Por Esteban Zúñiga.
20 de abril de 1963.
"A JULIÁN GRIMAU GARCÍA, FUSILADO EN ESPAÑA, ACUSADO DE "REBELIÓN MILITAR" EN 1936".
¿quién fue el primero que ensangrentó
la patria pobre que amanecía,
quién la saco de madre, y quién fue el carcelero,
que le encadenó el alma con lenta agonía.
¡Rebelión militar! Di,
¿quién fue el asesino
de ayer y que en tu nombre,
hoy sigue asesinando?
Fulmínalo, Señor,
con tu rayo divino, porque si no.
¿hasta cuándo, hasta cuándo, hasta cuándo?".
(Rafael Alberti. Escrito en Roma en 1963).
Se cumplen sesenta y dos años del día en el que el dirigente comunista JULIÁN GRIMAU GARCÍA. Sería asesinado por un pelotón de fusilamiento franquista. Veintisiete descargas de fusilería y dos tiros de gracia, acabarían con su vida, tras ser ejecutada un sentencia dictada, veinticuatro horas antes, en un Consejo de Guerra sumarísimo. Pena de muerte impuesta por el delito de "REBELIÓN CONTINUADA", un delito que había comenzado el 18 de julio de 1936 y que había finalizado el 7 de noviembre de 1962, cuando había sido detenido.
Nueve horas antes de su fusilamiento, en el transcurso del Consejo de Ministros presidido por el general Franco que tenía que ratificar la condena, ninguno de los presentes votaría por conceder el indulto. Aún cuando sobre la mesa estuviera ya listo el proyecto de Ley por el que se creaba el futuro Tribunal de Orden Público (TOP), que en uno de sus puntos excluía de la jurisdicción militar la disidencia política. De hecho, a la semana siguiente del fusilamiento de Julián Grimau, sería llevad esta Ley a las Cortes franquistas.
Hacia las 5:00 de la madrugada del 20 de abril de 1963, Julián Grimau sería trasladado desde la prisión, al campo de tiro de los cuarteles de Campamento, a las afueras de Madrid. En principio se ordenaría a la Guardia Civil forma el pelotón de fusilamiento, pero sus mandos se negarían alegando que sólo les correspondía custodiar el futuro cadáver, para más tarde ser el Capitán General de Madrid quien se negaría a que fueran militares de carrera.
Finalmente, sería el propio dictador Franco quien ordenaría que fueran soldados de reemplazo, siendo elegidos de entre los que prestaban el servicio militar, en el Regimiento Wad-Ras 55 de la División Acorazada Brunete. Momentos antes de la ejecución, alguien se acercaría a vendar sus ojo, pero Julián Grimau se negaría. Tras la orden de: "¡Fuego!", su cuerpo caería abatido. Pero los jóvenes soldados, asustados y sin experiencia alguna, no lograrían acabar con su vida, lo que haría necesario que Julián Grimau fuera rematado con dos tiros en la cabeza. Eran las 5:30 horas del 20 de abril de 1963.
Todo quedaría en silencio... tres años después prescribirían los delitos cometidos durante la guerra. El cadáver que era alumbrado por los faros de los camiones y vehículos presentes.
Entonces sería el último muerto de la guerra española de 1936-1939. Su certificado de defunción, en el que solamente se indicaría que había fallecido en la fecha indicada, se encontraría escrito en el Registro Civil de Carabanchel Alto, sección tercera, toma LIX, página 156.
Al día siguiente, 21 de abril de 1963, el Comité Ejecutivo del Partido Comunista de España (PCE) -su Partido-, emitiría una declaración ante el asesinato de su destacado miembro Julián Grimau:
"... En estas horas de dolor y de cólera, el Partido Comunista de España inclina las banderas de su largo combate por la libertad y la justicia ante la figura ejemplar, en la vida y en la muerte, del camarada Julián Grimau, miembro del Comité Central, hombre sencillo, incansable en el esfuerzo, comprensivo y humano para todos los que junto a él trabajaban, hombre español por los cuatro costados, hombre de moral invencible bajo su apariencia física.
El Partido Comunista expresa a la familia del camarada Julián Grimau, a sus hijas, a la compañera de su vida, con quien compartió sacrificios y esperanzas, toda su solidaridad, todo su cariño. En estas horas dramáticas, la gran familia de los comunistas las rodeará de su fraternal aliento...".
(Fuente: "Mundo Obrero". Órgano del Comité Central del Partido Comunista de España. Año XXXIII - Número extraordinario - Páginas 1 y 2. Madrid, abril de 1963).
