Israel se valió de Naciones Unidas para nacer, pero en esta vorágine de violencia, con tintes freudianos, no le está temblando el pulso para matar al padre.
En un comunicado hecho público el pasado sábado 13 de octubre, la FPNUL (Fuerza provisional de las Naciones Unidas en Líbano) informó que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) habían traspasado la Línea Azul (demarcación establecida por Naciones Unidas en el año 2000 para determinar la retirada de Israel del territorio libanés), destruyendo la puerta principal de la posición y entrando por la fuerza, mientras los efectivos de la fuerza de paz se encontraban refugiados.
«Alrededor de las 6:40 de la mañana, los efectivos de mantenimiento de la paz en la misma posición informaron del disparo de varias rondas a 100 metros al norte, que emitieron humo. A pesar de ponerse máscaras protectoras, dieciséis efectivos de mantenimiento de la paz sufrieron efectos, incluida irritación de la piel y reacciones gastrointestinales, después de que el humo entró en el campamento», denunciaba este comunicado, que advertía que las acciones de Israel ponían en riesgo la misión especial bajo mandato de Naciones Unidas.
Sin embargo, no nos encontramos ante un hecho aislado. Los enfrentamientos entre Israel y los Cascos Azules en Líbano han sido un tema recurrente en los últimos años.
La Fuerza provisional de las Naciones Unidas en Líbano (FPNUL) fue establecida en 1978 para asegurar y supervisar el retiro de las tropas israelís del sur de Líbano y restaurar la paz en la zona. Desde entonces, los picos de tensión con las fuerzas militares israelís no han cesado. La ONU y el gobierno libanés han denunciado en distintas oportunidades a Israel por violar de forma regular el espacio aéreo y la soberanía libanesa.
Destacan, a su vez, episodios concretos de enfrentamientos directos. Uno de los incidentes más graves ocurrió durante la guerra de 2006, cuando un ataque aéreo israelí impactó en una posición de observación de la FPNUL en Khiyam, al sur de Líbano, asesinando a cuatro observadores militares de la ONU.
El entonces secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, mostró su indignación e incluso llegó a afirmar que sospechaba que este ataque podría haber sido deliberado, debido a que el organismo había informado en repetidas ocasiones a Israel sobre las coordenadas de su posición.
Las tensiones entre las misiones patrocinadas por Naciones Unidas y el Estado de Israel han sido intensas, no solo en el sur de Líbano, sino también en la Franja de Gaza y los territorios ocupados de Cisjordania.
Un informe de Naciones Unidas, a finales de septiembre de 2024, señalaba que desde el inicio de la agresión israelí en Gaza, en octubre de 2023, al menos 224 trabajadores de la agencia de Naciones Unidas para el refugiado palestino (UNRWA) habían sido asesinados por los ataques de Estado sionista en la Franja.
Del mismo modo, este informe advertía que se habían registrado 464 incidentes contra instalaciones de la UNRWA desde octubre de 2023, destacando que al menos 563 desplazados internos refugiados en la agencia habían sido asesinados y otros 1.790 resultaron heridos en estos ataques.
Hasta marzo de 2024, más de 200 escuelas fueron objetivos de los ataques de Israel en Gaza, dejando 53 de ellas completamente destruidas. El 57 % de ellas estaban operadas por la UNRWA.
Pero no estamos ante unos hechos novedosos. El 15 de enero de 2009, durante la operación ‘Plomo Fundido’ en Gaza, Israel bombardeó una escuela gestionada por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina, en Jabalia. El recinto estaba siendo utilizada como refugio y supuso el asesinato de 40 personas.
En esta misma operación, las fuerzas militares israelíes también destruyeron un almacén de la ONU en la ciudad de Gaza. Así, los ataques contra instalaciones dependientes de Naciones Unidas se volvieron a repetir durante la operación israelí ‘Margen Protector’ (2014), o en la ofensiva de 2021.
Pese a los datos, los hechos y las denuncias e investigaciones propiciadas por Naciones Unidas, no deja de ser llamativo que el organismo jamás haya impuesto sanciones formales o medidas concretas, más allá de recomendaciones, contra las actividades del Estado de Israel.
Mientras la Asamblea General de Naciones Unidas ha aprobado numerosas resoluciones condenando las actividades ilegales de Israel, como el régimen de apartheid, la ocupación militar y colonización de territorios, la construcción de muros ilegales, o defendiendo el derecho de los palestinos al retorno y a tener su propio Estado, desde el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, EE.UU. ha utilizado de forma recurrente su derecho a vetar cualquier acción para frenar estas actividades criminales.
Tanto en su hilo histórico, como en este momento concreto, el conflicto palestino ha reflejado mejor que ningún otro escenario, las contradicciones, limitaciones y fracasos de Naciones Unidas.
Fue este organismo el propulsor de la creación del Estado de Israel en 1948 y de la partición del territorio del mandato británico sobre Palestina, con la Resolución 181 de 1947, que es el origen del conflicto regional, de la colonización israelí, la persecución al pueblo palestino y lo que ha impedido su descolonización y autodeterminación.
En ese sentido, podemos advertir que Naciones Unidas ha sido parte del problema y de forma simultánea ha tratado de ser parte de la solución.
Misión de la ONU en Líbano: Militares israelíes bloquean operaciones de las fuerzas de paz
La imagen pública del principal organismo multilateral actualmente existente está peor que nunca y la sensación de inutilidad de esta herramienta, ante un genocidio televisado que está siendo condenando en el mundo entero, aumenta la percepción de organismo fallido.
Israel se valió de Naciones Unidas para nacer, pero en esta vorágine de violencia, con tintes freudianos, no le está temblando el pulso para matar al padre.
Con el auge de la actual pugna geopolítica y la apuesta hacia la multipolaridad en las relaciones internacionales, debemos apostar por la reformulación de este foro para que de verdad sea garantía para la diplomacia entre los Estados y no un juguete en manos del más poderoso y de sus intereses geopolíticos.
La destrucción de Naciones Unidas, sin plantear una alternativa, refuerza aún más la percepción de un mundo en el que no existe el derecho internacional y donde algunos pueden saltarse las normas. Es decir, un mundo al borde de una gran guerra que solo pagarán los pueblos.