viernes, 28 de marzo de 2025

La nueva estrategia económica de EE.UU.



Por Alejandro Marcó del Pont | 24/03/2025 | Economía
Fuentes: El tábano economista [Imagen: la residencia Mar-a-Lago de la familia Trump. Foto: Bloomberg]

Los Bonos del Tesoro americano que tienen los acreedores son, en esencia, capital disfrazado de deuda o deuda vestida de capital (El Tábano Economista)

Desde 2014, el predominio unipolar de Estados Unidos comenzó a resquebrajarse. Sus capacidades económicas y militares ya no coincidían con sus ambiciones globales. La crisis de 2008 marcó el inicio de un declive económico, tecnológico y militar que hizo insostenible la estrategia de dominación mundial que había seguido hasta entonces. Las élites estadounidenses no han renunciado a sus aspiraciones de controlar los mercados y recursos de Occidente, pero han reconocido que necesitan una nueva estrategia para aprovechar mejor sus recursos limitados. Esta es la esencia de la política exterior de Donald Trump: una retirada estratégica del imperialismo tradicional para reagruparse y redefinir su enfoque.

Sin embargo, este plan no está exento de desafíos. Internamente, Estados Unidos enfrenta disputas brutales, mientras que, a nivel internacional, debe lidiar con un mundo que ya no acepta su hegemonía sin cuestionamientos. Para mantener una política exterior creíble, el país necesita resolver urgentes problemas económicos internos, como la deuda pública, y los déficits fiscal y comercial.

Hay tres indicadores clave que explican las decisiones del gobierno de Trump y las élites que lo apoyan:

1) La deuda pública: supera el 124% del PIB, alcanzando los 36,2 billones de dólares. Los intereses de esta deuda ascienden a 1,3 billones de dólares anuales, superando por primera vez en la historia los gastos de defensa. Además, aproximadamente un cuarto de la deuda (8,5 billones de dólares) está en manos de acreedores extranjeros.

2) El déficit fiscal: en 2024, el déficit fiscal equivalió al 6,4% del PIB, unos 1,8 billones de dólares, el mayor porcentaje en los últimos 50 años.

3) El déficit comercial: alcanzó los 1,2 billones de dólares, con cinco países responsables de más del 70% de este déficit: China 24.5%%, UE 19.5%, México 14.5%, Vietnam 10.2%, Taiwán 6%. 

Estos indicadores revelan una economía bajo presión, donde la interacción entre las tasas de interés, el valor del dólar, las políticas de divisas y la gestión de la deuda pública es intrincada y delicada, poniendo énfasis en los pagos de intereses de la deuda pública.

El presidente estadounidense presiona a la Reserva para que baje las tasas, pero toma decisiones arancelarias que producirán más inflación y quitan margen de maniobra. Los primeros intentos de Donald Trump para revertir el déficit comercial y negociar con sus socios del T-MEC, China y la Unión Europea, fue de incremento de aranceles. A pesar que no fueron implementados en su totalidad, varios centros de investigación, dentro de los que se encuentra el Peterson Institute, estimaron que sólo los aranceles de Trump a Canadá, México y China costarían al hogar típico estadounidense más de 1.200 dólares al año, es decir, más inflación.

Ante esta situación, ha comenzado a circular en la administración Trump una propuesta audaz: el Acuerdo de Mar-a-Lago, que busca una reestructuración forzosa de la deuda, sugiriendo el canje de bonos del Tesoro en manos extranjeras por «bonos centenarios» no negociables, con un plazo de 100 años y una tasa de interés cero. El objetivo del Acuerdo sería abordar el doble déficit de Estados Unidos —el comercial y el del gasto público— mediante una compleja maniobra que involucra el valor del dólar y las inversiones extranjeras en el país. Se devaluará el dólar y se pondrá fin a la deuda americana en manos extranjeras en las condiciones actuales.

Esta idea no está exenta de riesgos. Los principales tenedores de bonos estadounidenses son Japón (1 billón de dólares), China (780 mil millones), Reino Unido (723 mil millones) y paraísos fiscales como Luxemburgo e Islas Caimán (843 mil millones). China, por ejemplo, difícilmente aceptaría un canje que perjudique sus intereses. Japón, por su parte, depende de la rentabilidad de los bonos estadounidenses para cumplir con sus obligaciones de jubilación, lo que reduce su motivación para aceptar bonos de bajo rendimiento.

Gran parte de los comentarios convencionales sobre el supuesto acuerdo consisten en señalar que es difícil para cualquier persona razonable concebir cómo los términos de dicho acuerdo podrían ser aceptables para cualquiera de los socios de Estados Unidos. Así pues, en lugar de criticar el plan como si se tratara de un fallo mental del equipo de Trump, imaginemos que este «fallo» no es un error, sino una característica.

El objetivo de la visión del «Acuerdo» es crear un gran escenario en el que los Estados Unidos de Trump demostrarán su poder coercitivo para cambiar unilateralmente todos los parámetros básicos de la economía occidental. El hecho de que solo la coerción permitirá a Estados Unidos conciliar las contradicciones entre la depreciación de la moneda, la redefinición de la deuda y la preservación del dólar con el estatus de reserva y disfrazarlo todo de «Acuerdo», es la clave. La coerción abierta y visible disimula los consentimientos, precisamente lo que un Acuerdo de Mar-a-Lago ofrecería.

Las consecuencias son variadas, la búsqueda de una moneda más débil para mejorar la competitividad exportadora podría desencadenar una guerra de divisas, donde múltiples países intentarían devaluar sus monedas simultáneamente. Este escenario, observado durante la Gran Recesión, podría generar inestabilidad en los mercados financieros y afectar negativamente el comercio internacional.

Para Estados Unidos, los beneficios a corto plazo incluyen una mayor competitividad comercial, la reducción del déficit de la balanza comercial y la protección de la industria local, que necesariamente tendrá un periodo de maduración para desarrollarse. Sin embargo, los riesgos son significativos: inflación, represalias comerciales y pérdida de confianza en el dólar como moneda de reserva global.

Para el comercio mundial, una guerra de divisas y aranceles más altos podrían reducir el comercio global y aumentar la incertidumbre en los mercados financieros. Países exportadores, como China y Alemania, verían reducidas sus exportaciones, mientras que las economías emergentes podrían sufrir fugas de capitales y devaluaciones de sus monedas.

Es imperativo para el gobierno de Donald Trump financiar su déficit fiscal. Por lo que obligar a algunos acreedores extranjeros a canjear sus bonos del Tesoro por bonos a un plazo muy largo para aliviar la carga de la deuda trasfiriendo el riesgo del contribuyente estadounidense a los contribuyentes extranjeros, es algo frecuente. Si esta iniciativa puede mantener bajos los tipos de interés y debilitar el dólar, se podría tener resultado en tres sectores importantes: déficit fiscal, comercial y aumentar los niveles de inversión.

La combinación de aranceles, reestructuración de la deuda, debilitar la moneda y una posible guerra de divisas es una estrategia de alto riesgo. Aunque podría ofrecer beneficios a corto plazo para Estados Unidos, también conlleva conflictos significativos para la economía global. La clave para la élite estadounidense será encontrar un equilibrio entre proteger sus intereses y mantener la estabilidad en los mercados internacionales, incluso si eso significa olvidarse temporalmente de la economía nacional.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/03/23/la-nueva-estrategia-economica-de-ee-uu/ 

Multipolaridad y BRICS



Fuentes: Rebelión

El crecimiento sostenido de China en lo económico, tecnológico/científico y político durante los últimos 40 años; el resurgir de Rusia como potencia militar e industrial, luego de la devastación y desmembramiento de la Unión Soviética; la consolidación de un núcleo anti imperialista en la América Latina y el Caribe con Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela a la cabeza, los cuales lograron la ruptura del Consenso de Washington, la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y la resurrección y reposicionamiento de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP); la lucha de Irán por su desarrollo, soberanía y autodeterminación; el crecimiento económico, tecnológico y demográfico de la India; la fortaleza, los recursos y el liderazgo de la Sudáfrica postapartheid de Mandela y el Consejo Nacional Africano; así como, la lucha, el coraje y valentía de pueblos como los de Nepal, Laos, Corea del Norte, Angola, Malí, Níger, Burkina Faso y Vietnam, entre otros, han sido parte importante de la fuerza impulsora e incentivadora del cambio profundo que se está dando actualmente en la geopolítica mundial. Sin duda, un mundo multipolar y pluricéntrico emergió y no existe posibilidad alguna de devolverlo a la botella.

Históricamente hablando, el mundo unipolar liderado por los Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.), secundado por una Europa supeditada y arrastrada a sus designios, afortunadamente para los pueblos, duró muy poco. Sin embargo, este breve período con su “fin de la historia” y su “mundo basado en normas” ha sido terrible para los pueblos no occidentales, dejó a su paso millones de muertos y destrucción, guerras asimétricas de EE.UU. y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra Yugoslavia, Irak, Siria, Libia, Afganistán, Somalia, etc; agresiones, bloqueos, robos y otras medidas ilegales contra Cuba, China, Irán, Nicaragua, Rusia, Venezuela y otros países, hasta llegar al culmen de la barbarie con el genocidio sionista, apoyado por el Occidente Colectivo, contra el pueblo palestino.

La iniciativa política tomada por Rusia en 2006, en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas (NN.UU.), daría pie para que cuatro importantes economías emergentes, Brasil, Rusia, India y China se juntaran en 2009 y fundaran el grupo BRIC, al cual se sumaría Sudáfrica en 2010, para conformar uno de los principales motores de la multipolaridad, el BRICS.

Durante la cumbre de Johannesburgo en 2023, se decidió la incorporación como países miembros de Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Argentina, la cual declinó su membresía al resultar ganador en las elecciones presidenciales Javier Milei. En 2025 se suma Indonesia como miembro y como países asociados Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Uganda y Uzbekistán.

En la actualidad Argelia, Afganistán, Bangladés, Bahréin, México, Nicaragua, Pakistán, Senegal, Siria, Sri Lanka, Sudán, Túnez, Uruguay, Venezuela y Zimbabue han mostrado su interés de incorporarse al grupo, estando en proceso de evaluación su posible adhesión.

