Recientemente,
los trabajadores de NAVANTIA han situado un debate en cierto sectores de la
izquierda por sus movilizaciones en defensa de los puestos de trabajo,
encarnados en la construcción de buques de guerra para la dictadura despótica y
medieval saudí apoyada por la monarquía española, los cuales estaban en peligro
si el gobierno socialista retiraba la venta de misiles, por poder ser utilizados
en la intervención militar genocida saudí contra el pueblo yemení. Nada
justifica las responsabilidades éticas y morales individuales y colectivas de
los trabajadores y sindicatos del astillero, por su acto de indiferencia ante el
genocidio que la dictadura saudí está cometiendo con el pueblo yemení. Pero
siendo conscientes de las decisiones que toman, el problema ya no es la
decisión tomada, sino en saber cómo un colectivo obrero organizado en
sindicatos de clase mayoritarios y alternativos, han llegado a tomar esa decisión
con el apoyo de sindicatos presentes y la omisión de otros.
Para poder analizar
la toma de decisión sin complejos por un colectivo obrero y el resto por
complejo, ante la falta de ética global dominante abstenerse de decir algo, necesitamos
mirar retrospectivamente atrás y conocer la relación histórica del proceso
social y colectivo de la lucha de clases que han vivido los trabajadores de
NAVANTIA, bajo la dirección de sus representantes ideológicos y políticos
mayoritarios y que han representado y actualmente representan sociológicamente
a la izquierda clásica, los sindicatos y partidos CCOO, UGT, PCE-IU y PSOE, que
en las instituciones y la calle, gestionaron este proceso hasta la actualidad,
proceso que no es exclusivo de los trabajadores de la naval, lo fue del
conjunto de la gran empresa pública y privada en todos los ámbitos de producción,
donde también se dan procesos insolidarios aunque no estén basados en actos que
provocan genocidios de pueblos.
La historia
de NAVANTIA que sirve de ejemplo concreto para muchos, sin necesidad de ser
exhaustivos, comenzó en los últimos años de la década de los cuarenta, cuando
bajo la dictadura franquista se construyó como sociedad pública Empresa
Nacional Bazán, dando trabajo a miles de personas y cuna como la mayoría de las
grandes y medianas empresas durante la transición, de un tipo de sindicalismo
asambleario y de lucha, teniendo el momento más álgido de su movilización,
durante los procesos de integración de astilleros por reconversión y cierre con
despidos de eventuales y subcontratas a finales de los setenta, durando esta
pelea los ochenta, noventa y parte del 2000, aunque ya perdida la fase inicial
de defensa de los puestos de trabajo y la industria local y más centrados, en
ir al desempleo prejubilados en las mejores condiciones posibles, creándose
IZAR con los restos y ya reconvertidos en el 2005 la actual NAVANTIA de
carácter público, como construcción militar inicialmente.
Si nos
fijamos en los años, vemos como recorren los cuarenta años de la transición del
franquismo al capitalismo actual, cuestión que nos obliga a situar los pasos de
la lucha de los trabajadores del naval como la de otros muchos, dentro del
proceso por la ruptura o reforma política del franquismo, donde sin duda
formaron parte de la vanguardia de la clase obrera en la lucha por las
libertades contra la dictadura franquista, pagando sus líderes y trabajadores
el alto precio de la cárcel, represión y despidos de sus puestos de trabajo. Por
eso mismo, conocer su sacrificio en la lucha por la justicia y las libertades,
en contraposición a los resultados obtenidos con la línea política que
hegemonizó el proceso, son claves para entender los actuales comportamientos,
teniendo en cuenta que estos son los hijos de la transición y de la monarquía
parlamentaria, sabiendo de la lucha y de las concesiones de sus padres, que los
han dejado en la precariedad actual y sin transmisión cultural histórica que, conscientes
del abandono de su lucha de igualdad por una prejubilación, oscurecieron los
referentes ideológicos y políticos.
Profundizando
en los motivos de la derrota ideológica y política, vemos que el primer coste
surgió con la ruptura de la unidad de acción en el movimiento obrero, por la
divergencia de los que forman el bloque rupturista, con la desmovilización que la
militancia del PCE predicaba en la negociación colectiva ya en el 1976 desde el
movimiento de las comisiones obreras, que tuvo su continuidad con la firma por
el PCE y el PSOE de los Pactos de la Moncloa en el 1977 apoyadas por CCOO y UGT,
que introducen moderación salarial y reformas económicas para modernizar y hacer más competitiva a España en su
aterrizaje europeo, junto a otras supuestas medidas sociales nunca cumplidas. Un
año más tarde aprueban el Estatuto de los Trabajadores con el despido libre
indemnizado, como el látigo que llevó al desempleo a miles y miles de cuadros
políticos y sindicales y a la dimisión de Marcelino Camacho como diputado.
El PCE necesitaba
demostrar al gran capital, que era el dominante absoluto en el movimiento
obrero a través de las comisiones obreras, al ser el lugar donde se jugaba el
partido fundamental de reforma o ruptura con el franquismo. Impuso su mayoría
en el movimiento obrero y sindical mediante métodos autoritarios y en las
fábricas y centros de trabajo, mediante la represión del despido libre
indemnizado impuesta por la patronal a la militancia sindical crítica, también,
forzando la disciplina partidaria entre una militancia comunista desmoralizada
por la aceptación de la reconciliación nacional y el fin de la lucha de clases,
lo cual les permitió llegar a acuerdos con la patronal y el gobierno,
iniciándose así un proceso de colaboración de clases en la modernización de la
industria mediante reconversiones, despidos, cierres de empresas y de
continuidad del régimen en la actual monarquía parlamentaria.
