sábado, 5 de abril de 2025

El argumento contra el rearme europeo


Artículo de opinión de Yanis Varoufakis en Project Syndicate

Si realmente queremos fortalecer Europa, el primer paso no es rearmarse, sino forjar la unión democrática sin la cual el estancamiento seguirá erosionando las capacidades de Europa, impidiéndole reconstruir lo que quede de Ucrania cuando Vladímir Putin haya terminado con ella.

ATENAS – Integrar a Ucrania en la OTAN después de forzar a Rusia a retirarse a sus fronteras anteriores a 2014 ha sido el único objetivo estratégico que los líderes de la UE se han permitido contemplar desde la invasión rusa hace tres años. Desafortunadamente, mucho antes de la reelección del presidente estadounidense Donald Trump, este objetivo se había vuelto inviable. Las señales eran evidentes desde hacía tiempo.

Primero, la economía de guerra del presidente ruso Vladímir Putin resultó ser una bendición para su régimen. Segundo, incluso el predecesor de Trump, Joe Biden, nunca estuvo realmente dispuesto a impulsar la adhesión de Ucrania a la OTAN, llevando al país por un camino lleno de promesas vagas. Tercero, existía una fuerte oposición bipartidista en Estados Unidos a la idea de que tropas de la OTAN combatieran junto a los ucranianos.

Así, en un alarde de sorprendente hipocresía, los numerosos discursos sobre cómo «Putin es el nuevo Hitler» nunca se tradujeron en el compromiso real de combatir al lado de los ucranianos hasta que el ejército de Putin fuera derrotado. En cambio, Occidente cobardemente siguió enviando armas a unos agotados ucranianos para que derrotaran al «nuevo Hitler» en nombre de Occidente, pero solos.

Inevitablemente, y a pesar de la valerosa lucha de soldados ucranianos cada vez más superados en número y armamento, el único objetivo estratégico de los líderes europeos se ha convertido en polvo, una realidad que habría sido innegable independientemente de quién ganara la presidencia estadounidense en noviembre pasado. Trump simplemente aceleró este desenlace con una brutalidad acorde con su conocido desprecio no solo hacia el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, sino también hacia la propia UE. Y así, carente de cualquier plan B, una Europa debilitada por dos décadas de crisis económica lucha ahora por responder a la política de Trump sobre Ucrania.

Después del Acuerdo de Múnich en 1938, Winston Churchill declaró célebremente que Neville Chamberlain había elegido entre «la guerra y el deshonor. Elegisteis el deshonor y tendréis la guerra». En su temor a no repetir el mismo error, los líderes europeos están a punto de repetirlo al revés: su enfoque de guerra hasta la victoria dará paso a la paz humillante que Trump les impondrá alegremente a ellos y al gobierno de Zelenski, cuando finalmente acudan a rogar.

Si bien es indudablemente cierto que Europa debe levantarse o desintegrarse, la cuestión es: ¿cómo levantarse? ¿Qué está mal realmente con Europa? ¿Qué le falta a la UE? Resulta increíble que los europeos no puedan reconocer la respuesta que tienen frente a ellos: Europa carece de un auténtico Tesoro, un equivalente al Departamento de Estado y un Parlamento con el poder de destituir a lo que pasa por su gobierno (el Consejo Europeo). Peor aún, ni siquiera se discute cómo llenar estos enormes vacíos institucionales.

La UE siempre ha temido iniciar cualquier proceso de paz en Ucrania precisamente porque ello expondría su debilidad. ¿Quién representaría a Europa en la mesa de negociaciones, incluso si Trump nos invitara a participar? Aunque la Comisión Europea y el Consejo pudieran mágicamente crear un gran ejército europeo bien equipado, ¿quién tendría la autoridad democrática para enviarlo a combatir y morir?

Además, ¿quién podría recaudar impuestos suficientes para mantener la preparación militar permanente de ese ejército europeo? El proceso intergubernamental de toma de decisiones de la UE implica que nadie posee la legitimidad democrática para adoptar tales decisiones.

Cuando Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, anunció recientemente su iniciativa de rearme europeo (ReArm Europe), regresaron los tristes recuerdos de incompetentes planes previos como el Plan Juncker, el Pacto Verde y el Plan de Recuperación. Grandes cifras volvieron a lanzarse a los titulares, solo para revelarse como ilusorias al examinarlas más de cerca. ¿Alguien espera seriamente que Francia aumente su ya insostenible déficit público para financiar armamento?

Sin instituciones capaces de implementar un keynesianismo militar, la única manera en que Europa podría rearmarse es desviando fondos de su infraestructura física y social deteriorada, debilitando aún más a una Europa ya afectada por el descontento popular que impulsa el ascenso de la extrema derecha. ¿Y para qué? ¿Alguien cree que Putin se sentirá disuadido por una Europa que quizás tenga algunas municiones y obuses adicionales pero que se aleja aún más del gobierno federal necesario para decidir sobre la guerra y la paz?

La iniciativa ReArm Europe no hará nada para ganar la guerra por Ucrania. Al contrario, casi con seguridad profundizará la crisis económica preexistente de la UE, la verdadera causa de la debilidad europea. Para mantener a salvo a los europeos frente a los desafíos gemelos planteados por Trump y Putin, la UE debe iniciar su propio proceso multifacético de Paz Ahora.

Primero, la UE debe rechazar tajantemente el intento predatorio de Trump de apropiarse de los recursos naturales ucranianos. Luego, después de plantear la posibilidad de relajar sanciones y devolver los 300.000 millones de dólares en activos congelados (que no pueden usarse simultáneamente como moneda de cambio y para la reconstrucción de Ucrania), la UE debería comenzar negociaciones con el Kremlin, ofreciendo una propuesta estratégica integral según la cual Ucrania se convierta en lo que fue Austria durante la Guerra Fría: soberana, armada, neutral y tan integrada con Europa occidental como sus ciudadanos deseen.

Tercero, en lugar de un enfrentamiento permanente entre dos grandes ejércitos en la frontera acordada, la UE debería proponer una zona desmilitarizada de al menos 500 kilómetros a cada lado, el derecho al retorno de todos los desplazados, un acuerdo al estilo del Viernes Santo para gobernar áreas disputadas y un Pacto Verde conjunto para las zonas devastadas por la guerra, financiado por la UE y Rusia. Todas las cuestiones pendientes deberían abordarse en negociaciones auspiciadas por Naciones Unidas.

Finalmente, la UE debería usar la perspectiva de reducir aranceles sobre bienes chinos (especialmente tecnologías verdes) y las sanciones a exportaciones tecnológicas para abrir negociaciones con China hacia un nuevo acuerdo de seguridad que reduzca tensiones y comprometa a los chinos con la soberanía de Ucrania.

