frente a Kautsky, de la relación antagónica entre los imperialistas, y de la relación entre ellos y los pueblos oprimidos, no puede resultar nada tan compacto y monolítico como una pirámide. La unidad entre los primeros sólo puede ser relativa frente a los segundos, mientras que la lucha es absoluta. Por eso, la expresión de “cadena imperialista” empleada por Lenin es más correcta para describir la relación de opresión entre países y cómo cada ruptura de un eslabón pone en jaque toda la cadena. Esto es lo que ocurrió con las revoluciones socialistas y de liberación nacional del siglo XX y es lo que volverá a suceder con la lucha antiimperialista cada vez más conjuntada de los países socialistas, exsocialistas, soberanistas, de los pueblos oprimidos y del proletariado internacionalista. La cadena imperialista se rompe, se debilita, se reconstruye y vuelve a romperse en un proceso histórico que capacita al proletariado para sustituir el capitalismo por el comunismo, y no en una fatal repetición ahistórica de la etapa inicial del imperialismo con un mero cambio de jerarquía entre países.

En cuanto a China, Vagenas le reprocha que participe en el G-20 junto a Rusia y a los demás Estados capitalistas más poderosos (negociar no presupone identidad de objetivo) y, que tenga “como objetivo el beneficio que se obtiene de la explotación de la fuerza de trabajo no sólo de los trabajadores de su propio país, sino también de muchos otros países de Europa, Asia, África, América, en todos los lugares donde se desarrollan sus monopolios”. Desde luego que el beneficio económico procede del trabajo desplegado más allá de la reproducción del valor de la fuerza de trabajo. Pero, esto no es necesariamente “explotación” de los trabajadores. Para que haya verdadera explotación, hace falta que el objetivo último sea perpetuar la relación de clases por la que una de ellas vive a expensas del trabajo de la otra.

Sin embargo, ¿dónde está la prueba de que la perpetuación de la explotación del hombre por el hombre sea el objetivo de China, cuyo régimen se proclama socialista, de dominación de la clase obrera, bajo la dirección de su Partido Comunista, de prevalencia de la propiedad estatal y cooperativa, de planificación económica central, etc.? Los dirigentes del KKE y otros objetan que son sólo bellas palabras para encubrir una realidad en que “mandan las clases burguesas, los monopolios”, análogamente al falso socialismo gobernante en nuestros países capitalistas. Pero la analogía no es prueba suficiente. A diferencia de nuestros “socialistas”, los comunistas chinos llegaron al poder derrocando y expropiando a las clases explotadoras, y están consiguiendo mejorar la situación de la población laboriosa de su país y de los pueblos oprimidos con los que hacen tratos, además de que su economía continúa desarrollándose y superando a la de los países capitalistas sin crisis económicas que hagan peligrar esta tendencia positiva.

Es cierto que, desde 1978, operaron un arriesgado repliegue parcial hacia el mercado, el capitalismo y la penetración del capital extranjero, mayor que el permitido por los dirigentes soviéticos sucesores de Stalin y que el propuesto por Lenin como NEP. El contexto internacional en que los dirigentes chinos tomaron este rumbo se caracterizaba por la consolidación relativa del campo imperialista, su enemistad con la URSS, el debilitamiento continuado del movimiento obrero a pesar de sus esfuerzos por contrarrestarlo y una desigualdad creciente en el desarrollo de las fuerzas productivas entre los países opresores y los países oprimidos, incluida China. Optaron entonces por desarrollar lo más rápidamente posible sus fuerzas productivas a toda costa.

El imperialismo concreto de hoy y la reanimación del movimiento obrero

La crisis que sufre el movimiento proletario desde mediados del siglo XX no sólo se debe a la erosión de los principios revolucionarios en los Estados socialistas y en los partidos comunistas, sino también a una alteración en las condiciones concretas de existencia de la clase obrera de los países capitalistas: desigualdad en aumento entre los trabajadores de los países dominantes y los de los países dominados favoreciendo los antagonismos nacionales; crecimiento del nivel de instrucción profesional de los trabajadores y, a través de él, de su adoctrinamiento ideológico; desarrollo intensivo de la producción y fragmentación del tejido industrial; incremento exponencial de los medios de comunicación controlados por los capitalistas; mayores recursos para sobornar a la cúspide del movimiento proletario gracias a la explotación neocolonial más eficiente de los países oprimidos; etc.

