jueves, 14 de noviembre de 2024

Unir a África al campo antiimperialista y poner rumbo al socialismo


            Noviembre 3 del 2024                     


 

Unir a África al campo antiimperialista y poner rumbo al socialismo

Unión Proletaria

[Ponencia de Unión Proletaria para la Conferencia de Dakar de la Plataforma Antiimperialista Mundial].

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Con un 20% de la superficie continental y un 17% de la población del planeta, África posee 33% de las reservas minerales (60 tipos de minerales: 90% de las reservas de platinoides, 80% del coltán, 60% del cobalto, 70% del tántalo, 46% de diamantes, 40% de oro) y 24% de las tierras cultivables. Por tanto, en proporción a su territorio y a su población, tiene más recursos naturales que los otros continentes:  sería de esperar que su producción y su consumo también fueran mayores y, sin embargo, no es así.

Su Producto Interior Bruto anual apenas alcanza el 3% del total mundial (su PIB per cápita es el 17% de la media internacional); su producción agrícola, el 9%; su consumo de energía, el 4%; su participación en el comercio mundial de bienes y servicios, el 3%; y es el continente con mayor déficit de infraestructuras. Depende de las exportaciones de materias primas y de la fluctuación de sus precios.

La consecuencia social es que el 40% de la población africana se encuentra bajo el umbral de la pobreza (menos de 2 USD al día), 300 millones pasan hambre (un tercio del total mundial) y el 43% carece de acceso a la electricidad.

Estas pocas cifras ilustran los estragos de dos siglos de expolio colonial, y también neocolonial puesto que la independencia política obtenida hace más de 50 años no fue suficiente para corregir la situación heredada: no sólo las potencias coloniales se negaron a compensar a los países africanos, sino que continuaron e intensificaron su explotación económica, acompañada de continuas injerencias y agresiones.

Al igual que América Latina, los países de África aspiran a una segunda independencia, con una soberanía real. Para conseguirla, necesitan una unidad que los fortalezca frente a la depredación y la dominación de las potencias extranjeras. Desde mediados del siglo pasado, la consigna de la unidad africana y del panafricanismo ha sido enarbolada por todas las fuerzas políticas locales. También las clases poseedoras del continente la han utilizado, de una manera engañosa, para beneficiarse del tráfico neocolonial con los imperialistas a costa de los obreros y campesinos.

Si el panafricanismo antiimperialista quiere triunfar, debe emanciparse de todo sesgo nacionalista que perjudique la unidad revolucionaria de los explotados de África con los de los demás países. El nacionalismo conduce a subordinarlos a los explotadores, a debilitarlos y a reforzar el régimen neocolonial. Hace 30 años, Ludo Martens[1], marxista-leninista y fiel amigo de los pueblos del Continente, pronunció un informe en el 7º Congreso Panafricano, en el que diseccionó la historia del panafricanismo y las concepciones diversas que encubre este término:

  • la reaccionaria, colonial y tradicional-tribal;
  • la pequeñoburguesa, muy influida por el cuestionamiento académico del marxismo en Occidente (teoría crítica, existencialismo, estructuralismo, etc.) y “que sueña con una África políticamente independiente y unidad, pero sin romper con … el imperialismo”;
  • el panafricanismo oficial de la gran burguesía africana inserta en la globalización capitalista;
  • y “el panafricanismo del proletariado africano” (Mulele en el Congo, Osende Afana en Camerún, Amílcar Cabral en Guinea-Bissau, las últimas actuaciones de Nkrumah, etc.).

Ludo Martens consideraba que el proletariado militante debe apoyar la lucha nacional de los pueblos oprimidos como “una tarea esencialmente negativa”, es decir, contra la opresión imperialista; pero que no debe sostener “positivamente” el nacionalismo. Su criterio se basaba en los argumentos aportados por Lenin en 1913:

“… el marxista reconoce por entero la legitimidad histórica de los movimientos nacionales. Mas, para que este reconocimiento no se transforme en una apología del nacionalismo, es preciso que se limite rigurosa y exclusivamente a lo que hay de progresivo en tales movimientos a fin de que no contribuya a ofuscar la conciencia del proletariado con la ideología burguesa. (…) El nacionalismo militante burgués … embrutece, embauca y divide a los obreros para hacerles ir a remolque de la burguesía, … En cada cultura nacional existen, aunque no estén desarrollados, elementos de cultura democrática y socialista, pues en cada nación hay una masa trabajadora y explotada cuyas condiciones de vida originan inevitablemente una ideología democrática y socialista. Pero en cada nación existe asimismo una cultura burguesa (y, además, en la mayoría de los casos, ultrarreaccionaria y clerical), y no en simple forma de ‘elementos’, sino como cultura dominante. Por eso, la ‘cultura nacional’ en general es la cultura de los terratenientes, de los curas y de la burguesía. (…) tomamos de cada cultura nacional sólo sus elementos democráticos y socialistas…”[2]

Esta posición de principios preside la táctica comunista a emplear en las condiciones concretas, las cuales, además, se van haciendo más y más complejas. La Primera Guerra Mundial de 1914-1918, las revoluciones que la siguieron y la guerra civil en la Rusia soviética permitieron un conocimiento más exacto del enemigo imperialista y, gracias a él, Lenin y el partido bolchevique pudieron precisar la táctica.

Se habían desmoronado “las ilusiones nacionales pequeñoburguesas sobre la posibilidad de la convivencia pacífica y de la igualdad nacional bajo el capitalismo” y, en lo sucesivo, la revolución proletaria en cada país se “combinaría” con las guerras nacionales contra el imperialismo internacional.

