viernes, 27 de junio de 2025

Pakistán rompe filas y apoya a Teherán en la guerra de Occidente contra Irán


ASIA, MEDIO ORIENTE :: 22/06/2025

F.M.SHAKIL

Israel intentó sabotear las instalaciones nucleares pakistaníes durante la crisis entre India y Pakistán en mayo. Islamabad sabe que después de Irán, Occidente irá a por ellos

A pesar que Turquía ha negado brindar apoyo militar o material a Irán en su confrontación con Israel, los acontecimientos recientes sugieren un cambio drástico en las posiciones. Hoy, Pakistán y China parecen estar coordinando estrechamente su actividad con Teherán, lo que ofrece ventajas estratégicas tangibles a medida que Tel Aviv intensifica sus hostilidades.

Ante la creciente amenaza de guerra, el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi, mantuvo conversaciones urgentes con su homólogo chino, Wang Yi, el 14 de junio. Ese mismo día, el presidente iraní, Masoud Pezeshkian, se entrevistó con el primer ministro pakistaní, Shehbaz Sharif, quien expresó la firme solidaridad de Islamabad con Irán. Añadió también que el país apoya firmemente al pueblo iraní en este momento crítico.

El papel de China y Pakistán

Inmediatamente después, surgieron informes sobre la llegada de delegaciones militares pakistaníes a Teherán en medio de las hostilidades. Aunque Islamabad lo negó rápidamente, el momento y el contexto alimentan las especulaciones sobre una colaboración más estrecha. De igual manera, se informó que Pekín dio luz verde a la transferencia de su tecnología del Sistema de Navegación por Satélite BeiDou ( BDS ) a Irán, formalizada en un nuevo memorando de entendimiento bilateral, una actualización que mejoró drásticamente la precisión de los ataques con misiles iraníes.

Aunque Pakistán sigue rechazando las acusaciones de transferencias de misiles a Irán, su postura en los últimos días presenta un panorama diferente. El 16 de junio, miembros del parlamento iraní corearon «¡Gracias, Pakistán!» tras las declaraciones de Pezeshkian, quien elogió a Pakistán por apoyar a Irán. Estos acontecimientos contradicen la retórica de no alineación de Pakistán e indican un realineamiento ideológico y estratégico por parte de Islamabad.

El 16 de enero del año pasado, Irán lanzó ataques con misiles y drones contra la región pakistaní de Baluchistán, contra posiciones del grupo militante extremista Jaish al-Adl. Pakistán respondió dos días después, el 18 de enero, con ataques aéreos y con misiles contra la provincia iraní de Sistán y Baluchistán en una operación denominada Marg Bar Sarmachar. El intercambio de represalias fue notablemente amistoso y parece haber resuelto algunos problemas críticos de cooperación fronteriza entre ambos estados.

El hecho que estos antiguos adversarios, que acababan de entablar intercambios militares directos, hayan adoptado ahora una "solidaridad decidida" es nada menos que asombroso.

El respaldo de Pekín de Irán se basa, en cambio, en la seguridad energética y la profundidad estratégica. Su ambiciosa Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), valorada en varios billones de dólares y destinada a interconectar el continente euroasiático, depende de la estabilidad de Teherán e Islamabad, y de los puertos de Gwadar y Chahbahar, que constituyen arterias clave en el comercio de China hacia el oeste.

China, que también suministra aviones de combate J-10 y sistemas de defensa aérea HQ-9 a Pakistán, desempeñó un papel clave en la escaramuza de mayo de 2025 entre India y Pakistán, lo que marcó un importante campo de pruebas para las armas chinas. Una situación similar se presenta en Irán. China reconoce en Irán un proveedor crucial para sus necesidades energéticas y operaciones comerciales.

"El enemigo de mi amigo es mi enemigo" bien podría definir la nueva lógica tripartita que une a Irán, Pakistán y China en la resistencia a los designios israelíes, europeos y estadounidenses.

Ambiciones coloniales y líneas rojas nucleares.

Los recientes ataques infructuosos de Tel Aviv contra la infraestructura militar y nuclear iraní marcan una nueva fase en una estrategia occidental de décadas de duración destinada a desmantelar las potencias musulmanas resistentes a la dominación colonial.

Irak, Siria, Libia: todos fueron desestabilizados bajo pretextos similares. El complot de 2001, concebido por EEUU, sus aliados europeos e Israel, ha entrado en su segunda fase, atacando inicialmente a Irán y posteriormente a Pakistán.

En una entrevista de 2011 con el Canal 2 israelí, el primer ministro del régimen sionista, Benjamín Netanyahu, expuso la lógica: Irán y Pakistán son los principales objetivos de esta estrategia de contención, declaró sin rodeos. «Estos regímenes radicales... representan una amenaza significativa», afirmó, enfatizando la necesidad de impedir que adquieran capacidad nuclear.

Sin embargo, las recientes provocaciones israelíes han desencadenado una resistencia multipolar a dichos planes. En declaraciones a The Cradle, Abdullah Khan, del Instituto Paquistaní de Estudios sobre Conflictos y Seguridad (PICSS), revela que operadores de drones israelíes intentaron recientemente sabotear las instalaciones nucleares de Pakistán durante la crisis entre India y Pakistán:

"Operadores israelíes de drones estuvieron estacionados en salas de operaciones indias durante el reciente conflicto entre Pakistán y la India, intentando atacar las instalaciones nucleares de Pakistán. Sin embargo, la rápida actuación pakistaní frustró sus esfuerzos, impidiéndoles causar daños esos activos nucleares".

¿Postura defensiva o nuevo eje?

Una fuente del Ministerio de Asuntos Exteriores de Pakistán revela a The Cradle que Islamabad ha advertido discretamente a Washington de una posible escalada nuclear si Israel ataca a Irán con esas armas.

"Si surge una situación así, se extenderá más allá de Irán. La región entrará en una nueva fase de seguridad impredecible", afirma la fuente.

Mientras tanto, el ministro de Defensa pakistaní, Khawaja Asif, causó revuelo con una publicación incendiaria dirigida al exiliado monarca iraní Reza Pahlavi, hijo del derrocado shah de Irán. En respuesta a la entrevista de Pahlavi con la BBC, Asif escribió en X:

"Si el pueblo iraní está motivado y con energía, según tú, ten agallas, regresa, liderémoslo y derroquemos al régimen. ¡Invierte en lo que tienes, maldita puta imperial parasitaria!"

