En este VII congreso, la Corriente ha
renovado completamente su dirección, logrando así, uno de los objetivos necesarios
para dar respuestas en la nueva realidad socioeconómica. Pero, a la apuesta por
una gente nueva, le pueden surgir peligros, cuando lo viejo se resiste a morir
y no aporta lo mejor de su experiencia pasada, este es uno de los retos de la
actual dirección, superar el sindicalismo economicista de resistencia e
incorporarse al sindicalismo sociopolítico de lucha por la emancipación social.
En estos últimos años de agudización
extrema de la crisis económica del capitalismo, la CSI vivió estancada en su
expansión orgánica interna, acumulando un déficit de desarrollo sectorial y comarcal,
provocando el colapso en sus arterias principales, en el quehacer diario de
sindicalismo de resistencia. Surgiendo de este proceso en la acción sindical y
la asesoría, el fenómeno del logro de más afiliación, pero menos gente
trabajando. Superar la imagen de un colectivo sindical de respuesta inmediata,
por el de un sindicato de clase, organizado en todos los sectores sociales y de
producción, es el camino.
Delimitar los males orgánicos a superar
ha sido otro de los aciertos, pero como muchas veces sucede en política,
conocer los retos, no significa que se puedan superar y esto es lo que se debe
demostrar, en estos próximos cuatro años, organizando los sectores de
producción y las comarcas, para asegurar la asesoría y la acción sindical
sectorial y comarcal, multiplicando las estructuras de estos colectivos, para
desatascar el bloqueo del sindicato, con la participación de la militancia.
Superar las limitaciones, que impone la existencia de un solo colectivo para
dar este tipo de respuesta, en una situación de cada vez más paro, más precariedad
y menos derechos, que da un aumento continuado de la afiliación.
Pero este objetivo de superar las
limitaciones de la estructura orgánica del sindicato, para dar un salto en la respuesta
al despido, al ERE, al acoso laboral o a cualquier injusticia en el centro de
trabajo, no nos hace ser más revolucionarios, como mucho más rebeldes. Seremos
revolucionarios, si al objetivo de organizarnos mejor, además de la resistencia
lógica a la crisis global del sistema capitalista, se asume políticamente, el
objetivo, ya inicial en el nacimiento de la CSI, como sindicato de clase, asambleario,
sociopolítico, que da el poder a la clase obrera, en las asambleas de centro de
trabajo o sector, como base del poder obrero y popular, para la conquista y la construcción
de un socialismo participativo.
Con esto se sitúa, otra de las tareas
fundamentales de la nueva dirección de la Corriente, politizar la acción de las
clases trabajadoras, poniendo la política al mando, desde el análisis socioeconómico
de esta actual crisis política y económica global del capitalismo, dando
respuestas al despido, al cierre de la empresa o a la negociación colectiva y denunciando
con la movilización, el paro, la precariedad y la exclusión social que provoca
este sistema entre las masas obreras, proclamando que sí existe otra política,
que nace desde los intereses generales de las masas y no del beneficio
empresarial.
Exigiendo también de todos los
gobiernos, medidas paliativas inmediatas para los más necesitad@s de nuestra
clase y pueblo, independientemente de su religión, color, sexo o nacionalidad.
Confluyendo en la denuncia y la movilización, con el resto de fuerzas políticas
y sociales, que coinciden parcial o totalmente, en los objetivos de justicia e
igualdad, en una Europa de las clases trabajadoras y los pueblos, apostando por
la construcción de la unidad obrera sindical, en Asturias, en España y Europa.
Se puede decir, que estas son las bases
de una política sindical para la emancipación social, desde la lucha concreta
contra la austeridad y del pago de la deuda de la banca, a las que nos obligan
las políticas desarrolladas por los gobiernos de la troika europea, desde la
solidaridad y el internacionalismo.
Pero en esta batalla, existen problemas
ideológicos y políticos viejos y poco conocidos en el debate interno de la CSI,
siempre han estado presentes, pero eclosionan ahora, cuando la situación socioeconómica
se desmorona y nacen nuevos marcos de intervención política y sindical, con nuevas
formas en los sujetos que intervienen. Ahora, cuando se derrumban los viejos
pactos y los sujetos que lo
hegemonizaron desde la transición política, provocando la ruptura del
bipartidismo y por primera vez desde los pactos de la transición, una
movilización social de la clase obrera, independiente de los sindicatos,
partidos y gobiernos de la socialdemocracia neoliberal.
Hablamos del infantilismo de izquierdas,
que se manifiesta con variadas formas de radicalismos y sectarismo políticos,
dividiendo a los que luchan y del corporativismo conservador, que ante el temor
de la pérdida del lugar que socialmente ha logrado, con su corta visión
política de clase media, confronta internamente dividiéndonos, con todo aquello
que no solo modifica sus condiciones de vida y trabajo, sino también, de la
forma de entender la política, exclusivamente desde sus intereses.