Dadas estas condiciones reales aún hoy vigentes, el proletariado revolucionario debe “sellar una alianza temporal con la democracia burguesa de los países coloniales y atrasados, pero no debe fusionarse con ella y tiene que mantener incondicionalmente la independencia del movimiento proletario incluso en sus formas más embrionarias”. Por eso, “sólo debemos apoyar y sólo apoyaremos los movimientos burgueses de liberación en las colonias en el caso de que estos movimientos sean verdaderamente revolucionarios, en el caso de que sus representantes no nos impidan educar y organizar en un espíritu revolucionario a los campesinos y a las grandes masas de explotados”. Y “debemos asumir el papel de dirigentes”.

Es de todo punto evidente que el movimiento nacional que hoy hace frente al imperialismo –tanto en países debilitados como por parte de potencias como China y Rusia- es revolucionario, por lo menos en un sentido objetivo, frente a la acelerada tendencia a la reacción por parte de Occidente. Además, nos ofrece a los comunistas una mayor libertad de propaganda y organización, a condición de que demos la justa prioridad al combate contra la dominación extranjera.

Como la opresión secular de las naciones colonizadas ha provocado rencor y desconfianza en sus pueblos hacia las naciones opresoras, incluido su proletariado, los comunistas debemos “demostrar circunspección y atención particulares” ante sus sentimientos nacionales y “hacer ciertas concesiones” para favorecer “una aspiración voluntaria a la alianza y a la unidad”.

En el trabajo con las capas burguesas de las naciones oprimidas, Lenin privilegiaba al campesinado y advertía que “la tarea no es luchar contra el capitalismo, sino contra las supervivencias medievales”. En esos países, la revolución madura “en la medida en que se desarrolla el proletariado industrial y ferroviario, y, por otra parte, en que aumenta” la opresión imperialista.

También consideraba que la victoria de la Rusia soviética hacía posible un ritmo menos rápido en la transformación revolucionaria de los países atrasados:

“Nosotros hubimos de abrir la primera brecha en la muralla del capitalismo mundial. Esta brecha está abierta. (…) Ustedes … no tienen que abrir brechas, sino crear lo nuevo con más prudencia y sistema, aprovechando la situación internacional … favorable para ustedes. (…) No deben copiar nuestra táctica, sino analizar por cuenta propia las causas de su peculiaridad, las condiciones y los resultados de esta táctica, aplicando en las condiciones locales no la letra, sino el espíritu, el sentido, las lecciones que brinda la experiencia del período de 1917-1921. En el terreno económico, deben apoyarse inmediatamente en el intercambio con el mundo capitalista, sin regatear: no importa que decenas de millones de los minerales más valiosos vayan a parar a sus manos. Deben tratar inmediatamente de mejorar la situación de los campesinos y comenzar grandes trabajos de electrificación y de riego. El riego es lo más necesario y lo que sobre todo transformará el territorio, lo levantará, sepultará el pasado y afianzará la transición hacia el socialismo.” [3]

A diferencia de los tiempos de Lenin, tanto Ludo Martens en los años 90 como nosotros en el presente, nos hemos visto obligados a asumir que la fuerza política del proletariado internacional ha retrocedido enormemente. Pero, a diferencia del período que va de Lenin a Ludo Martens, podemos hoy beneficiarnos de una situación de decadencia del campo imperialista y de fortalecimiento del campo antiimperialista, integrado por la alianza de los países socialistas o con marcada herencia socialista con los países soberanos y los movimientos de liberación nacional. La situación concreta es tal que ha convertido en proféticas las palabras pronunciadas por Lenin en una de sus últimas intervenciones: “El destino de toda la civilización occidental depende ahora, en grado inmenso, de la incorporación de las masas trabajadoras de Oriente a la vida política”.[4]

Los proletarios comunistas de hoy tenemos el deber de apoyar, so pena de traición, la acción objetivamente revolucionaria de este campo antiimperialista que se está construyendo bajo la dirección conjunta de los Estados socialistas y de las burguesías nacionales patrióticas. Y, además de nuestro apoyo leal a esta alianza, tenemos la tarea estratégica específica de reforzarla aportándole una perspectiva positiva mediante la reanimación del movimiento revolucionario de las masas obreras y campesinas, tanto en las naciones opresoras como en las naciones oprimidas.

¡Viva la unidad antiimperialista!

¡Viva la lucha revolucionaria de los obreros y campesinos por el socialismo!

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NOTAS:

[1] Panafricanismo y marxismo-leninismo, Informe presentado por Ludo Martens en el 7º Congreso Panafricano, Kampala, Uganda, 2-8 de abril de 1994: https://es.slideshare.net/slideshow/panafricanisme-ou-marxisme-leninisme/179052112 (en francés) y https://www.fafich.ufmg.br/luarnaut/Martens-Panafricanismo%20y%20marxismo%20leninismo.pdf (en castellano)

[2] Lenin, Notas críticas sobre la cuestión nacional

[3] Lenin, Informe ante el II Congreso de toda Rusia de las organizaciones comunistas de los pueblos de Oriente, 20 de diciembre de 1919; Primer esbozo de las tesis sobre los problemas nacional y colonial para el II Congreso de la Internacional Comunista, junio de 1920; Informe de la Comisión para los Problemas Nacional y Colonial, julio de 1920; A los camaradas comunistas de Azerbaidzhán, Georgia, Armenia, Daguestán y de la República de los Gortsi, abril de 1921; e Informe al III Congreso de la Internacional Comunista, junio y julio de 1921.

[4] Lenin, Carta al Consejo de Propaganda y Acción de los Pueblos de Oriente.