Todo lo anterior confirma el positivo posicionamiento de los BRICS entre los países del Sur Global, principalmente entre las llamadas economías emergentes y países en vías de desarrollo, que se dan cuenta de su potencial y capacidades de crecimiento en una plataforma universal, que coordine los enlaces horizontales entre países y alianzas regionales a nivel global, permitiendo construir un sistema de cooperación equitativo, basado en el respeto, los principios de coexistencia pacífica y el beneficio justo en todos los procesos de intercambio de bienes y servicios.

La tendencia de crecimiento del BRICS y el auge de las peticiones de ingreso, así como el incremento en el relacionamiento y conexión a sus mecanismos financieros, se explica, en mucho, por el cansancio de la mayoría de los países de las agresiones, abusos y robo de las riquezas llevados a cabo por Occidente durante los últimos siglos, que además pretenden perpetuar, para su exclusivo beneficio, con el neoliberalismo, el neocolonialismo, las estructuras del sistema de Breton Woods y el uso del dólar estadounidense (usd) como medios de opresión que buscan imponer a los países en vías de desarrollo el rumbo decidido por Washington.

El caso de Argentina es un ejemplo claro. Por supuestas razones ideológicas, el gobierno de Javier Milei se negó a continuar el desarrollo de la cooperación económica y comercial con socios tradicionales como China y Rusia. Según algunos economistas, la negativa de Argentina de incorporarse a los BRICS la privó de estabilizar su economía con las condiciones ventajosas que le pudo haber brindado el Banco de Desarrollo de los BRICS.

Así, Argentina adeuda 44.000 millones de usd al Fondo Monetario Internacional (FMI), quienes en junio de 2024, expandió la línea de crédito al país por 800 millones de usd, empujando al país a una total esclavitud financiera y restringiendo su capacidad para ejercer una política económica soberana. Ahora, en marzo de 2025, el presidente Milei vuelve a renegociar con el FMI en términos aún desconocidos, pero con seguridad, muy lesivos para el pueblo argentino, quien es el que terminará esquilmado y pagando la usurera cuenta contraída por gobiernos subordinados al imperialismo.

El BRICS además de contar con un muy solvente y bien soportado Banco de Desarrollo, está desarrollando una plataforma de pagos denominada BRICS Pay, que facilitará los pagos de los intercambios comerciales entre los países miembros, países asociados y amigos con las divisas propias de los países, disminuyendo la dependencia de sus economías al dólar.

En la actualidad la República Federativa del Brasil, ejerce la presidencia pro tempore del grupo y, sin duda está siendo presionada por EE.UU. para ralentizar el desarrollo del grupo y provocar la disminución de su crecimiento y consolidación. Aún a pesar de que Brasil impidió el ingreso de Venezuela como miembro pleno en Kazan 2024, es importante que tenga el coraje y la tenacidad suficientes para soportar estos nuevos embates, debe ser capaz de resistir las tentativas de EEUU para detener el desarrollo de los BRICS.

La campaña de desinformación contra los BRICS está subiendo de nivel, y a medida que el grupo vaya consolidándose y obteniendo logros concretos, reales y tangibles, esto tenderá a aumentar. Aparecerán figuras políticas, así como ONG de todo tipo, financiadas por la USAID o sus herederos, buscando socavar las iniciativas de los BRICS e impedir su avance. Tratarán de desacreditar el nuevo formato planteado, “país-socio”, que permite desarrollar una cooperación intensa con la Alianza sin estar dentro de ella. También, desde instituciones pro occidentales han impulsado alianzas de países “emergentes” para tratar de restar fortaleza al BRICS. Grupos como el MIKTA (México, Indonesia, Corea del Sur, Türkiye y Australia) o el CIVETS (Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, Türkiye y Sudáfrica) son ejemplo de ello. Pese a todo ello el BRICS, la multipolaridad y la liberación de los pueblos avanza.

Justamente, la posibilidad de que los países amigos y aquellos que se han postulado para incorporarse puedan establecer acuerdos con la Alianza y los países que en la actualidad la conforman, es uno de los grandes beneficios y atractivos que presentan los BRICS. La intensificación de la cooperación y el apoyo de todos estos países a las iniciativas planteadas por la Alianza en los diversos espacios internacionales, incluso en las NN.UU., son muy importantes, ya que, con seguridad, traerán dividendos políticos, geopolíticos, socio-económicos, humanitarios (incluso en el deporte, la cultura, etc.) y financieros para todo el Sur Global, ayudando a la total ruptura con el pasado neocolonial e imperialista de dependencia impuesto por occidente, asegurando el respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos.

Por último, es importante no dejar de percibir que hay múltiples iniciativas entre los países en vías de desarrollo, muchos de ellos con economías en franco crecimiento, que también están trabajando permanentemente por consolidar un mundo mejor, un mundo multipolar en el cual todos podamos vivir bien, en el que los intercambios comerciales, políticos y sociales beneficien a todos y todas. Entre ellas, podemos mencionar iniciativas como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), la Unión Económica Euroasiática (UEE), la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), la Alianza de Estados del Sahel (AES) y otros que sin descanso buscan respeto, paz, armonía, bienestar económico y felicidad para los pueblos, sobre todo para aquellos que históricamente han sido sojuzgados, robados y maltratados.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

LUCAS BRETT. Así se protege China de una guerra financiera con Estados Unidos


Marzo 2025










La elite de Washington sabe que su imperio se tambalea y está dispuesta a utilizar cualquier herramienta a su alcance para mantener su dominio global. Entre sus armas más letales está el dólar, que ha sido utilizado una y otra vez para chantajear y estrangular economías que desafían el orden neoliberal. Pero Pekín no está dispuesta a jugar según las reglas impuestas por Occidente y ha diseñado una estrategia maestra para resistir cualquier ataque financiero de EE.UU.

Desde hace décadas, EE.UU. ha usado su control sobre el sistema financiero internacional para someter a naciones que se resisten a su hegemonía. Las sanciones contra Irán, Venezuela y Rusia son ejemplos de cómo Washington manipula el acceso al dólar y al sistema SWIFT para aplastar economías enteras. China ha tomado nota y ha decidido no convertirse en la próxima víctima.

Su plan es claro: fortalecer el yuan como alternativa al dólar sin exponerse a los ataques especulativos de Wall Street. Pekín sabe que una liberalización total de su sistema financiero sería un suicidio, ya que permitiría a EE.UU. y sus aliados lanzar ataques como un sniping financiero que podrían desestabilizar su moneda y economía.

El sniping financiero es una táctica utilizada en guerras económicas para manipular los mercados financieros y generar inestabilidad en la economía de un país objetivo. Se basa en movimientos especulativos masivos, que buscan hacer caer el valor de una moneda extranjera.

Cuando una moneda sufre una depreciación repentina, los inversores entran en pánico y comienzan a retirar su dinero, acelerando la crisis. Este tipo de ataques han sido utilizados en el pasado contra países como Japón en los años 80 y contra los mercados asiáticos en la crisis financiera de 1997. China, consciente de este riesgo, ha diseñado mecanismos de defensa para evitar ser víctima de una ofensiva similar.

En este sentido, China ha implementado una serie de mecanismos clave para debilitar el chantaje financiero de EE.UU.:

  • Expansión del yuan en el comercio global: Pekín está firmando acuerdos para que más países utilicen el yuan en transacciones internacionales, reduciendo la necesidad del dólar. En 2024, más del 50% de las transacciones transfronterizas de China ya se realizaban en yuanes.
  • Desarrollo de una alternativa a SWIFT: China ha impulsado su propio sistema de pagos interbancarios, CIPS, que permite a bancos extranjeros procesar transacciones sin depender de la infraestructura controlada por EE.UU. Cada vez más países se están uniendo a este sistema para reducir su exposición a sanciones.
  • Control estricto sobre el sistema financiero: Pekín mantiene un control férreo sobre el flujo de capitales y ha prohibido el uso de criptomonedas que podrían usarse para evadir regulaciones estatales. A diferencia del caos desregulado del neoliberalismo, China prioriza la estabilidad y el control estatal de su economía.
  • Ocultación estratégica de reservas: Mientras Occidente presume de transparencia, China ha aprendido a jugar con inteligencia. Gran parte de sus reservas en dólares están dispersas en bancos estatales y otros activos, lo que dificulta cualquier intento de Washington de congelarlas en caso de sanciones. Algunos analistas estiman que China tiene hasta 6 billones de dólares en reservas, el doble de lo que reflejan los informes oficiales.

Aunque muchos insisten en la voluntad de China de destronar al dólar para reemplazarla por el yuan, la realidad es más sutil. Pekín no busca dominar el mundo con su moneda, sino asegurarse de que EE.UU. no pueda estrangular su economía y la del resto del Sur Global en caso de conflicto. No se trata de reemplazar la hegemonía del dólar con la de la moneda china, sino de construir un mundo multipolar donde el comercio internacional no esté sometido a los caprichos de Washington.

El sistema financiero chino sigue siendo menos abierto que el de Occidente, pero eso es una ventaja. A diferencia de los países que han caído en la trampa de la liberalización financiera impuesta por el FMI y el Banco Mundial, China mantiene el control sobre su economía y puede resistir la presión externa. Con cada paso que da China para debilitar la dependencia global del dólar, el poder de EE.UU. se erosiona. La estrategia de Pekín está funcionando, y el miedo en Washington es palpable. Las sanciones ya no son la herramienta todopoderosa que eran hace una década, y cada vez más países están buscando alternativas al sistema financiero occidental.

La era del chantaje financiero estadounidense está llegando a su fin. China no está sola en esta lucha: el Sur Global observa y toma nota. Un nuevo orden económico está en marcha, y Pekín está liderando el camino hacia un mundo donde Washington ya no pueda dictar las reglas del juego.

jueves, 27 de marzo de 2025

Las cartas de triunfo que Trump cree tener en el asunto ucraniano



Hugo Dionísio      MARZO 22/2025

Como jugador que es, Trump quiere mantener todas las cartas sobre la mesa. La UE, a pesar del farol, garantiza a Trump el acceso al premio final.




















En una semana en la que las expectativas de muchos atlantistas respecto a la aventura del Kursk siguen deteriorándose, seguimos asistiendo a sucesivos episodios de circo mediático en torno al conflicto de Ucrania.