El PCE
consigue el reconocimiento ante la oligarquía europeísta y neoliberal, por el
abandono de la república, la memoria y la ruptura con el franquismo ,
ofreciendo la paz social a cambio de su
reconocimiento institucional y de un estado de bienestar que garantizó unas
mejores condiciones de vida al pueblo , pero
la paga con su escaso reconocimiento social en las elecciones del 77 y
posteriores, abriéndose las puertas al actual régimen de 78 español, sobre la
base de la apropiación de todo lo público mediante su venta, la corrupción y el
retroceso en el derecho al trabajo, imponiéndose a través del despido libre la
precariedad laboral y la subcontratación, negociada por los sindicatos años
tras años en pleno retroceso de credibilidad. Esto es lo fundamental de la
derrota ideológica de la clase obrera, que acabó con un franquismo obsoleto
para los intereses oligárquicos y con su ideal solidario de clase.
Pero si
grave fue el abandono ideológico para la conciencia solidaria y de clase de las
masas obreras, también lo fueron los métodos escogidos para imponer una
estrategia empresarial de reconversión en la industria y empresas estratégicas,
bajo la financiación pública del cierre o despido mediante el cese indemnizado
para los altos cargos y los empleados que tenían alternativa de trabajo y la
prejubilación para la mayoría de los fijos, para lo cual desarrollaban fuertes
movilizaciones intentando mejorar las condiciones de prejubilación y el resto,
subcontratas y eventuales como el grueso de la clase obrera, al paro, la
precariedad y la marginación laboral por la edad.
No se dio
por parte de los sindicatos ni partidos de izquierda mayoritarios, ni un grito
de alerta por el futuro de sus hijos e hijas, vendían sus puestos de trabajo y
su conciencia con una alegría de triunfo, pretendiendo ocultar que su victoria
era un privilegio que la patronal y los gobiernos neoliberales les concedían,
para que abandonaran la lucha y del que un grueso muy grueso de la clase obrera
carecía y carece. Asamblea tras asamblea para prejubilaciones, cierres de
industrias y centros de trabajo, con despidos de empleos directos e indirectos,
industriales y de servicio, es lo que dejó la derrota del movimiento obrero,
además del mantenimiento del franquismo reformado y junto a ello, una pérdida
total de las libertades en los centros de trabajo y en la calle, dejando a sus
hijos en la miseria del desempleo y la precariedad, en un mundo laboral con
despido libre y contratación a la carta por el empresario y esta es la imagen
de la Bahía de Cádiz, del de estado español y de su clase obrera.
Así que no
es de extrañar que la actual clase obrera posfranquista, sea incapaz de
diferenciar entre derecha e izquierda, porque las dos en el ámbito sindical y
político, desarrollaron las mismas políticas neoliberales y corruptas durante
estos cuarenta años con colaboración de sus padres, dejándolos sin futuro y sin
historia como clase en brazos de la cultura, enseñas y banderas burguesas, así
que no es de extrañar, que apoyen a la burguesía neoliberal en las políticas
identitarias de rupturas del estado español, asumiendo sus objetivos de
mantenimiento de privilegios, porque la izquierda apoyó desde la estructura
partidaria, el café para todos en la creación de comunidades autónomas a
propuesta de las burguesías locales, que asumidas como progresistas sin
referéndum democrático, aceptaron la ruptura y fraccionamiento de los sistemas públicos que construyeron el
estado de bienestar en aras de un libre mercado, que no tiene nada que ver con
la descentralización democrática en la gestión de la enseñanza, sanidad,
dependencia o servicios sociales, todos de carácter público e igualitario hasta
esos momentos.
Por lo
tanto, tampoco es de extrañar que la actual clase obrera sea insolidaria con
los pueblos que sufren las guerras, porque el grueso de la izquierda
parlamentaria apoyó los bombardeos en los países que la sufren junto a la
derecha, ocultando que migran forzados por la miseria y las hambrunas que las
potencias imperialistas occidentales, España y EEUU provocan, para la
extracción por las multinacionales de la
materia prima y de mano de obra barata y por lo tanto, no es de extrañar que la
clase obrera española acabe apoyando mañana, a una derecha nacional
proteccionista y reaccionaria, como a Trump en EEUU, a Le Pen en Francia o Salvini
en Italia. Hay cierta excepción hasta ahora en España, Portugal y Grecia por la
oposición de gobiernos y partidos progresistas, a la austeridad y la
precariedad social provocada por el neoliberalismo conservador y progresista.
Así que, aún estamos a tiempo la izquierda marxista obrera y popular, de
construir un discurso desde los intereses concretos de la clase trabajadora y
de su unidad como clase y pueblo, combatiendo el revisionismo y los perjuicios
ideológicos que nos dividen heredados de la transición, ahora es el momento,
cuando todo está en desequilibrio por la crisis global del sistema capitalista
de libre mercado y la ruptura del pacto social de estado de bienestar.
círculos comunistas de Podemos-Unidos Podemos
Asturias septiembre del 2018