Desde la Primera Guerra Mundial y desde los tiempos de Lenin, había cambiado la realidad concreta de la clase obrera y también la realidad concreta del imperialismo. Como resultado de la Segunda Guerra Mundial, se había destacado una potencia imperialista muy superior y dominante sobre todas las demás, la cual imponía sus intereses particulares en la lucha conjunta de todas ellas contra el proletariado internacionalista y sus nuevos baluartes: los países socialistas y las revoluciones anticoloniales. Este campo progresista de fuerzas contradictorias en su composición de clase es el que hoy puede y necesita unirse para derrotar a los imperialistas. Y es precisamente la participación del proletariado en esta alianza la que le permitirá conquistar su dirección para proseguir la lucha hasta la victoria del socialismo. No existe ningún otro camino que sostener esta alianza, luchando en su seno por los intereses estratégicos del proletariado. Pero cualquier exageración de la lucha interna, de la crítica a nuestros aliados, que debilite la unidad sólo conducirá a prolongar los horrores del imperialismo.

Toda persona progresista sabe con seguridad que la verdadero base que sostiene al imperialismo y a la opresión capitalista sobre las masas son las potencias occidentales, principalmente los Estados Unidos de América. Cada una de las derrotas que experimentan debilita su economía y, por consiguiente, su capacidad para oprimir a los pueblos y para domesticar al movimiento obrero. Son el enemigo principal contra el que debemos dirigir todas las fuerzas opositoras. Entre éstas, hay también opresores e incluso algunos podrían acabar desarrollando la capacidad de relevar a los actuales imperialistas. Pero este relevo todavía no es posible, es sólo una tendencia entre otras y la tarea del proletariado revolucionario es precisamente promover la tendencia contraria de la única manera posible: luchar por fortalecer esta alianza, demostrando así que es el mejor dirigente para alcanzar la victoria.

La dirección del KKE cree (o quiere hacernos creer) que va a derrocar el capitalismo y construir la nueva sociedad socialista-comunista desligándose de lo que llama “todas las alianzas imperialistas” y aferrándose a una sola de las consignas de Lenin contra las guerras injustas como la Primera Guerra Mundial: no apoyar a ninguno de los bandos. Pero olvida que Lenin habló también de tomar partido en las guerras justas como lo es la que se está librando contra el imperialismo en los distintos frentes. También olvida que Lenin, incluso en aquella guerra injusta, llamaba a los revolucionarios a promover ante todo la derrota del gobierno del país propio, un objetivo que estos dirigentes griegos sabotean al repetir la propaganda antirrusa y antichina de la OTAN. Como decía Che Guevara (y recuerdan de manera tan desatinada los partidarios mexicanos del KKE): “no se puede confiar en el imperialismo ni tantito así, nada”[8]. Para contribuir realmente a la independencia política de la clase obrera en cada país, hay que empezar por reunir la mayor fuerza posible contra su propio gobierno imperialista en lugar de distraer, confundir y desorientar a las masas con los supuestos defectos de quienes lo combaten con algo más que palabras.

Vagenas tiene parte de razón cuando critica como ilusión pequeñoburguesa la perspectiva de una multipolaridad de países conviviendo en paz, justicia y armonía, mientras sus economías sean capitalistas (dicho sea de paso, ni siquiera se consiguió esta relación idílica entre los países socialistas, porque presentan “todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede”[9]). No obstante, en tanto no se progrese hacia el comunismo, la consigna de multipolaridad es tácticamente pertinente como mediación dialéctica, como reivindicación democrática internacional que descompone al imperialismo[10].  Nuestro autor se equivoca al descartar absolutamente esta reivindicación y cualquier otra de carácter democrático, levantando una muralla de China entre la democracia y el socialismo.

