jueves, 11 de diciembre de 2025

La deriva de Europa


EUROPA :: 05/12/2025

ENRICO TOMASELLI

Un posible resultado —quizás el más probable— no es simplemente el horizonte cercano de la guerra, sino también la construcción de una “fortaleza europea” estrictamente oligárquica

Hay más de un aspecto de la actual carrera armamentística —liderada por Alemania— y de la creciente militarización de la sociedad que debería investigarse y, sobre todo, situarse en un marco analítico más general.

Sin duda, esta búsqueda de una “economía de guerra” —que no es solo una cuestión de armamento, sino también de inversiones en infraestructura— se basa en cálculos económicos, ya que algunos creen que podría actuar como catalizador para la recuperación de la economía continental.

En mi opinión, se trata efectivamente de una apuesta arriesgada y, como tal, el resultado es muy incierto, aunque es probable que, a corto plazo, desencadene de alguna manera mecanismos capaces de, al menos, ralentizar el proceso de empobrecimiento.

Obviamente, dado que no hay suficientes recursos disponibles —y Europa ya se ha desangrado con su apoyo a Ucrania—, esto requerirá una reorientación significativa del gasto público, desplazando los recursos del bienestar al rearme.

Por un lado, esto podría crear áreas críticas, ya que los países europeos sufren una crisis demográfica de larga duración y, con una población que tiende a envejecer, una crisis del sistema de bienestar podría tener consecuencias sociales y políticas imprevistas.

Por otro lado, y por la misma razón, podría impulsar la militarización. Una sociedad cada vez más controlada, que limita severamente la disidencia, se homogeneiza cada vez más, adaptándose a la dirección impuesta desde arriba. Esto “protege” las decisiones impopulares, mientras que el servicio militar vuelve a convertirse en una alternativa económica atractiva para muchos jóvenes.

Por no hablar de los posibles cuellos de botella en las cadenas de suministro de energía y materias primas, de las que Europa es absolutamente deficitaria.

Pero, dejando de lado los aspectos económicos, hay que tener en cuenta que este cambio hacia un modelo de sociedad “armada” también refleja una agenda política, concretamente la de reconstruir, mediante la creación de una fuerza militar europea, el papel político global del continente.

Marginalizada del papel de vasalla al que fue condenada desde el final de la II Guerra Mundial (que afectó tanto a los ‘vencedores’ como a los vencidos), y luego debilitada en su poder económico precisamente por el conflicto ruso-ucraniano, Europa está hoy completamente marginada en todos los acontecimientos mundiales, e incluso en los que se producen en el continente.

Y aunque este declive de su papel político es también una consecuencia directa de la ineptitud de los líderes europeos, ahora creen que pueden revertir la situación, recuperando un estatus de potencia militar que varios países no han disfrutado en casi un siglo.

Si ahora intentamos ampliar nuestra perspectiva por un momento, podemos discernir algunos elementos —o al menos algunas tendencias significativas— que nos permiten contextualizar mejor el proceso que acabamos de describir.

En primer lugar, y esto es ahora un hecho establecido, muchas de las decisiones más importantes (sobre todo en materia monetaria y de defensa) han quedado fuera de la jurisdicción efectiva de los Estados individuales.

La moneda está en manos de una estructura supranacional que no es precisamente democrática (el Parlamento Europeo tiene muy poco peso, la Comisión es la que manda). La defensa está en manos de una estructura supranacional jerárquica. Pero en estas estructuras supranacionales se están produciendo procesos significativos.

En lo que respecta a la Unión Europea, por un lado, estamos asistiendo a una expansión subrepticia de sus poderes (por ejemplo, en el ámbito de la defensa) y, por otro, a la aparición de fisuras cada vez más significativas en su seno.

A todo ello se suma un impulso hacia la centralización de arriba abajo, que va desde el deseo de eliminar el requisito de la unanimidad en las decisiones hasta el desarrollo de sistemas cada vez más estrictos de control de la población.

En la práctica, la UE está asumiendo cada vez más tareas que no le corresponden, configurándose como un gobierno verdaderamente no democrático.

Al mismo tiempo, EEUU se está distanciando cada vez más de la OTAN. Si bien durante ochenta años fue el principal instrumento de vasallaje de Washington para mantener a Europa bajo un estricto control, recientemente ha surgido un claro deseo de distinguirse de la Alianza Atlántica, a la que Washington trata ahora como una entidad separada.

Desde una perspectiva general, esto debería verse como una señal de que EEUU considera que Europa ha perdido su centralidad estratégica y la ve como un área marginal, sobre la que puede mantener la hegemonía, pero no a cualquier precio.

Estos tres factores —el progresivo traspaso de la autoridad política de los Estados a la Comisión Europea, la centralización del control político en Bruselas y la desintegración de la OTAN como alianza entre las dos orillas del Atlántico— ya están conduciendo a una convergencia gradual entre las dos estructuras, con la UE apareciendo cada vez más como la “cara” política de la OTAN, y en esta perspectiva podría conducir a una superposición y ósmosis completas, en las que el propio proceso de rearme y militarización (como se ha descrito brevemente hasta ahora) acaba siendo precisamente el factor aglutinador.

La Unión Europea y la Alianza Atlántica (que ya no es verdaderamente ‘atlántica’) se están acercando entre sí, formando un conglomerado híbrido —pero convergentemente centralista— del que surgiría una nueva gobernanza europea.

Este proceso, como todos los que surgen en situaciones de crisis, tiende por su naturaleza a acelerarse, precipitando el resultado más predecible —y por muchos deseado—.

En esencia, la fase actual de rearme no puede considerarse separada de otras tendencias en curso en Europa, sino más bien estrechamente entrelazada con ellas.

Y, como se ha mencionado, un posible resultado —quizás el más probable— no es simplemente el horizonte cercano de la guerra, sino también la construcción de una “fortaleza europea” estrictamente oligárquica. Y ambas cosas son mutuamente funcionales.