Si realmente queremos fortalecer Europa, el primer paso no es rearmarse, sino crear la unión democrática sin la cual el estancamiento continuará erosionando las capacidades europeas, impidiendo reconstruir lo que quede de Ucrania cuando Putin haya terminado con ella.

 

La rentabilidad del miedo



Fuentes: El tábano economista

Si matar es rentable, ni las balas ni el déficit fiscal importarán (El Tábano Economista)

No corras, no llores, no grites. Si sigues estas mínimas reglas, es posible que no te vean. Solo aprieta contra tu pecho la lata oxidada que usabas para recoger agua, o la olla donde aún queda el olor del último alimento. Si no te mataron durante el día, durante la noche —cuando las familias se acurrucan en cuevas de concreto, durmiendo bajo los escombros— sólo quedará rezar para que las bombas no caigan donde ya únicamente hay despojos.

Este relato podría describir cualquier día en la Franja de Gaza. Sin embargo, la idea del miedo, de los susurros en la oscuridad, se traslada ahora a Europa. El continente ha entrado orgullosamente en “una nueva era en la que debe asumir la responsabilidad de su propia seguridad”. Aunque, a decir verdad, no queda claro cuán real es la amenaza.

Según medios occidentales, las tropas rusas, están obligadas a usar burros para transportar material al frente debido a la escasez de vehículos militares. ¿Es este el ejército que amenaza con conquistar Europa hasta Lisboa y que justifica el rearme masivo de la Unión?

El miedo es un poderoso incentivo, y los líderes europeos lo saben bien. Su tarea, en este nuevo tablero geopolítico, consiste en convencer a la ciudadanía de que debe intercambiar bienestar por seguridad. Es decir, transformar el Estado de bienestar en un Estado beligerante.

Desde el estallido de la guerra en Ucrania en 2022, los países occidentales comenzaron a priorizar el gasto militar. La OTAN recomienda que sus miembros destinen, al menos, el 2% del PIB a defensa. Como resultado, el gasto en este rubro de la Unión Europea aumentó un 30% entre 2021 y 2024, alcanzando los 326.000 millones de euros en 2024.

Este cambio de prioridades también se refleja en los mercados financieros. Europa ha dejado de invertir en las llamadas “siete magníficas” (Apple, Amazon, Alphabet, Meta, Microsoft, Nvidia y Tesla), que han sufrido una caída del 8% en 2025. En su lugar, los valores europeos de defensa han experimentado un auge desmedido. Por ejemplo, Rheinmetall ha incrementado su valor un 80% en 2025 y casi un 1.350% en los últimos tres años.

Lo mismo ocurre con otras grandes empresas del sector: Leonardo, Saab, Thales, Airbus, Rheinmetall y Safran, las seis principales compañías europeas de defensa y aeronáutica. Todas ellas han sido las grandes beneficiarias de este nuevo paradigma de seguridad, con subidas que superan ampliamente los índices bursátiles de referencia.

Sin embargo, lo que permanece más oculto a los ojos del público es la narrativa del gasto armamentístico europeo que, en última instancia, beneficia a Estados Unidos. Los países europeos que forman parte de la OTAN —entre ellos Alemania, Francia, Italia, Polonia y otros 26 más— han duplicado sus importaciones de armas desde 2020, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI).

Estados Unidos es el principal proveedor: el 64% del armamento adquirido por estos países proviene de empresas estadounidenses. Y con las ventas pendientes, esta dependencia seguirá creciendo. De los 326.000 millones de euros en gasto militar, unos 250.000 millones terminan en el complejo militar-industrial estadounidense. Un negocio redondo.

La industria armamentística, antes tabú en los mercados financieros, se ha transformado en un activo estratégico. La Comisión Europea ha lanzado el plan ReArm Europe, con el objetivo de movilizar 800.000 millones de euros para fortalecer la industria militar del continente. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, justificó esta medida con la necesidad de “una Europa más segura y resistente”. Este giro se ha visto reforzado por la política ambigua de Estados Unidos en la guerra de Ucrania, que ha permitido asegurarse beneficios futuros gracias al apoyo militar europeo.

Negocios son negocios. Incluso cuando están teñidos de sangre. Tal es así que uno de los dogmas centrales de la ortodoxia neoliberal —el equilibrio fiscal— se flexibiliza si se trata de gasto militar. Por ejemplo, se ha propuesto excluir este tipo de gasto del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE y permitir su financiación conjunta a través de mecanismos supranacionales.

El mismo día del anuncio del plan ReArm Europe, la Cámara Baja del Parlamento alemán (Bundestag) aprobaba una modificación de la Constitución para suspender el “freno de la deuda” establecido en 2009. El nuevo paquete de 500.000 millones de euros se destinará a infraestructuras, iniciativas climáticas y, por supuesto, defensa.

Desde la invasión de Ucrania, los líderes europeos han redoblado su presión para aumentar el gasto en defensa. Las compras a contratistas europeos han alcanzado cifras récord. A través del plan de Estrategia Industrial Europea de Defensa (EDIS) y el Libro Blanco, la Comisión Europea apunta a que el 50% de las adquisiciones de defensa sean de producción europea para 2030, y el 60% para 2035. Por ende, Estados Unidos tiene asegurada al menos el 50% del negocio hasta 2030, y un 40% hasta 2035.

El crecimiento del sector ha generado un renovado interés por los ETFs (fondos cotizados en bolsa) vinculados a la defensa, así como por índices como el STOXX Europe Total Market Aerospace & Defense, que desde 2022 ha crecido un 200%. Este auge también pone en cuestión la ética de las inversiones públicas. Fondos como el Fondo Global de Pensiones del Gobierno de Noruega —conocido como el Fondo del Petróleo— están obligados, en teoría, a seguir criterios éticos. Sin embargo, invierte miles de millones en empresas armamentísticas, incluyendo a la mitad de las 100 principales del mundo. Acumula casi 14 000 millones de libras (unos 19.000 millones de dólares) en este sector.

Su mayor inversión en Reino Unido es en Rolls-Royce, donde posee más del 2% de la compañía. Más allá de sus autos de lujo, Rolls-Royce es un actor clave en el programa militar F-35. Su filial MTU produce los motores de los tanques Merkava y buques de guerra de Israel, país que ha sido acusado de violaciones sistemáticas de derechos humanos, incluso tras el reconocimiento oficial del Estado de Palestina por parte de Noruega en mayo de 2024.