Entre un Trump aparentemente preocupado por una paz ‘duradera’ en Ucrania, una ‘Europa’ que insiste en calificar a la Federación Rusa de ‘amenaza’, un Zelensky alineado con las potencias de la UE pero aparentemente más abierto a iniciar negociaciones, un Macron que dice hablar en nombre de toda Europa y afirma que “no se puede confiar en Putin”, una Von Der Leyen que insiste en un aumento masivo del gasto militar, y una delegación ucraniana en Riad que, tras el degradante espectáculo en la Casa Blanca, finalmente, unos días después, y tras una derrota decisiva en la aventura de Kursk, llega a aceptar una propuesta de alto el fuego inmediato; todos estos episodios, aparentemente contrapuestos, acaban encajando perfectamente, complementándose como una baraja al servicio de Trump.

Para entender cómo encajan, la mejor manera de abordarlos es empezar por el último de estos episodios: la farsa de las negociaciones en Arabia Saudí.

Para nadie es un secreto, se esté o no de acuerdo con la posición y aspiraciones de la Federación Rusa, lo que se pretende con lo que se ha denominado “Operación Militar Especial”: desmilitarizar, desnazificar, neutralizar militarmente a Ucrania, impidiendo su integración en la OTAN, y proteger a las poblaciones rusas de las persecuciones xenófobas registradas tras el golpe de Euromaidán.

Sin embargo, los rusos nunca han rehuido dejar abiertas líneas de diálogo, como demostraron cuando fueron a Arabia Saudí a conferenciar con la delegación estadounidense.

Fieles a su naturaleza, no se anduvieron con rodeos, ni jugaron, ni enviaron señales de humo.

Dejaron muy claro que no están dispuestos a negociar soluciones frágiles y temporales, sino sólo entendimientos sólidos y duraderos que tengan en cuenta las preocupaciones de la Federación Rusa en materia de seguridad.

Esta situación no ha cambiado, ya que la prensa dominante informa ahora de que Rusia ha presentado una lista de exigencias para que acepten el alto el fuego.

Sin embargo, Marco Rubio, tras negociar con la delegación ucraniana un acuerdo sobre las famosas “tierras raras”, asegurando su supuesta explotación por parte de Estados Unidos, dijo a quien quisiera escucharle que los avances serían ahora objeto de una propuesta concreta a la Federación Rusa.

El tono era claro y pretendía hacer creer que los estadounidenses tienen esperanzas en el resultado de todo este proceso de mediación. ¿Lo están?

Volvamos a la Federación Rusa y planteemos la siguiente pregunta:

¿hasta qué punto será del agrado de la delegación rusa la propuesta de un alto el fuego inmediato, realizada en un momento en el que las fuerzas de Moscú han logrado una rotunda y humillante victoria en la región de Kursk? ¿Se garantizará alguno de los objetivos tantas veces subrayados por el Kremlin? ¿Puede deducirse del alto el fuego inmediato que Ucrania acepta todas las exigencias de la parte rusa? ¿Y es creíble que, estando la Federación Rusa en una posición de primacía en el conflicto, lo eche todo por la borda con un alto el fuego? ¿Especialmente cuando, al contrario de lo que se anunció, Estados Unidos en realidad nunca dejó de suministrar armas e inteligencia a Ucrania?

Como todos hemos oído en la prensa dominante, Marco Rubio informó a los periodistas de que se había reanudado el suministro de armas a Ucrania. Esto significa que en realidad nunca se suspendió.

El tiempo transcurrido entre un acto y otro, apenas dos días, haría imposible la materialización de la suspensión teniendo en cuenta los plazos burocráticos necesarios.

Por lo tanto, si Estados Unidos no suspendió el suministro de armas a las fuerzas de Kiev y, por el contrario, supuestamente incluso lo reanudó, ¿Qué señal envía esto a la Federación Rusa? ¿Una señal de que quieren negociar? ¿De que actúan de buena fe? ¿De qué están realmente interesados en presionar a Kiev para que acepte negociar?

A mí no me lo parece y, por el contrario, el mensaje que puede transmitirse es el contrario, es decir, que el alto el fuego servirá al régimen de Kiev para reagruparse, consolidar fuerzas y rearmarse.

Si no fuera así, ¿Cuál sería el propósito, en una fase de discusión de una propuesta de alto el fuego, de reanudar un suministro que, de hecho, nunca se suspendió? ¿Qué mensaje enviaría esto a Rusia? ¿Que Estados Unidos quiere detener la guerra, pero no quiere detener el suministro de armas?

Como mínimo, es contradictorio y parece carecer de sentido.

Por lo tanto, dada esta realidad, no es en absoluto creíble que la Federación Rusa vaya a aceptar la propuesta de un alto el fuego inmediato, tengamos en cuenta que Lavrov ya ha mencionado varias veces que el Kremlin ya no se dejará convencer por la ‘ingenuidad’,  debemos preguntarnos, teniendo en cuenta todos estos factores, si es aceptable suponer que la propuesta estadounidense es genuina y que las intenciones de la Casa Blanca son auténticas.

¿Cómo pueden ellos, que tienen acceso a toda la información, creer que la Federación Rusa aceptará, sin más, una propuesta de este tipo, sin que se ofrezcan garantías y sin dejar de suministrar armas a Kiev? Como dijo Ushakov, asesor de Putin, al Kremlin le interesa una paz duradera, no un ‘intervalo’.

La no aceptación rusa será muy plausible, sobre todo tras la presentación de exigencias que Kiev no estará dispuesta, de entrada, a aceptar. Aunque, por razones diplomáticas, el rechazo de Moscú se exprese con todo cuidado, para no justificar el distanciamiento definitivo de las demás partes.

Esto no significa que los representantes rusos no sepan lo que hay sobre la mesa, las verdaderas intenciones de la Casa Blanca y la posibilidad de que, para consumo interno en Estados Unidos, la no aceptación de la propuesta de alto el fuego se utilice aún más para demonizar al Kremlin. Algo que, en los tiempos que corren, difícilmente preocupará a los rusos y a sus representantes.

De hecho, no es inaudito que Trump y sus compinches se dirijan al pueblo estadounidense y digan que la Federación Rusa no quiere ceder nada, no quiere conceder nada y, por lo tanto, no está interesada en “detener el conflicto inmediatamente”.

Si, para consumo interno en Estados Unidos, este discurso funciona, desde una perspectiva material, viendo el equilibrio de fuerzas sobre el terreno, ¿por qué iba Moscú a ceder en sus intenciones, dado que se encuentra en una posición de primacía militar? Sobre todo, cuando Moscú siempre ha declarado que no quiere “sólo un final” del conflicto y que este “final” debe ir acompañado de la resolución de los problemas subyacentes.

Esta posición rusa solo puede parecer indignante a los occidentales y estadounidenses intoxicados por la propaganda que inicialmente decía que “Ucrania estaba ganando la guerra” y “Rusia iba a ser derrotada en el campo de batalla”, más tarde que “el conflicto está estancado” o, ya con Trump, que “ambos bandos están perdiendo y Rusia ya ha perdido un millón de hombres”.

Para quienes sabían, desde el primer día, que este sería un conflicto perdido para Occidente, salvo que acabara en una situación en la que todos perdieran, es decir, en el Armagedón nuclear, no es de extrañar que el Kremlin no renuncie a sus objetivos, ya que, dado el estado de cosas, si no los consigue en las negociaciones, los consigue en el campo de batalla.

Volvamos al consumo interno y al circo para confundir y convencer a los pueblos occidentales.

En una situación donde la Federación Rusa permanece intransigente en sus aspiraciones, como se espera, creo que Trump necesitará el «acuerdo» sobre sus tierras ricas en minerales «en bruto», como una carta bajo la manga para jugar ante su público.

Después de todo, ¿por qué otra razón se daría tanta importancia a un acuerdo que, teniendo en cuenta los conocimientos sobre las reservas minerales registradas, tiene una eficacia material muy limitada?

Teniendo en cuenta que el territorio controlado por el régimen de Kiev no incluye reservas minerales de gran importancia, puesto que las existentes en esa región ya están en posesión de los rusos o en territorio considerado ‘ocupado’ por la Federación Rusa¿por qué iba Washington a dar tanta importancia a un puñado de nada?

La importancia atribuida al acuerdo sobre los minerales por la Casa Blanca se explica por el hecho de que ese entendimiento constituye una baza, para el juego interno, a disposición de la nueva administración dirigida por Donald Trump.

Como hombre de negocios, para poder continuar la aventura ucraniana, tras el previsible rechazo o presentación, por parte de los rusos, de demandas que Estados Unidos difícilmente podrá garantizar, Trump necesita, al menos, dos argumentos:

1. Convencer al pueblo estadounidense de que son los rusos o los propios ucranianos -o incluso los europeos- los que no quieren hacer concesiones con vistas a un entendimiento, ya que no aceptaron la propuesta ‘razonable, sincera y generosa’ del ‘presidente Trump’;

2. El mantenimiento del gasto en Ucrania está salvaguardado porque el ‘presidente Trump’ llegó a un acuerdo mineral con Kiev, que garantiza el pago a Estados Unidos, con intereses, de las cantidades adelantadas, pasadas o futuras.

En otras palabras, si los rusos no quieren la paz, los ucranianos no la aceptan o los europeos la boicotean, Trump siempre tendrá las cartas necesarias para convencer a los MAGA de que hizo todo lo posible para acabar con la guerra, pero no lo consiguió.

Pero, aunque no lo consiga, se asegura de que Estados Unidos no salga perjudicado de la situación.

Y así, Trump sale del problema ucraniano, quedándose en él, pero pudiendo decir que no es responsable y que, en cualquier caso, tiene garantizado el acceso a ‘valiosas’ reservas minerales que compensan en gran medida los costes.

¿Continuará la guerra? Sí. Pero Trump podrá decir que no es culpa suya y que, a diferencia de Biden, encontró la manera de compensar a los contribuyentes por los gastos realizados.

Por supuesto, se trata de una falacia, ya que todos sabemos cuánto se han apropiado las multinacionales estadounidenses de los activos en poder del régimen de Kiev.

Si este es el caso, y creo que puede ir por este camino, al menos Trump querrá tener una amplia gama de opciones que le permitan escapar con gracia hacia un lado u otro.