Bilal Khan, analista de defensa y seguridad radicado en Toronto y cofundador del grupo de expertos independiente Quwa Defence News & Analysis Group, dice a The Cradle que Islamabad se percibe a sí misma bajo una presión coordinada de EEUU, India e Israel.

"La élite de seguridad pakistaní percibe que EEUU y su régimen antiproliferación están imponiendo sanciones a Pakistán, a pesar de que fue India quien llevó el problema nuclear al sur de Asia. Existe una percepción estructural en Rawalpindi de que EEUU, junto con sus aliados India e Israel, tiene en la mira el programa nuclear de Pakistán. Sin embargo, sigue siendo incierto cómo Islamabad manejará la situación. Sin duda, una mayor inversión en sistemas de defensa aérea, una mayor capacidad de inteligencia nacional y el fortalecimiento de la fuerza aérea con cazas furtivos J-35 de última generación son esenciales para hacer frente a cualquier posible acción israelí".

De la negación a la celebración

Aunque Islamabad no ha ofrecido ningún compromiso formal de ayuda militar a Teherán, los medios de comunicación y el parlamento iraníes ahora se están movilizando en Pakistán con cánticos de "Pakistán Zindabad" (Larga vida a Pakistán).

En el ámbito diplomático, Islamabad ha respaldado la petición de Teherán de una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la agresión israelí y ha defendido explícitamente el derecho de Irán a la legítima defensa.

Junto con Argelia, China y Rusia, Pakistán desempeñó un papel clave en la amplificación de la iniciativa iraní, marcando un frente diplomático coordinado que indica una mayor convergencia dentro del bloque euroasiático. Este no es un gesto menor por parte de un país que en su día se consideró un posible objetivo de la doctrina preventiva de Israel.

En una acción que expone la alarma de Washington, el jefe del ejército pakistaní, el mariscal de campo Asim Munir, fue citado discretamente al cuartel general del Comando Central de EEUU en Florida. Su ausencia en un desfile nacional clave en Islamabad ha suscitado dudas en el país. Mientras la embajada pakistaní mantiene el hermetismo, Dawn citó fuentes que anticipan «conversaciones incómodas» en Washington.

Aún no se sabe si la visita de Munir a EEUU resultará en una recalibración o una mayor consolidación del alineamiento de Islamabad con Teherán y Pekín. Pero algo está claro: Pakistán ya no se mantiene indeciso.

thecradle.co / observatoriocrisis.com


Texto completo en: https://www.lahaine.org/mundo.php/pakistan-rompe-filas-y-apoya 

Ataques iraníes a objetivos militares en Israel y la batalla contra la desinformación


MEDIO ORIENTE :: 22/06/2025

XAVIER VILLAR

Infraestructura militar en entornos civiles: la estrategia israelí :: El escudo israelí bajo presión: análisis técnico de la ofensiva iraní :: Irán-Israel: una guerra por el futuro de Asia Occidental

En las últimas 48 horas, la mayor oleada de ataques con misiles y drones por parte de Irán contra los territorios ocupados marca un nuevo capítulo en una escalada regional que no muestra signos claros de desescalada.

Frente a esta realidad, las autoridades israelíes, con el respaldo de sus principales plataformas mediáticas, han desplegado una ofensiva informativa destinada a responsabilizar a Teherán de un ataque deliberado contra el hospital Soroka, en la ciudad de Be'er Sheva.

No obstante, la veracidad de estas acusaciones ha sido puesta en entredicho por múltiples fuentes independientes y análisis basados en evidencia geoespacial. Informaciones recogidas en medios hebreos indican que uno de los misiles iraníes impactó en las inmediaciones del hospital, pero expertos militares y mapas satelitales demuestran que el verdadero blanco del ataque fue el cuartel general de mando y comunicaciones del ejército israelí (IDF C4I), ubicado en el parque tecnológico Gav-Yam Negev, contiguo al hospital Soroka. Las imágenes evidencian la proximidad física entre el complejo militar y el centro sanitario, lo que inevitablemente genera preguntas sobre la decisión de Israel de emplazar instalaciones militares sensibles junto a infraestructuras civiles.

Teherán, aunque no ha emitido declaraciones específicas sobre el incidente en Be'er Sheva, ha reiterado en comunicados previos que sus ataques se limitan a objetivos estrictamente militares y responden a agresiones anteriores, como el bombardeo al consulado iraní en Damasco. Esta narrativa sugiere que Irán actúa dentro de un marco de autodefensa legítima, en respuesta a las constantes provocaciones y ataques israelíes.

Infraestructura militar en entornos civiles: la estrategia israelí

Cabe destacar que los centros atacados albergan miles de efectivos militares israelíes, además de sistemas de mando digital, operaciones cibernéticas y las estructuras C4ISR (comando, control, comunicaciones, computación, inteligencia, vigilancia y reconocimiento) del ejército sionista. El diario británico The Guardian también confirmó que el hospital Soroka se utiliza para atender a militares israelíes, mientras que el Ministerio de Salud israelí admitió que el hospital continúa funcionando, sufriendo solo daños menores.

Por otro lado, la organización Maguén David Adom, encargada de emergencias médicas en Israel, reconoció que el verdadero objetivo de los misiles iraníes fue el centro de investigaciones biológicas contiguo al hospital. Este centro, considerado una zona de seguridad sensible, fue estratégicamente ubicado junto al hospital para utilizarlo como escudo humano y cobertura. La pregunta fundamental que se desprende es: ¿por qué Israel decide situar instalaciones militares y de espionaje tan cerca de infraestructuras civiles vitales? Esta práctica pone en grave riesgo a la población civil y constituye una instrumentalización de espacios sanitarios con fines militares.

Distinciones legales y políticas entre ataques

Equiparar el ataque iraní --que impactó en la periferia del hospital Soroka, pero no en su interior ni con el objetivo de destruirlo-- con los ataques israelíes repetidos e intencionados contra hospitales palestinos es, además de jurídicamente incorrecto, políticamente engañoso. La operación iraní no fue una "represalia" por los bombardeos a hospitales en Gaza, sino un acto legítimo de autodefensa amparado en el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas, dirigido contra un objetivo militar de alto valor: el centro de mando e inteligencia de las Fuerzas Armadas israelíes.

