La visión
plural que tenemos de la realidad social que vivimos como mundos paralelos, provienen
según la teoría marxista, de la influencia ideológica y cultural en nosotros de
otras clases sociales con intereses confrontados con los generales de la clase
obrera y de ello, que sólo del resultado final del análisis concreto de la
realidad concreta desde los distintos planos secuenciales de intereses que se
manifiestan, se puede determinar si una idea o propuesta es o no de izquierdas
según la clase social que se favorece y no por las identidades codificadas
mediáticamente, que interfieren y nos dividen.
La introducción
viene como consecuencia de la realidad que nos muestran los informes
trimestrales que publica la Encuesta de Población Activa, incluido el primero
del 2019, donde sintetiza una realidad ya crónica de aumento de la precariedad
social, laboral y de desempleo, que dispara a amplios sectores sociales de emigrantes,
mayores, mujeres y jóvenes a la marginalidad y la migración, como consecuencia social
de las políticas austericidas y de la explotación y represión laboral, donde el
estado que en teoría debiera protegernos, está desarrollando institucionalmente
desde la reforma del artículo 135 de la constitución en el 2011 por los
partidos de la derecha y el PSOE, en la generación de una legislación en exclusiva,
para la extracción de salarios, pensiones, bienes y propiedades públicas generadas
durante el estado de bienestar. Aquellas que nos garantizaban desde lo público,
la salud, la enseñanza, pensiones, servicios sociales, dependencia, fiscalidad,
justicia, vivienda, agua, luz, transporte o comunicaciones.
El arte del
neoliberalismo en España y en el grueso del planeta, vino del de la mano
progresista y estuvo en el haber sido capaz de implementar en el conjunto de la
sociedad, un entramado legal inicialmente lento pero desde el 2008 que
implosiona por la crisis iniciada en EEUU a ritmo mucho más agresivo, donde los
derechos y bienes públicos heredados por las clases trabajadoras en el siglo XX,
quedan sujetas a las condiciones del Tratado Europeo de Maastricht de 1992 y pactos
internacionales ligados al neoliberalismo global, donde situaron al conjunto de
las necesidades humanas gestionadas desde lo público, en el ámbito del libre
mercado capitalista del beneficio privado, poniendo el precio de la prestación
social según el valor del mercado de quien lo pueda pagar, garantizando así el
beneficio extra que el capital productivo o real por la crisis global de
superproducción sistémica ya no da. Al panorama global le falta añadir el
colapso ecológico del planeta por el consumismo del sistema capitalista y la
confrontación política, económica y militar del imperialismo decadente
occidental, hegemonizado por EEUU con su dominio unipolar, contra las
emergentes hegemonizadas por China y Rusia por un mundo multipolar entre
iguales, reglado por el derecho internacional y la ONU, como instrumento para
acabar con el unilateralismo imperialista, las guerras y las hambrunas que
provocan.
Esta puede
ser la síntesis genérica de los analistas económicos y sociales situados en el
ámbito popular y como conclusión, el peligro en que vive la humanidad en el
límite del cambio de tendencia hegemónica después de quinientos años de dominio
liberal, por colapso global del sistema de producción capitalista de libre
mercado, por colapso de los límites ecológicos del planeta y por la
confrontación económica y militar generalizada. Pero curiosamente, en el
desarrollo de la táctica política, programa y alianzas por parte de la
izquierda, se entiende, que con el objetivo de construir hegemonía social
para transformar las estructuras
económicas y sociales y superar los males de este planeta, de este análisis en
general no parten. Como si viviéramos en otro universo paralelo y lo general no
determina lo que es posible o no conquistar dentro del actual marco democrático
y de correlación de fuerza en la calle y las instituciones, la cual solo se
puede cambiar desde la lucha de clases, con más organización, unidad y
movilización popular. De ahí viene, que cuando la propuesta ante esta realidad
económica y social de la clase trabajadora une y organiza al campo popular se
califica de izquierdas y cuando dividen, desvían de la lucha de clases y debilitan,
obviamente no son de izquierdas por mucho que alguna sea democrática.