Seguirá, en cualquier caso, no sólo vendiendo armas a Ucrania, sino también a la Unión Europea y a otros ‘aliados’, algo a lo que no querrá renunciar.

Si el conflicto se detiene en las condiciones que él desea, Trump contará con esas reservas de minerales en Ucrania, que compensarán en gran medida el fin del negocio de las armas con Ucrania y todo el dinero que Estados Unidos les ha prestado.

Este es, por tanto, el doble papel del problemático acuerdo mineral con Zelensky. Permite el refuerzo argumental en cualquier situación. El acuerdo de minerales garantiza el pago de cantidades pasadas, si la guerra termina o EEUU se retira de ella, y de cantidades futuras, si la guerra continúa. Ante el pueblo estadounidense, Trump siempre saldrá ganando.

Por lo tanto, para Trump, todo parece reducirse a asegurarse de tener a su disposición una amplia gama de opciones igualmente ventajosas que ofrezcan justificaciones ante el pueblo estadounidense.

Sin embargo, hay algo que puede no encajar bien en esta estrategia. Y esta duda radica en el hecho de que no se conocen reservas de ‘tierras raras’ en Ucrania, e incluso considerando otras reservas minerales, es en el territorio que Rusia considera suyo, el Donbass, donde se encuentran las mayores y más valiosas reservas.

Por lo tanto, cabe preguntarse hasta qué punto la intención del alto el fuego, asociada al mantenimiento de los flujos de armas a Ucrania y, en conjunción con el distanciamiento ruso de la propuesta de alto el fuego, no tiene aún otra opción bajo la manga de Trump.

Como alguien a quien le encanta hablar de cartas, esta parece una jugada de auténtico jugador.

Si la Federación Rusa no acepta el alto el fuego, o cualquier propuesta para dividir las tierras en disputa, garantizando a EE.UU. el acceso a al menos parte de las mayores y más valiosas reservas minerales de la región, EE.UU. no sólo puede demonizar aún más al Kremlin ante los votantes estadounidenses, sino también justificar la continuación de la guerra, la venta de armas y tratar de aspirar -lo que sabemos que es una ilusión- a la reconquista, al menos parcial, del Donbass, dando así efecto práctico al acuerdo mineral que hicieron con la banda de Zelensky.

En otras palabras, el efecto material práctico del acuerdo mineral, si se confirman las sospechas sobre las escasas reservas en posesión de Kiev, sólo se produce si la Federación Rusa acepta negociar –mediante concesiones exigidas por Kiev– el reparto de las tierras en su posesión o a punto de estarlo, o, si esto no ocurre -como es de esperar que Rusia no acepte-, mediante una reconquista por las fuerzas leales a Kiev de parte de esas tierras.

Sin la verificación de una de estas situaciones, de entrada, el acuerdo sobre los minerales no es más que una baza para consumo interno.

Sea como fuere, Estados Unidos siempre gana. Ganan los rusos, si ceden (comprando la paz mediante concesiones territoriales) y los europeos, porque compran más armas; ganan los ucranianos, si los rusos no ceden, y los europeos, que siguen, en cualquier situación, por el camino de la militarización.

Sea como sea, Estados Unidos siempre gana. Gana con los rusos, si estos ceden (comprando paz mediante concesiones territoriales), y con los europeos, porque compran más armas; gana con los ucranianos, si los rusos no ceden, y con los europeos, quienes continúan, en cualquier situación, en el camino de la militarización.

De ahí que, en la práctica, tienda a creer que Zelensky ha comprado de esta forma, mediante la promesa de futuras ganancias, el apoyo que necesita para continuar la guerra, intentando que los rusos acepten una pausa de 30 días en el conflicto, que, sin cambiar gran cosa, detendría al menos temporalmente la máquina de guerra que Occidente indirectamente llevó a la Federación Rusa a construir.

También pueden utilizar el rechazo al alto el fuego para tratar de distanciar a algunos aliados de Rusia, mediante la difusión de la información de que esta vez sería Rusia, y no Ucrania, la que rechaza el fin de los combates y la contención del conflicto. Esta será otra baza a disposición de Trump, para intentar llevar a Rusia a la mesa de negociaciones.

Trump espera, mediante estas estratagemas, poder chantajear a la Federación Rusa con más sanciones, aislamiento internacional y suministros de armas a Ucrania -donde encaja maravillosamente la supuesta reanudación de los suministros- para obtener concesiones territoriales, donde se encuentran las reservas minerales.

¿Se dejará arrastrar Rusia a semejante situación? A mí no me lo parece, pero en la mente de Trump, esto tendrá mucho sentido. Pero, en algún lugar, encaja la teoría expresada por Marco Rubio de que “Rusia también está perdiendo” y que Rusia también está interesada en detener el conflicto, tratando de transmitir que la desesperación no es sólo de Kiev, sino también de Moscú.

Al mismo tiempo que esto ocurre y Trump está abriendo todas estas opciones, también debemos escuchar con atención las palabras de Peter Hegseth en Bruselas.

Si el tono de Rubio y Trump oscila hacia la necesidad de detener inmediatamente el conflicto ucraniano, solo ahora sabiendo que pretenden hacerlo superficialmente y sin presentar las garantías por las que los rusos han luchado tan duramente—aunque han declarado repetidamente que rechazan una Ucrania en la OTAN—, el tono de Hegseth, por otro lado, ha estado más dirigido hacia la necesidad de que Europa asuma su defensa, tome responsabilidad en el conflicto y enfrente, por sí misma, las amenazas que se ciernen sobre ella. No vale la pena mencionar cuáles son esas amenazas.

Combinando estos dos discursos, tenemos la imagen completa, entendiendo además que lo que parece una contradicción entre el comportamiento europeo y las aspiraciones de Trump no es, en realidad, ninguna contradicción, sino todo lo contrario.

Tomando a Trump como una especie de demonio que trajo consigo el colapso militar de Ucrania, la Unión Europea, después de tres años ocultando a los europeos la situación real sobre el terreno, aprovecha ahora la demonización de la administración Trump como contrapunto a la santificación que hace del régimen de Kiev. Un régimen que ahora se ha alineado con… Trump. Cerrando un círculo aparentemente ‘irreconciliable’.

Y es que las resistencias y rechazos expresados por los ‘líderes’ de la UE a la estrategia seguida por la administración Trump, en cuanto a las negociaciones con la Federación Rusa y la intención -al menos enunciada y ahora plasmada en un simple “alto el fuego”- de poner fin a la guerra en Ucrania, son tremendamente contradictorias con las decisiones prácticas tomadas por la propia UE, con decisiones tan más alineadas con las aspiraciones de estos ‘nuevos’ EE.UU. de lo que el discurso aparentemente enfrentado podría hacer creer.

Una vez más, Peter Hegseth dijo, en Bruselas, para que todos lo oyeran, que ya era hora de que Europa quitara la carga («unburden») ucraniana de los hombros de sus aliados atlánticos, para que éstos puedan enfrentarse a retos aún más tremendos, que sólo Estados Unidos puede y tiene interés en afrontar.

De ahí que este circo de comparecencias durante el cual asistimos a una especie de complot contra Trump, por parte de los ‘líderes’ de la Unión Europea, cuando se analiza en profundidad y más allá de las apariencias, permite ver que, de alguna manera, la UE sigue alineada con la estrategia hegemónica de Estados Unidos, que no terminó con el trumpismo.

La Unión Europea, ante la ‘deserción’ de EEUU, en lugar de exigirles las responsabilidades que les correspondían, se alineó inmediatamente con el discurso transmitido por Peter Hegseth y, en contra de las aspiraciones de los pueblos europeos, aceptó voluntariamente la propuesta de deserción de Washington y pasó a cumplir la orden enunciada por la Casa Blanca, apostándolo todo a la militarización de la Unión Europea.

Incluso garantizando a Trump un premio por la ‘deserción’: el aumento exponencial del gasto europeo en el marco de una OTAN cada vez más obsoleta.

Evidentemente, y en contra de las apariencias, la Unión Europea de la vehemente Von Der Leyen no sólo no choca con las aspiraciones de Trump, sino que le facilita la tarea en relación con el desastre ucraniano.

Como si su papel fuera facilitarle la tarea, ayudándole a desviar la atención de lo esencial.

La UE desvía la atención de Trump, asume el peso de la carga estadounidense, liberándoles para su aventura en el Pacífico.

Todo ello pareciendo muy enfadada con la nueva administración, pero haciendo todo lo posible para que sus acciones converjan con las necesidades estratégicas hegemónicas de EEUU.

La UE, asumiendo la financiación del proyecto y el aumento del gasto europeo en armamento, permite a Trump mantener el abanico de opciones que he mencionado antes.

Si sigue dentro del conflicto, Trump tiene la justificación de la intransigencia rusa, ucraniana o europea; si quiere salir, Trump vende armas a la UE y a Ucrania y, aunque el conflicto termine, Trump siempre garantiza, en el aumento de los fondos europeos para defensa, las ganancias que pudiera obtener del conflicto, y con intereses.

También garantiza, si el conflicto termina en sus términos, una parte de los minerales que actualmente están en posesión de la Federación Rusa.

Estados Unidos nunca perderá, no importa la alternativa. Al menos creo que esta es la aspiración de Trump, aspiración que choca con el hecho de que es muy difícil que Rusia se deje chantajear o arrastrar a una situación en la que los ganadores sean los EEUU, a costa de la propia Rusia.

No veo a Moscú en tal estado de desesperación. Al contrario, la desesperación está del lado de Kiev y de la Unión Europea, y es de éstos de quienes Trump sacará la cabellera.

De ahí que haya que distinguir claramente lo que dice el entorno de Trump cuando se refiere a que “el presidente quiere acabar con este problema”. Todo tiene que ver con la óptica, y “acabar” significa no hacerse responsable de lo que ocurra.

De ahí que, culpando a Rusia, a Ucrania, a la UE o a Biden, Trump tenga a su disposición un amplio abanico de cartas que, al menos en su maquiavélica mente, le permiten salir airoso de este conflicto.

Trump sale del conflicto, lo que no significa que el conflicto no continúe y que EEUU no siga enviando sus armas allí. Trump, en cambio, pase lo que pase, siempre saldrá limpio y con ganancias -aunque sean virtuales o futuras- para presentar a sus partidarios, que “justifiquen” el fracaso de las negociaciones.