A falta de iniciarse el proceso de intervención de la
nueva dirección y sus formas, estas dos manifestaciones políticas, serán las
que confronten internamente y den la batalla contra el carácter sociopolítico y
revolucionario del sindicato, pero para que el trasfondo del debate en la CSI,
salga con claridad a la gente, debemos buscarlo y no rehuirlo, como ha sucedido
durante la celebración del congreso, haciendo su aparición en parte, desde la
confusión y el caos.
Este debate se han dado en el seno de la
Corriente y ha tenida manifestación pública, y seguirá teniéndola, porque las
últimas luchas como las de TENNECO o ALCOA, han demostrado, que sin la unidad
de la clase obrera y el pueblo, sin la participación de las masas obreras,
pocas victorias obtendremos y nos guste o no, las masas están organizadas en
partidos, sindicatos y movimientos sociales. La unidad y la confluencia de la
lucha, no es una táctica para la clase obrera, es un principio.
Desde este infantilismo radical y
sectario, se crearon las condiciones para la división del sindicato en este VII
Congreso, provocado por el desarrollo de la parte sociopolítica, ante las
características de la crisis y por la influencia interna que mucha militancia
creó, por su adscripción al nuevo movimiento político creado a la sombra del
15M, los indignad@s o las mareas. El de la confluencia política.
Pero aquí no acaba el sectarismo que
puebla rincones. De lo viejo que no quiere morir, ante lo nuevo en política que
acaba de nacer, a los que identifican con sectarismo, como los viejos que
firmaron los pactos de la transición, surgirá este debate cada vez que se
introducen cambios o modificaciones a la táctica político sindical a
desarrollar, porque para que nos escuchen las clases trabajadoras, tendremos
que bajarnos a su nivel y su nivel político, está muy por detrás de este nuevo
reformismo, a veces revolucionario por la trasgresión del sistema, otras corto
por los límites de un programa reformista.
Lo veremos también en un debate, que
aquí solo lo hemos tenido en pequeña escala, desde el Ayuntamiento progresista
de Oviedo, pero que saldrá. Nos lo recordaron nuestros invitad@s de Madrid y
Aragón, con los conflictos en el transporte público y los límites programáticos
donde se paran los nuevos reformistas, donde están también, las dificultades
para tod@s de reconocer los límites que nos marcan las correlaciones de fuerzas,
donde están también, los límites de nuestra capacidad de movilización sindical
y sociopolítica, que nos marcan los objetivos posibles a conquistar o mantener.
Debate, donde debemos definir con
claridad, la línea roja de demarcación que nunca debemos superar para no
equivocarnos, que solo tenemos un enemigo principal en nuestra lucha, la
oligarquía parasitaria imperialista que nos gobierna, en España y Europa, otras
contradicciones, situarlas siempre en el combate principal contra ésta, porque
si no, nos dividiremos y retrocederemos.
En este debate también interviene el
corporativismo conservador, conservador, para diferenciarlo de las luchas
corporativas de resistencia en los centros de trabajo y sectores, por mantener
nuestras condiciones de vida y trabajo. Pero como nos enseñan estas peleas, no
todas tienen las mismas características, ni la misma razonabilidad en los
objetivos, ni nos sitúan contra quién luchamos en el lugar correcto. El
radicalismo infantil y el corporativismo van a coincidir en muchas batallas,
porque ignoran que la lucha de clases, está siempre presente en cada conflicto,
para lo bueno y para lo malo.
Para entender los senderos por los que
se mueve esta lucha de clases, debemos conocer primero (porque afecta
profundamente a nuestras condiciones de vida) la naturaleza de la crisis global
del sistema capitalista que padecemos. Su inicio se sitúa en los años setenta
del siglo pasado, con el descenso
continuado hasta ahora de los beneficios empresariales, a pesar del aumento
continuado del capital invertido, por un exceso mundial de producción.
Las implicaciones socioeconómicas para millones
de personas son enormes. Para el grueso de la humanidad son en lo fundamental
casi inexistentes, porque nunca superaron los límites de la miseria y
esclavitud en la que viven desde hace siglos, pero para cientos de millones de
trabajador@s y de ciudadan@s, serán en muchos casos mortales. Las condiciones
de esclavitud, han sido solo superadas por los países que construyen proyectos
socialistas, desarrollando la economía planificada de mercado y son emergentes
y por los países y zonas desarrolladas del planeta, mediante el sistema
capitalista neoliberal, que es exactamente donde nosotros vivimos. En Europa,
corazón del sistema capitalista.
Si algo define la crisis global del
sistema económico capitalista, es que el capital para seguir obteniendo un
beneficio, aumentará la explotación de la clase trabajadora, en un proceso
continuado de necesidad de obtener un producto con menor coste, para poder
venderlo en el mercado, compitiendo con otros capitalistas, que utilizan la
misma táctica de reducción de coste de la mano de obra, único sitio que queda
ya para la producción de reducir costes, pues la telemática y la robotización,
hace tiempo que está generalizada y no admite posibilidades de reducción, una
vez recuperada la inversión inicial.