Sobre la relación entre la lucha por la democracia y la lucha por el socialismo

Lenin tuvo que enfrentarse a este tipo de errores dogmáticos y metafísicos que aparecen con cada viraje brusco en el curso de los acontecimientos políticos, como una reacción irracional a las desviaciones oportunistas. Durante la Primera Guerra Mundial, fue el llamado “economismo imperialista” que, ahora, los dirigentes del KKE están copiando aplicadamente. Fue formulado por destacados teóricos del partido bolchevique que tuvieron un papel vacilante en la revolución rusa y que acabaron oponiéndose a la construcción del socialismo en la URSS (Bujarin, Piatákov, Rádek, etc.). La raíz filosófica de este pensamiento defectuoso fue explicada por Lenin en su evaluación de Bujarin: “sus concepciones teóricas muy difícilmente pueden calificarse de enteramente marxistas, pues hay en él algo escolástico (jamás ha estudiado y creo que jamás ha comprendido por completo la dialéctica)”[11].

Lenin advertía a los adeptos del “economismo imperialista” que “se han metido en un atolladero, que sus ‘ideas’ nada tienen en común ni con el marxismo ni con la socialdemocracia revolucionaria” y que no son capaces de “resolver el problema de cómo vincular el advenimiento del imperialismo con la lucha por las reformas y la democracia”.[12]

Esta incapacidad también quedó en evidencia en el artículo que la exsecretaria general del KKE, Aleka Papariga, escribió en 2013 Sobre el imperialismo y la pirámide imperialista, cuando identificaba “la lucha antiimperialista con la lucha anticapitalista”.[13] Una cosa es vincular ambas luchas, lo cual es correcto, y otra muy distinta es rechazar toda expresión de antiimperialismo que no sea anticapitalista. El imperialismo no es sólo el capitalismo altamente desarrollado, sino también su superestructura[14] reaccionaria que niega la democracia burguesa y que, por consiguiente, convierte a las capas populares y a las naciones oprimidas en aliadas del proletariado en su necesaria lucha por la democracia.

Los seguidores mexicanos del KKE reconocen cándidamente que revisan las conclusiones marxistas-leninistas sobre el imperialismo… ¡por causa del imperialismo!: “durante un cierto periodo … podían algunas guerras ser justas, pero desde finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX como dijo Lenin las guerras fueron imperialistas por ambos lados. (…) Lenin señaló el problema de países dependientes y coloniales y semicoloniales, sin embargo, el desarrollo de las fuerzas productivas y la lucha de clases (donde la URSS y los comunistas jugaron un papel determinante) ha hecho cambiar ese mundo.”[15]

El desprecio de los “piramidistas” por las cuestiones democráticas generales, es decir, burguesas, es todavía más grave ahora que los imperialistas han conseguido reducir la conciencia de clase de los obreros y son las naciones oprimidas y de los Estados socialistas supervivientes los que más resistencia oponen a la ofensiva del imperialismo en crisis. En estas condiciones, la clase obrera volverá a convertirse en una fuerza política únicamente si su vanguardia comunista estimula su participación en la lucha democrática -particularmente de liberación nacional- contra el imperialismo y, en el curso de ésta, la educa también en el socialismo.

Pero los defensores de la “pirámide imperialista” discrepan y prefieren la lógica de los “economistas imperialistas” que Lenin resumía así: “Lo ‘único’ que se puede ‘oponer’ a la guerra imperialista es el socialismo; sólo el socialismo es la ‘salida’. ‘En consecuencia’ incluir consignas democráticas en nuestro programa mínimo, es decir, bajo el capitalismo, es un engaño o una ilusión, confusión o aplazamiento, etc., de la consigna de la revolución socialista”.

Este tipo de lógica demuestra que “no se comprende la relación el capitalismo y la democracia, entre el socialismo y la democracia”, ni se comprende que “el despertar y el crecimiento de la insurrección socialista contra el imperialismo están indisolublemente vinculados con el crecimiento de la resistencia democrática y de la rebelión”.