Como jugador que es, Trump quiere mantener todas las cartas sobre la mesa. La UE, a pesar del farol, garantiza a Trump el acceso al premio final.

TraducciónObservatorio de trabajadores en lucha

Guerra de 4ª y 5ª generación: Las nuevas fuentes en las guerras de nuevo tipo


Por Guillermo Martín Caviasca | 19/03/2025 | Mundo
Fuentes: PIA Global

El articulo que presentamos aborda los nuevos dominios de la guerra moderna analizando su origen evolución y los desafíos que implican desde la perspectiva social de la guerra. analizando como las “sociedad civil” es terreno de batalla. Fue presentado para el debate en las jornadas inter escuelas de historia 2024 en la mesa sobre temas militares.

“la finalidad de la guerra es desarmar al enemigo (…) empujarlo a una situación que sea aún peor que el sacrificio que se le exige (…) reducirlo a la indefensión estricta o, por lo menos, empujarlo hasta una posición en la que dicho riesgo sea probable”. Carl von Clausewitz

Esta ponencia es una aproximación al estudio de las características novedosas de la guerra contemporánea, un avance en la identificación de las fuentes que de ella emergen para su estudio. Presentaremos los “nuevos dominios” de la guerra y como los medios audiovisuales son integrados al conflicto. Lo haremos desde la perspectiva de la historia social.

Las nuevas doctrinas extienden el “dominio” de la guerra a múltiples ámbitos de la vida social, en los que se desarrolla un nuevo tipo de “guerra total”, que se despliega más allá, antes, en paralelo o complementariamente, de la confrontación armada convencional. Esta nueva generación de guerra nos entrega una más compleja cantidad de fuentes y nuevos o renovados terrenos ricos para la investigación.

Nuestro objetivo será presentar una aproximación a los debates en torno a la guerra en el campo de la cultura y las conciencias, en función del salto tecnológico de las últimas décadas acaecido en las comunicaciones, las redes y la intercomunicación global, multiplataforma al instante. O sea, nos ubicamos en un punto de cruce entre la geopolítica, la inteligencia, la historia militar, las relaciones internacionales y la historia cultural. Así nos posicionamos entre la “inteligencia” y la “investigación”. Lo hacemos desde la perspectiva de “lucha por la hegemonía” en el terreno concreto de la guerra. Es un tema abierto al debate y los mismos especialistas militares no acuerdan aun en una conceptualización precisa. Pero como “el búho de Minerva levanta vuelo en el crepúsculo”, esto no debe sorprendernos.

En la reflexión sobre la historia militar se ha generalizado la periodización en “generaciones de guerra” (periodización presentada por William Lin, que veremos más adelante), la que consideramos útil, pero que puede ser engañosa. Esta comienza con las formas modernas de guerra (los ejércitos de línea y las armas de fuego). O sea, deja atrás miles de años de historia humana. Ya se sabe con suficiente certeza que, si bien no a través de una “división del trabajo” militar, lo cierto es que la guerra existe desde las comunidades de cazadores recolectores. Si queremos ser muy puntillosos no la llamemos “guerra” (ya que esta requiere para ser conceptualizada como tal, una dimensión especial de organización y planificación) pero sí conflictos y enfrentamientos entre grupos humanos por recursos y espacios[1] (Hobsbawn. 1987). Sin dudas desde Sumeria o el Egipto antiguo existen ya estructuras militares específicas, con sus formas de combate, armas y especialistas.

En ese mismo sentido otra categoría en uso es la de “revoluciones militares”, la que también debemos precisar. En 1955 el norteamericano Michael Roberts presentó el concepto de “Revolución militar”“Rogers señaló que una Revolución Militar era un fenómeno que se manifestaba cuando importantes cambios sistémicos en la esfera cultural, política, social, demográfica o económica se articulaban de tal forma que lograban transformar completamente el Estado, la sociedad y su relación con la guerra” (Colom Piella y Baqués Quesada. 2011. Jordán 2021). Básicamente, una “revolución militar” va asociada, es consecuencia o parte, de un cambio económico, social y tecnológico de características revolucionarias o muy profundo. Ambas categorías, con las salvedades indicadas, estarán dentro de nuestro marco teórico para desarrollar este trabajo.

Cuando se habla de la implicación de los medios audiovisuales, la cultura y el arte, la propaganda, los “nuevos” medios web o la prensa, en la guerra, se lo señala como una nueva forma de guerra. Una nueva generación o una revolución militar en desarrollo. Debemos preguntarnos si esto es así. Estaríamos frente a un conflicto donde la “acción psicológica” en la “retaguardia”, o mediante una acción concertada a través de medios técnicos y organizaciones de personas “privadas” (tipo ONGs o empresas), actúan en la conciencia colectiva de los pueblos que deben sustentar a los ejércitos, antes durante o después del conflicto armado de cualquier nivel. Como se ha señalado desde Clausewitz, la guerra moderna no es nada sin esa retaguardia que permite movilizar a las masas con conciencia para el combate. Y en tiempos más recientes de “guerra total” permite movilizar a las masas en todos los ámbitos nacionales para el esfuerzo de guerra: “El impacto de una fuerza puede aumentar sustancialmente si se dirige contra el flanco o la retaguardia del enemigo. Estos ataques al flanco y a la retaguardia por norma afectan a las consecuencias del desenlace más favorablemente que al propio desenlace” (Clausewitz, 1922. P. 378). En la guerra contemporánea las maniobras sobre la retaguardia operan sobre los “nuevos dominios” y en el plano de la homogeneidad/voluntad del frente interno, con determinante importancia.

Señalamos que en ese artículo cuando hablamos de “guerra” lo hacemos en un sentido estratégico e integral, donde el combate militar del frente de batalla es solo un aspecto de la misma; y la guerra convencional solo una forma de guerra posible, inclusive los dominios se han ampliado y las líneas de batalla no se pueden representar en un mapa exclusivamente.

O sea, guerra hay cuando un Estado u organización no estatal de proyección equivalente, identifica una serie de intereses propios, y de posibles adversarios o simplemente objetos de su interés, y “ataca” mediante medios no militares con una concepción de “guerra” (para someter al otro a nuestra voluntad en términos de Clausewitz) las estructuras cognitivas de la sociedad, o grupo en cuestión, a través de herramientas culturales, o civiles en general. Una penetración genética de las ideas propias para hacer más suave la obtención de los objetivos estratégicos, y debilitar las barreras defensivas de la retaguardia de la sociedad a “ganar”. El resultado ideal del conflicto sería conseguir los objetivos planteados sin combatir.

Recordemos que como señalaba el general prusiano, “Si pensamos cómo surge la guerra veremos que (…) no surge con la ofensiva, (…) La guerra surge primero con la defensa, porque esta tiene como objetivo directo el combate, ya que la acción de detener el golpe y el combate son, evidentemente, una misma cosa. (…) Detener el golpe es una acción dirigida por entero contra el ataque y, por lo tanto, lo presupone necesariamente”: la guerra propiamente tal comienza cuando el agredido decide defenderse no cuando el agresor decide avanzar. Si se arrebata algo no hay violencia si la víctima no se defiende o no está en condiciones subjetivas u objetivas de hacerlo.

Se plantea (y esto es clave) en las nuevas generaciones de guerra, 4ta y 5ta generación, la guerra híbrida, etc. la utilización de medios militares no convencionales; o de medios no militares para la obtención de fines de la guerra. ¿Cuáles son los fines políticos de la guerra?: cambio de régimen, obtención de alineamiento, permiso a penetración de fuerzas armadas, de seguridad o aceptación de reglas económicas sobre el país y/o región en cuestión y, no necesariamente lo más generalizado pero vigente, la rectificación o afirmación territorial. Pensados dentro de una estrategia de despliegue de “guerra híbrida” o “zona gris”, aparecen en estas últimas décadas como una novedad que puede cambiar la forma de resolver los conflictos destruyendo la capacidad de “cohesión” del enemigo, facilitando el triunfo con una fuerza militar, sin implicación “total”. Y quizás ni siquiera eso, sino una acción indirecta, profundizando las ideas de Lidell Hart sobre la “aproximación indirecta” (Hart. 1984). Aunque, señalamos como advertencia, medios de sumisión mas allá de la acción militar convencional existen desde la más antigua historia registrada.

En la década de 1830 Carl von Clausewitz había definido en su conocido trabajo De la guerra que era la continuación de la política. En realidad, el general Prusiano indicaba que la guerra es una herramienta más de la política[2]. Que no había guerra por la guerra misma, sino que había guerra por la política y sus objetivos. Esta diseñaba estrategias, la batalla por mar y tierra era una de las posibles consecuencias necesarias para lograr los objetivos. Siempre y cuando estos objetivos justificaran los combates. También señalaba que, en la era abierta por la revolución francesa, las masas eran protagonistas. Así surge su famosa triada: pueblo, militares profesionales, gobierno. Claramente Clausewitz habla de un cambio muy profundo en la sociedad, de una época revolucionaria, y esto tenía su correlato en la guerra. Por eso el prusiano señalaba que cada tipo de sociedad tenía su forma de hacer la guerra. Cuestión que debe hacernos reflexionar sobre nuestra etapa actual. Estaba presentado sin mencionarlo el concepto de “Revolución militar”, y teorizado sobre cómo juega la conciencia del pueblo en la guerra. Los marxistas clásicos tomarían mucho del prusiano y su escuela.

Será un conocido de Argentina el Mariscal Colmar von der Goltz, el que teorizará en Leon Gambetta y sus ejércitos y en El pueblo en armas (Goltz, 1877. Goltz, 1883) cuestiones relativas a la retaguardia social, al rol del pueblo, de la “cohesión” nacional, del funcionamiento de la economía y las comunicaciones, de la necesaria “identidad nacional” para enfrentar las guerras de su época, conflictos industriales, de masas, con ejércitos de ciudadanos, inclusive elementos de guerra irregular y de contrainsurgencia. Goltz escribe en el origen de lo que se conoce como guerra de segunda generación, la de la revolución industrial del acero, las máquinas, el ferrocarril, etc. y el movimiento obrero moderno.