El Derecho Internacional Humanitario establece, bajo los principios de necesidad militar y proporcionalidad, que los ataques deben limitarse a objetivos militares legítimos y evitar daños excesivos a la población civil en relación con la ventaja militar anticipada. En este caso, Irán apuntó a un blanco militar cercano al hospital, utilizando drones en lugar de misiles de gran potencia para minimizar los daños colaterales y proteger vidas civiles.

Las evidencias visuales indican que no hubo daños estructurales significativos en el hospital, solo efectos secundarios derivados de las ondas expansivas, como ventanas rotas, lo que confirma que se respetaron los principios de proporcionalidad y precaución.

En contraste, la conducta israelí en Gaza ha implicado ataques sistemáticos y reiterados contra hospitales, incluyendo bombardeos directos, el incendio de pacientes y la muerte de bebés en incubadoras, hechos ampliamente documentados. Este uso intencionado de infraestructuras médicas como blancos constituye una práctica que muchos expertos califican como un componente del genocidio contra la población palestina.

Militarización de infraestructuras civiles y acusaciones infundadas

La ubicación deliberada de bases militares junto a hospitales es una estrategia israelí para militarizar infraestructuras civiles, permitiéndoles acusar infundadamente a las víctimas palestinas de "escudos humanos".

Paradójicamente, esta política hace que cada acusación israelí contra la población civil palestina se convierta en una confesión indirecta de su propia instrumentalización militar.

Un escenario regional que se complica para Israel

A nivel geopolítico, la escalada actual no está resultando favorable para Israel. Hace menos de una semana, el régimen israelí lanzó un ataque devastador contra Irán, logrando infligir daños considerables y mostrando una aparente confianza en la debilitada posición del Eje de Resistencia.

Sin embargo, desde entonces, la realidad sobre el terreno ha cambiado: Israel ha perdido su principal refinería de petróleo, una infraestructura crítica para su economía y capacidad bélica. Los daños económicos suman miles de millones de shekels, mientras que Irán ha mantenido sus ataques diarios con misiles y drones, incluso después de reducir su volumen inicial. Las imágenes de destrucción han comenzado a sobrepasar las fronteras de los enemigos tradicionales de Irán, evidenciando un cambio en el alcance y en la dinámica del conflicto.

Impacto en la sociedad iraní y reacciones internacionales

Estos ataques israelíes han provocado un efecto contrario al esperado dentro de Irán. Lejos de provocar divisiones, han conseguido unir a amplios sectores de la sociedad iraní bajo la bandera de la defensa nacional. Este fenómeno es especialmente relevante en un momento en el que, hace apenas unas semanas, pocos imaginaban que la movilización social alcanzaría tal nivel de consenso y determinación.

Por otra parte, la escalada ha obligado a EEUU a reactivar su presencia en la región, a pesar de ser consciente de que está entrando en un terreno peligroso y hostil. La presión sobre Washington es creciente, ya que cualquier implicación directa en el conflicto puede suponer consecuencias desastrosas para sus intereses en Oriente Medio.

Finalmente, la ofensiva israelí también ha provocado un incremento significativo en el apoyo internacional a Irán. A pesar del control que ejercen los grandes medios de comunicación, ciudadanos y movimientos sociales de todo el mundo manifiestan solidaridad con la República Islámica. Incluso grupos que semanas atrás mostraban posturas sectarias o enfrentadas, se han unido en apoyo a la causa iraní, marcando un giro significativo en la percepción global del conflicto y desmontando décadas de guerra mediática contra Teherán.

En definitiva, la reciente escalada entre Irán e Israel revela no solo la complejidad y brutalidad del conflicto regional, sino también la necesidad de analizar los hechos con rigor y perspectiva crítica, alejándose de narrativas simplistas y sesgadas. Mientras Irán actúa dentro de un marco legítimo de autodefensa, Israel continúa desplegando tácticas que ponen en riesgo a la población civil y desafían los principios fundamentales del Derecho Internacional. La verdadera comprensión de este conflicto requiere reconocer las responsabilidades y contextos de cada actor, y evitar confundir actos militares legítimos con campañas sistemáticas de agresión contra infraestructuras civiles que caracterizan un patrón de violencia genocida.

El escudo israelí bajo presión: análisis técnico de la ofensiva iraní

Desde que Israel iniciara la ofensiva contra Irán el pasado 13 de junio, desoyendo una vez más la legalidad internacional, la dimensión militar y técnica del conflicto ha cobrado un protagonismo inusitado. Irán, lejos de limitarse a una respuesta reactiva, ha desplegado una estrategia ofensiva sofisticada, basada en un uso masivo y diversificado de misiles balísticos y drones, con el objetivo de saturar y vulnerar el entramado defensivo israelí.












Este artículo, basado en fuentes abiertas y en el análisis del 'Middle East Think Tank METT project', ofrece un examen detallado de los principales elementos técnicos y tácticos que están definiendo el curso de esta guerra.

La arquitectura del arsenal iraní: profundidad, redundancia y modernización

Irán ha desarrollado un modelo de disuasión basado en la cantidad, dispersión y modernización constante de su arsenal misilístico. La mayoría de sus misiles balísticos --incluyendo modelos como Fateh-313, Qiam-1 y los más recientes misiles hipersónicos-- se encuentran almacenados en complejos subterráneos profundamente excavados. Estos emplazamientos están formados por túneles interconectados que albergan cientos de proyectiles y ojivas.

Esta arquitectura, diseñada para resistir ataques, dificulta notablemente la detección y destrucción de los activos estratégicos iraníes. Cada sitio puede contener misiles con cargas explosivas equivalentes a una tonelada de TNT en promedio. La detonación accidental o provocada de estos depósitos podría desencadenar explosiones de hasta un kilotón, fácilmente detectables por satélites y sensores internacionales.

Sin embargo, hasta la fecha no se ha registrado ninguna explosión de esta magnitud, lo que indica que los ataques israelíes no han logrado penetrar la infraestructura crítica iraní y que la capacidad de represalia de Teherán permanece intacta.

