La pregunta
no es retórica, sino que responde al objetivo de buscar una explicación a la
paz social actual, después de la ruptura por los gobiernos neoliberales del
PSOE y PP del pacto del estado de bienestar de la transición, con un casi en
especial pronunciamiento sindical a las políticas identitarias y de parálisis
en la acción y movilización social ante las circunstancias históricas de crisis
sistémica, faltando el discurso que arme a la clase obrera que le dé el
conocimiento de la realidad
socioeconómica que vivimos, de profundización de la crisis global del sistema
capitalista de libre mercado y de confrontación imperialista de las élites neoliberales
y proteccionistas, contra la clase trabajadora y los pueblos.
El
sindicalismo de clase sociopolítico y asambleario como línea política de masas,
fue la respuesta de la clase obrera a la dictadura, estrategia, que tiene un
valor democrático y participativo válido para enfrentar la situación de crisis
económica y política, que el sistema capitalista de libre mercado provoca con
la austeridad y la desregulación laboral y social. Situamos Asturies, por la representación
social que el sindicalismo asambleario ostenta; uno dentro del sistema burgués,
burocratizado e ideológicamente corrupto desde las federaciones en CCOO, el
otro en la CSI mayormente sano, pero sectario, antipartido y con dos almas, una
movimentista ligada a generaciones que no vivieron la dictadura y la del obrero
fordista prejubilado y disciplinado. Insertos
en procesos de renovación generacional de direcciones pero superados por las
problemáticas identitarias de nacionalidad y género, promovidas por
instituciones y partidos burgueses desde la ruptura del bipartidismo en las
europeas del 2014, para la invisibilidad de la corrupción, la austeridad, recortes,
privatización y guerras en la que intervienen los gobiernos imperialistas y neoliberales
del PP, PSOE y apoyados por Cs, PNV y PDCAT.
Los
marxistas siempre hemos defendido, que el método para resolver los problemas
sociales o de cualquier tipo, está en el conocimiento de la verdad del hecho
concreto en su desarrollo para transformarlo y no en negarlo, como la violencia
patriarcal innata del sistema
capitalista en la conducta humana y más específicamente en la ejercida por el
hombre o en negar la influencia de la cultura y lengua de las clases
colonizadoras en las masas, ejercidas durante las etapas de desarrollo del
esclavismo, el feudalismo y el capitalismo, que la han ido reconstruyendo de unas
generaciones a otras desde una subjetividad prejuiciosa y católica, con el fin
de la asunción del rol de la propiedad privada sobre los medios de producción y
del derecho a su herencia, forjado con el patriarcalismo para apropiarse de la
propiedad colectiva y bienes producidos por el esclavo, siervo, pequeño
campesino o la clase obrera, mitología impuesta al pueblo como forma de
dominación, reescribiendo la historia según sus intereses económicos, políticos
e ideológicos. Pero esto no es un invento marxista, lo dice la antropología
como ciencia empírica y los marxistas la asumimos.
El problema
está, en que aquellos que dicen representar los intereses generales de la clase
trabajadora, hace tiempo que abrazaron el relato ideológico y cultural dominante,
adaptándose sin balance a la política revisionista de reconciliación nacional del
PCE y PSOE de la transición, que sumado a la falta de una explicación
científica por parte de las enseñanzas públicas, fueron asumidas por las masas
como propias. Ahora, en medio de un tremendo retroceso en las condiciones de
vida y libertades de la clase obrera y el pueblo, provocadas por las políticas austericidas
y represoras de la oligarquía dominante a través de sus medios de comunicación
y control de masas, maximizan estas problemáticas y construyen relatos sobre la
violencia de género y los derechos nacionales, marcando la prioridad en la
agenda política de las organizaciones del pueblo, con señuelos de protagonismo
social que nos desvían de nuestra tarea histórica de lucha y rebelión contra la
explotación de la mayoría por una minoría social.
Son
múltiples las iniciativas desarrolladas desde las instituciones y fuerzas políticas
de todos los signos, con la participación en pleno de las organizaciones de
izquierdas políticas, sindicales y sociales en torno a la violencia de género.
Incluso la prensa, radio y televisión en manos de la oligarquía financiera y la
iglesia, dedican los principales espacios a criticar la lacra de la violencia
de género provocada por la violencia machista del hombre como denuncia, pero
ocultando, que solo el sistema capitalista y la iglesia católica inculcan y
provocan socialmente con el oscurantismo de la religión patriarcal. Cuando nos
movilizarnos junto con la patronal y el gobierno, enemigos principales de la
clase obrera, no solo los ocultamos como responsables de la violencia machista,
también de las muertes laborales y del sufrimiento y genocidio provocado a la
humanidad por las guerras imperialistas. Caminando junto a ellos, falla la
denuncia clara y directa del sistema y de los responsables, confundiendo al
pueblo.