Excluyendo
al neoliberalismo socialdemócrata europeo que representa políticamente a la
oligarquía financiera globalista y principal propagador de los tópicos
identitarios, la izquierda reformista y radical en su mayoría, se mueven bajo
la influencia ideológica y tópicos del revisionismo marxista soviético de los años
sesenta y aunque no lo crean ni asuman, tocados por las mismas contradicciones. Un ejemplo está en la
izquierda reformista que camina desde el posibilismo y la aceptación de las
necesidades y exigencias del sistema capitalista, optando solo por mejorarlo y que
mejor que los cambios culturales identitarios y de ahí, el empeño en sacar la
lucha feminista de la lucha de clases, situándola dentro del interclasismo de
género, entre hombre mujer y no contra el capitalismo que reproduce la
violencia patriarcal, en plena coincidencia con la otra izquierda que se denomina
anticapitalista, feminista, vegana o soberanista. Flaco favor se hace al cambio
de mentalidad cultural cuando no partimos, de que la brutalidad entre géneros
es potenciada por la suma en el psiques del miedo y la inseguridad creada por
el aumento de la miseria, la marginalidad, la explotación y la precariedad social
y laboral de la clase trabajadora, hegemonizada culturalmente desde hace siglos
por el individualismo liberal burgués, el derecho a la propiedad privada y la
violencia patriarcal de la iglesia católica romana.
En este
ámbito y bajo la influencia de la posmodernidad que nace de la
desestructuración del dogmático marxismo soviético de los años sesenta, está el
situar como sujeto histórico y único representante de la clase obrera al
proletario del sistema de producción fordista, el cual entró en extinción al iniciarse los años setenta, una vez
alcanzado el fordismo el máximo desarrollo en producción y beneficios, a partir
de donde, el capitalista desarrolla el taylorismo como sistema más eficaz para
aumentar la productividad y el beneficio, con un sistema más desregulado
laboral y socialmente y más robotizado, bajo el criterio empresarial de la
iniciativa individual, el trabajo en equipo, la competitividad y la movilidad
funcional, horaria y geográfica, generalizándose así la precarización social y laboral del nuevo
neoliberalismo, que se impone bajo la ley del beneficio como único objetivo del
capital que nos domina y gobierna. Y de aquí nace la idea que sustenta la posmodernidad
reformista y radical, de la superación de la clase obrera y el nacimiento del
nuevo precariado que lo sustituye como sujeto, en coincidencia y como fruto del
colapso del sistema de producción del libre mercado capitalista
globalizado.
Esta visión
revisionista de la realidad social y del marxismo nace de dos falsas
idealizaciones, la del fin de la lucha de clases con el desarrollo continuado de
la producción y la del tránsito pacífico al socialismo. La clase obrera con
empleo fijo y derechos surgió en los países socialistas y en aquellos que
desarrollaron el estado de bienestar social bajo el fordismo y desde su nacimiento
hasta su decadencia, unos treinta años, en ninguno superó el 25% de la
población trabajadora. En España sobre el 20% en su momento más álgido en los
año sesenta previos a las reconversiones de los años setenta, el resto de la
clase obrera a la ley del mercado con más o menos derechos, según la
legislación o en su falta en los sectores de la pequeña y mediana empresa y
servicios. La historia mayoritaria de la clase trabajadora no es de empleo fijo
con derechos, ni en exclusiva formada por el obrero industrial fordista, siempre
fue precaria laboral y social y presente en todos los sectores productivos de la
industria, servicios y el campo desde su nacimiento como clase, la otra es una
versión idealista y metafísica del revisionismo dogmático.