En definitiva, parece que ciertos principios económicos —como el déficit fiscal— pueden relativizarse si el negocio es el de matar. ¿Qué pensarás cuando te digan que el gasto en salud o educación está perjudicando las cuentas públicas? ¿O cuando culpen a tu pensión del déficit fiscal?

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/03/30/la-rentabilidad-del-miedo/

viernes, 4 de abril de 2025

La crisis de EEUU


Marzo 30/2025









El aspecto más evidente de la crisis social, política y económica de Estados Unidos es cómo su clase gobernante se preocupa cada vez menos por encubrir su criminalidad.

A nivel internacional, las violaciones por el gobierno estadounidense del derecho internacional y de las normas humanitarias internacionales más básicas han sido progresivamente más descaradas y flagrantes.

A nivel doméstico, las violaciones de los derechos humanos de las personas, especialmente migrantes, son más rutinarias que nunca y el gobierno ignora a su antojo las órdenes judiciales, como en el caso de más de 200 ciudadanos venezolanos secuestrados y enviados sin proceso alguno a una cárcel de máxima seguridad en El Salvador.

Poder absoluto

Hace poco, el presidente de la Cámara de Representantes del Congreso legislativo norteamericano, Mike Johnson, aliado político del presidente Donald Trump comentó, que “tenemos autoridad sobre los tribunales federales, como ustedes saben. Podemos eliminar un tribunal de distrito completo”. Queda por ver si habrá suficiente consenso entre todas las y los legisladores para aplicar ese tipo de medida.

Los simpatizantes de Donald Trump argumentan que el poder judicial se ha desprestigiado por haberse prestado a abusar la ley con el fin de perseguir injustamente, en complicidad con el gobierno de Joe Biden, a Donald Trump y sus colaboradores. Para mientras, como varios observadores han notado, la postura del gobierno del presidente Donald Trump hacia el poder judicial ha sido prácticamente “adelante, pues, emita sus sentencias y veamos si puede hacerlas cumplir”.

Más allá del pleito entre el poder ejecutivo y las tribunales judiciales, la crisis estadounidense deriva de profundos problemas estructurales los cuales el gobierno del presidente Donald Trump no va a poder resolver. A corto plazo, es imposible que la economía se recupere de las décadas de los escasos niveles de inversión en la capacidad productiva del país o en la infraestructura física que facilita una producción robusta y eficiente. Esta falta de inversión en la economía productiva ha sido acompañada por el marcado declive en el Producto Interno Bruto per cápita que se ha disminuido a la mitad en los últimos 20 años.

El empobrecimiento de la población estadounidense en general que este declive significa, se ha intensificado por la marcada desigualdad en la distribución de la riqueza disponible, lo cual a su vez ha sido un factor en la crisis demográfica del país. Un gran porcentaje de la población de adultos jóvenes no tiene suficientes recursos para comprar una vivienda, tener un hogar y establecer una familia. Cegada por su avaricia, la clase gobernante norteamericana no tiene la menor idea de cómo ir corrigiendo estas fallas estructurales socioeconómicas fundamentales.

Aparte de ignorar las medidas judiciales que estorban su programa, la receta fascista del equipo del presidente Donald Trump a nivel interno, consiste en la entrega de todavía más poder a las élites empresariales y la implementación de una campaña racista contra las familias migrantes. Entre sus medidas más controvertidas, el gobierno del presidente Trump ha establecido la arbitraria y caprichosa figura de un “Departamento de Eficiencia Gubernamental” (DOGE), sin base alguna en la legislación del país, que esquiva las normas judiciales vigentes y está libre efectivamente del control del Congreso. Quien lo dirige es el racista empresario parásito Elon Musk quien hizo su fortuna gracias a los enormes contratos y concesiones otorgados a sus empresas de parte del gobierno central (en los períodos de ambos partidos).

Comportamiento exterior terrorista

A nivel internacional, se trata de atacar a las naciones que superan la competitividad estadounidense, como la República Popular China; perjudicar y explotar en la medida posible a sus supuestos países aliados desde Argentina y México hasta Europa; ignorar las estructuras normativas –como la Organización Mundial de Comercio– y destruir a los pueblos y movimientos políticos que desafían su política exterior.

Desde hace décadas, un componente esencial de estas políticas ha sido el apoyo al terrorismo, como se confirmó en 1986 con la sentencia de la Corte Internacional de Justicia a favor de Nicaragua que condenó de manera explícita a Estados Unidos por usar el terrorismo. El gobierno del entonces presidente Reagan ignoró por completo la sentencia de la Corte.

Luego, el comportamiento criminal de los gobiernos estadounidenses subsiguientes solo confirman el desprecio al derecho internacional. Y sigue activo el patrón de la ayuda y promoción norteamericana –con la complicidad europea– de campañas terroristas contra los gobiernos y pueblos que resisten su política exterior.

Ejemplos recientes de esta política incluyen el apoyo al terrorismo para derrocar el gobierno de la República Árabe Siria y desestabilizar a Irán, la constante agresión contra Cuba, Nicaragua, Venezuela y Corea Democrática, su papel en fomentar el terrorismo extremista en África occidental después de destruir a Libia y la desestabilización de Myanmar.

Incluso, los poderes occidentales han apoyado los ataques terroristas de Ucrania contra la población civil en el territorio de la Federación Rusa.

Durante muchos años han fomentado el separatismo de grupos terroristas pseudo-islamistas en la provincia china de Xinjiang y la provincia Baluchistán, al occidente de Pakistán.

El reciente ataque terrorista a un tren con más de 400 pasajeros en Baluchistán, es parte de la ofensiva estadounidense y europea para desestabilizar el avance del Corredor Económico China Pakistán.

Durante muchos años también los poderes occidentales han apoyado grupos separatistas y terroristas para intentar derrocar al gobierno de Myanmar, otro país que colabora con China en el desarrollo de un importante Corredor Económico.

Occidente también está en crisis

Casi todos los países aliados del Occidente comparten los problemas estructurales de la sociedad y economía de EEUU. Y así como lo hacen sus homólogas estadounidenses, las élites gobernantes de los países de Europa no saben qué hacer en relación a estos profundos problemas económicos y demográficos.

Igual ocurre hasta cierto punto en el caso los aliados norteamericanos en el Pacífico como Japón o Australia. Las políticas contraproducentes que han adoptado en relación a la Federación Rusa y a la República Popular China impiden su propio desarrollo económico.

Este es el caso evidente de la Unión Europea, cuyos miembros ya no tienen acceso a la energía barata rusa ni el beneficio de la cooperación e intercambio tecnológico con China de las cuales podrían aprender mucho, si tuvieran suficiente humildad para hacerlo.