Aunque han circulado rumores sobre posibles explosiones relacionadas con estos ataques, ninguna ha sido confirmada oficialmente. En cualquier caso, incluso de haber ocurrido, se trataría solo de un sitio de almacenamiento, sin poner en duda la capacidad misilística iraní.

Preparación para una guerra prolongada y escalada regional

Resulta poco realista pensar que Teherán no haya contemplado la posibilidad de que este conflicto escale hacia una guerra regional más amplia, que incluya la participación de EEUU.

Todo apunta a que Irán se está preparando para un conflicto de desgaste a gran escala, con una estrategia de uso calculado y reservado de sus misiles para las fases posteriores de la contienda.

La entrada de EEUU en el conflicto sería devastadora, ya que activaría la participación de las fuerzas ofensivas iraníes de corto alcance y marítimas, aumentando significativamente la presión sobre el sistema combinado de defensa antimisiles de EEUU e Israel.

Desde esta perspectiva, Teherán percibe una oportunidad para ganar una guerra de desgaste prolongada, explotando sus capacidades ofensivas a largo plazo y desgastando progresivamente las defensas combinadas de ambos países.

Misiles balísticos y drones: saturación y adaptación táctica

En el terreno operativo, Irán ha lanzado ya más de 370 misiles balísticos contra territorio israelí en menos de una semana. La estrategia iraní no consiste en ataques dispersos o esporádicos, sino en oleadas coordinadas con la intención de saturar las defensas y exponer sus puntos débiles.

Los misiles empleados incluyen modelos de corto, medio y largo alcance, cuyas trayectorias y perfiles de vuelo están diseñados para dificultar tanto la detección como la intercepción por parte de los sistemas israelíes.

El uso combinado de drones y misiles balísticos añade una complejidad adicional: los drones, por volar a baja altitud y en trayectorias impredecibles, obligan a los radares israelíes a dividir su atención y recursos, mientras que los misiles balísticos, con velocidades supersónicas y trayectorias balísticas, ponen a prueba la capacidad de reacción y discriminación de los sistemas defensivos.

Vulnerabilidades técnicas del escudo israelí: saturación y agotamiento

El sistema de defensa antimisiles israelí se articula en varias capas: la Cúpula de Hierro para amenazas de corto alcance, David's Sling para misiles de rango medio y el sistema Arrow (II y III) para interceptaciones de largo alcance y fuera de la atmósfera.

No obstante, la guerra actual ha evidenciado limitaciones técnicas y logísticas que Irán ha sabido explotar con efectividad:

Saturación del sistema: Cada misil balístico iraní requiere, en la práctica, al menos un interceptor israelí para neutralizarlo. Ante ataques masivos, la cantidad de interceptores disponibles resulta insuficiente, permitiendo impactos directos en ciudades israelíes.

Coste y reposición limitada: El precio de cada interceptor oscila entre 95.000 y 140.000 euros para sistemas de gama media, y puede alcanzar hasta un millón de dólares para los interceptores Stunner de David's Sling. El ritmo de consumo supera la capacidad de reposición y, a mediados de junio, no se han registrado entregas masivas de nuevos interceptores.

Fallas y sobrecarga: Según el análisis del METT project, tras seis días de bombardeos, las reservas de misiles Arrow-3 están cerca de agotarse. Se han reportado múltiples fallos en interceptores, abortos en mitad de trayectoria y errores en la clasificación de objetivos, lo que agrava la presión sobre el inventario y la coordinación defensiva.

Limitaciones de la Cúpula de Hierro: Este sistema, diseñado principalmente para cohetes de corto alcance, ha mostrado eficacia limitada contra misiles balísticos de alta velocidad y trayectorias fuera de la atmósfera, como los utilizados por Irán. La saturación y la incorporación de misiles de nueva generación han permitido a Teherán sortear el escudo en varias ocasiones.

Irán ha introducido en el conflicto una nueva generación de misiles hipersónicos, según anunció la Guardia Revolucionaria, capaces de maniobrar a altas velocidades y evadir los sistemas convencionales de defensa.

Estos proyectiles combinan velocidad, maniobrabilidad y trayectorias impredecibles, planteando un desafío inédito para los radares y algoritmos de interceptación israelíes.

Adicionalmente, existen indicios del uso de técnicas de guerra electrónica iraníes para interferir en los sistemas de radar y comunicación israelíes, dificultando la detección temprana y la coordinación defensiva.

El empleo de señuelos y la variabilidad en los perfiles de vuelo complican aún más la tarea de los operadores israelíes, ampliando la brecha defensiva.

Resultados y tendencias: el desgaste como objetivo

A mediados de junio, la tendencia es clara: la tasa de lanzamiento iraní --aproximadamente 65 misiles balísticos diarios-- supera los umbrales de consumo defensivo en todas las capas del sistema israelí.

El colapso parcial de las capas superior y media del escudo ya es observable, especialmente en el sector central de Israel. Si el ritmo se mantiene, las brechas sistémicas en las zonas críticas se agravarán en los próximos días, según el METT project.

Las imágenes recientes muestran lanzamientos múltiples de interceptores por cada amenaza, reflejando inestabilidad en el seguimiento radar bajo condiciones de enjambre y preocupación por la fiabilidad tras un uso prolongado.

Los informes confirman un aumento significativo de fallos, abortos y errores en la clasificación de objetivos, lo que agrava la presión sobre el inventario y la coordinación defensiva.

Conclusión: una guerra de desgaste en clave técnica

Desde la óptica militar y técnica iraní, la guerra actual representa la culminación de años de inversión en capacidades de disuasión y ataque asimétrico.

La combinación de misiles balísticos de nueva generación, drones, guerra electrónica y tácticas de saturación ha puesto en jaque la arquitectura defensiva israelí, evidenciando que ningún sistema es infalible frente a un adversario que sabe adaptarse y explotar sus debilidades.

El conflicto demuestra que la cantidad, dispersión e innovación pueden ser tan decisivas como la sofisticación tecnológica. Para Irán, el desgaste progresivo --más que la victoria rápida-- constituye el objetivo central de su estrategia.

