Muchos nos
identificamos con el debate, que el movimiento marxista leninista tiene con
motivo del centenario de la revolución rusa, contra la visión revisionista de
un marxismo dogmatico, mecanicista y sectario. Crítica necesaria para dar
respuestas en el periodo histórico que nos ha tocado, de colapso final del
sistema capitalista por crisis global de superproducción, agravada por la multiplicación
de su productividad con la introducción masiva de la automatización robótica y
telemática al servicio del capital privado, con las consecuencias de un
desempleo masivo para seguir obteniendo beneficios; del cambio climático por la
contaminación medioambiental y del peligro de guerra, que el imperialismo
decadente occidental hegemonizado por EEUU, provoca para el control planetario.
La crítica y la superación de este inmovilismo dogmático introducido en los
años sesenta desde el Partido Comunista de la Unión Soviética, debe ser de
actual prioridad para posibilitar la unidad, el debate colectivo, la
rectificación y la autocrítica en el seno del movimiento obrero y comunista
internacional.
Argumentábamos
en la III Asamblea de la Plataforma Comunista, como motivo de su disolución
entre otras cosas, que no tenía sentido continuar situando desde la debilidad
orgánica la unidad comunista, ante el
dogmatismo y sectarismo de los distintos destacamentos (1) Ahora, con el
debate desatado con motivo de la celebración del centenario de la revolución
rusa (suponemos que por la constatación de la necesidad de cambios en la línea
política) nuestro apoyo desde la defensa de la participación de la militancia en
una línea de masas, de trabajo en las organizaciones de masas, como línea
política principal, tanto que fue del proceso revolucionario ruso como
necesidad que es del actual, de construir la resistencia ideológica y política
en el proceso de acumulación de fuerzas, desde un combate organizado de masas
para la superación del sistema capitalista, con la recuperación de la cultura
histórica desde el ser y participar de la lucha de la clase obrera, elevándola
políticamente con su capacidad de sacrificio solidario, en la construcción de
una nueva hegemonía cultural y política de poder obrero y popular, desde el
apoyo a la confluencia en Unidos Podemos como parte del pueblo y como única alternativa
electoral actual, con capacidad de romper la hegemonía del bipartidismo
neoliberal oligárquico y sus políticas autoritarias y genocidas de recortes,
austeridad y guerras para el pueblo.
Nuestra reflexión,
nace de las posiciones teóricas que el PCPE va elaborando en resoluciones y
pronunciamientos con impacto internacional, a falta de otros documentos
orgánicos de conferencias o congresos. En este caso, la aportación a un
seminario del Partido Comunista de Venezuela, de nuevo sobre el centenario de
la revolución rusa de octubre (2) Partido del cual destacamos, la
inmersión iniciada entre las masas en unidad con otras organizaciones dentro de
la revolución bolivariana, donde
valoramos, que si el proceso de rectificación avanza por buen camino, deberán
ser un añadido clave, en la participación de la clase obrera organizada,
superando la débil participación consciente en el proceso revolucionario y
como base de la introducción de los elementos esenciales de la lucha por el
socialismo desde una perspectiva de clase. La visualización social de inserción
entre las masas, debe ser la segunda aportación a los procesos revolucionarios,
como consecuencia de la superación del aislamiento social del marxismo
leninismo, con la crítica a la visión dogmática de las posiciones revisionistas
y sectarias en el comunismo internacional (3) que persiste en la derrota
del fascismo imperialista neoliberal, con la asunción por las masas del dogma
marxista leninista, negando así la participación de las masas, en la
construcción por la clase obrera y el pueblo, de los instrumentos de poder de
la unidad popular.
Cogemos de
la ponencia los elementos que consideramos centrales para la crítica de las
posiciones dogmaticas, que han impedido hasta ahora, avanzar tanto en su unidad,
como en propiciar un debate sano. Donde un resultado positivo de este proceso,
debe implicar para los comunistas y la izquierda revolucionaria en occidente y
América Latina, la participación de la militancia en el primer plano social de
la lucha por la confluencia popular de los procesos revolucionarios
antiimperialistas, de lucha por la justicia social, la soberanía de los pueblos
y por el socialismo como alternativa, motivándose una nueva visibilización de
los comunistas, lejos del tópico transmitido
por los medios de comunicación burgueses neoliberales y que nuestra práctica
mecanicista facilitaba. También la gran oportunidad como tarea prioritaria, de reconstrucción
de la cultura histórica de lucha, unidad, solidaridad y de trabajo, como base
social del ser colectivo de clase, antagónico como proyecto social, del
individualismo nihilista del liberalismo económico. Significando también en el
ámbito occidental, la primera oportunidad colectiva del movimiento obrero
revolucionario desde la ruptura del movimiento comunista internacional en los
años sesenta, de posibilidad de construcción de una nueva hegemonía social de
clase, fundamental para la construcción del poder obrero y popular y la
construcción del socialismo.