Enrico’s Substack / observatoriodetrabajad.com


Texto completo en: https://www.lahaine.org/mundo.php/la-deriva-de-europa 

Visión rápida de la coyuntura cubana



Fuentes: Rebelión

Estamos viviendo en momento extraordinariamente complejo, de una parte los efectos del huracán Melissa que dejo una estela de daños cuantiosos y del otro la política de máxima presión de la administración Trump que desarrolla una guerra económica total; en todos los aspectos de la realidad social de Cuba incide con sus acciones para dañar el país.

El huracán Melissa que pasó por las provincias orientales y sus efectos provocaron destrucción de infraestructura, miles de viviendas con derrumbes parciales y totales ,miles de hectáreas de cultivos varios dañadas, perdida de ganado mayor y menor, averías de consideración en las redes eléctricas y telefónicas. El río Cauto, el mayor del país, se salió de su cauce normal y alcanzó una anchura de 16 kilómetros. Las intensas lluvias provocaron inundaciones en lugares que nunca las había habido. Numerosas comunidades quedaron aisladas. El trabajo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias rescatando damnificados fue extraordinarios, en ello está el mérito de que no se perdieran vidas por efecto del ciclón.

Hubo un trabajo organizativo previo a la llegada del meteoro, ministros, dirigentes del partido y el Estado se trasladaron a las provincias que se preveía que iban a ser afectadas, Guantánamo, Santiago de Cuba, Granma para encabezar sobre el terreno las acciones preventivas y luego recuperativas. El viceministro primero, Jefe del Estado Mayor de la FAR fue encargado para coordinar sobre el terreno las acciones a desarrollar. Más de un millón de personas fueron evacuadas, incluso hubo casos en que hubo que trasladarlos a otra provincia. Se defendió la vida.

Detrás del ciclón han llegado las epidemias, las arbovirosis, dengue y Chikunguña.

Todos los medios de comunicación del país informan ampliamente sobre el proceso de recuperación, así como de la situación epidemiológica del país. Concurren a los medios ministros y viceministros para dar detalles de las acciones que se realizan.

El presidente visita sistemáticamente pueblos y comunidades del oriente del país, se reúne con los vecinos, con los Consejos de defensa locales y con la población y la TV trasmite ampliamente el desarrollo de estos recorridos.

La prensa corporativa está llena de noticias sesgadas, de hecho, esta refleja un país virtual al borde del desastre y no el país real que sufre y lucha en medio de extrema dificultades, agravadas por la guerra económica del gobierno estadounidense, lo cual no se puede dejar de mencionar.

El gobierno acordó entregar a cada núcleo familiar de las provincias afectadas por el fenómeno meteorológico un módulo básico de alimentos y productos de aseo a precios oficiales, así mismo tomo la medida de vender a mitad de precio os materiales de construcción para la reparación de sus viviendas a los damnificados, en caso de que lo necesiten pueden pedir al banco un prestamos e incluso en caso de muy bajos ingresos el Estado puede asumir el costo de la reparación. Adicional han llegado donaciones que se entregan gratuitamente, priorizando los hospitales, las escuelas y los habitantes de lugares que han sufrido una gran destrucción.

Desde luego los escases y los altos precios de los productos de consumo que no son normados nos sigue golpeando fuertemente.

No puedo dejar de señalar la solidaridad del pueblo con las personas afectadas con el meteoro. Instituciones diversas, religiosas, ONG nacionales, MIPIMES y gente sencilla del pueblo han hecho donaciones de todo tipo para ayudar a los afectados, también ha llegado ayuda del exterior que se distribuye gratuitamente entre los afectados.

De todo el país se han movilizados brigadas de trabajadores eléctricos, de la comunicación y de otras actividades para ayudar a la recuperación.

La política de la administración Trump es la continuidad de la Biden, incluso ha añadido nuevas medidas, siguiendo la línea de máxima presión.

No soy de los que lo ven todo color de rosa, hay aciertos y errores en el camino, hay funcionarios burocratizados que esperan por orientaciones y otros que no están a la altura de las tareas que demanda el momento, y desde luego, deficiencias por superar, pero lo importante es el movimiento masivo de cientos de miles de personas participando en las tareas de la recuperación, me llama la atención la cantidad de mujeres y jóvenes que tienen tareas de dirección y la desempeñan con entusiasmo.

El momento es complejo y difícil, pero para mí y lo percibo, junto a la mayor parte del pueblo, que no hay otra opción que luchar por mantener el proyecto socialista a pesar de los obstáculos y las agresiones.

Es la única forma de salvaguardar la independencia y la soberanía de nuestro país.

El ex presidente López Obrador señaló una vez que Cuba es patrimonio de la humanidad, coincido con él, porque como señalo Sartre: “Los cubanos deben vencer, porque sino lo perderíamos todo, hasta la esperanza”.

José Bell Lara. Doctor en Ciencias Filosóficas. Profesor Emérito de la Universidad de La Habana.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes. 

La vieja propaganda de guerra funciona

Caitlin A. Johnstone | 05/12/2025 | Mentiras y medios
Fuentes: CaityJohnstone Medium.

Traducido del inglés por Marwan Pérez para Rebelión

Justo cuando se difunden las noticias de que Trump ha lanzado a Maduro un ultimátum para que abandone Venezuela inmediatamente si quiere escapar con vida, el Wall Street Journal,  propiedad de Murdoch, ha publicado un artículo de propaganda bélica sorprendentemente descarado titulado «Cómo las bandas venezolanas y los yihadistas africanos están inundando Europa con cocaína

«Venezuela se ha convertido en una plataforma de lanzamiento importante para enormes volúmenes de cocaína enviada a África Occidental, donde yihadistas están ayudando a traficarla a Europa en cantidades récord», comienza el artículo, destacando que «la campaña de presión de la administración Trump contra el líder venezolano Nicolás Maduro —de quien afirman está muy implicado en el tráfico de drogas— ha atraído la atención global sobre el papel del país en el narcotráfico.»