En este pulso militar, la resistencia y capacidad de adaptación se han convertido en las armas más efectivas de Teherán frente a la presión israelí y sus aliados.

Irán-Israel: una guerra por el futuro de Asia Occidental

El ataque israelí contra Irán del pasado 13 de junio ha supuesto no sólo el colapso definitivo de cualquier posibilidad de acuerdo nuclear, sino también la apertura de un nuevo frente militar en Asia Occidental que amenaza con tener consecuencias económicas globales.












Si las rutas energéticas clave, como el estrecho de Ormuz, se ven afectadas, las repercusiones llegarán con rapidez a Occidente.

Un ataque sin justificación verificable

El gobierno israelí ha defendido la ofensiva como una acción "preventiva" frente a una supuesta amenaza inminente de que Irán construyese una bomba nuclear. Sin embargo, no existe evidencia creíble que respalde tal afirmación. Los informes más recientes del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), publicados justo un día antes del ataque, criticaban la falta de transparencia de Irán pero reiteraban que Teherán no estaba desarrollando armamento nuclear.

Incluso la inteligencia estadounidense ha confirmado que la República Islámica no se encuentra actualmente en proceso de construcción de un arma atómica. A pesar de ello, Israel ha interpretado el informe del OIEA como una situación de emergencia. Pero lo cierto es que el documento no incluía ninguna información novedosa: se limitaba a reiterar datos conocidos y sancionados por las partes implicadas.

En este contexto, el ataque israelí se presenta como una maniobra unilateral, cuyo verdadero objetivo dista mucho de ser la no proliferación nuclear. La señal más evidente de que algo se gestaba llegó apenas días antes del ataque. El miércoles anterior, se filtraron rumores sobre la evacuación de tropas estadounidenses en Bagdad y en bases del Golfo. Algunos medios estadounidenses hablaron entonces de una ofensiva israelí inminente. No obstante, Irán, ocupado en preparar la sexta ronda de conversaciones en Omán, confiaba en el proceso diplomático.

El ataque sorpresa: una estrategia conocida

La ofensiva israelí del jueves 13 se desarrolló con una violencia notable. No sólo se dirigió contra instalaciones militares y nucleares, como Natanz y Fordow, sino que golpeó zonas residenciales. Una táctica ya empleada por Israel en sus campañas contra Hezbolá en Líbano y Hamas en Gaza: aprovechar su superioridad en inteligencia para desestabilizar políticamente al adversario.

Natanz, por estar menos fortificada, fue uno de los blancos preferentes. Pero incluso expertos israelíes reconocen que un ataque convencional no puede desmantelar completamente el programa nuclear iraní. Sólo podría retrasarlo. Y para que la destrucción fuese efectiva, sería necesaria una intervención terrestre, algo que Israel no puede hacer en solitario. De ahí que el apoyo estadounidense sea esencial en cualquier estrategia de ataque prolongado.

De hecho, diversos think tanks alineados con la línea dura de Washington han propuesto una estrategia de bombardeos mensuales contra Irán, con el objetivo de crear una guerra permanente de baja intensidad. Una doctrina que se alinea con la estrategia israelí de desgaste regional.

Durante las primeras seis horas del ataque, Irán no activó sus defensas ni respondió. Pero desde la tarde del jueves, comenzó a lanzar misiles balísticos contra territorio israelí. Algunos de estos misiles, ya probados en 2024, lograron burlar los sistemas antiaéreos de Israel. Las imágenes de Tel Aviv y otras ciudades impactadas son prueba del daño infligido.

Irán posee miles de misiles almacenados en bases subterráneas, fuera del alcance de ataques convencionales. Esta capacidad disuasoria deja en evidencia la imposibilidad de destruir por completo su potencial defensivo mediante ataques aéreos.

Además, la ofensiva israelí no ha generado división interna en Irán. Por el contrario, ha unificado al país. Incluso sectores tradicionalmente críticos con la República Islámica han cerrado filas ante lo que consideran una agresión externa de carácter existencial.

Netanyahu y la "Doctrina del Pulpo"

Desde la perspectiva del gobierno israelí, la guerra en Gaza tras el 7 de octubre de 2024 no fue un episodio aislado, sino el inicio de una nueva estrategia regional. La operación se vio seguida por el asesinato de Ismail Haniyeh en un ataque selectivo en Teherán, bombardeos sistemáticos contra posiciones de Hezbolá en el sur del Líbano y objetivos de Ansarolá en Yemen. A finales de ese mismo año, la inestabilidad en Siria derivó en la caída del régimen de Bashar al Asad. Lejos de interpretarlos como fenómenos desconectados, Israel enmarca todos estos acontecimientos en una narrativa de lucha contra lo que denomina los "tentáculos del pulpo iraní".

Según esta doctrina --popularizada por altos mandos de seguridad israelíes--, Irán no solo respalda a actores armados en la región, sino que los dirige como extensiones operativas de su política exterior. En consecuencia, Israel ha pasado de una estrategia centrada en "cortar los brazos" de este eje a una que apunta directamente a la "cabeza": es decir, al Estado iraní. La contención ya no es suficiente. Ahora se impone, desde esta óptica, una política de neutralización preventiva.

Esta transición táctica refleja también un cambio en los objetivos a largo plazo. Más allá de la disuasión, Israel parece apostar por debilitar el aparato institucional y de seguridad de la República Islámica, con la expectativa --explícita o implícita-- de provocar un colapso interno. En este contexto, sectores de la oposición iraní en el exilio han intensificado sus campañas mediáticas. Entre ellos, Reza Pahlaví, hijo del último sha, ha reiterado en los últimos días su apoyo a la ofensiva israelí, adoptando en redes sociales una retórica casi idéntica a la del primer ministro Netanyahu.

Esa coincidencia discursiva ha generado malestar entre parte de la diáspora iraní, incluso entre quienes se oponen firmemente al régimen actual. En Irán, la reacción ha sido aún más negativa. La distinción que tanto Pahlaví como Tel Aviv insisten en establecer --entre el régimen islamista y "el pueblo iraní"-- ha sido percibida como una fórmula ajena a la complejidad política del país y, para muchos, como una expresión de arrogancia externa.