El pensamiento de “nación en armas” especialmente en lo que hace a lo “psicológico” (de masas) es una estrategia defensiva o de cohesión interna, y así será en esa época y en los siguientes cincuenta años. Vemos que las fronteras de los estados siguen marcando barreras casi infranqueables para la propaganda enemiga hacia la retaguardia social. Si hay desintegración del frente interno será por causas internas o repercusión interna de causas externas[3] como bloqueos.

Habrá que esperar a Hollywood para encontrar un aparato cultural de alcance extra nacional de masas. Es esta industria del cine de alcance mundial la que consideramos el primer elemento a tener en cuanta en lo que hace a la difusión de valores, visiones del mundo etc. Quizás el primer ejemplo de “guerra” en el campo de la cultura. Aunque aún este lejos de la instrumentalización “hibrida” que se discute en la actualidad, y lejos también de la concepción claramente militar y de combate que intentamos esbozar en esta ponencia.

El final de la segunda guerra mundial colocó en primer plano lo que sería en nuevo tipo de enfrentamiento. La guerra había sido ganada por dos fuerzas distintas: los aliados occidentales y la URSS. Estos eran antes de la conflagración mundial acérrimos enemigos. Ya la contradicción comunismo capitalismo estaba vigente más allá de la lucha contra los estados fascistas. Con la guerra finalizada el impasse de alianza pronto se resquebrajaría. Entraban en el escenario nuevos elementos. La capacidad destructiva de la guerra había dejado Europa y Oriente desbastados, habían desaparecido varios competidores entre las grandes potencias, el agotamiento de los pueblos y la capacidad de destrucción masiva del arsenal nuclear alejaba la opción militar de “guerra total”. En un mundo de dos grandes superpotencias aumentó la relevancia de “la guerra psicológica” como se conocía hasta entonces.

La CIA (heredera de la OSS creada en la segunda guerra mundial para operar contra el Eje) fue la punta de lanza de una campaña internacional de lucha en los múltiples aspectos de inteligencia, entre ellos el aspecto cultura. De hecho, los soviéticos, tenían a través de los partidos comunistas (y especialmente en la inmediata posguerra dado el prestigio de la victoria sobre Alemania) una herramienta de lucha para que penetraran sus valores, articulados con tareas políticas y de información (y en algunos casos militares). El mundo de los intelectuales y artistas contaba con una gran presencia comunista y esto lo sabían y les preocupaba a los estrategas de occidente. Los Occidentales comenzaron así una guerra en el terreno de la cultura (Saunders, 1999). En América Latina este combate tuvo su mayor despliegue a partir de la Revolución Cubana y la sensación de amenaza que los EEUU sintieron en el que consideran “SU” propio territorio. Aunque no está de más destacar que ya en la década del 40 y 50 el peronismo de argentina dedicó esfuerzos a intentar alternativizar con instituciones e ideas propias a la hegemonía de los EEUU en la región. Pero ambos temas son parte de otra investigación.

Hasta la segunda guerra mundial las acciones sobre las poblaciones enemigas eran radios de onda corta, medios de prensa escrita (ya durante la guerra o amenaza real de esta estos medios desaparecen por la estricta censura), o arrojar panfletos con aviones, cuando estos surgen. Lo demás es rumor. O en el caso de partidos bien organizados con inserción, como algunos partidos socialistas, llevar adelante la desmoralización de las masas y la tropa. No existe capacidad de una ofensiva sobre las conciencias de la población como la que hoy se conceptualiza como “guerra híbrida” tal como la presenta el general Gerasimov en el modelo ruso de teoría militar (Gerasimov, 2014).

Para responder a las nuevas condiciones estructurales se han presentado los conceptos de “Zona Gris”[4], o “Guerra híbrida” que se superponen sobre los ya existentes de 4ta o 5ta generación de guerra, y al más antiguo de “guerra psicológica”. Sobre ellos podemos encontrar textos de analistas tan diversos como las clases del ministro Ramón Carrillo en la década del 50 en Argentina (Carrillo, 1949) o la ponencia del general Gerasimov en Rusia en tiempos recientes (Gerasimov, 2014). Podemos ver la evolución y cambio cualitativo que estos conceptos implican.

El cine como herramienta de combate. Un ejemplo interesante

En el año 1929 el escritor Erich Paul Remark publicó en Alemania su novela Sin novedad en el frente. Un escrito que relata la guerra desde las vivencias de un soldado, poniendo en primer plano el sufrimiento del protagonista y de quienes los rodean. Al año siguiente en 1930 Universal Studies, de Hollywood, bajo la dirección de Lewis Milestone estrenó la versión cinematográfica. La visión de cine era, quizás por su aspecto visual, aún más “pacifista” y dejaba un sabor mayor de rechazo a la guerra, como hecho para nada heroico. Fue un éxito en una época de crisis mundial donde aún el antibelicismo tenía buena prensa. Pronto eso cambiaría.

El primer problema la película lo tuvo en Alemania. Allí en plena crisis y periodo de ascenso de nazismo (y del nacionalismo en general, de hecho, los socialdemócratas vieron con recelo la película). El problema estaba en que el sufrimiento, el patriotismo suicida, etc., era todo alemán (claro la película y el libro contaban desde la perspectiva de un soldado alemán de trinchera). Presentaba de forma crítica los discursos patrióticos de los profesores que incitaban a enrolarse, la dureza del régimen militar, etc. No es cuestión en esta ponencia valorar estos aspectos específicos. Sino que esto, más el hecho de que el editor del libro era judío y el director de la película también, más el pacifismo centrado en una Alemania en la que había consenso general en que estaba injustamente sancionada, le dio a los Nazis el acicate para actuar, atacar los cines, y conseguir la aprobación general para la prohibición del film. No solo en Alemania se prohibió, sino que en Austria (que en esa época era casi lo mismo) en Australia, Francia, Italia, Polonia…

Si bien no podemos calificar a esta película de propaganda de guerra de un Estado, o grupo con poder, contra otro Estado, grupo social que se pretenda debilitar o copar con algún fin estratégico geopolítico; lo cierto es que sí motivó una “guerra cultural”, una respuesta cinematográfica desde Alemania. En 1934 los nazis financiaron una superproducción:  Stosstrupp 1917 (Schmid y Zoberlein; 1934). El hecho de esta respuesta claramente la ubica en el plano de la guerra al ámbito de la cultura y específicamente en lo audiovisual de masas.

Tropa de asalto fue dirigida por Ludwig Schmid-Wildy, y Hans Zöberlein. Ambos con una experiencia más heroica de sus vivencias en la guerra, y el segundo un activista nazi convencido. En 1934, Zúberlein se convirtió en jefe de la oficina cultural recientemente fundada, responsable de las artes visuales, la literatura y el teatro, todas las bibliotecas, así como de la música y el cine. Iniciaría la guerra por la germanización de la cultura. La película de 1934 se basó en las memorias de guerra del propio director Zöberlein, Der Glaube an Deutschland (La fe en Alemania). Fue financiada por el gobierno nacional-socialista, y contó con la Wehrmacht y tropas de las SA como extras.

La película es minuciosamente realista y muchos de sus efectos no son tales, sino que se realizaron con munición real y explosivos, tal es así que actualmente muchos documentales confunden y presentan como filmaciones de combates reales de la primera guerra las tomas realizadas para esta película. A diferencia de Sin novedad en el frenteTropas de choque  presenta la experiencia colectiva, donde los héroes son el conjunto de los alemanes (el Volks) que pelean y cumplen con su deber patriótico. No tiene estridencias, no hay heroísmos extremos, ni superhéroes individuales, el enemigo es “normal”, solo se presentan los soldados combaten y en algunos diálogos explican sencillamente por qué (desde la visión alemana).

Tampoco al espectador se le evita la principal consecuencia del combate (mueren la mayoría de los soldados alemanes protagonistas), pero la muerte permanece en el ámbito de lo genérico, no se resalta el dolor individual, parece una cámara filmando desde una distancia un combate real y el impacto de una bala que apaga una vida sin estridencias[5]. Tampoco se destacan las durísimas condiciones de las trincheras bajo incesante bombardeo de artillería que, sin dudas, quebraron a un sinnúmero de soldados de ambos bandos. La película fue destruida al finalizar la guerra, prohibida, y se ha reconstruido con las partes que se han podido rescatar, pero aun así le faltan aproximadamente 30 minutos.

Es intención de estos párrafos anteriores mostrar con un ejemplo claro como la batalla por la conciencia de las masas, como retaguardia de los ejércitos y sostén de las políticas de los gobiernos en el estado moderno, está presente desde tiempos anteriores a las guerras de 4ta o 5ta generación. La contraposición que hacemos entre estas dos películas, nos permite ver un ejemplo del pasado donde el cine aparece como una herramienta de combate para solidificar el frente interno en su aspecto más amplio. Y como contraataque a lo que se siente como agresión externa cultural.

Finalmente, Joseph Goebbels ministro de Propaganda del Tercer Reich, escribió resignado que pese a su esfuerzo y éxitos no consiguió crear un aparato equivalente, aun contando con directoras de la calidad de Leni Riefenstahl. Señalaba que no se podía derrotar a Estados Unidos, ellos disponían de los medios de Hollywood; su capacidad para homogeneizar el pensamiento de la población, modificar conciencias, crear estereotipos, identificar conductas y transformar la realidad, era abrumador para el ministro nazi.

La lucha en el cine durante la guerra fría fue aún más fuerte, la CIA mediante diversos programas (directa o indirectamente) actuó sobre el cine y la cultura en general (Saunders, 1999). La guerra por las conciencias se proyecta sin descanso hasta el presente, por ejemplo, recientemente se han producido dos películas una A Descubierto sobre Ucrania y otra Spectral, sobre Moldavia ambas de Netflix.  Ambientan una situación de esos países casi pos apocalíptica, en realidad hablan de un futuro muy cercano donde se encuentran en una situación “tipo Yugoeslavia” en el periodo de su desintegración, “con algo” de Siria. Hay tropas de los EEUU, o de la OTAN o de la ONU, en misiones de pacificación sobre un país destruido por la guerra civil proxi, donde milicias, de diferente adscripción aparecen cometiendo todo tipo de tropelías, y sacrificadas ONGs se mueve por el territorio intentando ayudar a la gente, víctima de esta situación. Rusia en ambas películas aparece como un “fantasma” de fondo, está detrás de todo, de hecho, hay rusos no reconocidos como tales que operan apoyando a sus partidarios en esos territorios donde se da una guerra híbrida ya en estado de guerra de baja intensidad y/o guerra civil. Ambas películas presentan al gran público un escenario de guerra en países reales, donde las guerras no están en desarrollo, pero las prevén. Las películas son parte de esta preparación. Y de hecho como vemos en Ucrania la situación evolucionó hacia guerra total; y Moldavia es un territorio partido y en disputa cuyo destino es incierto.