Y en relación a América Latina y el Caribe, es demasiado tarde la apuesta del gobierno de Trump de querer consolidar su poder neocolonial en la región. La amplitud y profundidad de las relaciones comerciales, el apoyo financiero y la cooperación para el desarrollo de China en la región han alcanzado niveles demasiado difíciles de revertir. Hace poco, en un reporte sobre el Foro Financiero del Sur Global 2025, la agencia china Xinhua resaltó que ahora, además de la participación de China en el Banco Interamericano de Desarrollo, existen muchas otras opciones de financiamiento de China para el comercio y el desarrollo, en adición a los nuevos canales para los proyectos de infraestructura y cooperación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII) y el Nuevo Banco de Desarrollo de los países BRICS.

Estados Unidos no puede competir con este variedad de diferentes tipos de financiamiento adaptados para promover un desarrollo humano genuino.

Tampoco tienen mucho peso real las amenazas del gobierno norteamericano de tomar control del Canal de Panamá para fortalecer su respuesta a la influencia de China en la región. Como varios escritores han apuntado, las mismas limitaciones del Canal de Panamá junto con el desarrollo de otras rutas interoceánicas en la región ya están reduciendo su importancia.

El megapuerto de Chancay en Perú ha aumentado de manera importante las opciones de intercambio de la región con Asia y complementa varias rutas comerciales esenciales como la Carretera Interoceánica entre Brasil y Perú y los dos Corredores Bioceánicos entre Brasil y Chile.

México pronto tendrá en plena operación para transporte de carga el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y, en Nicaragua, sin contar por el momento con su canal interoceánico, está en desarrollo la conexión entre el puerto de Corinto en el Pacífico con el nuevo puerto de Bluefields en la Costa Caribe.

Crisis interna imparable

Mientras tanto, a nivel interno la crisis estadounidense sigue en desarrollo. Continúa el asalto a los elementos estatales que respaldan derechos de la ciudadanía como el acceso a la educación pública o a la atención básica de salud.

El ataque inmediato más sistemático parece ser contra la seguridad social, para eliminar ayuda esencial a millones de personas con discapacidad, incluso para cientos de miles de veteranos de guerra. Se trata también de recortes que pueden disminuir drásticamente la capacidad nacional de investigación médica y científica. Se ha acentuado mucho la politización represiva de las universidades para suprimir la libertad de expresión, especialmente de personas que se oponen a la política exterior norteamericana en apoyo al genocidio sionista en Palestina.

Queda a ver entonces cuál será el desenlace de este proceso que rehace y reformula los principios de la legitimidad del sistema político y jurídico estadounidense. La presidencia de Trump tiene mayoría en ambas cámaras del Congreso legislativo, sus simpatizantes controlan la Corte Suprema de Justicia y, con la figura del Departamento de Eficiencia Gubernamental, el ejecutivo ha desplegado una especie de gobierno paralelo para subvertir la burocracia de los distintos departamentos del gobierno, desde el Departamento de Salud y el Departamento de Agricultura hasta el Departamento de Educación.

Lo que se observa en la política sustantiva del equipo de Trump es una concentrada intensificación de las medidas neoliberales que frustran y niegan las aspiraciones de las mayorías e implementan una perversa política de beneficios y desregulación a favor de las élites gobernantes del país.

De hecho, en términos del marco jurídico vigente que debe garantizar los derechos fundamentales de la población, hay que notar que desde hace mucho tiempo casi las todas personas que sirven como funcionarios del gobierno, juramentan defender fielmente la Constitución, pero no cumplen su juramento. Así que, aun en términos de su propio marco jurídico, mucho menos en términos del derecho internacional, los gobiernos estadounidenses traicionan a su propio pueblo al servir por encima de todo a las criminales élites gobernantes del país.

La crisis estadounidense se acentúa en todos los aspectos. La polarización social y económica, junto con la falta de políticas que responden de manera concreta a las necesidades básicas de la población, indican un alto riesgo de extrema inestabilidad civil.

En la política exterior, el prestigio norteamericano ha colapsado en el mundo mayoritario como resultado de su apoyo al genocidio sionista en Palestina y el Líbano, su abuso de las instituciones internacionales, su descarado rechazo del derecho internacional y su contraproducente agresión contra China.

A nivel regional, hasta las oligarquías reaccionarias de América Latina y el Caribe reconocen que sus relaciones con China son mucho más ventajosas que la tradicional relación de sumisión a la extorsión y explotación de EEUU.

Queda por ver cuánto tiempo va a poder durar la inflada fantasía fascista de Trump antes de tener que aterrizar en la cruda realidad económica de su país y la nueva realidad mundial.

Fuente: radiolaprimerisima.com 

Nicaragua ocupa el primer lugar en Equidad de Género en las Américas y el sexto en el mundo



MUNDO :: 30/03/2025

JUBILEE HOUSE COMMUNITY

A pesar de todas las críticas teledirigidas de la derecha y la izquierda 'woke', Nicaragua sigue siendo el país socialmente más avanzado de América Central. Y el más antiimperialista

Si se pidiera a 100 personas en EEUU o el Reino Unido que nombraran el país que lidera la equidad de género en las Américas, es poco probable que alguien respondiera correctamente Nicaragua. Este desconocimiento refleja el éxito de una campaña imperialista de décadas para desacreditar y socavar los notables logros de Nicaragua desde el triunfo de la Revolución Popular Sandinista en 1979.

EEUU ha intentado continuamente destruir la Revolución Sandinista, desde las guerras de la Contrarrevolución, pasando por el apoyo activo a los 16 años de gobierno neoliberal, hasta el fallido intento de Golpe de 2018, y las actuales sanciones económicas punitivas.

En marzo de 2025, para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, una Delegación de Activistas Solidarias viajó a Nicaragua con la Casa Benjamín Linder y Jubilee House Community para ser testigos de los avances logrados por las Mujeres desde la Revolución.

En un posterior estudio comparativo, de próxima publicación, realizado por profesionales del área de género de diversas universidades de EEUU y Reino Unido, se pudo establecer que efectivamente Nicaragua ocupa el primer lugar en Equidad de Género en las Américas y el sexto en el mundo.

La Delegación se reunió con una amplia gama de Personas e Instituciones que impulsan estos avances, incluidos Alcaldesas y Alcaldes, Vicealcaldesas y Vicealcaldes, Directores de Hospitales y Clínicas, Ministros de Gobierno, Jefes de Policía, Pacientes, Promotores de Salud, Familias de Preescolares, Madres, Mujeres Miembros de la Asamblea Nacional, Estudiantes de Escuelas de Oficio, Trabajadores Sociales, Enfermeras y más. Estas reuniones tuvieron lugar en Managua, Ciudad Sandino, Ciudad Darío, Estelí, San Nicolás, San Juan de Limay, El Sauce y San Juan de Oriente.