Con su desaparición física, se había arrebatado al Partido, al pueblo español, y al mundo entero, a un típico militante comunista, a un COMUNISTA EJEMPLAR.
Una vida, enteramente, dedicada a la lucha antifascista.
Su ejemplarizante heroísmo "prolongado, paciente y silencioso".
Siempre convencido de que la más pequeña acción de lucha daría su fruto posterior:
"El fruto del trabajo no será estéril, ni mucho menos. El abono ayuda a la siembra, y si, de momento, la tierra no da lo deseado, se sitúa en mejores condiciones para cosechas próximas... Los resultados hay que verlos con perspectivas." (Julián Grimau).
Un año después, en abril de 1964, y veinticinco años después de la guerra de 1936-1939, la figura de Julián Grimau seguía estando muy presente en la memoria y el corazón de todos los camaradas comunistas españoles, que alevosamente había caído abatido por las balas franquistas... Una figura firme, serena e inteligente.
Al cumplirse el primer aniversario de su cobarde fusilamiento, el Partido Comunista de España (PCE) realizaría un sentido y emocionado recuerdo de su inolvidable dirigente y militante comunista. En su número de la primera quincena de abril de 1964, bajo el título de "JULIÁN GRIMAU: UN HÉROE DE NUESTRO TIEMPO", que compartimos a continuación:
"MUNDO OBRERO"
"JULIÁN GRIMAU: UN HÉROE DE NUESTRO TIEMPO".
Por VERDAGUER.
(Fuente: "Mundo Obrero". Órgano del Comité Central del Partido Comunista de España. Año XXXIV - Núm. 7 - Página 4. Madrid, 1ª quincena de abril de 1964).
NOTA.- Las letras que en el texto original aparecen "en negrita", han sido substituidas por "mayúsculas".
"En estos días se cumple un año del alevoso crimen. En la madrugada del 20 de abril, un pelotón de ejecución, alumbrado por los faros de un automóvil, segaba la vida preciosa de nuestro entrañable Julián, dirigente eminente de nuestro Partido. Angelita, su fiel compañera, era una llama viva de sufrimiento. Nosotros llorábamos de rabia y dolor. Todo el Partido vibraba emocionadísimo. España, el mundo expresaban de mil maneras y formas su gran protesta contra el crimen, su gran pena. ¡Días terribles aquéllos!
Parecía como si los disparos que cortaron la vida de Julián fueran toques de rebato llamando a los pueblos de España, a todos los pueblos del mundo, a la acción contra los asesinos, contra Franco, transformando el eco de la descarga en una impresionante movilización antifranquista, como jamás habíamos conocido.
La odiada dictadura que, fusilando a Julián había querido impresionar a nuestro Partido, a nuestro pueblo, se sintió golpeada por la gran ola de fondo que su crimen ponía en movimiento. Julián, CAYENDO ERGUIDO, COMO SIEMPRE HABÍA VIVIDO, ayudaba a su Partido, a su pueblo y a mundo, a dar un poderoso golpe al régimen franquista...
¡COMO EN LA LEYENDA DEL CID, JULIÁN GRIMAU, UN HÉROE DE NUESTRO TIEMPO, GANABA, DESPUÉS DE MUERTO, UNA BATALLA AL ENEMIGO!
¿Por qué esto? ¿Quién era Julián? Trabajador honesto. Humano en extremo. Amante y respetuoso con su mujer e hijas. Comunista firme, sereno, inteligente. Sobrio en su vida. Su valor era de ley, sin gesto inútiles. Desde hacía un montón de años ocupaba puestos de extrema responsabilidad y enorme riesgo. Abnegado y duro para el trabajo, lleno de sencillez. Cuando es detenido y muestra, frente al enemigo de clase, su talla humana, moral y política, la España popular y progresiva se vio reflejada en él.
Luchando por su salvación, condenando el crimen, esa España luchaba por ella, por su rico y heroico pasado, por acabar con su difícil presente, por asegurarse un radiante porvenir. Los millones de personas que en todo el mundo, alzaron su voz en defensa de Julián, luchaban al mismo tiempo por su derecho a vivir en paz, por su progreso, por su libertad, por la justicia social. Y todas esas voces de España y de fuera gritaban juntas su odio al senil crimen del Pardo, su ardiente deseo de que él y su régimen putrefacto desparezcan pronto y por siempre jamás.
EN NUESTRA ÉPOCA, COMUNISTA Y PATRIOTA SON UNA Y LA MISMA COSA.