La pieza propagandística está claramente dirigida tanto a europeos como a estadounidenses, enfatizando la broma del secretario de Estado Marco Rubio el mes pasado de que los europeos «deberían agradecernos» por hacer explotar supuestos barcos de drogas procedentes de Venezuela porque dice que algunas de esas drogas acabarán en Europa.

Lo tiene todo. Fomentar el apoyo internacional para una guerra de cambio de régimen. Alarmismo sobre los «yihadistas». El dictador malvado y aterrador. Todo el paquete de ventas de propaganda bélica.

Los medios de comunicación hacen esto cada vez que el imperio estadounidense se calienta para la guerra. Y la prensa de Murdoch siempre comete las más graves infracciones.

Me recuerda a un viejo tuit de un hombre llamado Malcolm Price:

«Recuerdo que, antes de la guerra de Irak, un amigo de toda mi vida me dijo de repente: ‘Tenemos que hacer algo con este monstruo en Irak.’ Le dije: ‘¿Cuándo pensaste eso por primera vez?’ Respondió honestamente: ‘Hace un mes’.»

El amigo de Price se había visto arrastrado por la campaña de propaganda bélica imperial que había comenzado recientemente, igual que millones de otros. Mes tras mes, tras mes, la conciencia occidental fue bombardeada con narrativas falsas sobre armas de destrucción masiva, asociaciones forzadas de Saddam Hussein con el 11-S e historias sobre lo mucho mejor que será para el pueblo iraquí una vez que ese tirano malvado desaparezca.

Normalmente, nunca se le habría ocurrido al occidental medio que un país al otro lado del planeta fuera invadido y su líder reemplazado por un régimen títere. Eso no es algo que hubiera entrado orgánicamente en la mente de alguien. Tenía que colocarse allí.

Así fue.

La falsa idea más común en el mundo occidental sobre la prensa libre es simplemente su existencia. Todas las publicaciones de medios de comunicación más influyentes y de mayor alcance de Occidente no están aquí para informar sobre hechos reales y acontecimientos actuales, sino para fabricar consentimiento para las agendas preexistentes del imperio occidental centralizado en Estados Unidos.

Informan de muchas cosas reales, sin duda, y si adquieres algo de alfabetización mediática puedes aprender a obtener mucha información útil de la prensa imperial sin perder la cabeza en la máquina de manipular. Pero informar sobre hechos verdaderos no es su propósito. Su propósito es manipular la opinión pública a gran escala en beneficio del imperio al que sirven.

Esto no ocurre a través de algún tipo de Ministerio de la Verdad centralizado donde siniestros ingenieros sociales conspiran en secreto para engañar a la gente. Esto ocurre porque todas las instituciones de la prensa convencional están controladas, ya sea por plutócratas o por gobiernos occidentales en forma de emisoras estatales como la BBC, ambas con interés en mantener el statu quo imperial. Ellos controlan quiénes son los ejecutivos y editores principales de estos medios, y esos líderes moldean los procesos de contratación y edición de la publicación o emisora. Los periodistas llegan a entender que hay ciertas líneas que deben definir si quieren publicar artículos y seguir avanzando en sus carreras, así que o aprenden a seguir la línea imperial o desaparecen de la industria de los medios de comunicación masivos.

Si la gente tuviera una comprensión clara de todo lo que realmente está ocurriendo en nuestro mundo, destrozarían el imperio ladrillo a ladrillo. Si realmente pudieran ver cuánto mal se está haciendo en su nombre y realmente entenderlo, y si pudieran comprender cuánta riqueza obtienen los plutócratas del statu quo imperial en comparación con lo poco que ellos mismos se benefician de él, habría una revolución inmediata. Así que los oligarcas y gestores del imperio refuerzan el control narrativo en forma de propiedad mediática, think tanks, manipulación de algoritmos de Silicon Valley, operaciones informativas imperiales como Wikipedia y, cada vez más, a través de chatbots de IA, propiedad de multimillonarios para asegurarse de que esta revolución nunca ocurra.

Todo el imperio está construido sobre una base de mentiras. Toda la estructura de poder se mantiene unida por la manipulación constante de la forma en que los occidentales piensan, hablan, actúan, compran, trabajan y votan. Si la verdad alguna vez logra meter una palabra, todo se derrumbaría.

Sabemos que esto es cierto porque los oligarcas y los gestores de imperios invierten tanta riqueza y energía en manipular nuestras mentes, no por diversión, sino porque lo necesitan. Si no lo necesitaran, no estaría ocurriendo.

Así que lo que hacen es intensamente inquietante y destructivo, pero también empoderador, porque nos muestra exactamente dónde está su punto débil. Están volcando toda esta energía en controlar la narrativa dominante porque ese es el punto más débil en la armadura de la máquina imperial.

Lo que necesitamos, entonces, es un esfuerzo de base para ayudar a que la verdad tenga la palabra. Ayudar a la gente a entender que han sido engañados y propagandizados sobre el mundo por los medios occidentales y por sus sistemas educativos de poder cada día de sus vidas, porque la propaganda solo funciona si no sabes que te está pasando. Siembra desconfianza en los medios imperiales y las instituciones. Abrir los ojos de la gente al hecho de que les están mintiendo y ayudarles a aprender a ver la verdad. En cualquier lugar donde el imperio siembre mentiras y distorsiones — ya sea en Venezuela, Gaza o en otro lugar — aprovechen esa oportunidad para ayudar a más personas a desconectar sus mentes de la matriz propagandística.

Un mundo mejor es posible. El primer paso para avanzar hacia ello es sacar a la gente del coma inducido por la propaganda que los engaña para que se conformen con esta pesadilla distópica.