Podemos
decir sin error, que la movilización de masas que la violencia de género
provoca, es fruto de un alarmismo social provocado desde los poderes mediáticos
ligados al neoliberalismo, que partiendo de una realidad brutalmente injusta,
la sacan de contexto y la sitúan como prioridad política ante el escándalo
social que ellos mismos generan. Movilizaciones de la que participan las
estructuras sindicales de CCOO y CSI y la del conjunto de la izquierda, dando
prioridad a la violencia de género con el mensaje falso de culpabilización del
hombre, por encima de la violencia que provoca el sistema capitalista con los
más de seiscientos muertes o asesinatos en accidentes laborales al año en
España, provocados por las malas condiciones de seguridad, precariedad y largas
jornadas de trabajo. Prioridad por encima de los cientos de miles de personas
asesinadas por la intervención imperialista de EEUU, la Comunidad Europea, la
OTAN y España en Asia, África o América latina, directamente o por las armas
que les vendemos. También por encima de los miles de despidos y cientos de personas
desahuciadas y sin vivienda, que acaban en la marginación, la miseria, las
enfermedades y el suicidio.
Esta visión
que nos trasladan posmoderna e interclasista de la lucha sin opresores ni
oprimidos a excepción del hombre sobre la mujer, también la tenemos en los medios
burgueses con la polémica creada sobre el derecho a decidir, bajo el falso relato
de la España de ellos, constitucionalistas y demócratas que garantiza la paz
social y la del resto, la izquierda y el movimiento obrero que lucha, igualada
al terrorismo independentista que provoca la represión del estado, como
violentos y desestabilizadores que queremos romper España. Convoca la izquierda
en principales páginas y horarios a movilizaciones y huelgas en defensa del
derecho a decidir, junto a partidos oligárquicos y empresarios en defensa de supuestos derechos lingüísticos
y culturales de pueblos oprimidos, como si el esclavo, siervo, pequeño
campesino o la clase obrera, hubiera tenido alguna intervención en la
construcción de la cultura y lengua dominante ya sea la castellana, catalana o
asturiana.
Debate y
movilización que encabeza la oligarquía en ambos bandos, con el apoyo del resto
de fuerzas políticas, sindicales y sociales por el eco mediático que provoca.
Incluso en Asturias, las fuerzas de izquierdas persisten en la polémica de
identidad a pesar del varapalo recibido en Cataluña, donde la oligarquía
financiera representada por Cs, PDCAT y el PP, por mucho que este último lo
perdiera casi todo, arrasaran en votos que era lo esencial, legitimando no solo
la corrupción que estos partidos están realizando, sino también las políticas
austericidas en Cataluña que acabaron con todo lo público, ahora todos pintados
como demócratas y libertadores ante una parte de la clase obrera y el pueblo.
Perdimos la
izquierda política y sindical en Cataluña, por permitir que la derecha
neoliberal de Cs quedase como único defensor de los intereses unitarios y
generales de la clase obrera catalana y española y ahora intentan lo mismo en
Asturies, con el estimado apoyo del actual gobierno asturiano neoliberal del
PSOE y del sempiterno diputado neoliberal de IU Gaspar Llamazares y su grupo,
que no dejarán que esta polémica identitaria termine, igual que mantendrán
hasta el final el pulso con Alberto Garzón, coordinador federal de IU, para que
en Asturies no haya una candidatura única de Unidos Podemos, para fomentar su
descalabro y así garantizar que en Asturies el primer partido de la izquierda
sea el PSOE, aunque sea el renovado de Pedro Sánchez para ellos poder medrar.
Pero esta problemática identitaria no es casualidad, también está surgiendo en
todas las comunidades donde no gobierna el PP, como la Comunidad Valenciana,
Navarra o Baleares y la izquierda sindical y política la abraza.
La izquierda,
lugar al que pertenecen los sindicatos de clase, cuando pretende empoderar a la
clase obrera para que asuma conciencia política como clase, no lo puede hacer (porque
está demostrado científicamente que nos es ajena) desde la cultura e ideología
de la clase dominante (la que debiéramos
destruir junto con el estado en la construcción del “hombre” nuevo) que históricamente
ha hecho pasar su interés particular por el interés general, como bien nos lo
explicó Gramsci. Trasmitieron una cultura basada en falsedades, como la de la
reconquista en el siglo VII contra los musulmanes que residían en el territorio
que hoy conforma España, cuando fue un acto colonizador para la apropiación por
la iglesia católica y los feudales cristianos de los bienes, tierras, esclavos
y siervos de los musulmanes (lo hicieron otra vea en el XV con los judíos y en
el XX con los republicanos) Política
colonialista disfrazada de reconquista mediante una cruz católica como espada
de estandarte, que las clases populares y sus representantes políticos hoy
lucen como gesta y bandera del pueblo, cuando fue instrumento de genocidio
mediante el asesinato y la expulsión de todas las personas que habían abrazado
la religión musulmana hace mil trescientos años, en competencia con la
dominante iglesia católica heredera del imperio romano, que nos transmitió su
legado religioso, lengua, escritura y mediante el patriarcalismo, la propiedad
privada sobre los medios de producción y sobre la riqueza creada por el
pueblo.