El modelo familia-comunidad: Una prioridad nacional

En los últimos años, Nicaragua ha promulgado numerosas Leyes y Reformas Constitucionales para institucionalizar la Equidad de Género y los Derechos de los Pueblos Indígenas y Afro-descendientes.

A diferencia de muchos Países que se limitan a defender estos Principios de boquilla, Nicaragua ha puesto en marcha un Programa Nacional Integral que abarca desde el ámbito nacional hasta las Familias y las Comunidades. En el centro de este esfuerzo se encuentra el Modelo Familiar-Comunitario de Nicaragua, que refleja el compromiso de la Nación con la erradicación de la Pobreza y la promoción de la Equidad Social.

Principales logros en materia de Igualdad de Género

-Representación 50/50: Nicaragua ha puesto en marcha una política innovadora de 50/50, que garantiza la igualdad de representación de género en todos los niveles de toma de decisiones, desde los consejos locales hasta los órganos de gobierno nacional. Las mujeres ahora son el 60% de los diputados de la Asamblea Nacional y ocupan el 75% de los cargos ministeriales y viceministeriales.

-Gobernanza colaborativa: Los ministerios, las instituciones, las alcaldías, la Asamblea Nacional y las organizaciones sin fines de lucro trabajan de manera articulada para dar prioridad a la prevención, la educación y el bienestar de la comunidad.

-Comisarías de la Mujer: Se han creado comisarías de policía especializadas para abordar la violencia de género, el maltrato infantil y apoyar la seguridad de mujeres y niños.

-Educación y salud gratuitas: El acceso universal a la educación y la salud ha sido la piedra angular de los esfuerzos de Nicaragua para empoderar a las mujeres y reducir la pobreza.

-Autodeterminación: Los indígenas y afrodescendientes tienen títulos comunales sobre tierras que constituyen casi un tercio del territorio nacional de Nicaragua.

Un modelo de progreso socialista

Los logros de Nicaragua son un testimonio de su compromiso con la construcción de una sociedad socialista centrada en la equidad, la justicia y la vibrante cultura del empoderamiento comunitario. El progreso del País contrasta fuertemente con los relatos negativos que a menudo propagan los medios de comunicación occidentales.

Como nos dijo un Dirigente del FSLN, «un País que no se educa no avanza». En este sentido, le animamos a que no tome nuestra palabra -ni la de ningún medio de comunicación occidental- como la última palabra. Visite Nicaragua con la mente abierta, sea testigo de estos avances y déjese inspirar por una nación que trabaja activamente para crear una Sociedad más Justa y Equitativa.

Managua, Nicaragua

15 marzo 2025

Jameela Alexander, EEUU

Kenneth Yale, EEUU

Deanna Risser, EEUU

Geraldine Cawthorne, Reino Unido

el19Digital.com


Texto completo en: https://www.lahaine.org/mundo.php/nicaragua-ocupa-el-primer-lugar 

La crisis del orden de posguerra nos dio el neoliberalismo


Por Colin Gordon | 29/03/2025 | EE.UU.
Fuentes: Jacobin América Latina

El auge del neoliberalismo no se debió simplemente a que los políticos centristas y de derecha decidieran darle rienda suelta a las fuerzas del mercado. Reflejó una verdadera crisis del orden económico de la posguerra, y la ausencia de un movimiento obrero poderoso que impulsara una alternativa de izquierda.

Bajo cualquier forma de medición, la desigualdad económica se disparó en el último medio siglo. Desde 1970, la proporción de la renta nacional que se lleva la mitad inferior de los asalariados cayó del 21,3 % a solo el 13,6 %, mientras que la que se lleva el 1 % superior casi se duplicó, pasando del 11,6 % al 19,1 %. Aunque los programas sociales redujeron la pobreza sustancialmente durante ese periodo, los criterios de elegibilidad mezquinos y la discreción a nivel estatal han erosionado los medios de vida de las familias con bajos ingresos. La brecha racial de riqueza, sostenida por generaciones de explotación y exclusión en el sector inmobiliario privado y los programas públicos, es ahora tan amplia como lo era en la década de 1960.

Una historia común viste estas tendencias con ropajes partidistas: los demócratas lucharon por extender o apuntalar el New Deal; los republicanos, por fervor ideológico o por servil deferencia a los intereses privados, intentaron derribarlo todo con la misma determinación. Hay un atisbo de verdad en esta ordenada narrativa, pero solo un atisbo. De hecho, el regreso de la desigualdad a niveles no vistos desde la Edad Dorada fue un proyecto frecuentemente bipartidista: los demócratas llevaron la delantera (controlando tanto la Cámara de Representantes como el Senado, o la presidencia y una o ambas cámaras) durante treinta de los últimos cincuenta y cuatro años. Sus huellas, en diversos grados, están en todas y cada una de las políticas que aumentaron la desigualdad durante este período.

Esa hoja de antecedentes penales es el hilo conductor de Left Behind (Abandonados), el provocador examen de la historiadora Lily Geismer sobre la presidencia de Bill Clinton, sus raíces políticas e intelectuales y su impacto duradero. Left Behind comienza trazando la ya familiar historia del Consejo de Liderazgo Democrático (DLC, por sus siglas en inglés), fundado en 1985, y su determinación de liberar al partido de sus «intereses especiales» (sindicatos, minorías raciales, movimiento feminista, etc.) y dividir la improbable diferencia entre la Gran Sociedad y las políticas económicas de la época de Reagan (Reaganomía). Como argumenta Geismer, las invocaciones clintonianas de una «tercera vía» o «un puente hacia el siglo XXI» apenas podían ocultar la verdadera intención y el resultado: abandonar a los sectores de la mitad inferior de la distribución de ingresos en favor de soluciones de mercado que harían sonrojar a Friedrich Hayek.

Según Geismer, no se trataba simplemente de una batalla por el alma del Partido Demócrata, o, como se suele decir, de un esfuerzo de los asediados demócratas por adaptarse a un giro derechista del electorado o por mitigar la maldad del «Contrato con América» de Newt Gingrich. El DLC fue fundamental para el triunfo retórico de las políticas neoliberales, el aumento de la desigualdad, el debilitamiento de la seguridad económica y el empobrecimiento de la ciudadanía social en Estados Unidos. Las prescripciones políticas del DLC (y las suposiciones que las sustentaban) no fueron concesiones ni retrocesos; se desarrollaron con entusiasmo y voluntad, desde mucho antes de que la presidencia de Clinton se viera presionada a «triangular» ante un Congreso hostil.