Fuente: https://caityjohnstone.medium.com/ah-good-old-war-propaganda-d80f9bbe742c

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes. 

miércoles, 10 de diciembre de 2025

El teatro de la paz: el último acto de la guerra en Ucrania




Fuentes: El tábano economista [Imagen: Lindsay Kemp es Salomé en 1978 en Toronto. 
Reg Innell/Toronto Star/Getty Images]

Solo quedan “algunos puntos de desacuerdo” antes de poder cerrar un marco preliminar de paz, que es, la propia Ucrania (El Tábano Economista)

Existe en Japón una antigua forma de drama clásico llamada Noh, un teatro de máscaras donde actores varones, ocultos tras rostros tallados en madera, encarnan fantasmas, dioses, demonios y mujeres, tejiendo narrativas soñadoras sobre la vida, la muerte y la ilusión. La analogía con el proceso que hoy se desarrolla bajo el eufemismo de «acuerdos de paz» para Ucrania resulta escalofriantemente precisa.

Nos hallamos ante un elaborado teatro de máscaras geopolítico, un Noh moderno repleto de absurdos e irregularidades tan grotescos que desafían cualquier lógica diplomática convencional. En este escenario, la máscara de la negociación oculta el rostro de la rendición, y el diálogo para terminar la guerra presenta una paradoja sin precedentes en la historia de los conflictos: por primera vez, el bando militarmente derrotado intenta, a través de sus patrocinadores occidentales, imponer condiciones al ejército triunfante. Pero esta inversión de la realidad bélica es sólo el primer acto de una farsa cuyas reglas han sido escritas para beneficiar exclusivamente a quienes nunca pisaron el campo de batalla.

Las negociaciones, si es que pueden llamarse así, no se celebran en las salas austeras de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, ni en los bunkers diplomáticos de Ginebra, ni siquiera en una dependencia oficial del Gobierno estadounidense. El lugar elegido para decidir el destino de Europa y reconfigurar el equilibrio de poder global es el Shell Bay Club de Hallandale Beach, un exclusivo campo de golf en Florida. Este enclave no es neutral, es propiedad de Steve Witkoff, el enviado especial personal del presidente estadounidense, un magnate inmobiliario sin credenciales diplomáticas formales que ahora actúa como anfitrión y canal extraoficial. Aquí, las delegaciones de Estados Unidos y Ucrania se reúnen bajo la mirada —no como mediador, sino como curioso «veedor» invitado— del Secretario de Estado, Marco Rubio, el halcón de Florida cuya cartera debería, en teoría, liderar el proceso.

La imagen es surrealista: la suerte de un conflicto que ha consumido cientos de miles de millones de dólares y redefinido la seguridad continental se discute entre putts y drives, en el patio trasero político de uno de los principales operadores del partido gobernante. Este escenario no es una casualidad, es un mensaje en sí mismo. Señala el desprecio por el protocolo multilateral, la privatización de la diplomacia de alto riesgo y la subordinación de un asunto de seguridad global a los circuitos de poder doméstico y los intereses de capital estadounidense. Florida, ese «Wall Street del Sur» que funciona como centro neurálgico del lavado de capitales y la política clientelar, se convierte así en el salón de espejos donde se refleja el verdadero rostro del poder.

Mientras este teatro se desarrolla en las soleadas costas de Hallandale Beach, en Kiev se ejecuta un golpe de escena calculado. Andriy Yermak, el hombre que hasta hace pocos días era el negociador jefe designado de Ucrania, la mano derecha de Volodímir Zelenski, el cardenal gris y filtro absoluto del presidente, ha caído en desgracia. Su oficina, a metros de la de Zelenski, fue allanada por agentes de la NABU y la SAP, los organismos anticorrupción ucranianos creados, financiados y entrenados por Estados Unidos.

La investigación se centra en al menos 100 millones de dólares desviados, un escándalo de corrupción que emerge con una sincronía demasiado perfecta. Para interpretar este evento como un mero ajuste de cuentas interno es caer en la trampa de la narrativa superficial. La caída de Yermak no es un «escándalo de corrupción», es un golpe de Estado blando ejecutado por Washington. La NABU, ese «perro de presa» criado y alimentado por fondos y asesores estadounidenses, no actúa por iniciativa propia cuando allana la Oficina Presidencial. Su asalto es un acto de violencia política disciplinaria, un recordatorio brutal para Zelenski de que ni la guerra ni la paz están bajo su control.

Andril Yermak

Yermak era el pilar inamovible de la resistencia ucraniana a cualquier negociación que implicara concesiones reales, era el muro que aislaba a Zelenski de las presiones occidentales para llegar a un acuerdo. Al purgarlo mediante una operación de sus propias agencias, Washington ha aislado estratégicamente al presidente ucraniano, dejándolo vulnerable, solo y expuesto a la nueva línea que se cocina en el club de golf de Florida. La verdadera historia, por tanto, no es la renuncia de un funcionario corrupto, sino que Occidente está inmerso en una disputa feroz sobre cómo gestionar la rendición en una guerra que Rusia ganó hace tiempo en el campo de batalla.

En este punto, la fractura dentro del llamado «mundo libre» se hace insalvable y se expone con crudeza. Los realistas en Washington —aquellos que priorizan el pragmatismo geopolítico y la contención de costos— buscan desesperadamente una salida diplomática controlada que salve las apariencias. Su objetivo es asegurar las pérdidas territoriales de manera discreta, mientras se empaqueta el resultado como un triunfo de la diplomacia estadounidense que «aseguró la paz». Para ellos, Zelenski y su intransigencia pública se han convertido en un obstáculo.