En realidad, el tejido nacional iraní no se articula de forma tan binaria. Numerosos sectores críticos con la República Islámica mantienen, sin embargo, un fuerte sentimiento nacionalista que rechaza cualquier forma de injerencia extranjera. Las referencias al exilio alineado con potencias hostiles evocan memorias históricas dolorosas, como la alianza del grupo Muyahidín-e Jalq (MEK) con Saddam Hussein durante la guerra entre Irán e Irak en los años ochenta. Comparaciones de este tipo han comenzado a aparecer en medios y foros políticos, erosionando aún más la legitimidad de propuestas externas de cambio de régimen.

En este sentido, una visión histórica de largo plazo permite entender por qué ni EEUU ni Israel son percibidos como agentes de mejora para la sociedad iraní, más allá del envoltorio propagandístico. La historia contemporánea de Irán pone de manifiesto la falta de sinceridad de las potencias occidentales respecto a sus promesas hacia el país. Desde el golpe de Estado de 1953 contra el primer ministro Mohammad Mosaddeq --tras su decisión de nacionalizar el petróleo iraní--, las intervenciones foráneas no han traído consigo progreso ni estabilidad. Más bien han contribuido, en distintos momentos, a consolidar formas de represión interna o a bloquear procesos de soberanía nacional.

La retórica israelí --centrada en una supuesta "guerra contra el régimen, no contra el pueblo"-- ha perdido eficacia dentro de Irán. Para amplios sectores de la sociedad, el bombardeo de infraestructuras clave, la muerte de figuras civiles y los ataques a centros industriales no se interpretan como maniobras quirúrgicas, sino como actos hostiles dirigidos al país en su conjunto. La consecuencia inmediata ha sido un cierre de filas en torno a la soberanía nacional.

EEUU: ¿estrategia o improvisación?

EEUU mantiene una postura ambigua respecto a Irán. Desde hace años participa en ejercicios militares conjuntos con Israel, orientados a una eventual intervención directa. En 2002, una simulación militar reveló que un conflicto abierto con Irán podría acabar en desastre para Washington. A pesar de ello, estos ejercicios han continuado, y el último se celebró en 2023, en aguas del Mediterráneo.

En el plano político, el discurso estadounidense ha sido consistente: demonizar al régimen iraní, deslegitimar sus aspiraciones nucleares y presentarlo como un actor irracional. Cualquier intento de promover el diálogo es inmediatamente tachado de propaganda pro régimen, lo que impide la apertura de un debate público honesto sobre la política exterior hacia Irán. Incluso Donald Trump, a pesar de su retórica incendiaria, exploró en varias ocasiones la posibilidad de llegar a un nuevo acuerdo con Teherán. En cambio, la administración actual parece atrapada en una lógica de escalada permanente.

Algunos analistas iraníes sostienen que Trump permitió las negociaciones en Omán solo para ganar tiempo mientras Israel preparaba su ofensiva. Otros consideran esa hipótesis demasiado sofisticada para una administración caracterizada por su erratismo. En cualquier caso, existe un consenso creciente sobre el hecho de que Netanyahu ha forzado la mano de Washington, buscando arrastrarlo hacia una confrontación militar directa.

Irán ante una amenaza existencial

El impacto político del ataque israelí del 13 de junio ha sido significativo en Irán. Hasta ahora, dentro del amplio espectro institucional del país, predominaban las posturas que abogaban por mantener la adhesión al Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) como herramienta diplomática y de contención estratégica. La apuesta por un enfoque negociado seguía vigente en distintos círculos políticos, académicos y diplomáticos.

Sin embargo, la ofensiva israelí ha alterado ese equilibrio. Por primera vez en años, se abren debates que hasta hace poco permanecían cerrados, como la utilidad misma del TNP o la necesidad de redefinir el concepto de disuasión en un contexto regional cada vez más volátil. Propuestas que solían situarse en los márgenes del consenso comienzan a adquirir visibilidad en los medios nacionales y en discusiones parlamentarias.

El politólogo Abolfazl Bazargan, en declaraciones recientes, advirtió que "la experiencia de países como Irak, Libia o Siria demuestra que aquellos que carecen de una disuasión efectiva quedan expuestos a campañas prolongadas de desestabilización o intervención externa". Desde esta óptica, el programa nuclear iraní ya no se enmarca exclusivamente en una lógica técnica o de prestigio nacional, sino en un debate existencial sobre las garantías mínimas para la continuidad del Estado frente a amenazas externas.

Los objetivos seleccionados por Israel lo confirman: ataques a infraestructuras energéticas, instalaciones estratégicas y asesinatos selectivos de figuras clave. El objetivo de Tel Aviv es claro: neutralizar a Irán y someterlo a una desestabilización permanente, como ha ocurrido con Siria. Para Israel, el caos es preferible a un Estado funcional con capacidad militar y autonomía política.

Autonomía estratégica bajo asedio

Los recientes asesinatos selectivos de altos mandos del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) han puesto en evidencia una brecha tecnológica entre Irán y el eje EEUU-Israel en ámbitos como la vigilancia satelital. Estas operaciones, algunas de ellas ejecutadas en el propio territorio iraní, han subrayado las fortalezas del adversario, al tiempo que plantean desafíos importantes para los sistemas de contrainteligencia de Teherán. No obstante, estos hechos no deben interpretarse como señal de una estrategia iraní en retroceso, sino como parte de un conflicto asimétrico en el que Irán ha consolidado ventajas significativas en otros terrenos.

Sin embargo, en el terreno de la guerra convencional, la situación es distinta. Irán ha desarrollado un sistema de disuasión basado en misiles balísticos de bajo coste y alta capacidad de producción. Frente a ello, Israel depende de un sistema antimisiles sofisticado pero extremadamente costoso, sostenido en gran parte gracias a la asistencia militar estadounidense. Este desajuste económico --donde un misil iraní barato obliga a Israel a gastar millones en interceptores-- plantea interrogantes crecientes en el Congreso de Washington.

La guerra en Ucrania ha agudizado esta dinámica. La presión sobre los recursos militares estadounidenses ha limitado su capacidad para abastecer simultáneamente a Kiev y Tel Aviv. Esta escasez de suministros ya repercute en la eficacia del escudo antimisiles israelí.

