lunes, 28 de abril de 2025

El espíritu que necesitamos frente al imperialismo y su rumbo belicista

                                                  
 

Esta frase del artículo reflexionando sobre la situación de la clase trabajadora concentra toda la verdad de nuestra acción en el trabajo de masas; "Pero los comunistas no podemos tomar esta falsa conciencia como punto de partida sin traicionar los intereses fundamentales de la clase obrera a la que aspiramos a representar. Nuestro punto de partida deben ser las necesidades objetivas de nuestra clase y del desarrollo social" pero creo que los camaradas siguen obviando que la única posibilidad existente de relacionarse interactuando con las masas obreras, es desde el sindicalismo de clase trabajando en las organizaciones obreras en los centros de trabajo y sectores, movimiento vecinal de barrios y pueblos y asociaciones estudiantiles progresistas en institutos y universidades, para hacer sindicalismo sociopolítico explicando la realidad del sistema donde vivimos, explicando que existen alternativas políticas que construyen socialismo de iguales y poniéndose al frente de las luchas y reivindicaciones concretas, al tiempo que sin rupturas ni exclusiones sectarias, luchamos en su seno en sana competencia contra las ideas reformistas y reaccionarias, inoculadas desde los medios de comunicación de las oligarquías dominantes y por las burocracias sindicales que dirigen la lucha del movimiento obrero. Nota de Alonso Gallardo

Unión Proletaria        abril 16/2025






























Cuanto más se agrava la crisis del sistema imperialista, mayores son los conflictos de Estados Unidos, Europa y Japón con el resto del mundo y entre ellos, viendo en la guerra el modo de salvarse a costa de otros. No contentos con la explotación creciente de sus trabajadores, amenazan con acelerarla para financiar los preparativos bélicos. Para que la clase obrera transija, la bombardean con una propaganda mentirosa e histérica señalando a Irán, China y Rusia como amenazas a la paz, a la seguridad y al modo de vida burgués imperante en nuestro lado del mundo. Poco importa que esta propaganda sea contraria a toda razón e incluso a toda evidencia:

  • los países del grupo BRICS+ acosados por el imperialismo no necesitan conquistar las riquezas de otros porque ya tienen en sus propios territorios la riqueza natural y humana suficiente para desarrollar las economías productivas más pujantes;
  • sólo las continuas provocaciones desde Ucrania, Israel, Taiwán y Corea del Sur son las que los obligan a un esfuerzo militar, aun así, muy inferior al de las potencias occidentales;
  • son éstas, asfixiadas por una sobreacumulación de capital y de deuda, las que tienen que recurrir al parasitismo y a la piratería.

Aquellos países están aprovechando sus actuales ventajas para resistir, pero el acoso imperialista les inflige graves daños. Las fuerzas comunistas, pacifistas y democráticas de Occidente intentamos contrarrestar esta agresividad rebatiendo la propaganda de guerra de los gobiernos y de los medios privados capitalistas. Su propaganda llega a mucha más población que la nuestra, pero, a cambio, la nuestra es veraz y corresponde a los intereses fundamentales de la mayoría trabajadora. Esta contradicción entre lo subjetivo y lo objetivo es la que debemos desarrollar para contribuir desde nuestros países a la paz, la democracia y el socialismo.

La propaganda antiimperialista debe tener en cuenta la conciencia actual de la mayoría trabajadora formateada por decenios de dominación económica, política e ideológica de la burguesía. Los demócratas pequeñoburgueses de la llamada “izquierda” se someten a ella e incluso la refuerzan con su sentimentalismo pacifista. Pero los comunistas no podemos tomar esta falsa conciencia como punto de partida sin traicionar los intereses fundamentales de la clase obrera a la que aspiramos a representar. Nuestro punto de partida deben ser las necesidades objetivas de nuestra clase y del desarrollo social. La labor de los comunistas ha de consistir precisamente en que los obreros vayan tomando conciencia de ellas y organizándose para satisfacerlas.

En lugar de concentrar nuestras escasas fuerzas en esta labor, se están dedicando por entero al sindicalismo, a denunciar la guerra imperialista y a buscar el apoyo del ciudadano medio a los pueblos agredidos, pensando como los antiguos espontaneístas rusos que la táctica es «un proceso de crecimiento de las tareas del partido, las cuales crecen junto con éste».[1] Está muy bien propugnar la unidad antiimperialista como objetivo inmediato principal y desenmascarar a los izquierdistas de palabra (y derechistas de hecho) que perjudican esta unidad al tratar a China y a Rusia como imperialistas. Pero ¿cómo se puede derrotar a estos provocadores y contribuir a la lucha internacional contra el imperialismo sin un partido proletario basado en el sector más consciente de nuestra clase y decidido a luchar por el derrocamiento de la burguesía?

Será precisamente la claridad política y el ejemplo práctico de este partido lo que elevará la combatividad del trabajador medio, a medida que los acontecimientos lo permitan. Y, mientras tanto, cuando atendemos las preocupaciones de éste, cuidemos que nuestra propaganda y también nuestra agitación no entren en conflicto con la necesaria vía revolucionaria.