Mientras tanto, la Unión Europea se encuentra presa de un pánico existencial. Paradójicamente, muchos líderes europeos temen más a la paz que a la continuación de la guerra. La razón es tan simple como devastadora: la paz exige rendición de cuentas. Una vez firmado un alto el fuego, Bruselas y las capitales europeas tendrían que explicar a sus sociedades por qué destruyeron sus propias industrias mediante sanciones autoinfligidas, incendiaron su seguridad energética al dinamitar el Nord Stream, hundieron sus economías en la recesión y canalizaron cientos de miles de millones de euros y libras hacia el pozo sin fondo de la corrupción ucraniana, todo para una guerra que su principal aliado, Washington, ahora se dispone a ceder en términos que Moscú dictó hace meses.

Bruselas apoyó incondicionalmente a Zelenski no por convicción democrática, sino por puro instinto de supervivencia política. Un conflicto perpetuo pospone el ajuste de cuentas interno, la paz lo precipita. Aquí yace la verdadera y profunda división transatlántica: Europa necesita el conflicto para retrasar lo inevitable, Washington necesita terminarlo para gestionar su declive y reenfocar recursos, y Kiev, o lo que queda de su liderazgo, simplemente quiere negar la realidad. De estos tres actores, solo uno conserva el poder suficiente para dictar el cronograma, y no tiene su capital en Bruselas.

Al otro lado de la mesa, aunque físicamente ausente del club de golf de Florida, se sienta Moscú, observando la fractura occidental con la paciencia de un jugador de ajedrez que tiene el mate asegurado en varios movimientos. El Kremlin percibe la desesperación, distingue las grietas y comprende la magnitud de su ventaja. El mensaje de Vladimir Putin ha sido frío, consistente y libre de ilusiones: las negociaciones, si llegan, deben reflejar la realidad incontrovertible del campo de batalla y abordar las causas raíz del conflicto —la expansión de la OTAN y el estatus de las regiones de mayoría rusa— o Rusia continuará su ofensiva militar, desgastando no solo a Ucrania, sino a las mismas fuerzas de la OTAN que la apoyan, hasta que no quede nada que negociar.

Para Rusia, ambos caminos conducen al mismo destino. No tiene prisa; el tiempo corre en su contra solo si considera la economía de la guerra, pero corre con ferocidad en contra de Occidente, que se queda sin tiempo, sin arsenales, sin unidad y, lo más crítico, sin credibilidad. Cuando los ciudadanos europeos —el votante alemán, el trabajador francés, el pensionista italiano— conecten finalmente los puntos y comprendan que sus líderes sacrificaron su prosperidad, su estabilidad, su industria manufacturera y cualquier aspiración de autonomía geopolítica por una guerra que terminará exactamente donde Moscú predijo que terminaría, el ajuste de cuentas político será de una magnitud devastadora. La caída de Yermak, entonces, no es el fin de una era, sino el primer acto visible del colapso de la legitimidad del proyecto europeo en su forma actual.

Mientras tanto, en Kiev, Zelenski intenta navegar un paisaje político devenido en campo minado. Debe ser protegido no solo de los misiles rusos, sino de los ultranacionalistas y batallones nazis que lo ayudaron a llegar al poder y que ahora prometen ejecutarlo si cede un milímetro del territorio que consideran sagrado. Es un presidente atrapado entre el martillo de la realidad militar y el yunque de la mitología nacionalista que él mismo ayudó a alimentar.

Rusia, por su parte, espera ganar en el campo de batalla lo que la diplomacia ya le concede, consolidando hechos sobre el terreno que serán irrevocables. Y Estados Unidos, en el centro de este torbellino, quiere hacer «tratos», no la guerra. Su objetivo último no es la victoria de Ucrania —un concepto ya abandonado— sino la gestión ordenada de la derrota. Los negociadores en Florida son meros ejecutores de una disputa mucho más grande: la batalla civil entre globalistas y soberanistas dentro del propio corazón de Washington.

El cálculo político es cínico y transparente: se apuesta a que Donald Trump llegue lo suficientemente golpeado y debilitado a las elecciones de medio término para que no pueda imponer sus candidatos más leales. Si esta maniobra tiene éxito, los Bessent y los Rubio del Partido Republicano —los tecnócratas financieros globales y los halcones intervencionistas— resurgirán con fuerza, resucitando el consenso del globalismo y su apetito por las guerras sin fin en otros teatros, una vez que este capítulo ucraniano se cierre con la firma en un acuerdo que nadie llamará rendición, pero que todos entenderán como tal. El teatro Noh  sigue su curso, las máscaras permanecen en su lugar, y la audiencia global observa, esperando el momento en que la danza cese y los actores revelen, por fin, sus verdaderos rostros.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/12/03/el-teatro-de-la-paz-el-ultimo-acto-de-la-guerra-en-ucrania/

Feijóo, Vox y el relato: servir a los yates dividiendo a los camareros


  

El líder del Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijóo, en el Congreso Madrid, España, 8 de julio de 2025.Juan Carlos Rojo / Legion-Media.

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La criminalización de la migración solo sirve para disciplinar al conjunto de la clase trabajadora.

Cuando caminas por el puerto de Barcelona no escuchas hablar en catalán, pero tampoco en castellano, ya que los paseos están concurridos por turistas o residentes extranjeros, dueños de exclusivos yates que se encuentran atracados y marcan el paisaje. Nada de esto parece molestar a políticos como Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular, que recientemente se ha sumado al auge de los discursos antimigratorios que ya son la norma en buena parte de Europa y EE.UU., planteando medidas como la creación de un visado por puntos condicionado a la «cultura próxima» y a cubrir sectores con «déficit de mano de obra», la expulsión de migrantes delincuentes y la restricción del acceso a ayudas sociales.

Lo cierto es que estas propuestas son falaces: la Ley Orgánica 4/2000 de Extranjería, junto con su reglamento actualizado en noviembre de 2024 (Real Decreto 1155/2024), ya prevé la expulsión en caso de delitos graves y fija condiciones estrictas para el acceso a prestaciones sociales, que dependen de residencia legal, cotización o empadronamiento. Dicho de otro modo: Feijóo no ha presentado un programa, sino que ha limitado a reproducir un argumentario plagado de viejos bulos. Refuerza, para ello, la asociación interesada entre migración y criminalidad y recicla, además, el mantra de las supuestas «paguitas» que, en realidad, nadie recibe sin haber cotizado o acreditado residencia.