Esta “izquierda”
reformista o radical pero no socialista ni de clase, influenciada por el viento
revisionista de los años setenta, sufre el impacto del descubrimiento de los
nuevos sujetos transformadores que sustituyen o igualan a la clase obrera. Los
nuevos movimientos identitarios entorno a la nacionalidad, género o raza, que la
posmodernidad define dentro de un proceso de interseccionalidad individualizada,
donde cada uno con su lucha forma parte de la transformación de la cultura
social, se supone que la cultural, porque la práctica cotidiana en la lucha de
país o nacionalidad, por parte de estos sectores de la “izquierda”, ha conllevado
que en defensa de una nueva identidad como pueblo antes que como clase obrera,
acabaran defendiendo los intereses de las oligarquías nacionales como ha
sucedido en el País Vasco con la fuerte base obrera de Batasuna, completamente
escorados en defensa de la identidad vasca, dentro de un sistema a reformar sin
superar el capitalismo y esto como premio para los presos, después de una vida
de terrorismo, represión y cárcel por su sueño socialista. Más de lo mismo va a
pasar con Esquerra Republicana en Cataluña, la CUP y amplios sectores de la
supuesta “izquierda” radical, incluida la “marxista leninista” aliándose y
apoyando a la oligarquía catalana, participante del régimen del 78 desde su
nacimiento, en defensa de una Cataluña burguesa, neoliberal y corrupta, que
juega con la confusión del derecho democrático a decidir, cosa de izquierdas,
con el falso objetivo de la independencia, nada de izquierdas, porque nos
apartan del programa de lucha del pueblo y nos divide.
Estos mundos
paralelos con lenguajes paralelos y contradictorios, que identifican de
izquierda objetivos antagónicos con los intereses de la clase trabajadora,
necesitamos redefinirlos para la construcción de una táctica de tratamiento del
campo popular, de forma que nos unifique en uno solo con capacidad de
desarrollo de un programa de izquierdas, porque sin esa unidad y confluencia no
hay victoria popular posible y aquí ambas partes tenemos un problema con el
tratamiento al PSOE, cuando la referencia que tenemos histórica es el PSOE de
Felipe González, brazo ejecutor junto a Santiago Carrillo del pacto social de
la transición del estado de bienestar, a costa del mantenimiento de todas las
estructuras de dominio y represión del estado burgués heredero de la dictadura
fascista, a partir del cual nace el régimen del 78 de corrupción, de
degeneración de la política y de la implementación del neoliberalismo en el
campo económico, social, del derecho y las libertades; sintetizadas actualmente
en la tremenda inseguridad que vive el pueblo generada por la precariedad
social, laboral y de libertades existentes.
El único valor
de Pedro Sánchez está en cómo y contra quién ganó la secretaría general del
partido y la Presidencia del Gobierno; con políticas reformistas, programas y
alianzas de izquierdas en confrontación con la oligarquía y el régimen
neoliberal del 78, todo reciente y reconocido públicamente. Si esto lo mantiene,
el campo popular gana un aliado importante por la influencia social que tiene,
pero si cede ante la presión ideológica de su alma débil y se alía con la
oligarquía neoliberal, habremos perdido un aliado del campo popular necesario
para el desarrollo de políticas económicas y sociales, que desanden todo el
entramado neoliberal político, jurídico y económico montado en España desde la
transición. Esto es lo que nos jugamos la clase trabajadora con la presencia o
no de Unidas Podemos en el gobierno con sus 42 congresistas, porque guste o no
guste por sus limitaciones ideológicas y políticas, son la única opción en el
parlamento que nos representan ante la falta de un partido y sindicato obrero,
que nos organice y movilice y si hay democracia bajo esta monarquía, esto es
posible y si no es posible, será por falta de democracia, justicia y libertad,
lo cual hace más necesario que nunca un proceso constituyente, pero no porque
lo digamos las confluencias, sino por ser una necesidad que exigen las masas
recogiendo el espíritu de las mareas, marchas y movimientos surgidos en torno
al 15 M, unidos a la lucha histórica del movimiento obrero en pro de la
justicia, la igualdad social y la república. Es decir cogobierno del PSOE con
Unidas Podemos o gobierno del PSOE con la derecha o nuevas elecciones.
Alonso
Gallardo del círculo comunista de Unidas Podemos junio del 2019