El camino que Lenin prescribía era: “A través de la democracia burguesa hacia la organización socialista y consecuentemente democrática del proletariado contra la burguesía y el oportunismo. No hay otro camino. No hay otra salida. El marxismo como la vida misma no conoce otra salida… sin temer que ello ‘manche’ ‘la pureza’ de nuestros objetivos económicos.”[16]

Explicaba la relación entre la lucha por la democracia y la lucha por el socialismo como un proceso que desemboca en un salto cualitativo: “A la vez que nos apoyamos en las realizaciones democráticas ya conquistadas y denunciamos su carácter incompleto en el régimen capitalista, exigimos el derrocamiento del capitalismo, la expropiación de la burguesía, como base indispensable, tanto para acabar con la miseria de las masas como para realizar completamenteíntegramentetodas las transformaciones democráticas. Algunas de esas transformaciones serán iniciadas antes del derrocamiento de la burguesía, otras en el curso de su derrocamiento y otras después de dicho derrocamiento. La revolución social no es una batalla única, sino un período que comprende toda una serie de batallas por transformaciones económicas y democráticas en todos los órdenes, batallas que sólo pueden culminar en la expropiación de la burguesía.”[17]

Convertirse en vanguardia de estas batallas, en lugar de despreciar y rechazar a otras clases participantes, ésta es la misión del proletariado socialista.

Lenin remató su crítica del “economismo imperialista” explicando la causa de su surgimiento: “Una cosa es meditar en las causas y en el significado de una guerra imperialista originada por un capitalismo altamente desarrollado, en la táctica socialdemócrata en relación con tal guerra, en las causas de la crisis dentro del movimiento socialdemócrata, etc.; pero es completamente distinto permitir que la guerra oprima el pensamiento de uno, … Una de esas formas de opresión y  represión del pensamiento humano por causa de la guerra, es la actitud despectiva del ‘economismo imperialista’ hacia la democracia.”[18]

El trauma que ha oprimido el pensamiento racional de los “piramidistas” es, sin duda, “el proceso contrarrevolucionario de derrocamiento del socialismo” soviético por los líderes oportunistas del PCUS que, según Vagenas, “se completó” en 1989-1991, destruyendo “completamente” las posiciones conquistadas por el proletariado durante decenios de revolución (¡impresionante muestra de materialismo dialéctico!). Su desafortunada negación mecánica del oportunismo tiene un precedente histórico inmediatamente después de la Revolución de Octubre, cuando unos pocos comunistas interpretaron de manera unilateralmente izquierdista el éxito de los bolcheviques.

Alianzas, etapas intermedias y compromisos

Los dirigentes del KKE parten del esquema abstracto por el que, una vez el capitalismo ha alcanzado su etapa superior, quedan la burguesía y el proletariado como únicos antagonistas. De ahí que sólo subsista esta contradicción y la de los capitalistas entre sí, habiendo desaparecido la que opone los países imperialistas a los países oprimidos. De este modo, consuman la revancha de Lasalle sobre Marx: frente a la clase obrera, las demás clases no forman más que una masa reaccionaria.

Por consiguiente, cualquier propuesta de alianza o compromiso con algún sector de la burguesía o cualquier planteamiento de “etapa entre el capitalismo y el socialismo”[19] sería reaccionario y equivaldría a una traición. El “nuevo” análisis “piramidal” del imperialismo también rechaza la posición que Engels sostuvo frente a los comuneros blanquistas: los comunistas lo son, no porque quieran alcanzar su fin sin detenerse “en etapas intermedias y sin compromisos, que no hacen más que alejar el día de la victoria y prolongar el periodo de esclavitud”; sino “porque, a través de todas las etapas intermedias y de todos los compromisos creados no por ellos, sino por la marcha del desarrollo histórico, ven claramente y persiguen constantemente su objetivo final”[20].

En particular, como anunciamos antes, el dirigente del KKE Eliseos Vagenas deduce del hecho de que “el fascismo es un producto del sistema de explotación, una opción de la burguesía”, la conclusión de que sería “contrario a toda lógica revolucionaria creer, como hacen algunos partidos comunistas, que la burguesía, incluso de otro país, puede efectivamente proponerse acabar con el fascismo, pero al mismo tiempo apoyar por todos los medios la «matriz» que le da origen, es decir, el sistema capitalista. (…) Esta división de las fuerzas imperialistas en ‘malas’ (‘fascistas’, ‘neofascistas’) y ‘buenas’ conduce a llamamientos para la formación de ‘frentes antifascistas’ en una dirección aclasista, es decir, en alianzas sin criterios socioclasistas, incluso con fuerzas burguesas y a alinearse con los supuestos ‘Estados antifascistas’. Esta concepción lleva al movimiento comunista, a la clase obrera a desarmarse, a renunciar a su misión histórica … se abre el camino a la colaboración con el oportunismo, con la socialdemocracia y con las fuerzas políticas burguesas, con sectores de la burguesía. Se abre el camino a elegir entre imperialistas”.[21]

¿Quiere insinuar este camarada que los comunistas no debieron apoyar al Frente Popular, entrar en su gobierno (que era burgués) y defender con las armas en la mano la II República burguesa española frente al fascismo internacional entre 1936 y 1939? ¿No le conmueve el hecho histórico de que fue precisamente a través de la formación de frentes populares y nacionales antifascistas como el socialismo se extendió a un tercio de la humanidad y el comunismo internacional se convirtió en un partido de masas?