Esto nos ya nos dice, porqué, desde los
años setenta a las clases trabajadoras nos aplican, con la colaboración de los
sindicatos del sistema, una reducción lenta pero progresiva de nuestras
condiciones de vida, trabajo y derechos. Con el agravante, que desde la crisis
de las subprime en EE.UU, en el 2008 y el consiguiente estallido de la burbuja
inmobiliaria mundial, provocó una aceleración en la reducción de nuestras
condiciones de vida, trabajo y derechos, un brutal retroceso, que implicó
socialmente la asunción de la ruptura del estado de bienestar aquí y en toda la
Europa Occidental (pacto de la transición en España) por la clase política que
nos gobierna. Consecuencias generalizadas en el grueso de los países y zonas
del capitalismo desarrollado.
Pero este retroceso generalizado de las
condiciones de vida para los cientos de millones de personas, que venden su
fuerza de trabajo por un salario, que viven principalmente en los países
desarrollados industrialmente (aunque no exclusivamente) como Europa, Eurasia, Oriente
Medio, Asia industrializada, como Japón o Corea, EE.UU. y en casi en todos los
países de América y Oceanía, aunque como en la gran parte de Asia, centradas en
las grandes urbes, lugares done se comparte espacios, con millones de personas
excluidas socialmente. Tod@s tendremos una caída continuada en nuestras condiciones
de vida y trabajo, con un aumento brutal de la explotación de la clase obrera y
de los pueblos y del temible peligro de la guerra imperialista total.
Por primera vez en la historia, para una
gran parte de la humanidad, las condiciones de vida de sus hijos y la suya
propia, serán peores que cuando su generación nació. Conocemos esta experiencia
parcialmente, por las guerras y las calamidades naturales, situadas
geográficamente y siempre superadas rápidamente por el subconsciente, pero
ahora es diferente, es global, de colapso del sistema de producción capitalista,
de posible fin de la hegemonía del sistema de producción capitalista. Por ello
carecemos de experiencias históricas, de conocimientos de las formas de
expresión de las contradicciones de clases y de las reacciones de las masas
ante su empobrecimiento irreversible.
El efecto generalizado de este
empobrecimiento de las condiciones de vida y trabajo, junto con el
desconocimiento del devenir futuro del sistema que vivimos, provoca reacciones
defensivas tanto del corporativismo conservador, como del radicalismo infantil de
izquierdas. Lo vimos en la incapacidad política de situarse el corporativismo
conservador en este VII Congreso, ante un proyecto de medidas paliativas
inmediatas transversales, en todos los campos de las necesidades humanas para
todas las personas, desde la infancia hasta la vejez, independientemente de su
religión, sexo, color de piel o lugar de residencia, trabajo, escuela o
servicio social, también en el debate sobre el medio ambiente con los sistemas
alternativos de energía, para la superación de los fósiles, más contaminantes.
También por parte del infantilismo de
izquierdas, ante la defensa del corporativismo en mantener a la ultranza, unas
condiciones de vida y trabajo, que ya, ni un ayuntamiento progresista pueden mantener
y por criticar, como enemigo principal a batir a los reformistas y a sus
límites, sin una base política fundamentada, solo porque sus reformas, se
sitúan en las únicas posibles, bajo el capitalismo.
No se trata de negar la lucha de clases
con los gobiernos progresistas, no se trata de negar la contradicción y que no
se confronte con los límites que el reformismo progresista nos sitúa. Se trata
de que no equivoquemos en la batalla, el enemigo principal contra quien
luchamos y entendamos, que las masas, no van aceptar en la sociedad por la que
luchan (representad@s por los gobiernos de las confluencias) los
privilegios de una minoría, por encima de las condiciones generalizadas de vida
de las masas. En una democracia más avanzada esto es imposible, porque es
imposible ponerlos a tod@s al mismo nivel y bajo el socialismo, porque es
impensable el privilegio de una minoría corporativa.
La única salida positiva, es la lucha de
clases desde la defensa de unas condiciones de vida digna para tod@s,
entendiendo que en la sociedad más avanzada por la que luchamos y en el
socialismo por el que aspiramos, quién sigue regulando las contradicciones
sociales, seguirá siendo la lucha de clases. Por eso es fundamental saber y no
olvidar en nuestra lucha quién es el enemigo principal, dentro de la tarea
actual de un sindicato revolucionario de clase: Prepararnos para el combate
contra la crisis global del sistema capitalista, para que nuestros hij@s no
pierdan la memoria y el futuro para ell@s con su lucha, sea más justo e
igualitario que el pasado vivido.
Junio de 2016
Alonso Gallardo militante comunista por
la confluencia y de la Corriente Sindical de Izquierda