Geismer echa una muy amplia red. Los culpables habituales (la reforma de la asistencia social, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la debacle de la atención sanitaria) aparecen todos, pero la verdadera contribución del libro consiste en partir de estos episodios para subrayar cómo una fe implacable en las fuerzas del mercado dio forma a toda la agenda política de los años Clinton. En lo que hace a desarrollo económico y normas laborales, su administración se basó en la evaluación y la iniciativa de los actores del mercado. En política educativa y de vivienda, facilitó la disciplina y el desplazamiento de los bienes públicos por las fuerzas del mercado.

En cada giro, Left Behind atrae la inusual fascinación del DLC por la microempresa y el crédito a pequeña escala. A primera vista, parece una elección extraña, con el impacto político y económico de la microempresa empequeñecido por la atención que le presta Geismer. Sin embargo, a medida que se desarrolla el argumento, queda claro que tales políticas ocupaban un lugar descomunal y talismánico en el pensamiento del DLC.

La lógica de la microempresa de «empujar hacia arriba» ayudó a eludir las contradicciones centrales de la economía en la época de Clinton (Clintonomía): que las fuerzas del mercado (a raíz del NAFTA y la reforma de la asistencia social) no estaban creando buenos empleos y que los alquileres y los precios de la vivienda estaban superando drásticamente el crecimiento de los ingresos. En lugar de afrontar los efectos reales de sus decisiones políticas, la administración hizo alarde de historias de éxito dispares y que desafiaban las probabilidades —la madre beneficiaria de la asistencia social que abrió un salón de belleza, el inquilino de una vivienda pública que se compró una casa en las afueras, la escuela autónoma «severa» que elevó drásticamente las calificaciones en los exámenes— como si fueran soluciones serias, escalables y estructurales.

Lo que esto significaba, en un régimen político en el que el éxito del mercado se había convertido en la moneda principal, era que los que se quedaban atrás eran vilipendiados, marginados y desatendidos. Eran los fracasados y, por definición, los que no lo merecían. Las invocaciones a la «responsabilidad», «independencia» o «empoderamiento» injertaron valores de mercado en programas y políticas originalmente destinados a proteger a los más vulnerables de las fuerzas del mercado o a proporcionar bienes (educación, vivienda asequible) que el mercado no proporcionaba. Las condiciones y expectativas conductuales reinterpretan cada desventaja, cada paso en falso, como un fracaso personal.

Las raíces estructurales de la Clintonomía

Tengo dos dudas con el relato de Geismer (aunque son menos críticas que reflexiones). En primer lugar, Left Behind podría haber explorado más sistemáticamente las razones por las que los actores estatales hicieron lo que hicieron. La de Geismer es en gran medida una narración de acuerdos entre bastidores, encuentros casuales y ambiciones personales o profesionales. A veces, la fuerza motriz de las políticas de la administración parece ser su compromiso ideológico con una «tercera vía» animada por el fundamentalismo de mercado y rebosante de palabras de moda de la «economía del conocimiento». En ocasiones, como en algunos relatos del New Deal, se presenta como una serie de compromisos reacios ante obstáculos políticos y fiscales inexpugnables.

Pero queda sin explotar una explicación más estructural, en la que las opciones políticas están moldeadas (o limitadas) por realidades económicas más amplias. En Estados Unidos, como en otras democracias capitalistas, los intereses empresariales privados toman las decisiones clave sobre cómo asignar los recursos y dónde invertir. Las políticas públicas, en el mejor de los casos, reparan parte del daño: su atención se centra en los fallos del mercado y se ve limitada por la necesidad de mantener el crecimiento y la rentabilidad privados. El mercado, como famosamente dijo el politólogo Charles Lindblom, es una prisión.

Los límites de esa prisión y los comportamientos políticos que probablemente castigará o recompensará reflejan el carácter cambiante de la economía de mercado. El crecimiento económico constante impulsado por el globalismo estadounidense hizo posible y sostenible el orden institucional del New Deal (incluido un acuerdo entre el capital y el trabajo, un mínimo de seguridad económica y una inversión relativamente sólida en algunos bienes públicos). El colapso de ese crecimiento (y sus fundamentos globales) hizo que el retroceso fuera en gran medida inevitable en ausencia de un movimiento de clase trabajadora robusto y armado con una alternativa progresista. En este sentido, la administración Clinton no estaba reinventando tanto el New Deal o la Gran Sociedad para el siglo XXI, sino respondiendo a las mismas limitaciones de recursos y demanda que dieron forma a las políticas republicanas anteriores y posteriores.

En otras palabras, es difícil comprender plenamente el ascenso conservador después de la década de 1970 a través de la estrecha ventana temporal que ofrece cualquier administración. Al igual que la brillante trilogía de Rick Perlstein sobre los años de Richard Nixon y Ronald Reagan, Left Behind detalla las formas en que los actores políticos, las facciones políticas y los partidos políticos navegaron por el paisaje de la sociedad de «suma cero». Pero no nos dice mucho sobre el paisaje en sí, ni explica por qué algunos actores políticos lo navegaron con más éxito (al menos en sus propios términos) que otros.

En segundo lugar, es importante reconocer que la deferencia del mercado funcionó de manera diferente, y en trayectorias distintas, dependiendo del ámbito político. En el caso del bienestar, el programa federal-estatal de asistencia en efectivo lanzado en 1935 aisló a las madres de la participación en la fuerza laboral. La decisión de 1996 de «poner fin a la asistencia social tal como la conocemos» fue la culminación de un retroceso que comenzó en la década de 1960. En la atención sanitaria, los programas públicos en Estados Unidos sirvieron durante mucho tiempo para santificar la cobertura privada, al hacerse cargo de aquellos (los pobres, los ancianos) que perdían las prestaciones basadas en el empleo. El plan de salud de Clinton naufragó en su determinación de atender a esos intereses privados arraigados y en competencia.

Las políticas federales de vivienda y desarrollo económico, por el contrario, siempre cedieron ante el capital privado, y el dinero federal nunca hizo mucho más que subvencionar los sueños de los intereses inmobiliarios locales (que segregan y gentrifican). En educación, la genuflexión ante la competencia llegó más tarde: los demócratas de la era Clinton adoptaron las escuelas charter como una débil alternativa pública a los vouchers.

En cada una de estas políticas, el DLC tenía una visión neoliberal particular y llevó al partido mayoritario en una dirección concreta. Pero, en su mayor parte, ese cambio de dirección fue una cuestión de grados: el giro final en un largo y tortuoso giro a la derecha.

