Octubre 29/2024 Francisco Arias Fernández (Granma)
Históricos partidarios de la invasión militar, de la «intervención humanitaria», ejemplares anexionistas que aplauden cada medida de asfixia del Gobierno estadounidense contra el pueblo cubano, forman un coro que desprecian sus víctimas y sus financistas
Dentro de los tantos engendros «frutos» de los laboratorios de la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos, para tratar de subvertir la situación interna de Cuba, con el fracasado propósito de derrotar la Revolución, proliferan en redes sociales digitales los sitios, páginas y perfiles que, para engañar, manipular y reclutar, emplean el nombre de nuestro país o de quienes nacieron en la Isla de las cuatro letras.
CiberCuba, Cubanos por el mundo, Cuba Net, Cubita Now, Periódico Cubano… son apenas algunos de los más conocidos y cercanos al Departamento de Estado, de los denominados tanques pensantes de los partidos Demócrata y Republicano; de las agencias de desestabilización y penetración para corroer desde dentro o en internet, con variados disfraces, pretextos, presuntas buenas intenciones y falsa identidad nacional.
Son puntas de lanza de los actuales mafiosos, terroristas, mercenarios, odiadores y de los politiqueros del Capitolio que han hecho carrera del negocio de la guerra contra Cuba. Los marcan la desvergüenza, el anexionismo a la máxima expresión, el fascismo, la desfachatez, el desprecio y la falta de escrúpulos por la suerte de sus semejantes en territorio estadounidense, y, peor aún, con los que viven a 90 millas, sin importar padres, hijos o hermanos.
Resultan históricos partidarios de la invasión militar, de la «intervención humanitaria», del pretexto y la estratagema política para el empeoramiento de las relaciones bilaterales, de la adopción de medidas cada vez más crueles contra el pueblo cubano, y que insisten en convertirlas en ley.
El coro macabro de la Casa Blanca, el relleno necesario y justificativo para la escena «estremecedora» del anexionismo; siempre fiel –como lo quería España–, pero esta vez a los pies del nuevo amo; presente en las fotos de ocasión junto a mandatarios yanquis durante cada declaración de guerra contra Cuba, desde los días de la imposición del bloqueo económico, comercial y financiero, ha sido utilizado.
Estaban allí, escoltados por los jinetes del Apocalipsis en el Congreso, cuando Bill Clinton protagonizó la firma de la asesina Ley Helms-Burton; cuando Donald Trump les prometió echar por tierra cualquier señal de vínculos civilizados entre países y pueblos, y abrió las puertas a todo el odio posible, a insertarnos en las peores listas, a multiplicar el sufrimiento y las carencias. Lo acompañaron también en su intento golpista en el Capitolio, y algunos están presos. La calaña es clara y convincente.
Son la expresión viviente de los esbirros batistianos prófugos de la justicia cubana, ladrones devenidos millonarios emprendedores en la Florida; de los bandidos pagados por Washington para matar alfabetizadores, campesinos y sus hijos; de los mercenarios o títeres del ejército estadounidense, víctimas de la estrepitosa primera gran derrota del imperialismo en América. No son otros.
Son los que pusieron innumerables bombas en aviones, hoteles, restaurantes, embajadas y barcos, o atentaron contra escuelas, círculos infantiles, tiendas, aeropuertos, hospitales y fracasaron más de 600 veces en planes conspirativos de magnicidio contra los dirigentes cubanos. Allí están, en nuevos campos de entrenamiento con veteranos o activos del Ejército de ee. uu., de la cia o del Comando Sur.
Son los que disfrutan las catástrofes provocadas por huracanes, sequías o la crueldad de la guerra económica que santifican; por incendios o derrumbes; los que se afilan los dientes y procuran la asfixia a toda costa para generar malestar social e inestabilidad; los que pagan apedreamientos, cacerolazos, atentados contra la autoridad; los que brindan por la escasez de medicamentos para el niño grave o salvar a un ser querido; los que fabrican diariamente convocatorias y manifestaciones antigubernamentales, desde los mencionados espacios digitales, artífices de la ciberguerra y del ciberterrorismo.
En territorio de Estados Unidos, son los que persiguen a quienes viajan a Cuba y les cierran empleos o conciertos; los que promueven campañas contra la migración regular y ordenada, mientras vociferan la «heroicidad» de secuestradores o ladrones de embarcaciones que llegan a las costas de la Florida; los que hacen campaña contra las remesas y la ayuda humanitaria.
Son los que, en lugar de procurar fuentes de luz para la Cuba con que se disfrazan, hacen todo lo posible por eternizarla en la oscuridad. En el fondo, son los mismos fracasados de los últimos 65 años, arropados y bendecidos por el mismo imperio, también frustrado en su longeva y vil obsesión de apoderarse de la Cuba nuestra, única, irrenunciable e invencible.