A este cuadro se suma un factor habitualmente subestimado: la resiliencia del complejo militar-industrial iraní. Forjado a lo largo de más de cuatro décadas de sanciones, este aparato se ha desarrollado bajo criterios de autosuficiencia, adaptabilidad y eficiencia. Según estimaciones oficiales, Irán puede mantener su ritmo de producción y lanzamiento de misiles durante largos periodos. Esta capacidad no solo sustenta su estrategia de desgaste, sino que constituye un activo central de su política exterior.

Las imágenes difundidas desde Israel --a pesar de la censura militar-- muestran fallos en su sistema de defensa multinivel. Esto debilita la narrativa oficial sobre la capacidad del Estado para garantizar la seguridad ciudadana y erosiona el consenso interno basado en la promesa de protección ante un entorno hostil.

Esta percepción ha sido explotada por otros actores del eje de resistencia, especialmente Ansarolá --el movimiento con base en Yemen--, que ha compartido tácticas y estrategias con Irán. Uno de los objetivos clave de esta colaboración ha sido crear una sensación de inseguridad permanente en la población israelí. A través de ataques masivos y sostenidos, buscan forzar a la ciudadanía a permanecer en refugios antiaéreos durante largos periodos, afectando la vida cotidiana y minando la confianza en la capacidad del Estado para garantizar su protección.

En este escenario, los estrategas iraníes no descartan una eventual expansión del conflicto a otros frentes regionales. El Golfo Pérsico, en particular, representa una zona de alta sensibilidad. Irán considera que Emiratos Árabes Unidos es uno de los eslabones más vulnerables de la alianza occidental, debido a su elevada exposición económica y su limitada profundidad estratégica. No es casual que Abu Dabi se haya abstenido de alinearse claramente con Israel desde el inicio de las hostilidades. Un conflicto regional de gran escala podría golpear de forma devastadora a la economía emiratí, altamente dependiente de la estabilidad y del comercio internacional.

Arabia Saudí, por su parte, ha optado por una política de distensión con Irán en los últimos años, en parte como forma de evitar verse arrastrada a un enfrentamiento de alto coste. El acercamiento diplomático entre Riad y Teherán, materializado en 2023 con la mediación de China, ha sido interpretado por muchos analistas como un intento saudí de proteger su hoja de ruta económica --la llamada "Visión 2030"-- de la volatilidad regional.

En cuanto al programa nuclear iraní, Teherán lo ha concebido más como una herramienta de negociación que como un camino efectivo hacia la bomba. Esta visión ha sido criticada durante años por los sectores más radicales del espectro político iraní, los llamados principalistas, que consideran excesivamente ingenua la apuesta por el diálogo con Occidente. Sin embargo, incluso el exdirector de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Mohamed ElBaradei, reconocía en sus memorias que el programa nuclear iraní buscaba, más que la confrontación, el reconocimiento internacional como potencia regional. Por ello, en el acuerdo nuclear de 2015 (JCPOA, por sus siglas en inglés), Irán aceptó limitaciones significativas, aunque logró mantener intacta su infraestructura de enriquecimiento.

Durante las cinco rondas de negociación indirecta con EEUU en los últimos años, Teherán insistió en un enfoque basado en garantías verificables: levantamiento efectivo de las sanciones, respeto a su programa nuclear civil y reconocimiento de su papel regional. Para Israel, sin embargo, ese escenario constituía una amenaza estratégica mayor que cualquier arma atómica: un Irán reconocido, estable y no subordinado a la arquitectura de seguridad dominada por Washington y Tel Aviv. Por ello, Netanyahu y sus sucesivos gobiernos trabajaron activamente --y con cierto éxito-- para torpedear el acuerdo desde sus inicios.

Desde la perspectiva iraní, el conflicto actual no gira prioritariamente en torno a su programa nuclear, sino en torno a una cuestión más profunda: la voluntad política de mantenerse al margen del sistema de dominación regional articulado por Israel y respaldado por EEUU. En este marco, los dirigentes de la República Islámica no ven la confrontación como un episodio más en la larga historia de tensiones con Occidente, sino como una crisis existencial. Si Irán consigue atravesar esta etapa sin ceder a las exigencias de Washington --que incluyen el desmantelamiento de su autonomía estratégica, la paralización definitiva del enriquecimiento nuclear y el abandono de su presencia e influencia regional--, el desenlace supondría un punto de inflexión en el equilibrio geopolítico del Sur Global.

En última instancia, para Teherán el conflicto no se reduce a un desafío militar ni a una mera pugna táctica, sino que se inscribe en una lucha estructural por la soberanía estatal, el derecho a la autodeterminación y la posibilidad de resistir un orden regional diseñado desde fuera. Lo que está en juego no es únicamente el papel de Irán en Oriente Próximo (Asia Occidental), sino la afirmación de que un Estado del Sur Global puede sostener un proyecto autónomo y soberano --no alineado, resistente a la presión externa-- frente a una arquitectura internacional que continúa operando bajo la lógica de la subordinación geopolítica.

Conclusión: el futuro de Asia Occidental en juego

El conflicto entre Israel e Irán no es un episodio aislado. Es una confrontación estructural entre dos visiones de la región: una, la del dominio militar y estratégico israelí con respaldo occidental; otra, la de un Irán que reclama autonomía, influencia y reconocimiento. El desenlace de esta disputa no solo redefinirá el equilibrio de poder en la región, sino que influirá decisivamente en las posibilidades de otros países del Sur Global que aspiran a resistir la lógica de la subordinación geopolítica.

hispantv.com


Texto completo en: https://www.lahaine.org/mundo.php/ataques-iranies-a-objetivos-militares 

«El Capital es una obra indispensable para entender el mundo en que vivimos»

Fuentes: Rebelión [Imagen: El sociólogo peruano Guillermo Rochabrún. Créditos: Espai Marx]

Guillermo Rochabrún (Lima, 1946) acaba de publicar, a través de “La Oveja Roja”, su libro El Capital de Marx: afirmación y replanteamiento. Rochabrún ha sido Profesor de Teoría Sociológica en la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú hasta su jubilación. Como tantas otras figuras intelectuales de su generación, marcada por los procesos y acontecimientos de la década del 60, descubrió a Marx durante sus estudios universitarios. A partir de ese momento, y exceptuando su breve paso por la revista Sociedad y Política, dirigida por Aníbal Quijano, la trayectoria de Rochabrún ha sido, y sigue siendo, la de un profesor universitario que siente como su tarea principal la formación intelectual de sus estudiantes, centrada en el rigor el razonamiento y el respeto a las evidencias. Sin adhesiones partidarias fue desarrollando una comprensión de Marx teniendo frente a él tolerancia cero, lo cual se manifiesta en la “ortodoxa heterodoxia” manifiesta en su libro. Cercano a interpretaciones tales como la «crítica del valor» o la «nueva lectura de Marx», como estas, identifica y discute los grandes problemas que definen su pensamiento, pero siguiendo un camino propio.