Colin Gordon es profesor de Historia en la Universidad de Iowa y autor de Citizen Brown: Race, Democracy, and Inequality in the St. Louis Suburbs.

Traducido por Pedro Perucca.

Fuente: https://jacobinlat.com/2025/03/la-crisis-del-orden-de-posguerra-nos-dio-el-neoliberalismo/ 

jueves, 3 de abril de 2025

De dónde salió DeepSeek


Gustavo Ng    27 Mar 2025


DeepSeek ha elevado la tensión en el conflicto tecnológico creciente entre China y EE.UU. (Foto: Vincent Feuray / Hans Lucas / AFP vía Getty Images)


Las innovaciones tecnológicas de China tensan al límite la competencia mundial.

La gravitación planetaria de China se va filtrando en las sociedades que aun consideran al país oriental como una superpotencia lejana y que incide sobre su realidad de manera indirecta.

El fenómeno DeepSeek es una exhortación urgente e intensa a comprender los múltiples escenarios que lo han generado. A esta altura, está claro que no se trata de un hecho excepcional, caprichoso ni singular, sino una expresión de las alturas en la que está navegando el universo de la innovación tecnológica china.

El libro China en el (des)orden mundial (Batalla de Ideas, Tricontinental, 2024) ofrece como uno de los escenarios de la aparición de DeepSeek —y de otros inventos por venir— un nuevo paradigma tecno-productivo en disputa.

Gabriel Merino, Amanda Barrenegoa y Julián Bilmes plantean que en torno al 2010 comenzaba a pensarse en una nueva revolución tecnológica, industrial y productiva a escala mundial. El Foro Económico Mundial de Davos la popularizó como "Cuarta Revolución Industrial", gestada en una fase del capitalismo que comenzó en la década de 1970 con el auge de las TIC, denominada cognitiva o informacional, y acelerada por la crisis económica mundial.

Este nuevo paradigma tecnológico combina inteligencia artificial, un salto en la robotización, las telecomunicaciones de quinta generación, la internet de las cosas, la Big Data, la transición hacia la energía sustentable, la tecnología cuántica y grandes avances en la genética y la biotecnología.

Los autores sostienen que la forma dominante de su desarrollo "es algo incierto todavía, en tanto dicha transformación puede ser conducida por las fuerzas del capital y las oligarquías financieras hoy dominantes o por las fuerzas del trabajo y los pueblos", y advierten que "este será un conflicto central en el mundo de las próximas décadas ya que el capital, en su búsqueda de acumulación sin fin, puede llevar a niveles sin precedentes de deshumanización bajo la expansión de las nuevas tecnologías".

China como contendiente

Asimismo, el ensayo plantea que "un elemento central para pensar la actual transición tecno-económica es que está abierto y en tensión quién comandará el pasaje a este nuevo paradigma, lo cual se suma a que China, gran contendiente en la lucha por el liderazgo en estas tecnologías, no tiene un patrón de acumulación capitalista clásico sino que combina distintos modos de producción, algo que le puede otorgar ventajas en este proceso".

En este sentido postula que "el salto tecno-económico que transitamos se inserta en la formación social china en relaciones de producción combinadas que dan lugar a lo que se conoce como 'socialismo de mercado' donde, por ejemplo, pueden impulsar con mayor capacidad la revolución tecno-productiva —tanto para alcanzar a los países del Norte Global como para comenzar a superarlos—".

Resalta la fuerte expansión de sectores de capital intensivos y absorción de tecnologías avanzadas en la economía china, bajo un muy relevante desarrollo científico-tecnológico, lo cual demuestra la creciente relevancia de China en la revolución tecnológica en curso así como el achicamiento de la brecha con Occidente en algunas ramas, por ejemplo en el hecho que desde 2019 Beijing lidera la solicitud de patentes a escala mundial, que Huawei lidera la solicitud de patentes por empresas, y BYD es líder mundial en la producción de autos eléctricos.

También detalla que hacia 2017 China alcanzó el primer lugar mundial en publicaciones científicas y ha llegado a liderar la producción científica de alta calidad, con base en la cantidad de citaciones en las publicaciones más influyentes en campos como inteligencia artificial, nanociencia, química y transporte. Ya sobrepasa a Estados Unidos en cantidad de clusters —combinación de solicitudes internacionales de patentes y publicaciones científicas— en el top cien mundial —24 chinos frente a 21 de Estados Unidos—.

Además, China subió del puesto 34 en 2012 al 12 en el Índice de Innovación Global 2021 elaborado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual y ocupa el primer puesto en solicitud de patentes, marcas y en exportaciones netas de alta tecnología.

Refiere como otro indicador del capital intelectual la "educación STEM" (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés), en la cual cuenta con entre dos y cuatro veces más graduados que su contraparte estadounidense, mientras que "desde principios de siglo más de cinco millones de jóvenes chinos fueron a estudiar al exterior, en especial en Estados Unidos y Europa. Se estima que hace tres décadas solo uno de cada veinte de esos estudiantes volvía a su país, mientras que en la actualidad regresa alrededor de 90 % para trabajar en grandes laboratorios y compañías de alta tecnología".

Por otra parte, señala el fuerte aumento de la inversión de China en I+D, que la ha llevado a alcanzar el segundo lugar en valores absolutos hacia 2017, por detrás de Estados Unidos, y se acerca a los países centrales si se mide ese gasto en función del PIB, al pasar de 0,5% a mediados de 1990 a superar el 2% desde 2014. La investigación básica concentra una porción muy baja (5%), mientras al desarrollo experimental se aplica 85% y 10% va a investigación aplicada, "lo cual da cuenta de la fuerte orientación de esa inversión —pública y privada— a satisfacer demandas de la economía y de competitividad de las empresas, tanto estatales como privadas". 

Una política de Estado

DeepSeek aparece como producto de una década en la que China alcanzó el primer lugar en la fabricación de artefactos de media-alta tecnología, con más de 30% de la participación mundial, y desplaza a Japón y a países europeos en la fabricación de productos de alto contenido tecnológico.

No han sido solo las fuerzas del mercado las que han impulsado este avance sino que ha sido decidido por el gobierno. El presidente Xi Jinping propuso a finales de 2023 la idea de "nuevas fuerzas productivas" y el informe cita palabras de Guo Guoping, diputado de la Asamblea Popular Nacional y científico jefe de la empresa de computación cuántica Origin Quantum: "La creación de nuevas fuerzas productivas es un paso decisivo en el curso de desarrollo de alta calidad de la economía, en el contexto de la transición económica de China y la revolución tecnológica radical. Traza un plan para el crecimiento de industrias estratégicas emergentes y futuristas, y ofrece orientación sobre la inteligencia y el impulso de digitalización de las industrias tradicionales".