La coherencia
nace y se implica, desde la consecuencia con el análisis autocrítico de nuestra
historia individual y colectiva, por eso, cuando se define la revolución
rusa en la ponencia, como el proyecto histórico, que visibilizó socialmente la
división entre la burguesía como clase dominante y la clase obrera como
dominada y explotada, certificamos desde un lenguaje normalizado, la
introducción de un debate necesario y de inicio de una crítica profunda al XX
congreso del PCUS de 1960, por el impacto de sus resoluciones y por la ruptura
que implicó del movimiento comunista internacional, cuando disolvió la lucha de
clases, en el fondo del pacto social del estado de bienestar con las
oligarquías imperialistas de los países occidentales, coincidente en el momento
del inicio de desarrollo del sistema fordista de producción. Negando la
experiencia de la revolución rusa.
Crítica a
desarrollar en profundidad, para comprender el protagonismo del nuevo
reformismo populista de izquierdas y los motivos de su surgimiento, allí donde
no existía un marxismo en unidad con las masas, como lo demuestran el caso de
Venezuela, Bolivia o Ecuador o como vemos en Grecia o España, iniciados en
torno a la crisis política creada por la movilización en la Europa del Sur, contra
las políticas de recortes y austeridad ejecutadas por el neoliberalismo internacional,
consecuencia de la explosión de la burbuja inmobiliaria en EE.UU del 2008, dando
en España o Grecia, salida a la luz la brutal corrupción, como fruto de procesos
de transiciones que traicionaron la perspectiva popular, así como el déficit
democrático de unas instituciones al servicio de las oligarquías financieras.
Desde la
experiencia española y analizando retrospectivamente el papel jugado por los
comunistas y revolucionarios, podemos afirmar, que tras el golpe de estado franquista
de 1936, victorioso por el apoyo militar y económico del fascismo alemán e
italiano; que el genocidio cometido
durante la guerra civil y la
posterior derrota de las fuerzas republicanas, con centenares de miles de asesinados
por los fascistas, causaron menos daño a la memoria histórica de lucha
solidaria de la clase obrera española (como lo demostraron las movilizaciones
obreras de los años 60 hasta casi los 80) que los pactos de la transición del
PCE y PSOE con la oligarquía liberal franquista, que cuarenta años más
tarde, todavía tenemos una clase obrera desclasada, sin memoria histórica y sin
partido ni sindicato de clase.
El recuerdo
como cultura asumida de la resistencia y muerte heroica de nuestros
ascendientes, fueron suplantados y voluntariamente sustituidos en la militancia
y el pueblo, por las ideas revisionista en el momento que a finales de los
setenta, el PCE ganó el apoyo de la militancia y las masas para los pactos con
la burguesía, que nos garantizaban una paz eterna en una Europa ya idealizada
por la migración, inoculándonos el veneno del privilegio, salario y prestigio
social para los dirigentes obreros y políticos y como contrapartida para el pueblo,
recortes en derechos sociales, económicos y libertades, como precio de la paz social.
Después de los Pactos de la Moncloa y el Estatuto de los Trabajadores, las
reformas son suaves, pero con la crisis del
2008 la oligarquía financiera rompe el pacto social del estado de bienestar y
de forma radical, ejecuta fuertes recortes con la complicidad del Gobierno
socioliberal de Zapatero.
De ahí, que
los sectores sociales que adquirieron mayoría de edad política bajo la
dictadura democrática parlamentaria burguesa, que son los que actualmente
conforman mayoritariamente la clase obrera y el pueblo, se incorporen a la
lucha de forma espontanea e inmediatista y que no distingan políticamente la
diferencia histórica de izquierdas y derechas, porque ambas ejecutaron las
mismas políticas antiobreras desde su existencia social y de ahí, que los
herederos de los que asesinaron impunemente durante la guerra y la dictadura
franquista, sean los que detentan el poder económico, militar, judicial y
político en España y que nuestros muertos, ochenta años más tarde sigan en las
cunetas y pozos.
De ésta
reflexión es obligado partir en todo análisis de la realidad social y económica
que hagamos, porque son los que nos dan respuestas y alternativas tácticas a la
actual situación política. La ponencia sitúa en genérico, un buen análisis
político, pero en la parte social, elude entrar en las consecuencias
que conlleva el análisis hecho de la realidad subjetiva de la clase trabajadora
española, dejándolo simplemente en negativo, esto obliga a situar el
mismo problema reseñado desde otra perspectiva diferente como el elemento
central del debate, pero primero para enfrentarlo con buen pie ¿implica una necesaria
autocrítica del PCPE? Sí, pero también la del resto de grupos para nuestra
credibilidad.
Creemos, que
lo fundamental en estos momentos para el movimiento obrero que lucha, es la
autocrítica y la rectificación colectiva de la globalidad del movimiento obrero
y comunista español, de las tácticas erróneas desarrolladas que han dividido y
derrotado ideológica y políticamente a la clase obrera durante cuarenta años. De
la visión revisionista dogmática y sectaria inculcada, que nos hizo traicionar
el legado marxista, junto al radicalismo infantil izquierdista, que acabó aislándonos
de las masas. Autocrítica global ante las masas obreras, de los comunistas
españoles con respecto a nuestros errores del pasado hasta el presente, necesarios
para el impulso de recuperación de la memoria histórica de la clase obrera, de
la solidaridad con sangre derramada, de la unidad de clase y de la necesidad de
crear las organizaciones propias e independiente del resto de clases sociales. Y
esto solo se consigue, tal como se dice en la ponencia, situando el leninismo
en su justo término, como continuación del marxismo. Si esto es así como
creemos, el problema de la reflexión es global porque todos formamos el
colectivo comunista, por encima de la división sectaria que nos debilitó y
excluyó socialmente.