Además, la recuperación de la independencia política del proletariado de los países imperialistas será la mejor ayuda a nuestros hermanos de clase de aquellos países oprimidos que emergen como potencias, frente a las aspiraciones imperialistas de sus burguesías.

El revisionismo moderno que descompuso al movimiento comunista internacional consistió precisamente en la renuncia a esta misión específica nuestra y su sustitución por la vía pacífica y parlamentaria, la coexistencia-emulación pacífica entre diferentes regímenes sociales y la organización política de todo el pueblo, sin distinción de clases.

Lo que nos condujo a este marasmo fue la prosperidad imperialista que sucedió a las dos guerras mundiales. Pero, hoy, esta prosperidad se está trocando en su contrario y nos vemos arrastrados a toda marcha a una tercera guerra mundial, apenas retenida por el temor de una mutua destrucción nuclear. Ante las condiciones y perspectivas presentes, ¿no se ha vuelto todavía más oportunista y criminal pasar por alto el cometido propio de los comunistas y conformarse con una propaganda defensiva contra la locura o la inmoralidad de los imperialistas, ayudándolos así involuntariamente a mantener al pueblo atemorizado e impotente? ¿No representa acaso una peligrosa inercia de unos tiempos pasados en que acomodaron y corrompieron a la mayor parte del movimiento obrero organizado?

Poco antes de morir, Stalin refutó el idílico pacifismo que proponía el revisionismo moderno, con el siguiente baño de realidad:

“El presente movimiento pro-paz persigue el fin de levantar a las masas populares a la lucha por mantener la paz, por conjurar una nueva guerra mundial. Consiguientemente, ese movimiento no persigue el fin de derrocar el capitalismo y establecer el socialismo, y se limita a los fines democráticos de la lucha por mantener la paz. En este sentido, el actual movimiento por mantener la paz se distingue del movimiento desarrollado en el período de la Primera Guerra Mundial por la transformación de la guerra imperialista en guerra civil, pues este último movimiento iba más lejos y perseguía fines socialistas.

Es posible que, de concurrir determinadas circunstancias, la lucha por la paz se desarrolle hasta transformarse, en algunos lugares, en lucha por el socialismo, pero eso no sería ya el actual movimiento pro-paz, sino un movimiento por derrocar el capitalismo.

Lo más probable es que el actual movimiento pro-paz, como movimiento para mantener la paz, conduzca, en caso de éxito, a conjurar una guerra concreta, a aplazarla temporalmente, a mantener temporalmente una paz concreta, a que dimitan los gobiernos belicistas y sean sustituidos por otros gobiernos, dispuestos a mantener temporalmente la paz. Eso, claro es, está bien. Eso incluso está muy bien. Pero todo ello no basta para suprimir la inevitabilidad de las guerras en general entre los países capitalistas. No basta, porque, aun con todos los éxitos del movimiento en defensa de la paz, el imperialismo se mantiene, continúa existiendo, y, por consiguiente, continúa existiendo también la inevitabilidad de las guerras. Para eliminar la inevitabilidad de las guerras hay que destruir el imperialismo.”[2]

El viejo líder bolchevique no hacía otra cosa que atenerse al enfoque que Lenin había incorporado al programa de su Partido, cuando ya había dado la cara la nueva etapa imperialista del capitalismo y pasaba al orden del día la preparación de la revolución proletaria:

“El excepcional grado de desarrollo que el capitalismo mundial ha alcanzado en general; la sustitución de la libre competencia por el capitalismo monopolista; el hecho de que los bancos y consorcios capitalistas hayan preparado el aparato para la regulación social del proceso de producción y distribución de los productos; el alza del costo de la vida y el aumento de la opresión de la clase obrera por los consorcios, con motivo del crecimiento de los monopolios capitalistas, los tremendos obstáculos que se interponen en las luchas económicas y políticas del proletariado; los horrores, las calamidades, la ruina y la barbarie provocados por la guerra imperialista: todos estos factores transforman la etapa actual del desarrollo capitalista en la era de la revolución socialista proletaria.

Esta era ha comenzado ya.

Sólo una revolución socialista proletaria puede sacar a la humanidad del atolladero al que ha sido conducida por el imperialismo y las guerras imperialistas. Por grandes que sean las dificultades que encuentre la revolución, cualesquiera que sean los posibles fracasos pasajeros o los vaivenes contrarrevolucionarios que tenga que enfrentar, el triunfo definitivo del proletariado es inevitable.

Las condiciones objetivas plantean como tarea urgente del día, de la época que atravesamos, la preparación directa, en todas las formas, del proletariado para la conquista del poder político, a fin de realizar las medidas económicas y políticas que son la esencia de la revolución socialista.”[3]

¡Éste es el enfoque y el espíritu que los comunistas debemos recuperar para actuar entre las masas, unir nuestras fuerzas y alcanzar nuestro objetivo más primordial: reconstituir el Partido Comunista!

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NOTAS:

[1] ¿Qué hacer?, Lenin: Lenin (1902): ¿Qué hacer? – Cap. II

[2] Los problemas económicos del socialismo en la URSS, Stalin: problemas-economicos-del-socialismo.pdf

[3] Materiales para la revisión del programa del partido, Lenin: Obras Completas LENIN Tomo 32. Mayo-julio de 1917