Concurre a esta observación la referencia al plan de desarrollo Made in China 2025, centrado en desarrollar industrias de alta complejidad tecnológica, basadas en la innovación y en la capacitación de su personal, "a la par que reducir la dependencia de tecnologías extranjeras, apuntando a aumentar el contenido nacional de partes y componentes críticos de la industria a 70% para 2025".

Este plan puntualiza diez sectores en los que llegar a la vanguardia internacional: 1) nueva tecnología avanzada de información; 2) máquinas y herramientas automatizadas y robótica; 3) aeroespacial y equipo aeronáutico; 4) equipamiento marítimo y barcos de alta tecnología; 5) equipos modernos de transporte ferroviario —estos dos últimos para reforzar el proyecto de la Iniciativa de la Franja y la Ruta—; 6) vehículos y equipamiento con nuevas formas de energía; 7) equipos de energía; 8) equipamiento agrícola; 9) nuevos materiales y 10) biofarma y productos médicos avanzados.

El resultado es que China ha terminado en la vanguardia de áreas y tecnologías claves como la computación cuántica, la biología sintética, la física de la materia condensada, los nanomateriales, la investigación con células madres y la ciencia molecular, el hielo combustible y los nuevos equipos de exploración de aguas profundas, entre otros.

Otro terreno donde China ofrece competencia es el de la economía digital y de plataformas —uno de los que más se benefició a escala mundial de la pandemia. Los autores explican que, "producto de la exacerbación del mercado de valores y la financiarización de la economía ficticia, las empresas tecnológicas estadounidenses de punta Alphabet (holding matriz de Google), Amazon, Facebook, Apple y Microsoft (las denominadas Gafam), pasaron a representar una quinta parte del índice S&P 500. China compite con este grupo mediante las denominadas BATX (Baidu, Alibaba, Tencent y Xiaomi), a las cuales podemos sumar Huawei. Estas compañías han tenido un gran crecimiento en los últimos años y el gobierno adoptó distintas políticas de control estatal en este sector de gran desarrollo, para el cual el Estado jugó un rol importante en materia de inversión en infraestructura y de exclusión del mercado nacional de las Gafam. Si Silicon Valley, en Estados Unidos, representa el epicentro y la 'meca' del capitalismo informacional o digital, China compite con sus propios polos tecnológicos, como Shenzhen".

Tendencias al desacople

El análisis del escenario que explica la aparición de innovaciones chinas que parecen destinadas a rectificar el rumbo mundial incluye el modo como China ha quebrado la situación internacional en la que, "en clave 'posfordista' del capitalismo transnacional, el centro se especializó desde 1980 en el diseño, las altas finanzas, el comercio mundial, la tecnología de punta y la administración estratégica, controlando las redes financieras globales y sus empresas transnacionales y deslocalizando procesos económicos de menor complejidad".  "Beijing ha quebrado" este esquema conformándose como uno de los mayores núcleos económico-productivos y tecnológicos mundiales, con grandes niveles de complejidad".

Un componente de ese quiebre ha sido la decisión de alejarse del golpe que recibió el núcleo del capitalismo global, por lo que en la crisis de 2008 avanzó en una estrategia propia de desarrollo opuesta al recetario del Consenso de Washington, ante lo cual Estados Unidos reaccionó con medidas tendientes al desacople. El libro ejemplifica con la serie de políticas adoptadas desde Estados Unidos, como la Ley Chips y Ciencia de octubre de 2022. "Se trata de un programa de subsidios y créditos por hasta 52 mil millones de dólares para impulsar la producción de semiconductores al interior del país y contrarrestar la dependencia de las fábricas asiáticas, a la par que limita la cooperación con China en determinadas áreas de investigación y fabricación".

China ha superado a Estados Unidos en la producción de estos semiconductores, que constituyen un insumo crucial para la economía digital y cada vez tiene más peso como diseñador de estos. "Habiendo liderado históricamente este rubro, aunque sigue encabezando el diseño de semiconductores, Estados Unidos vio caer su participación en la producción mundial desde 37% en 1990, a 12%, mientras que en el mismo periodo China pasó de menos de 1% hasta 15%", detalla el informe.

Los desafíos para las regiones periféricas

La disputa tecnológica con la expansión material de China y la revolución tecnoproductiva desafía a las regiones periféricas a un abordaje que pueda superar el subdesarrollo y la dependencia que, de alguna manera, las constituyen.

El libro presenta un informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo de hace cuatro años que demuestra cómo las revoluciones tecnológicas se corresponden con la distribución del ingreso —medida por PIB per cápita— entre el centro —10-15% de la población mundial— y la periferia y semiperiferia —85-90%—. La desigualdad se incrementa.

Sin embargo, los autores de China en el (des)orden mundial confían en que "existen condiciones para aprovechar la ventana de oportunidad histórica que abre la actual crisis de hegemonía, el desarrollo de un escenario de multipolaridad relativa e importantes transformaciones económicas en el sistema mundial".

Tales "ventanas de oportunidad" podrían construirse como opción geopolítica y bajo un proyecto de desarrollo autónomo y soberano, apuntando a "fortalecer las propias capacidades socio-estatales, el empleo y la producción nacional-regional. La experiencia de China, que se inicia como proceso revolucionario nacional y social a partir de 1911, y cuyos puntos centrales son la victoria de las fuerzas del PCCh en 1949 y las reformas a fines de 1970, representa un importante ejemplo no para copiar pero sí para extraer lecciones al respecto".

El análisis del nuevo paradigma en disputa es cerrado con una instancia programática, haciendo una propuesta práctica: "Resulta clave la identificación de los sectores productivos con potencialidad para aprovechar las eventuales ventanas de oportunidad con base en las historias, trayectorias, necesidades sociales y capacidades construidas en las economías de nuestros países".

La implementación de tal estrategia se basaría en acordar con China sobre la base de definir "los rubros, sectores, cadenas y/o segmentos donde poner en juego fuerza de trabajo, insumos, empresas y tecnologías, fomentando el aprendizaje, escalamiento e innovación".

Por otro lado, considera neurálgico "blindar los objetivos estratégicos que hacen a un proyecto de desarrollo autónomo frente a los consabidos vaivenes político-electorales, mediante una amplia participación popular y el disciplinamiento de actores empresarios concentrados que usufructúan la dependencia".


Este artículo fue publicado originalmente en el medio Tektónikos el 26 de marzo de 2025.