Junio 2025
La reciente escalada militar entre Israel e Irán ha puesto en el centro del debate una pregunta inquietante: ¿está Estados Unidos utilizando a Israel como un proxy en una guerra similar a la que libra la OTAN contra Rusia a través de Ucrania? Esta disyuntiva no es nueva, pero cobra urgencia a la luz de las acciones recientes y las estrategias predefinidas por think tanks (laboratorio de ideas) estadounidenses.
Tras los primeros ataques de Israel contra Irán, el Secretario de Estado Marco Rubio emitió una declaración intentando desmarcar a EE.UU. Rubio afirmó que «Israel tomó acción unilateral contra Irán» y que «Estados Unidos no está involucrado en ataques contra Irán», en lo que fue un efímero “esfuerzo” por posicionar a Estados Unidos como un observador neutral. Sin embargo, apenas unas horas después, el propio presidente Donald Trump contradijo esta postura en un mensaje en su plataforma Truth Social. Trump no solo reconoció su implicación sino que también amplificó la amenaza, advirtiendo que «vendrán ataques aún más brutales».
Esta contradicción entre Rubio y Trump no es un error de comunicación, sino una estrategia deliberada que muestra cómo la administración manipula la percepción pública para justificar su rol en el conflicto mientras intenta distanciarse formalmente de las acciones de su aliado. En este caso, la mentira de Rubio y la amenaza de Trump sirven para desmentir y reforzar el rol de Estados Unidos en la guerra proxy (guerra por delegación) contra Irán, utilizando a Israel como el ejecutor visible mientras Washington opera desde las sombras.
El fundamento de esta estrategia de guerra Proxy contra Irán está detalladamente planeado en el documento «Which Path to Persia? Options for a New American Strategy Toward Iran», publicado por el Brookings Instituto en 2009, uno de los «think tank» de Washington. Este documento, de 170 páginas, ofrece un plan detallado de cómo podrían emplear a Israel contra Irán, minimizando su exposición directa mientras maximiza el daño al Estado iraní.
El documento clasifica las estrategias en un esquema de cuatro posibilidades, cada una de las cuales representa un nivel de riesgo y compromiso:
*Una opción resultaría dar luz verde a Israel. Eso implicaría que Tel Aviv ataque instalaciones militares o nucleares iraníes, pero con cobertura militar para sus aviones por parte de Estados Unidos. La ventaja sería un golpe directo contra Irán sin que Washington interviniera abiertamente, pero la desventaja es que nadie se creería que no existió esa cobertura, mucho menos los iraníes, por lo que para Teherán, Washington acabaría siendo tan responsable como Tel Aviv y actuarían en represalias.
*Otra se basaría en impulsar a Israel a realizar el ataque, pero sin ofrecerles gran cobertura militar. La ventaja sería la misma, un golpe tipo proxy contra Irán, pero las desventajas también. Aunque Washington no hubiera dado esa cobertura, en Teherán asumirían que sí porque es lo que hacen siempre los estadounidenses con los israelíes. Por tanto a nivel de represalias contra Estados Unidos, nada cambiaría y sin esa cobertura, la operación podría ser un fracaso militar.
*La tercera es disuadir a Tel Aviv para evitar que ataque Irán, que tampoco supone una buena idea porque el Estado de Israel podría saltarse esa línea roja y atacar de forma unilateral, con lo que Washington quedaría desautorizado y cosecharía menos ventajas de las que obtendría autorizando el ataque abierta o disimuladamente como en este caso.
*Los autores también evaluaron una cuarta opción que consiste en no dar ninguna señal a Israel, pero esta significa la peor de las cuatro opciones porque Washington además de lucir desautorizado y cosechar pocas ventajas, quedaría tomado completamente por sorpresa ante una previsible represalia iraní y tendría una falta de control sobre las acciones de Israel.
Estas estrategias no son meras especulaciones académicas; son sin dudas un plan de acción que se hace realidad en el terreno, según las circunstancias políticas se asume una de las cuatro variantes siempre con un objetivo definido: Irán.
El paralelismo con la guerra en Ucrania es evidente. En ambos casos, Estados Unidos ha optado por utilizar a un “aliado” regional para enfrentar a un rival geopolítico, donde Washington cosecha los beneficios estratégicos sin asumir las consecuencias inmediatas. Sin embargo, hay una distinción crucial: mientras Ucrania es vista por el «deep state» (estado profundo) estadounidense como un mero instrumento desechable, Israel es considerado un «portaviones gigante e insumergible», sólidamente ubicado en un territorio estratégico. Esta diferencia no solo refleja la importancia de Israel para los intereses estadounidenses, sino también la complejidad de su relación, donde el poder del lobby sionista en Washington no puede ser ignorado.
Aquí surge una incógnita perturbadora: ¿quién usa a quién? Si bien el documento sugiere que Estados Unidos manipula a Israel como un proxy, no se puede ignorar el poder del lobby sionista en Washington. Este lobby, uno de los más influyentes en la política estadounidense, podría estar utilizando a Estados Unidos para avanzar en sus propios objetivos guerreristas. La relación entre ambos no es unilateral; es un baile complejo donde cada parte busca maximizar sus ganancias. ¿Es Estados Unidos el titiritero o el títere? La respuesta no es clara, pero lo que sí es obvio es la colusión entre ambos en esta guerra proxy.
El acto de guerra contra Irán es parte de una proyección imperialista conjunta de Israel y Estados Unidos en la región. Este conflicto no es solo sobre Irán; es sobre el mantenimiento de un orden global donde el poder militar y económico se impone a costa de la soberanía y la paz de otras naciones.
(Tomado de Mi Cuba por Siempre)