Vagenas apela a Lenin para decretar que “el lado correcto de la historia, cuando chocan los ‘depredadores’ imperialistas, no es elegir el lado del ‘depredador’ más débil para que ocupe el lugar del más poderoso. El lado correcto de la historia es elegir el lado de los pueblos contra el campo de los capitalistas … y construir la nueva sociedad socialista-comunista desligándonos de todas las alianzas imperialistas”.[22]

Sin titubear ante la “matriz” trotskista de su lógica, el dirigente del KKE está contraponiendo Lenin a Stalin, por la alianza antifascista que éste concertó para ganar la Segunda Guerra Mundial. En realidad, la lógica de Vagenas también condena a Lenin puesto que éste también negoció acuerdos con unos imperialistas contra otros, como fue la Paz de Brest-Litovsk, y, en todo momento, defendió una política de alianzas y una línea de masas basadas en el materialismo dialéctico, como puede comprobar todo el que quiera a través de sus escritos Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democráticaAcerca del infantilismo “izquierdista” y del espíritu pequeñoburguésLa enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, etc.

La lógica mecanicista y metafísica de los “piramidistas” no admite la unidad de contrarios, sino únicamente la identidad o la más rígida antinomia. Su inconveniente es que incurre en contradicción desde el momento en que intenta pasar a la práctica.

Así, la propia Aleka Papariga no puede dejar de reconocer que la sociedad no se divide exclusivamente entre un proletariado y una burguesía absolutamente separados, sino que existen otras capas o clases sociales y, por consiguiente, se hace necesaria “la alianza de la clase obrera con los sectores populares pobres de los trabajadores autónomos objetivamente”. Pero añade que esta alianza “debe desarrollarse en una dirección firmemente antimonopolista anticapitalista, dirigirse a la adquisición del poder obrero”.

Esta dirección se corresponde con el interés objetivo de la clase obrera, pero no con el de esas otras capas o clases intermedias que, como constata la camarada Parariga, “son oscilantes debido a su naturaleza (por su posición en la economía capitalista), que tienen interés en la abolición de los monopolios, en la socialización de los medios de producción concentrados, mientras que al mismo tiempo están imbuidas de la ilusión de que tienen interés por la pequeña propiedad privada. No pueden entender que sus intereses a largo y medio plazo se pueden servir solamente por el poder socialista”.[23]

Si no pueden entenderlo, es absurdo por imposible pretender realizar la alianza sobre esta base. Veamos qué solución ofrece entonces la dirigente del KKE a esta contradicción: “La ilusión de que cualquier otro compromiso puede tener éxito en condiciones del capitalismo monopolista, es decir en la fase imperialista del capitalismo, es perjudicial, utópica, ineficiente”. Por tanto, no contempla ninguna vía que no sea el rechazo a todo compromiso y alianza realmente posibles, el aislamiento del proletariado y su descomposición puesto que sus capas periféricas están en contacto con aquellas capas intermedias.

Con el pretexto preservar la independencia política de la clase obrera frente al oportunismo, los “piramidistas” rechazan todo compromiso con otras clases y para otros objetivos más inmediatos que el socialismo. Lenin discrepaba de esta manera paranoica y suicida de luchar contra el oportunismo:

“Preparar una receta o una regla general (¡»ningún compromiso»!) para todos los casos, es absurdo. Es preciso contar con la propia cabeza para saber orientarse en cada caso particular. (…) Las gentes ingenuas y totalmente faltas de experiencia se figuran que basta admitir los compromisos en general, para que desaparezca todo límite entre el oportunismo, contra el que sostenemos y debemos sostener una lucha intransigente, y el marxismo revolucionario o comunismo. Pero esas gentes si todavía no saben que todos los límites, en la naturaleza y en la sociedad, son variables y hasta cierto punto convencionales, no tienen cura posible, como no sea mediante un estudio prolongado, la educación, la ilustración y la experiencia política y práctica. (…) Hacer la guerra para derrumbar a la burguesía internacional, una guerra cien veces más difícil, prolongada y compleja que la más encarnizada de las guerras corrientes entre Estados, y renunciar de antemano a toda maniobra, a toda utilización (aunque no sea más que temporal) del antagonismo de intereses existente entre los enemigos, a los acuerdos y compromisos con posibles aliados (aunque sean provisionales, inconsistentes, vacilantes, condicionales), ¿no es esto acaso algo infinitamente ridículo? (…) Toda la cuestión consiste en saber aplicar esta táctica para elevar y no para rebajar el nivel general de conciencia, de espíritu revolucionario, de capacidad de lucha y de victoria del proletariado”.[24]

La solución a la contradicción en la que se ha atascado la camarada Papariga está en la parte de su enunciado que se corresponde con la realidad de esas capas o clases intermedias que “tienen interés en la abolición de los monopolios, en la socialización de los medios de producción concentrados”. Si al menos los “piramidistas” fueran consecuentes con su concepción esencialista del imperialismo, apreciarían la contradicción entre los monopolistas y el resto de los capitalistas, tanto dentro de los países imperialistas como a escala internacional. Las alianzas sobre esta base no serían suficientes para alcanzar el socialismo, pero sí absolutamente necesarias para debilitar el capitalismo monopolista y para desarrollar políticamente a la clase obrera como dirección de las restantes masas oprimidas.

La camarada Papariga exige con razón que se combine la lucha contra el capitalismo y la guerra imperialista “con la lucha contra el oportunismo… puesto que la raíz del oportunismo se encuentra en el propio sistema imperialista porque la burguesía cuando se da cuenta de que no puede gestionar sus asuntos con estabilidad, se apoya al oportunismo como una visión generalizada, como partido político, con el fin de ganarse tiempo para reagrupar el sistema político burgués, socavar el crecimiento constante del movimiento obrero revolucionario”.

Pero llama la atención que esta camarada reduzca la lucha contra el oportunismo a la mera denuncia y que pase por alto la raíz económica del oportunismo que permite a la burguesía utilizarlo contra el movimiento obrero, la cual sólo puede ser destruida mediante la alianza del proletariado con el movimiento de liberación de las naciones oprimidas por los imperialistas: “el monopolio da superganancias, es decir, un exceso de ganancias por encima de las ganancias normales, ordinarias del capitalismo en todo el mundo. Los capitalistas pueden gastar una parte de estas superganancias (¡e incluso una parte no pequeña!) para sobornar a sus obreros, creando algo así como una alianza (…) de los obreros de un país dado con sus capitalistas contra los demás países. (…) Por una parte, está la tendencia de la burguesía y de los oportunistas a convertir el puñado de naciones más ricas, privilegiadas, en ‘eternos’ parásitos sobre el cuerpo del resto de la humanidad, a ‘dormir sobre los laureles’ de la explotación de negros, hindúes, etc., teniéndolos sujetos por medio del militarismo moderno, provisto de una magnífica técnica de exterminio. Por otra parte, está la tendencia de las masas, que son más oprimidas que antes, que soportan todas las calamidades de las guerras imperialistas, tendencia a sacudirse ese yugo, a derribar a la burguesía. La historia del movimiento obrero se desarrollará ahora, inevitablemente, en la lucha entre estas dos tendencias, pues la primera tendencia no es casual, sino que tiene un ‘fundamento’ económico”.[25]

¿A cuál de estas dos tendencias representan los dirigentes del KKE cuando niegan que el “puñado de naciones más ricas” explota y parasita a las demás, cuando decretan que todos los países son imperialistas en mayor o menor medida? ¿A cuál representan cuando desprecian la lucha de las naciones por su soberanía y su independencia, incluida la suya propia y la de otras de Europa, avasalladas o directamente ocupadas por los yanquis y sometidas a sus intereses a través de la Unión Europea? Sin apoyar a todos los que se levantan contra los Estados que dominan el planeta, la lucha contra el imperialismo y el oportunismo se vuelve una frase vacía y un engaño. Contraponer esta lucha nacional a la lucha proletaria es ocultar cómo se desencadenaron la Comuna de París y todas las revoluciones socialistas que después triunfaron.