En primer lugar, debemos dejar claro que cuando hablamos de migración no estamos ante un fenómeno ajeno o periférico a las relaciones sociales de producción, sino ante una de sus expresiones más crudas. Hablar de inmigración supone hablar del mundo del trabajo. 

Por otra parte, el perfil del inmigrante es claro: la gran mayoría de quienes migran lo hacen empujados por las guerras, la pobreza o la destrucción ambiental; y en los casos menos extremos, igualmente, migran buscando un ascenso social y determinados por un contexto previo de desposesión. En rigor, cuando hablamos de migrantes no estamos hablando de «extranjeros» en un sentido abstracto, sino de trabajadores en condiciones de enorme vulnerabilidad. Los ricos no tienen fronteras. Existen mecanismos como las visas doradas, los permisos de inversión o la doble nacionalidad exprés que permiten a las élites oligárquicas circular sin obstáculos. La migración es pobre y trabajadora; de ahí que no podamos disociar su criminalización de su condición de clase.

En plena crisis estructural del capitalismo occidental —con estancamiento, inflación, guerras y pérdida de hegemonía—, el poder necesita un enemigo interno que divida. Por ello, los migrantes pobres —pero nunca los inversores internacionales—son convertidos en chivos expiatorios, acusados de «robar ayudas» o «delinquir». Pero los verdaderos responsables de la situación son otros: quienes recortan el gasto social, especulan con la vivienda, privatizan lo público, expolian en el Sur Global y promueven el rearme para engordar la industria militar y la OTAN. La criminalización de la migración solo sirve para disciplinar al conjunto de la clase trabajadora, fomentar la competencia interna y evitar la unidad contra quienes realmente han destruido derechos y conquistas.

En España, este uso político de la migración bebe además de una tradición macabra: el franquismo, que unió capital, Iglesia y terratenientes, bajo el aparato primero represivo y después ideológico del fascismo. El régimen del 78 heredó de sus predecesores una base conspirativa donde el enemigo externo o interno —los catalanes, los vascos, los rusos, los comunistas, los judíos o los masones— sirve de cemento para la identidad nacional. España no se nos enseñó como un proyecto de futuro, sino como un refugio frente a «amenazas» difusas. De ahí que el Partido Popular, hijo directo de esa tradición, albergue siempre pulsiones reaccionarias; y que VOX, su escisión, no represente novedad ideológica alguna, sino la agudización, en un nuevo contexto, de una pulsión que siempre estuvo ahí.

Esta deriva conecta lo interno con lo internacional. Cuando Isabel Díaz Ayuso afirma que los latinoamericanos «no son extranjeros», lo que despliega no es integración, sino una nostalgia imperial reciclada. El falso orgullo colonial reaparece justo cuando los capitales españoles pierden posiciones en América Latina frente a los gobiernos populares que exigen el fin del expolio. Y de ahí resurgen relatos victimistas sobre las «leyendas negras antiespañolas», anacrónicos en un país que convive con estatuas de Bolívar en Cádiz, Martí en Sevilla o San Martín en Madrid. No hablamos de historia ni de supuestas heridas abiertas: esto va de negocios.

Inmigrantes «buenos» y «malos»

La misma lógica opera dentro del Estado: inmigrantes «buenos» (de momento y para dividirlos a todos), los que caben en la fantasía hispánica, frente a inmigrantes «malos», sobre todo musulmanes y magrebíes, convertidos en enemigos internos a partir de un mito que retrotrae al siglo XV: la guerra entre cristianismo e islam como piedra fundacional de la España imperial. Ese delirio, que veíamos ya en Aznar con su apoyo a la invasión criminal de Irak, explica tanto la exclusión social como el apoyo acrítico a los crímenes de Israel. No es casual que quienes más agitan el odio contra los magrebíes justifiquen con fervor el genocidio en Gaza, como Ayuso o Vox. Obviamente, no es amor a los judíos en abstracto —ellos reivindican la España que los expulsó-, sino adhesión a la funcionalidad del proyecto sionista que, de hecho, ha convertido a los musulmanes en «los nuevos judíos». Ahí, vemos clara la distinción que realmente existe entre la «guerra cultural» que nos venden y los auténticos intereses en juego.

La migración masiva no es un fenómeno inesperado, sino una necesidad estructural de la propia economía occidental, que se produce además como consecuencia directa de siglos de expolio, saqueo capitalista, guerras impulsadas por intereses imperiales y pobreza impuesta por la deuda y los tratados de libre comercio, que han convertido a millones de seres humanos en desplazados forzosos. Más de 280 millones de personas viven hoy fuera de sus países de origen, según datos del Banco Mundial, y Naciones Unidas prevé que esa cifra aumente. No hay un «modelo migratorio» sino una necesidad estructural, resultado irreversible de la propia historia. Discutir si «deben venir o no» es un debate falaz. Vendrán. La única pregunta posible es cómo integrar no en abstracto, sino en el movimiento obrero a los migrantes para evitar que el capital divida a la clase obrera, con una parte —los migrantes— explotados sin derechos, y otra —los «nacionales»— disciplinados a través del miedo y la competencia interna.

Años de acoso y agresiones a una familia pobre: el caso de aporofobia que escandaliza España

Los migrantes son trabajadores, víctimas del mismo sistema que condena a la precariedad a los nacidos aquí. Mientras la extrema derecha inventa enemigos y falsos culpables, el capital sigue acumulando. En este terreno, no basta con denunciar la violencia física o el discurso de odio: también es imprescindible señalar los límites del «antirracismo» liberal, que reduce la lucha a lo simbólico, lo institucional o lo meramente cultural. Esto no es una lucha de identidades, sino una lucha de clases. El racismo solo se combate enfrentando las condiciones materiales que lo hacen posible.

