La inmigración vuelve al centro del escenario mediático y político, si es que alguna vez desapareció de él. Más que un comodín, se ha convertido en la gran apuesta argumental de la derecha y la ultraderecha para hacerse con el poder político en Europa, España incluida. De ello hablamos con José Miguel Morales García, director general Andalucía Acoge, una organización pionera en el trabajo con inmigrantes en el Estado español.


MUNDO OBRERO: El debate sobre la inmigración se ha instalado, de nuevo, en el centro mediático. Un debate que se ha convertido en tóxico. ¿Responde toda esta alarma a hechos objetivos?

J.L. MORALES: Es verdad que este año está siendo un año histórico en lo que se refiere a la llegada de inmigrantes, sobre todo a Canarias. Pero, objetivamente, si vemos esos números en su conjunto, no justifican la alarma creada por algunos medios de comunicación y creadores de opinión. De hecho, en los últimos doce meses han llegado unas 60.000 personas de otros países, que en relación a los más de 47 millones de habitantes que tiene España, no pueden suponer un problema objetivo.

En realidad, la alarma generada por esos grupos no responde a los hechos, no los necesitan. Su único objetivo es colocar en el foco mediático la inmigración para construir poder, aunque sea a costa de los que peor lo pasan. Colocan el foco, además, no en quienes sufren directamente el problema de la migración, en quienes se juegan la vida para llegar a España, sino en aquellos que les son útiles para sus objetivos políticos. Y eso también es muy grave, porque con el paso del tiempo nos hemos olvidado del sufrimiento de los migrantes y hasta nos hemos acostumbrado a las muertes que cada año se producen por este fenómeno.

MO: De todas formas, en esa construcción mediática que se hace del inmigrante, lo negativo se focaliza en unos grupos muy concretos.

J.L.M: Este hecho se da por una cuestión legal y geográfica. Los inmigrantes que vienen de la Europa del Este, de América Latina o de Asia lo hacen de una manera mucho más visible, por carretera, por avión, entran como turistas, con visado, etc… Pero los que proceden de África no lo pueden hacer de la misma manera, no tienen la posibilidad de llegar con visados, porque apenas hay acuerdos de España con estos países, como sí sucede con los de América Latina. Su manera de llegar al territorio español es a través de cayucos, pateras… algo mucho más espectacular, más mediático.

Además, hay que tener en cuenta que todavía persiste en la sociedad una percepción de lo que es ser español muy tradicional, que no cuadra con el fenotipo negro o con la religión musulmana. Y eso, hay que decirlo, es racismo. Un racismo español contra el negro, contra el musulmán, contra el gitano… que genera una alarma muy grande sobre un grupo poblacional muy pequeño si lo comparamos con el total de la población de España y, también, con el total de inmigrantes.

Han creado una alarma social totalmente artificial que no tiene relación con lo que la gente experimenta en su vida.


MO: La realidad es que toda esa alarma ha acabado calando y condicionando el subconsciente político de gran parte de la población.

J.L.M: Todo esto tiene que ver con el poder de esos medios y de esos creadores de opinión. Han creado una alarma social totalmente artificial que no tiene relación con lo que la gente experimenta en su vida. Es verdad que se dan cambios en los barrios, que llegan nuevos vecinos, nuevos comercios… pero generalmente no vienen acompañados de esos problemas con los que nos bombardean. Y esto se ve claramente en el CIS: cuando preguntan sobre los problemas de España, en abstracto, la inmigración suele estar en el cuarto o quinto lugar; pero cuando se cuestiona sobre problemas concretos en el día a día, baja hasta el noveno o décimo puesto.

MO: ¿Tiene beneficio electoral esa alarma sobre la inmigración?

J.L.M.: Evidentemente que sí. Es algo buscado, porque el objetivo final de ese discurso es construir poder político, aunque sea a costa de romper la convivencia en una sociedad en la que la inmigración forma parte ya de su estructura. De hecho, el 20% de las personas que viven en España o son inmigrantes o son hijos de inmigrantes.

MO: ¿Cómo se afronta desde la izquierda el reto de la inmigración? ¿Ha cambiado también su discurso?

J.L.M.: Hay una parte de la izquierda que tiene miedo a defender los derechos humanos, a hablar de la universalidad de los derechos, a decir que España es un país diverso, que ya no es un país de blanquitos y blanquitas…

Estos debates hay que ponerlos, también, en el contexto de las políticas que lleva a cabo la Unión Europea, impidiendo el derecho a migrar, cerrando los cauces para hacerlo de una manera legal y segura. La UE condiciona totalmente las políticas de los países y dificulta las actuaciones más progresistas.

MO: En España, a nivel general, ¿cómo podemos valorar el trabajo de las administraciones públicas?

J.L.M.: Vivimos una especie de dicotomía. Por una parte, las administraciones públicas tienen que gestionar la realidad, y tratan de desarrollar los derechos que tenemos todas las personas en materias sanitarias, educativas, de papeles… pero por otra parte, no asumen que esos inmigrantes son vecinos y vecinas y les siguen tratando como ciudadanos de segunda o tercera, no dando solución a los permisos de trabajo que demandan o al problema de la vivienda que tienen todos esos inmigrantes que se ven obligados a vivir en asentamientos chabolistas, a pesar de realizar un trabajo indispensable en sectores económicos claves para España.

MO: Por cierto, ¿no le da la sensación de que se abusa del argumento economicista cuando se defiende a los inmigrantes?

J.L.M.: El argumento de la contribución de los inmigrantes a la economía española es totalmente real. Es indiscutible que, sin ellos, España no podría tener el destacado papel que tiene actualmente en la economía mundial. Y lo mismo que le pasa a España le pasa al resto de grandes países que crecen: necesitan esos nuevos trabajadores.

Pero, a pesar de ser cierto, es un discurso delicado, porque no puede ser el gran argumento para defender a los inmigrantes. Lo fundamental es darse cuenta de que toda persona tiene derecho a vivir, a desarrollarse, esté donde esté.

MO: En su opinión, ¿cuáles serían los pilares sobre los que se debería cimentar la política migratoria?

J.L.M.: Lo primero de todo es tener claro que las migraciones son la consecuencia de un sistema económico mundial injusto, en el que grandes empresas occidentales o chinas se aprovechan de los recursos de países africanos como Senegal, Mali, Costa de Marfil, etc… Esos recursos únicamente repercuten en los resultados económicos de esas compañías, y no en la población local, que se ve obligada a emigrar. Por lo tanto, la primera labor es cambiar este sistema económica internacional. Sin ese cambio, seguirán existiendo las migraciones.

MO: ¿Y mientras se produce ese cambio, qué medidas se deben tomar?

J.L.M.: Es fundamental crear un modelo migratorio seguro, legal y de flujo organizado. Un modelo que acabe con las mafias. Lo contrario a lo que hacen los países europeos, España incluida, que llegan a acuerdos como los que va a firmar ahora el Gobierno con los países del norte de África, por los que, a cambio de dinero, se da carta blanca para cortar de cualquier manera esos pasos migratorios. También se debe invertir en salvamento marítimo. Se gasta mucho dinero en seguridad y fronteras, pero muy poco en salvar vidas humanas.

Y una vez que esas personas han llegado a nuestro país, reforzar las políticas de inclusión, posibilitando que en dos o tres años se conviertan en un vecino más. Para ello es imprescindible, también, adecuar la ley de extranjería, que está totalmente anticuada y no responde a la realidad social y laboral que necesita España.