El
empoderamiento de la clase obrera tampoco es un proceso subjetivo o académico,
surge de forma autónoma en el fragor de la lucha económica y reivindicativa,
ante el escaso valor y derechos que le da a la venta de su fuerza de trabajo el
burgués. Por eso, en las particulares condiciones ideológicas y políticas de
CCOO, hablaríamos de un empoderamiento
de la clase obrera, devolviendo la capacidad de decisión a la asamblea de
trabajadores en el centro de trabajo y sector y capacidad de decisión a la sección
sindical y sindicato de rama, sacando las manos las federaciones de la
negociación colectiva, de los EREs y
llevando la lucha a la calle, al abrazo de la solidaridad del conjunto de la
clase obrera y el pueblo y la CSI empoderará a la clase obrera, cuando las
secciones sindicales de centro de trabajo abandonen el corporativismo y
solidariamente organicen el sindicato de rama y comarca al que pertenezcan,
como se acordó en el VII Congreso, implicándose en la negociación colectiva. Se
debe superar el movimiento de grupitos que se reúnen y hablan en nombre de toda
la afiliación y más, cuando son decisiones que afectan al conjunto de la clase
obrera como la de la lengua asturiana, que tómese la decisión que se tome como
derecho de la ciudadanía, con o sin ninguna obligación para la clase obrera, todas
tienen un costo económico y un impacto social, el cual hay que evaluar con la
participación democrática y decisoria del pueblo y la clase obrera, sin
imposición autoritaria por arriba.
Difícil es ser
útil en el empoderamiento colectivo de nuestra clase en la lucha contra la
crisis, si no utilizamos el marco legal por el que nos regimos en las condiciones
defensivas y desorganizadas que estamos, en la ejecución de nuestras tareas
sindicales y políticas. Empoderar no es hacer uno lo que tienen que hacer los
demás y así veremos, que el problema principal de la clase trabajadora no es el
salario por muy escaso que sea, es el despido libre, la precarización del empleo
y la desregulación laboral que han acabado con las libertades en el centro de
trabajo, básica para la movilización por los derechos económicos, sociales y
políticos y esta es la batalla que hay que dar, uniéndola a la lucha contra la
austeridad, privatizaciones y libertades. También, porque es clave en el
empoderamiento de la mujer trabajadora la lucha contra la precarización de la
vida, como el mecanismo que usa el poder para una mayor explotación,
desigualdad y confrontación de género. Solo la mujer puede decidir con su lucha
y compromiso, el lugar que ocupa en la lucha de clases y en la violencia de
género, pero solo puede hacerlo en libertad, desde la independencia económica y
laboral que da un trabajo con derechos y esto es lo que no se defiende desde
las movilizaciones interclasistas del posmodernismo progresista, que gritan
mucho en defensa del aborto libre, pero callan que sea gratuito en hospitales
públicos.
El
empoderamiento o viene del esfuerzo colectivo de la clase obrera en la fábrica,
el sector y la calle o no vendrá nunca, porque el cambio de leyes solo puede
darse con una victoria electoral de la izquierda, basada en un proceso de
movilización y politización de la clase obrera y si no se hace así,
políticamente optará por aquellos que los poderes proyecten mediáticamente. La
oligarquía se ha dividido con un sector proteccionista que confronta con el
capital financiero por deslocalizar la empresa y desinvertir en su país,
generalizando desempleo y malos salarios. Triunfó con Trump en EEUU, con el
brexit en la Gran Bretaña y casi Le Pen en Francia, esto es lo que vemos aquí
con las políticas identitarias o en la lucha de los pensionistas, por el
abandono de los sindicatos de clase de la movilización por unas pensiones
dignas y públicas, al pactar CCOO y UGT recortes con el Pacto de Toledo y
gestionar planes de pensiones privados, provocando un movilización espontanea y
atomizada, donde militantes de estos sindicatos hacen de su capa su
chiringuito, situando de forma reaccionaria las siglas y banderas de los
sindicatos y partidos de la izquierda que representan el ser colectivo y social
de la clase obrera, el enemigo a batir en las movilizaciones, favoreciendo la
despolitización y que el voto masivo de los pensionistas no gire a la
izquierda, sino a la derecha que la prensa visualiza del Ciudadanos de Rivera. Significaría
esta victoria de la derecha, el fracaso del sindicalismo de clase de CCOO y CSI
por falta de autocrítica, participación democrática interna, capacidad de
rectificación y falta de responsabilidad política ante la clase obrera.
círculos comunistas por la confluencia popular mayo del 2018