Como decíamos, en el puerto de Barcelona no se habla castellano ni catalán… hasta que te encuentras con los migrantes, que también hay en esa zona del puerto, trabajando de camareros en los bares y restaurantes o en las tiendas de souvenirs. Y ellos sí que hablan en castellano, sí que hablan en catalán, porque cuando concluyen su durísima jornada laboral no se esconden en barcos de lujo. Enlatados en el transporte público —donde con suerte un chico venezolano (y esta historia es real) te hace el camino más ameno improvisando un rap sobre la clase obrera—, esos trabajadores vuelven a los barrios donde conviven, hablan, ríen y lloran junto con el resto de ese pueblo que el relato de la (extrema) derecha trata de dividir.

Fuente: *RT* 

Reflexiones sobre el XV Plan Quinquenal chino y su repercusión en el contexto internacional

 
                                                                                                                                                                                                              

  02/12/2025 ,

Plenario del XV Plan Quinquenal Chino.

Contexto, repercusiones relevancia del XV Plan Quinquenal para China

A la hora de analizar la importancia del XV Plan Quinquenal, es importante tener en cuenta como los planes quinquenales han sido, desde 1953, el instrumento central de planificación socioeconómica de la Republica Popular de China, distribuidos en periodos de cinco años, estos Planes son aprobados inicialmente por el PCCh, discutidos posteriormente en la Asamblea Popular, con el resto de Partidos Políticos existentes en China y aplicados por el Gobierno de la Republica Popular China, que se encarga de su implantación, como guía para la acción, en todo el sistema social, político y económico chino.

De esta manera, El XV Plan, cubre desde 2026 a 2030 y fue acordado, en su primera redacción, por la 4.ª sesión plenaria del XX Comité Central en octubre de 2025.

Para empezar el análisis, debemos entender que este XV Plan se inscribe en la determinación del PC de China de avanzar hacia la “modernización socialista básica” con el objetivo puesto en el año 2035, como parte de un horizonte de largo plazo, y se plantea en un momento en el que el mundo atraviesa una fase de transición geopolítica, en la que EE.UU. desarrolla una ofensiva para mantener su carácter de potencia hegemónica mundial, tratando de frenar la influencia de potencias emergentes, debilitando el multilateralismo y reavivando dinámicas de rivalidad geopolítica, lo que muchos analistas califican como una “nueva Guerra Fría”.

En ese contexto, la estrategia que define el XV Plan tiene una enorme relevancia no solo para China, sino para el reequilibrio de las tensiones que sufre el orden global.

Por tanto, resulta vital comprender los lineamientos de este Plan, su potencial para influir en la Geopolítica, y su significado en la disputa entre un orden multilateral y un intento de reafirmación de un poder unipolar dominante.

Desde esta perspectiva, podemos decir que las principales características y propuestas del XV Plan Quinquenal se son:

1. Autonomía tecnológica, desarrollo científico-técnico y modernización productiva

El plan otorga una prioridad absoluta al desarrollo de lo que el propio texto define como “nuevas fuerzas productivas de calidad” de esta manera, la modernización del país no se concibe solo como crecimiento cuantitativo, sino como salto cualitativo mediante la ciencia, la tecnología y la innovación.

Se persiguen “avances decisivos” en sectores estratégicos como semiconductores, inteligencia artificial (IA), computación cuántica, comunicaciones 6G, biotecnología, hidrógeno, energía de fusión, etc.

En paralelo, se apuesta a consolidar una industria manufacturera de alta gama: un sistema industrial moderno, con manufactura avanzada como columna vertebral, manteniendo un peso razonable de la industria en la economía nacional.

La innovación ya no se limita a la fase de “descubrimiento”, lo que se llama “ciencia badica”, sino, como subraya el Plan, se plantea su aprovechar la capacidad productiva real de todo avance científico, es decir: llevar lo nuevo a escala industrial.

Esta característica tiene un significado estratégico en la medida que este énfasis en autosuficiencia tecnológica y modernización convierte a China en un actor menos dependiente de cadenas globales controladas por potencias occidentales, fortaleciendo su soberanía tecnológica y económica. En un contexto de tensión con EE.UU., esto es clave para resistir presiones, sanciones o bloqueos.

2. Economía real, estabilidad interna y fortalecimiento del mercado interno

El plan reafirma un “enfoque en la economía real” que en palabras oficiales significa preservar una estructura productiva fuerte, centrada en la manufactura, la producción física y la estabilidad de la base económica.

Se concede prioridad al consumo interno y a la demanda doméstica como motores del crecimiento. Esto implica reforzar los ingresos de los hogares, mejorar la protección social, impulsar el gasto en servicios públicos, vivienda, bienes de consumo, etc.

Con ello, el plan aspira a reducir la vulnerabilidad frente a choques externos (variaciones del comercio internacional, sanciones, crisis globales), apuntando a un modelo económico más equilibrado, menos dependiente de exportaciones masivas.

Aquí, la importancia estratégica está, en qué al apuntar al consumo interno y redistribuir capacidades productivas hacia adentro, China busca blindarse contra los vaivenes del comercio global y articular un desarrollo más soberano, un instrumento esencial para cualquier proyecto socialista que pretenda autonomía frente a la dependencia imperialista.

3. Desarrollo verde, sostenibilidad ambiental y transición energética

El plan reafirma el compromiso medioambiental del país mediante lo que llaman: impulso al desarrollo “verde”, a la mejora ecológica, a la eficiencia energética, al combate de la contaminación, y a políticas de energía limpia.

Esto incluye consolidar fuentes renovables, mejorar la eficiencia energética y avanzar en infraestructuras compatibles con un modelo de desarrollo sostenible.