Es en la década del 90 cuando las teorías sobre las nuevas generaciones de guerra entran en debate, y no es casual ya que era un momento de cambio de estructuras del capitalismo en el mundo. William Lind en un artículo de 1989 llamado “El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación” (Lind, 1989. P. 22-26) dio el primer puntapié en torno al tema de “generaciones de guerra” y allí definió a la guerra de cuarta generación. Esta abarca dentro de la doctrina estadounidense una amplia gama de acciones militares violentas o no, como la guerra de guerrillas, la guerra asimétrica, la guerra de baja intensidad, la guerra sucia, el terrorismo de estado u operaciones similares y encubiertas, la guerra popular, la guerra civil, el terrorismo y el contraterrorismo, además de la propaganda. Esto se combina con estrategias no convencionales de combate que incluyen la cibernética, formación de ideas de la población civil y la acción política.

Como vemos Lind está aproximándose a la idea guerra híbrida. Pero es necesario señalar que originalmente “guerra Híbrida” en la acepción norteamericana implicaba solamente las combinaciones de diferentes formas de lucha regular e irregular, no la concepción más integral que actualmente solemos imaginar. Para Lind en su definición los ejércitos regulares pierden centralidad y en muchos casos la guerra ya no es entre estados, sino entre un estado y grupos violentos, mayormente de naturaleza política, económica, religiosa o étnica. En síntesis, señala que la guerra tendrá “Una base no nacional o transnacional (…) Un ataque directo a la cultura del enemigo. Tal ataque funciona tanto desde dentro como desde fuera (…) Guerra psicológica altamente sofisticada, especialmente a través de manipulación de los medios”. Lind, un conservador duro, señalaba claramente que la tecnología, las comunicaciones, la cultura eran escenario de guerra y que los nuevos desafíos provendrían de países no occidentales (se refiere a Europa occidental y el mundo anglosajón) por tener pautas culturales distintas[6].

Fue poco después cuando uno de los teóricos más reputados en occidente, el historiador israelí Martín van Creveld, publicó en 1991 el libro La transformación de la guerra. La influencia de los medios de comunicación como una herramienta de operaciones psicológicas en los conflictos bélicos actuales (Creverd, 1991). Tres preguntas lo guían ¿Cómo se transforma la guerra con la manipulación mediática de la opinión pública en los conflictos actuales?; ¿Cuáles son los posibles escenarios donde se desarrollarán las guerras? Y ¿Quiénes son los actores y cuáles los blancos y objetivos en este tipo de conflictos? El trabajo es una teorización de cara al mundo unipolar, donde los enemigos del nuevo orden mundial (para Israel, por ejemplo) serían formaciones no convencionales como Hizbollah o los palestinos. El terrorismo islámico en general para Occidente. O las guerrillas o carteles latinoamericanos. O, a lo sumo, “Estados parias”. Es la época de la guerra del Golfo, donde la propaganda, en el marco de un trabajo cultural, “cognitivo”, muy avanzado, impusieron la creación de una “conciencia colectiva” (al menos en apariencia pública) sobre la justicia de la causa de orden unipolar y el concepto de soberanía quedaría relativizado.

En esa misma fase, las “revoluciones de colores” han sido parte del debate del nuevo tipo de guerra. Los rusos han abordado el concepto de “Guerra Híbrida” a partir de ellas. “Dicho de manera más simple, dependiendo del código de la civilización o de la cultura y de la mejor forma de penetrar los cinco anillos sociales de los ciudadanos objetivo, las revoluciones de colores pueden ajustar su mensaje”[7] (Korybko, 2015). Según el Pentágono, la estrategia es la “Dominación del espectro total (…) persuasivo en la paz; decisivo en la guerra; en cualquier forma de conflicto”[8] (Joint Chief´s of Staff, 2020). Y más adelante el mismo documento señala que la doctrina planteada implica la  “coordinación (…) entre elementos del Departamento de Defensa y gobierno estadounidense, comprometiendo agencias, organizaciones no gubernamentales, organizaciones privadas de voluntariado, y organizaciones regionales e internacionales para el propósito de lograr un objetivo”.

Siendo así en la “Guerra híbrida” aun antes del combate militar directo, se propone  “vencer” o preparar el terreno en el campo de una guerra donde lo estrictamente militar (armas que matan) no está en juego aún. Si se tiene éxito los objetivos propuestos se pueden lograr sin combatir, con mutaciones políticas en el campo enemigo (en la retaguardia social del enemigo) que permiten adecuar la política del país objeto con bajo nivel de violencia y operaciones del ámbito de la “inteligencia”, sin implicar notoriamente fuerzas armadas propias y a un bajo costo.

Últimamente se viene hablando mucho de “guerra cultural” si bien pocas veces se concreta su significado. Tiene que ver con la batalla por el relato, pero no se limita a este campo. En todo caso, conviene diferenciar este concepto del legítimo debate e intercambio de ideas democráticamente o de conflictos entre clases, o grupos. Nos encontraríamos por el contrario más cerca de la guerra híbrida, psicológica, cognitiva y el arte de la propaganda llevados a cabo por unos Estados contra otros, pero también por determinados agentes con poder suficiente para imponer la cultura que les interesa y acabar con la del contrario. Para el General Valery Gerasimov “Las mismas leyes de guerra han cambiado. El papel que desempeñan los medios no militares para lograr metas políticas y estratégicas ha aumentado y, en muchos casos, ha superado el poder de la fuerza de las armas en cuanto a su eficacia” (Gerasimóv, en Korybko 2015).

Señala Gerasimov: “sería más fácil para todos decir que los acontecimientos de la primavera árabe no son de guerra, y por tal, no hay ninguna lección para nosotros -militares- que aprender. Sin embargo, tal vez lo opuesto sea el caso, que precisamente estos acontecimientos son típicos de la guerra en el siglo XXI (…) El enfoque usado de los métodos de conflicto ha cambiado la dirección del uso general de medidas políticas, económicas, información, humanitaria y demás medidas no militares, utilizadas en coordinación con el potencial de protesta de la población” (Gerasimov, 2014). En concreto, el general ruso presenta la guerra moderna como una escalada multifacética que termina con la intervención extranjera para “reestablecer la paz”“la democracia y los DDHH”“genero” o cuestiones similares. Pero que comienza con acciones de masas, comunicacionales y culturales de parte de grupos civiles desafectos, instrumentalizados con diferente grado de acción de “inteligencia”.

Mas allá de que la posición de Gerasimov identifica desde el punto de vista militar a los grupos civiles más o menos violentos, lo cierto es que todo el proceso de “revolución de color” vista desde el plano de la guerra híbrida, solo puede tener masividad si existen sistemas que se encuentran en crisis o se les genera una crisis; donde el desarrollo natural de las contradicciones internas y/o por incentivos externos, lleguen al estallido, o donde “los valores occidentales” han penetrado. Nuestra hipótesis es que estos planteos se deben articular orgánicamente con el trabajo de largo plazo en el ámbito de la cultura tanto de masas, como de y sobre los intelectuales propiamente dichos; o sea de lo audiovisual, redes y de “la academia”. Es parte de la “hegemonía”. Por eso en Rusia sus elites dirigentes señalan que existe un “ataque al alma rusa”; que, por ejemplo, la guerra en desarrollo tiene un frente de ataque con la llamada “ideología de género”. Esto sería parte del concepto más capilar de la guerra híbrida (Ibañez, Pulido, 2023).

En la posmodernidad las ideologías imperantes sostienen que “la materia y la realidad se diluyen hasta desaparecer” (Fernández Montesinos, 2023. P. 419-441). Según lo que se llamó “giro lingüístico” en historiografía. Esto en la práctica implica que el discurso constituye la realidad, impone un subjetivismo extremo, un culturalismo radical. Jean Baudrillard habla inclusive de una suerte de “asesinato de la realidad” (Baudrillard, 2006. P. 3). Entonces el campo del “occidente geopolítico” y/o “globalismo”, lleva con convicción la guerra al terreno de los discursos y las conciencias. Atribuyendo por solo nominación condenas y realidades a través de las herramientas de la cultura como armas de combate estratégico. Es tanto una “política de la hegemonía” como una “estrategia de los estados mayores”, que se despliega en el campo de la hibridez, o zona gris. Y este tipo de guerra (que incluye desde lo que se llama LawFare, hasta “batallones” de twiteros, por ejemplo) solo puede ser llevada adelante con éxito con un amplio despliegue en el terreno de las redes y de la cultura, de la información, de Twitter, Instagram, TikTok, Facebook, etc.; del cine, y el campo audiovisual en general desde producciones hollywoodenses y plataformas como Netflix, hasta canales de YouTube[9].

Aproximación final

Iniciamos esta ponencia con una serie de objetivos, uno de ellos era reflexionar sobre como las nuevas categorías de guerra desafían a los investigadores, con la existencia de nuevas fuentes para la obtención y estudio de esta actividad humana. Sin embargo, siendo la guerra extendida a todo el campo social, y especialmente al campo de la cultura, objeto y sujeto, fuente e investigador, se confunden. La producción y la misma investigación es parte de la guerra. Un tema difícil para cualquier científico social que debe saber tomar distancia de su objeto más allá de sus ideas.