Bien está “estudiar con ojo crítico los errores, las debilidades, los planteamientos problemáticos que influyen” en las filas del movimiento comunista internacional, como reclama el camarada Vagenas al final de su artículo. Pero debemos hacerlo para avanzar y no para retroceder. La crítica que el proletariado necesita no consiste en resucitar viejos y burdos errores superados por la cosmovisión marxista-leninista y por la experiencia revolucionaria. Una crítica como la que engendra la teoría de la “pirámide imperialista” sólo merece ser a su vez criticada y repudiada. Es una condición imprescindible para liberar la energía, la iniciativa y el potencial de la clase obrera en el camino hacia la revolución socialista. Esperamos que los camaradas del KKE y otras víctimas de los peligrosos errores dogmático-sectarios emprendan un proceso de comprensión y de rectificación para sumar sus fuerzas a la lucha común contra los imperialistas y sus agentes oportunistas.

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NOTAS:

[1] Carta de Marx a Schweitzer, de 13 de octubre de 1868

[2] https://www.iccr.gr/es/issue_article/Los-pretextos-de-justificacion-de-la-guerra-imperialista-son-una-cortina-de-humo-a-los-ojos-del-pueblo/

[3] El proletariado revolucionario y el derecho de las naciones a la autodeterminación, Lenin. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/akal/lenin-oc-tomo-23.pdf, p. 41.

[4] Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie, Marx. https://www.nodo50.org/gpm/Einstein/Grundrisse_Tomo_I.pdf

[5] Cuadernos filosóficos, Resumen del libro de Hegel “Lecciones de historia de la filosofía”, Lenin. https://historiaycritica.wordpress.com/wp-content/uploads/2012/11/cuadernos-filosoficos1.pdf, p. 235.

[6] El Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels: http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/M&E(SP)/CM47s.html#en39

[7] La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla, Lenin. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/lenin-obras-2-3.pdf, p. 140.

[8] https://www.iccr.gr/es/issue_article/Las-guerras-imperialistas-y-las-tareas-de-los-comunistas/

[9] Crítica del Programa de Gotha, Marx. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/critica-al-programa-de-gotha.htm

[10] Véase el análisis minucioso y exacto de la cuestión en “Multipolaridad” o antiimperialismo internacionalista, Dimitrios Patelis. https://waporgan.org/?p=2828

[11] Carta al Congreso, Lenin. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1920s/testamento.htm

[12] La nueva tendencia del “economismo imperialista”, Lenin. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/8-1916.htm

[13] Sobre el imperialismo y la pirámide imperialista, Aleka Papariga. https://pcpe.es/sobre-el-imperialismo-y-la-piramide-imperialista/

[14] Véase la discusión de Lenin con Bujarin en la sesión del 19 de marzo de 1919 del VIII Congreso del PC(b)R sobre el programa del partido (marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/akal/lenin-oc-tomo-31.pdf, pp. 35-36)

[15] https://www.iccr.gr/es/issue_article/Las-guerras-imperialistas-y-las-tareas-de-los-comunistas/

[16] Respuesta a P. Kíevski (I. Piatakov), Lenin. http://redstarpublishers.org/respuestakievski.pdf

[17] El proletariado revolucionario y el derecho de las naciones a la autodeterminación, Lenin. Id. ut supra, p. 40.

[18] Respuesta a P. Kíevski (I. Piatakov), Lenin.

[19] Sobre el imperialismo y la pirámide imperialista, Aleka Papariga.

[20] La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, Lenin. http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/LWC20s.html#s8

[21] https://www.iccr.gr/es/issue_article/Los-pretextos-de-justificacion-de-la-guerra-imperialista-son-una-cortina-de-humo-a-los-ojos-del-pueblo/

[22] Ibídem.

[23] https://pcpe.es/sobre-el-imperialismo-y-la-piramide-imperialista/

[24] La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, Lenin.

[25] El imperialismo y la escisión del socialismo, Lenin. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/10-1916.htm