Profunda raíz española la de Julián, hondo, indestructible su amor por su patria, por lo más grande que ella tiene: sus obreros y campesinos, sus hombres de ciencia y del arte. La educación patriótica, eminentemente nacional, que nuestro Partido cultiva en sus militantes, Julián la expresaba en todos los actos grandes y pequeños de su vida, impregnado a todo lo que le rodeaba de ese noble amor a la patria, a su pueblo heroico, noble, trabajador, sencillo y hospitalario.
¡Julián era un hijo fiel del pueblo español, un militante eminente del Partido Comunista de España! De aquél había nacido y recibido su savia generosa. En la forja de éste se había formado su gran temple. A lo largo de toda su vida, a la trágica hora de afrontar el pelotón de ejecución, Julián Grimau se muestra como un exponente selecto de su gran pueblo, como un combatiente intrépido de su gran Partido.
EL GRAN PATRIOTISMO REVOLUCIONARIO DE JULIÁN, ESTABA ÍNTIMAMENTE FUNDIDO CON UNA ACENDRADA EDUCACIÓN INTERNACIONALISTA.
Su amor y su respeto por la Unión Soviética, por su gran Partido leninista, eran profundos. Para él, como para todos nosotros, la vida y la lucha de ese gran país, de ese gran Partido era y es, una fuente perenne de lecciones creadoras. Sus viajes por otros países socialistas, por pueblos de Europa y de América Latina, entre ellos la maravillosa Cuba socialista, habían acrecentado en él, lo que nuestro Partido permanentemente nos enseña: el amor y el respeto por la vida, el trabajo y la lucha de todos los pueblos del mundo.
Aprendieron a ver los diferentes caminos de cada uno de ellos en el marco de los objetivos comunes a lograr. Y el enorme valor de la solidaridad internacional de la clase obrera mundial, de todas las fuerzas democráticas y progresivas en la lucha común contra el enemigo común.
Esas cualidades que Julián poseía en alto grado, su serena convicción del triunfo del pueblo español de todos los pueblos del mundo, su perfecta identificación con la gran política revolucionaria de Reconciliación Nacional, que su Partido defendía y defiende, y que él aplicó hasta su último suspiro, ayudan a comprender la sobria grandeza con que Julián afrontó el supremo trance.
También explica, en la nueva correlación de fuerzas en España y en el mundo, la impresionante amplitud de la campaña realizada por salvarle, primero, por condenar el odioso crimen, después. Estimulada por la conducta firme, valerosa de nuestro entrañable Julián.
Por estos días, y por trágica coincidencia de la historia, se cumple el 25 aniversario del fin de nuestra justa guerra nacional y revolucionaria.
Veinticinco años que las banderas de combate de nuestro pueblo, se plegaron derrotados por la traición interna y externa. Los enanos sangrientos de las camarillas gobernantes, se aprestan a celebrarlo en el engaño, en el odio y el miedo a nuestro pueblo. Están a la defensiva. La clase obrera, los pueblos de España, les acosan. Ahí están para probarlo las luchas que cada vez más impetuosas se desarrollan en todo el país. Ahí está Asturias, sus maravillosas luchas mineras. Ahí están los obreros y estudiantes madrileños que, con sus recientes acciones contra la dictadura y su hediondo tinglado sindical, han rendido su significativo homenaje a Julián Grimau.
¡No! No serán Franco y sus verdugos de todo pelaje los que, en este veinticinco aniversario, aparezcan como vencedores.
Sus nombres serán execrados.
LA FIGURA SEÑERA DE JULIÁN GRIMAU, ESPEJO DE NUESTRO PARTIDO Y DE NUESTRO PUEBLO, SERÁ EL NOMBRE QUERIDO PRONUNCIADO CON AMOR PROFUNDO POR INNUMERABLES HOMBRES Y MUJERES DE ESPAÑA.
Será él, su clase obrera, su pueblo, los que en este 25 aniversario se afirmarán como los inminentes vencedores de este régimen abyecto, abriendo para todos los pueblos hispánicos rutas luminosas de paz, libertad, cultura y justicia social.
Y cuando Madrid y España entera se liberen, liberación por la que Julián tanto ha hecho, su tumba, que temerosos ocultan hoy los sicarios franquistas, será un santuario de su Capital, de toda España, de todos los pueblos del mundo. Nunca faltarán en ella, llevados por manos amigas, claveles y rosas rojas.
Termino expresando una entrañable y una segura esperanza.
¡Vive y vivirá eternamente entre nosotros Julián Grimau, héroe de nuestro tiempo:
¡España será libre!".
Crónica de su lucha antifascista.