Por otra parte, hemos visto como el salto tecnológico especialmente en lo que hace a la comunicación, plataformas audiovisuales, redes etc. genera terrenos donde la lucha por la “opinión”, la formación de las conciencias, la lucha por la “visión del mundo”, los hechos, las aspiraciones, el pasado etc. se da en forma constante, sin fronteras y capilarmente (Caviasca, 2022). De hecho, la idea de “ciber defensa” como área de las Fuerzas Armadas es específicamente contra ataques que puedan poner en riesgo las comunicaciones, etc. de los Estados. Pero también abarca la inteligencia y la opinión. Las plataformas son (además de “medio” o el “soft”) parte orgánica estructural “hard” de las organizaciones políticas, militares y económicas. Y de por si estos “nuevos dominios de la guerra” llevan en si mismo un cambio del mismo concepto de “frente de batalla”; aunque estas aclaraciones son parte de otro estudio

En el periodo de la Guerra fría, las líneas de demarcación del conflicto eran bien claras, dos cosmovisiones definidas se enfrentaban con centros de poder definidos. La guerra propia de este periodo era la de 4ta generación. Pero a partir del derrumbe del bloque soviético las características del conflicto cambiaron. Y lo hicieron no solo en la naturaleza del enfrentamiento, sino en la base tecnológica del mismo. Si en lo militar “duro” el cambio tardó en verse (seguirá habiendo tanques en el campo de batalla); en las comunicaciones, la información, etc. se pegó un salto que es revolucionario y afecta todos los órdenes de la vida social, económica, política, productiva, militar, e individual. Esto sin dudas afecta ese aspecto del conflicto que se de en el campo de la cultura y especialmente en lo “audiovisual” y en los nuevos dominios, especialmente las plataformas web. Y a estos como fuente.

Además, se potenció una forma de conflicto “no estatal” que hasta ese momento los teóricos subsumían en el campo de las guerrillas revolucionarias o nacionalistas (o la “infiltración marxista” en la sociedad civil). Doctrinas articuladas con la guerra de 4ta generación, como la de “Seguridad nacional” que restringían a la lucha de clases entre “comunistas” y “occidentales y cristianos”. Hoy no es así, la “guerra” al interior de las sociedades es capilar, y multidimensional. El mundo del nuevo milenio incorpora nuevos planos de vida, y con ellos nuevos dominios de la guerra que violan las fronteras mucho más que en mismo capital o las ideologías revolucionarias (también han cambiado el campo de batalla concreto). Mas bien crean un campo de lucha donde la guerra y sus líneas de combate no están solo delineadas en fronteras físicas.

Mencionamos las categorías guerra híbrida, guerra psicológica, etc. o hablamos de la prensa o el cine como herramientas de combate; señalamos que esta guerra va más allá del combate militar, complementa necesariamente, y genera mejores condiciones para obtener objetivos políticos y/o militares; que es planificada por “estados mayores”. Vemos que los especialistas en defensa de todas las tendencias discuten estos temas relacionados con “la zona gris”, la propaganda, el sentido de las producciones artísticas o científicas, la lucha por ideas y valores, la instrumentalización de grupos sociales, políticos diversos. Estamos en un universo que cruza inteligencia con investigación y cultura.

Se tiende a pensar que existe una instrumentalización directa. Hasta una idea conspiracionista. Cierto es que esto existe en una parte. Pero no es para nosotros lo central de esta cuestión. Nuestra idea es que el desarrollo de la “guerra híbrida” (sin dejar de tener programas concretos y apoyos financieros o de agentes concretos desde organizaciones estatales o privadas con gran poder) se basa en la idea de “hegemonía” “bloque histórico”. Principalmente en la segunda categoría (que está implicada con la primera). No es que cuando Hollywood o Netflix nos presenta un documental “ideológico”, o una serie, o película que propagandiza una idea, aunque sea muy concreta contra un enemigo, o una idea de sociedad, o futuro, o cambian el pasado, o presentan nuevas formas de relaciones interpersonales; lo hacen porque “La CIA les puso plata” o alguna institución occidental o partidaria del “mundo basado en normas” o “los valores democráticos y DDHH”, o  “ideología de género”. Sino que existe un “bloque histórico” en sentido gramsciano que opera en el mundo para hacer hegemónicas determinadas ideas y determinada organización del mundo. Sin embargo, estamos en un periodo de crisis.

Nos encontramos en un periodo de guerra para realizar una transformación global, que abarca “las cabezas” de cada persona, la cuestión de la lucha por determinados valores es central. O sea, está más allá aún del concepto de “guerra híbrida”: es el terreno desde el cual parte con alguna posibilidad para esas operaciones militares de zona gris, psicológicas  “híbridas”, para poder tener alguna posibilidad de éxito, y no ser solo “operaciones de inteligencia”. Si además las plataformas que operan como fundamentales para actuar sobre las “retaguardias” de los ejércitos, más allá del conflicto armado, permiten generar condiciones para obtener los objetivos políticos/militares; entonces el universo de fuentes para el análisis de los conflictos militares se amplía al estudio de las mismas.  Es imposible entender el desarrollo de las operaciones sin ellas.

Podemos afirmar que el cine fue usado como arma propagandística por los EEUU en la guerra fría, pero advertimos que no fue el único caso, lo que pasa es que Hollywood como industria alcanzó un enorme “poder de fuego”. También podemos afirmar que las políticas culturales de los estados con un desarrollo de la industria del cine, marcan ciertas claras tendencias sobre que se dice o que se transmite en sus producciones. Sin embargo, el  “cine”, las producciones audiovisuales en general son parte de un clima de época y transmiten valores hegemónicos o tienen a hacia ellos. Por eso el investigador debe abordar las fuentes desde esta doble perspectiva: de “la hegemonía” y desde “la guerra”. Sean estas Hollywood o Twitter (X ahora), una producción de Netflix, un canal de YouTube o una superproducción China. Teniendo en cuanta que este mismo flujo de información circula por un nuevo espacio en el que también van las órdenes de las propias, la dirección d ellos misiles, la inteligencia sobre el campo de batalla, etc. O la información sobre flujos financieros…

Mucho ha pasado desde que Clausewitz hablo del pueblo (Volks) como sujeto de la guerra. O de que Colmar von der Goltz hablara de Volks in Waffen. Pero el desarrollo de los nuevos dominios de la guerra vuelve a colocar al “pueblo-nación” de cada país como sujeto de combate en forma central. De formas nuevas que recién estamos experimentando. Por lo tanto, la investigación sobre las nuevas herramientas es tarea del científico, lo haga por interés académico o sirviendo a la estrategia militar de un Estado (aunque a veces eso no se pueda dilucidar con precisión la diferencia).

Quizás la era de las revoluciones burguesas pueden darnos algunas referencias. Fue cuando en los sujetos más dinámicos de las sociedades occidentales las nuevas ideas del liberalismo ya habían minado las legitimidades de antiguo régimen. Sin embargo, no debemos dejar de tener en cuenta que las rupturas con el antiguo régimen se basaban en ideas de una sociedad más libre e igualitaria, del cambio del concepto de soberanía desde una persona o dios al conjunto del pueblo nación. O sea, de la creación de la categoría ciudadanos, libres e iguales en la propia comunidad, en una reminiscencia idealizada de la polis griega. La nueva transición, en lo que se expresa en el combate contemporáneo en el campo de las ideas, cultura, cine etc. presenta una forma de “expropiación” de la soberanía (por más limitada y teórica que fuera) hacia elites mucho más “lejanas” que las estatales. Pareciera una reacción a todo un periodo histórico de progreso. Se va hacia el individuo extremo, aislado, frente a una elite completamente ajena e incontrolable. Sin dudas este párrafo es una opinión valorativa.

El combate cultural, por el sentido, por los medios de transmisión de información, se desarrolla en una forma mucho más penetrante tras las líneas enemigas. Como antes los bombardeos estratégicos colocaban a la población civil y a las vías de comunicación como objetivo militar, hoy la cultura globalizada, el cine en las nuevas plataformas, el mundo audiovisual diverso, el ciberespacio, las redes, colocan a la población, y la transmisión de cualquier mensaje, como objeto de batalla (tanto estratégico como táctico). Lo que antes era una retaguardia física de difícil acceso. Inclusive en la propaganda y la cultura en general. Hoy está en la primera línea de combate, es mas esta “antes” del combate. Por eso en los modelos de guerra híbrida se plantea “las conciencias” como dominio de la guerra.

Volviendo al foco de nuestro tema, recordemos que en la guerra fría la mayoría de los Departamentos del Gobierno Federal tenían al menos una oficina de cine en su organigrama. Esto no ha dejado de ser así, pero debe haber cambiado de forma, dada la revolución tecnológica y las nuevas plataformas, como la existencia de empresas globales con un grado de autonomía inédito. Allí hay un universo de información, de fuentes a interpretar y estudiar. En las que dilucidar su rol como “armas” para entender las estrategias militares, de relaciones internacionales, etc. en forma completa. Esta ponencia es el desarrollo básico de esta inquietud desde una perspectiva histórica.

Referencias:

[1] El mismo Marx en “Formas que preceden a la producción capitalista” planteaba que la guerra era el primer trabajo colectivo de los seres humanos.

[2] “Vemos, pues que la guerra no es un simple acto de política, sino un genuino instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, proseguidas con otros medios. Lo que sigue siendo peculiar en la guerra es, simplemente, la naturaleza peculiar de sus medios”. Clausewitz (1922) Pag. 194.

[3] En causas internas seguimos a Mao Tse Tung y a Rodolfo Puiggrós su “traductor” local en lo que hace al concepto

[4]  Zona Gris es espacio entre la paz y la guerra en el que compiten actores estatales y no estatales. Implica la utilización únicamente de medios que permitan tanto la “negación plausible”, como la “no atribución”.

[5] Para una interpretación de cómo se presentan las imágenes y estas hace al hecho se puede consultar a Susan Sontag en su muy interesante trabajo sobre la fotografía (Sontag, 1980)

[6] Aunque no está de más recordar que el “espíritu” del trabajo de Lind y su grupo se puede entroncar con la línea de pensamiento estratégico que encontramos en los “Documentos de Santa Fe” de la década de 80 y 90.

[7] Con los “cinco anillos” se refiere a: Población. Medios. Elite nacional, FFAA y SS. Líderes.

[8] En un apartado señala, por ejemplo, la necesidad de controlar el “Entorno de información: el conjunto de individuos, organizaciones y sistemas para recopilar, procesar o difundir información, incluyendo la información misma”.

[9] En general se llama Soft Power es la lucha por el sistema político y la cultura, mientras el Hard Power la acción coercitiva de lo militar y lo económico.

Guillermo Martín Caviasca. Doctor en Historia UBA / Autor de libros de historia sobre el movimiento obrero, historia militar y geopolítica / Experto en Defensa. Miembro del equipo de PIA Global

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