El desarrollo ecológico se entiende como parte integral del “desarrollo de alta calidad”, no como algo marginal, porque el PCCh entiende que en un mundo amenazado por crisis climáticas y ecológicas, un camino de desarrollo que combine modernización, soberanía tecnológica y sostenibilidad ambiental puede ser un ejemplo alternativo al modelo capitalista extractivista y plantea un modelo con capacidad para atraer a países del Sur global en una lógica de solidaridad y cooperación ecológica, en contraposición a la competencia por recursos de las potencias imperialistas.

4. Apertura exterior estratégica, integración global y diplomacia económica

Es importante señalar que a pesar de la apuesta por desarrollar el consumo interno, el Plan no renuncia a la apertura, al contrario, profundiza en ella  planteando una “apertura de alto nivel”, que significa una profundización de la cooperación internacional, la expansión de zonas de libre comercio, puertos de libre comercio (como el de Hainan), acuerdos de inversión, flujos comerciales y cooperación internacional, todo ello con una vision de beneficios compartidos lejana de la formula colonial de suma cero que ha practicado el Norte Global en sus tratados comerciales.

Es importante señalar que este Plan promueve la internacionalización de la moneda nacional, lo que puede reducir la dependencia del dólar y de sistemas financieros dominados por Occidente.

Fomenta la diversificación de socios comerciales para no depender exclusivamente de Occidente, buscando fortalecer relaciones con economías emergentes, países del Sur global, regiones en desarrollo, en un marco de cooperación sur–sur, inversión mutua, intercambio tecnológico y comercio justo.

Aquí resaltamos que la apertura se plantea como una acción diversificadora de las relaciones, que refuerza la soberanía china al ser un contrapeso real al dominio económico y financiero occidental, lo que la convierte en un pilar central para la construcción de un orden internacional multilateral, más justo y equilibrado.

5. Seguridad nacional, soberanía estratégica y proyección internacional

En el documento del Plan hay una clara referencia a la necesidad de reforzar la seguridad, no solo ambiental o económica, sino también la que se deriva de la independencia tecnológica y la resiliencia ante sanciones, bloqueos, guerras comerciales, etc.

Se da prioridad a modernizar las fuerzas productivas, la industria de defensa, las cadenas industriales clave, como parte de un proyecto más amplio de “defensa de intereses estratégicos”: soberanía, seguridad, autonomía.

Al tiempo, el Plan impulsa la expansión global a través de mecanismos como la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), concebida como instrumento geoestratégico de conectividad, cooperación internacional, intercambio de infraestructuras, diplomacia económica y desarrollo compartido.

De esta manera lejos de plantear un desarrollo meramente económico, el XV Plan articula un marco de poder nacional integral, desarrollo económico, tecnológico, ecológico, social, con defensa de soberanía e influencia internacional, como base para jugar un papel importante en la recomposición del orden internacional en el que China apuesta por un multilateralismo, sin un poder hegemónico que imponga las normas y leyes mundiales en su beneficio.

Repasadas las características y perspectivas estratégicas del Plan, abordamos una pregunta clave en este momento:

¿Qué implica este XV Plan en el actual contexto geopolítico de ofensiva de EE.UU. contra el multilateralismo y su pretensión de llevarnos a una nueva Guerra Fría?

Aquí algunas ideas clave para contextualizar la respuesta:

El énfasis en la necesidad de alcanzar la autosuficiencia tecnológica y modernización productiva es una respuesta estructural al intento de Estados Unidos (y sus aliados de la UE y la OTAN) de contener, bloquear o sancionar economías rivales mediante control de suministros estratégicos (chips, semiconductores, tecnología avanzada). Con este plan, China busca reducir su vulnerabilidad y dependencia.

La apuesta por el consumo interno, la protección social, la estabilidad y la economía real da estabilidad social al país, evitando que las tensiones externas (sanciones, guerra comercial, inflación global) deriven en crisis internas lo que fortalecería su resiliencia.

La “apertura estratégica” y la diversificación de socios rompe con la idea de alineamiento automático con bloques occidentales, favorece la construcción de unas alianzas multilaterales, con relaciones sur–sur, cooperación solidaria, intercambio económico, tecnológico y geopolítico entre países emergentes.

El desarrollo verde, la soberanía energética, la transición ecológica, combinados con pujanza industrial y tecnológica, presenta a China como alternativa real al capitalismo extractivista: una alternativa para el mundo en desarrollo y para quienes buscan otro modelo más sostenible, soberano y justo.

Finalmente, al incorporar la seguridad nacional en su plan de desarrollo y proyectar su influencia internacional a través de BRI y diplomacia económica, China está posicionándose no como subordinado de un orden hegemónico, sino como actor central de un nuevo orden, lo que refuerza el escenario de rivalidad multipolar vs unipolaridad estadounidense.

En suma: el XV Plan puede ser entendido como la hoja de ruta china para incidir en la actual estructura global de poder, que se basa en avances tecnológicos, ecológicos y económicos, en defensa de su soberanía y de un mundo más plural, que puede ser un instrumento contra la dominación imperialista, un estímulo al multilateralismo y una oportunidad para los pueblos del Sur.

A modo de conclusión, podemos afirmar, qué, en unos momentos, en que la comunidad internacional, enfrenta la ofensiva de Estados Unidos por mantener su hegemonía, mediante sanciones, guerras comerciales, presión sobre bloques económicos, debilitamiento del multilateralismo, el XV Plan Quinquenal representa para China una apuesta estratégica para consolidar su poder, su soberanía, su desarrollo soberano, y al mismo tiempo construir una alternativa real al dominio unipolar.

En consecuencia, desde una perspectiva, internacionalista y anti-imperialista, este plan supone una importante aportación a la posibilidad de la construcción de otro mundo, otro orden, otra economía, basada en el bien común, en la soberanía, en la cooperación, no solo sea viable, sino competitiva, incluso en condiciones de hostilización imperialista.