Por Nestor Guadaño
Julián Grimau García, había nacido el 18 de febrero de 1911. Su familia era numerosa, vivió en Madrid, en el Paseo del Rey, 14. Sus padres fueron María García Ruiz y Enrique Grimau Mauro ( licenciado en Derecho).
Su padre llegó a ser comisario en Barcelona, liberal de pensamiento abandonó su trabajo, al no estar de acuerdo con los sanguinarios métodos represivos del militar Severiano Martínez Anido, en tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera.
Julián Grimau, ya en su juventud milita en Izquierda Republicana. Al comenzar la Guerra Civil, participa en el asalto al Cuartel de la Montaña, y junto a otros milicianos se incorpora en el frente de la sierra madrileña. En esos primeros meses, tras intensos debates con militantes en la sierra, ingresa en el PCE. Por sus actitudes, es enviado a las fuerzas de seguridad republicanas.
Alternando sus ocupaciones en el SIM (Servicio de Inteligencia Militar), es trasladado a Barcelona, dentro de la Policía de Investigación Criminal. Su labor fue destacada, en la desarticulación de Quinta Columnas en el seno de la retaguardia de la República.
Tras la derrota republicana, en 1939 marcha a Francia, y se embarca para la República Dominicana junto a su padre. En 1947 vuelve al país galo.
Elegido miembro del Comité Central del PCE en 1954, entra clandestinamente en España, bajo la identidad de Emilio Fernández Gil, para reorganizar el partido. En Madrid, tiene la máxima responsabilidad junto a Simón Sánchez Montero y Jorge Semprún Maura.
El 7 de noviembre de 1962, tras citarse en la Plaza de Roma (hoy Plaza Manuel Becerra) con un camarada (Francisco Lara) quien le delata, a cambio de su liberación. Grimau en un autobús, tras de entrevistarse, es arrestado por seis policías, que lo llevan a la Dirección General de Seguridad, donde solamente confiesa su nombre y su pertenencia al PCE.
Julián es interrogado y torturado, sobre todo en los miembros y la cabeza. Es arrojado desde una ventana (a seis metros del suelo), intentando simular un suicidio. El ministro de Información Manuel Fraga Iribarne, argumentó que cuando le interrogaban se encaramó a una silla, abrió la ventana y se arrojó por ella de forma "inexplicable" y por voluntad propia.
Tras varios meses de atención médica, sus heridas y traumatismos, son parcialmente curados. En el informe del Centro Asistencia al Detenido, de la calle General Ricardos consta: "Herida contusa estrellada en región frontal izquierda con hundimiento óseo y salida de masa encefálica; fracturas de ambas muñecas, con luxación interfalángica en dedo medio de la mano derecha; pérdida de conocimiento".
Su abogado, militante del PCE, Amandino Rodríguez, no puede visitarle. En el colmo del cinismo, a Grimau se le llega a abrir otro proceso por intento de suicidio, mientras una comisión de tres médicos franceses se le deniega el permiso para visitarle.
Grimau fue apresado en unos meses de gran agitación estudiantil y obrera. El socialismo se ve como una alternativa real. La camarilla franquista necesitaba amedrentar a la población con un castigo ejemplar, y Grimau era su chivo expiatorio
En el extranjero se realiza una campaña de solidaridad para impedir su asesinato. Decenas de medios internacionales volcaron su atención. Muchas manifestaciones multitudinarias hubo en varias capitales europeas y latinoamericanas. Los estibadores de algunos puertos, se negaban a descargar los barcos españoles, y más de 800.000 telegramas llegaron a Madrid pidiendo la paralización de lo que consideraban un juicio farsa.
Franco a la cabeza de un neurótico régimen, atribuyó la contestación internacional a una "conspiración masónico-izquierdista con la clase política". Manuel Fraga al frente del Ministerio de Información y Turismo atribuyó a Julián los mayores crímenes con folletos de propaganda como "Julián Grimau o el arte de fabricar una víctima", donde se le imputaban presuntas actividades en la checa barcelonesa, achacando todo el movimiento de solidaridad por su liberación a "una campaña comunista para derribar el régimen".
Finalmente, el 18 de abril de 1963, a las 8:20 horas, se abre el Consejo de Guerra contra Julián Grimau. Lo preside Valentín Bulnes Alonso (coronel de Caballería). Como vocales actúan los capitanes Francisco Bravo Serrano, José Domínguez González y Luis Valín Gómez. El vocal ponente es el comandante Manuel Fernández Martín. La Fiscalía está representada por Enrique Amado, cuñado del secretario general del Movimiento (José Solís).