El
paralelismo entre situaciones también nos marcan las diferencias. Lenin vivió
muchas derrotas políticas y exilios por represión, pero a pesar de estar en
minoría, siempre participó de un movimiento revolucionario con inserción de
masas sindical y social con capacidad de análisis político, pero nunca tuvo
una derrota ideológica y política como la que sufrimos el movimiento comunista
y revolucionario español, bajo la dirección política y socialmente mayoritaria,
del revisionismo eurocomunista y dogmático del PCE. Primero perdimos la batalla
política en el movimiento obrero y sindical de las comisiones obreras, donde el
PCE entre el 76 y el 79 consolida su hegemonía, imponiendo la desmovilización
del movimiento obrero y la paz social, primero con los Pactos de la Moncloa y
después con el látigo del Estatuto de los Trabajadores, lo que posibilitó la
conformación del movimiento de las comisiones obreras en un clásico sindicato
economicista europeo y paralelamente, en el 77 y 79 por el múltiple
fraccionamiento comunista, perdemos la batalla electoral contra el revisionismo
de un PCE, ya plenamente en línea con un PSOE reflotado.
Hasta el
2013, han sido los dos partidos resultantes de la transición mayoritarios del
pueblo, con ambas direcciones políticas de
pleno acuerdo, con Santiago Carrillo y Felipe González bajo la misma onda del
liberalismo económico burgués, de la superación de la lucha de clases bajo la
dictadura democrático parlamentaria impuesta por el capitalismo liberal, a
cambio de un pacto social llamado en Europa “estado de bienestar” conquistado
tanto por la lucha política del movimiento obrero y sindical, como por las
necesidades del sistema fordista de producción, ya en etapa tardía y en proceso
de superación. Esta derrota es la que debemos reflexionar para salir del pozo
en el que llevamos otros cuarenta años.
Muchos
comunistas nos sentimos representados, bajo la exposición de “desechar
al Lenin canonizado” como plantea el texto de la ponencia, porque nos
permite construir una explicación objetiva, del movimiento popular que saltó a
la lucha antiimperialista en América Latina después de la caída de la URSS (en
el resto de occidente a partir del 2008) por el derecho a la independencia
nacional, la soberanía y la justicia social, desde la negación de una izquierda
que es igual que la derecha en las políticas que desarrollan; reivindicando genéricamente
al pueblo como sujeto transformador, ante el secuestro mediante el lenguaje por
el revisionismo dogmático del viejo proletariado.
Generaron
nuevas formas de intervención y comunicación, que no necesariamente niegan las
experiencias históricas de lucha. Niegan como movimiento político de masas, las
viejas formas y protocolos del revisionismo marxista desarrollado por
socialistas y comunistas, bajo la proclama del capitalismo parlamentario, como
el mejor sistema político conocido. También sumidos por la frustración que
creaba en los sectores más conscientes, por cada pacto que hacían de recortes y
austeridad contra el pueblo y cada apoyo que dieron a las políticas
imperialistas. En Europa lo vimos con Yugoslavia o Ucrania, en Oriente Medio
con Palestina, Irak o Siria; ante un África arrasada por la intervención
imperialista occidental; en el conjunto de América Latina y el Caribe con Cuba
y Venezuela en cabeza, hasta lo más profundo de Asia, desde Afganistán a Corea
del Norte y China.
Existen
excepciones evidentes de partidos comunistas, que resistieron y se superaron en
Europa como el portugués o de nueva construcción como el belga, que marcaron
rutas propias como en América el Partido Comunista de Cuba, pero en el mundo
occidentalizado son las excepciones. El revisionismo que vivimos y combatimos
hoy, no nace ni lo marcan las nuevas fuerzas reformistas o populistas, ellos
conforman los nuevos movimientos espontáneos que luchan y que nosotros no
fuimos capaces de conformar y que forman parte del pueblo. En ellos se
manifiesta la transmisión de la cultura social dominante, desde las instituciones en todos
los niveles de la enseñanza y por las empresas mediáticas, con las consignas y
proclamas del viejo revisionismo dogmático desde los años sesenta hasta ahora,
que también son abrazadas por un neoliberalismo seudoprogresista, por eso, solo
seremos capaces de combatirlo política e ideológicamente, tal como lo hizo
Lenin en su momento, si le ajustamos las cuentas abarcándolo en la teoría
revolucionaria, desde el pasado hasta el presente.
Revolución
Es sentido del momento histórico; es
cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser
tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros
mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas
dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en
los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés,
altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y
realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción
profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la
verdad y de las ideas.
Revolución
es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para
Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo
y nuestro internacionalismo.
Fidel
Castro Ruz (1ro de mayo del 2000)
Círculo
Comunista por la Confluencia Popular
Agosto de 2017