La sala del juicio está llena de periodistas españoles y extranjeros. Como el reglamento establece que en un Consejo de Guerra el acusado debe ser defendido por un militar, el abogado de Grimau (Amandino Rodríguez) es sustituido por el capitán Alejandro Rebollo Álvarez-Amandi, integrante de Acción Católica y futuro diputado por la UCD.
Quizá la figura más controvertida del proceso a Grimau sea el vocal ponente, comandante Manuel Fernández Martín, perteneciente al cuerpo jurídico militar, antiguo director de los campos de concentración franquistas en Extremadura. Ejercía su cargo desde marzo de 1937, había participado en cerca de 4.000 procesos, contando en su haber con casi 1.000 penas de muerte. Fernández Martín no tenía la licenciatura de Derecho (sólo había aprobado tres asignaturas del primer curso) y había ejercido su cargo alegando que su título se destruyó en la Guerra Civil. Parece ser que al principio de la contienda se hizo pasar por médico y actuó en la sanidad militar, pero le debió parecer más interesante (o menos comprometedor) el mundo del Derecho. Era sabido que, antes de juzgar a un enemigo político, leía textos sobre los crímenes republicanos para "calentarse".
Pero tras las actas y declaraciones, no se encuentra ningún testigo directo de los supuestos delitos cometidos por el acusado. Todos los testimonios se basan en rumores o declaraciones de terceras personas ya fallecidas (o desaparecidas). Sin ninguna prueba concluyente Fernández Martín solicita la pena capital para el acusado. Pero hay un problema jurídico: las brutalidades que se imputan a Grimau habrían sido cometidas en 1938, por lo que tras haber transcurrido 25 años ya habían prescrito, según el código de justicia militar vigente.
Para solventar este inconveniente se desempolva el viejo código de 1894, que eleva la prescripción a 30 años, y Grimau es acusado de rebelión militar continuada, lo que significa que durante la posguerra habría seguido luchando en armas contra el régimen, cosa imposible dado su prolongado exilio.
Lo único que queda probado en el juicio, es que el acusado había sido jefe de la Brigada del Servicio de Investigación Militar en Barcelona, y que militaba en el PCE. Su abogado defensor alega que no existen denuncias, ni sumarios abiertos contra Grimau al acabar la Guerra, al mismo tiempo que niega la acusación de rebelión militar continuada. Pide la absolución de su defendido o, como mucho, tres años de prisión.
El Consejo de Ministros Extraordinario para atender las peticiones de indulto del día siguiente (19 de abril), solo delibera sobre como exponer una sentencia ya acordada. Sin duda es una reunión tensa y compleja. 19 Ministros y Franco, debaten durante diez horas. Sólo Fernando María Castiella (ministro de Exteriores) viendo la repercusión que podría tener la ejecución de Grimau en el ámbito internacional, pone reparos. Si había pocas posibilidades de entrar en el Mercado Común, tras la condena a muerte éstas quedan reducidas a cero. Es posible que los tres ministros del Opus Dei (Ullastres, López Bravo y Navarro Rubio) también se mostrasen reticentes. Franco y la cúpula militar no admiten reparos en contra, reclamando la votación individual. Nadie se atreve a votar contra la ejecución.
Más de 800.000 telegramas llegan a Madrid, pidiendo que Julián no sea ajusticiado, entre ellos uno del papa Juan XXIII y otro del dirigente soviético Nikita Jruschov, lo cual supone que, por primera vez, un dirigente de la URSS se dirige personalmente a Franco, tratándole de "Excelencia".
También piden clemencia un gran número de estadistas, religiosos e intelectuales europeos, entre los que figuran J. F. Kennedy, Willy Brandt, Harold Wilson, Aldo Moro, el cardenal Montini o Jean Paul Sartre. Franco responde desabridamente a todos ellos, diciendo que los crímenes horrendos perpetrados por Grimau impiden cualquier clemencia hacia él.
Tras pasar la noche en el madrileño cuartel de Campamento junto al capitán Rebollo, Grimau escribe una carta para su esposa. Hacia las 6 de la madrugada del 20 de abril, fue trasladado en una furgoneta al campo del cuartel, donde se ejecutó su fusilamiento.
En los archivos de la justicia española Grimau sigue apareciendo como un delincuente. Un preso ejecutado. Por contra, Manuel Fraga, uno de sus verdugos, ha sido tenido como un demócrata, teniendo homenajes en el Senado, inaugurándole un busto. ASÍ SE SIGUE DESTRUYENDO LA HISTORIA, HONRANDO A LOS ASESINOS DE LOS LUCHADORES POR LA LIBERTAD.