POR QUÉ ESCRIBIR ESTE LIBRO

Salvador López Arnal.- ¿Por qué otro libro sobre El Capital? ¿No son muchos ya los ensayos publicados?

Guillermo Rochabrún.- Efectivamente, son muchos: innumerables. Y con toda seguridad seguirán apareciendo. No soy un buen conocedor de esa literatura, escrito en gran medida en lenguajes que desconozco, pero hasta donde he llegado a manejar el tema, desde mi primera lectura de El Capital (hace unas cinco décadas) me hice preguntas y me planteé perplejidades que hasta el momento no he visto en ninguna otra parte, y para las que creo haber encontrado respuestas originales. Por supuesto, estaré muy agradecido si, mediante los lectores que espero conseguir con la edición española, ello me fuese desmentido, haciéndome conocer fuentes que yo desconocía.

Salvador López Arnal.- El subtítulo de su libro dice: “afirmación y replanteamiento”: ¿qué es lo que afirma, y en qué consiste el replanteamiento?

Guillermo Rochabrún.- La afirmación, expuesta en la primera parte del libro, se refiere a que, visto en su conjunto, El Capital, y en particular el tomo I, que es el tratado en mi libro, es una obra que sigue siendo indispensable para entender el mundo en que vivimos, ya transcurrido más de siglo y medio después de su aparición. Consta de una exposición que busca ayudar en su lectura, siguiendo su mismo orden, mostrando su coherencia y llamando la atención sobre aspectos del texto que no he visto en otros lugares.


«El Capital, y en particular el tomo I, que es el tratado en mi libro, es una obra que sigue siendo indispensable para entender el mundo en que vivimos, ya transcurrido más de siglo y medio después de su aparición»


El replanteamiento, desarrollado en la segunda parte, consiste fundamentalmente, en ubicar lagunas, puntos ciegos, inconsistencias, en aspectos importantes en la obra de Marx. Para citar un ejemplo, entre los más sencillos, la relación entre el trabajo complejo y el valor. O para referirme a puntos más centrales, rescatar una noción como las condiciones generales de la producción, y desarrollar el lugar que debería tener en la acumulación capitalista, además del consumo personal de los capitalistas. Finalmente, sostener que la reproducción es un momento diferente, tanto de la circulación como de la producción misma de plusvalor. Es un momento en el cual el análisis se desplaza del capital en su conjunto a la interdependencia entre los capitales, haciendo brotar de este modo una totalidad orgánicamente articulada. Ello hace que, en lugar de la repetición de ciclos aislados del capital pasemos a la continuidad de la producción en su conjunto. Además, muestra que se retoma el valor de uso –lo cual no fue necesario en el análisis de la producción–, recuperando así la integridad de la forma mercancía y sus contradicciones.

Hago todo esto atando cabos que Marx dejó sueltos, lo cual me lleva a modificar la más importante conclusión del tomo I: la ley general de la acumulación capitalista. Esta modificación –y esto puede sorprender– permite hacer coincidir (¡casi como un guante!) la historia transcurrida por el capitalismo de los países centrales con la dinámica de acumulación del capital, en lugar de las divergencias que tanto se han invocado buscando refutar al “Marx profeta” e invalidar su obra.

Mi trabajo no busca “adecuar” El Capital a la actualidad –como jugando a ser un estratega militar después de la batalla–, sino a atar sus cabos sueltos, replanteándolo inclusive para la misma época de Marx. Es decir, comprenderla mejor de lo que él lo pudo hacer en su momento.

Salvador López Arnal.- En su libro se lee, textualmente: “Una de las tesis principales de este libro sostiene que la reproducción es un ámbito a ser diferenciado de la circulación y la producción capitalista, tanto por los fenómenos propios que comprende, como también metodológica e incluso epistemológicamente” (p. 489). ¿Por qué da tanta importancia a la reproducción? ¿No ha sido así en otras aproximaciones al clásico marxiano?

Guillermo Rochabrún.- Creo que mi enfoque difiere de todos ellos –al menos, de los que conozco–, e inclusive de Marx mismo. Por ejemplo, mucho se habla en los últimos tiempos de la reproducción social, tema que sin duda es sumamente importante, y que como tal no quedó tematizado por Marx. Pero mi argumento está situado en algo muy diferente: la reproducción del capital. Por otra parte, la reproducción ha sido entendida mayormente como “repetición” de algo ya expuesto –la producción–, mientras que mi enfoque permite descubrir un nuevo nivel de la realidad, que no puede ser captado desde la producción, y menos aún desde la circulación. Ahora bien, este nuevo momento acompaña, se superpone a los anteriores, sin eliminarlos ni mucho menos, sino articulándose con ellos.

Quiero mencionar además la inversión, o trastrocamiento que Marx muestra de diversas proposiciones que aparentemente habían quedado en forma definitiva en alguno de los momentos previos. Lo repito: a mi conocimiento, nadie ha destacado antes este aspecto, ni sus implicancias analíticas y epistemológicas.

Y si vamos a la sección III del tomo II de El Capital, destinado a la reproducción del capital, ahí los esquemas de reproducción, si bien incluyen el consumo personal de los capitalistas –omitido en el tomo I–, están limitados a los valores, sin considerar los valores de uso, y no pueden incluir los consumos que la clase capitalista hace de formas de producción no capitalistas, que continúan dentro de él. Por ejemplo, el servicio doméstico asalariado. En cambio, esto es algo que Marx sí consideró en el tomo I, incluso empíricamente, mediante datos censales que examino en mi libro. Ahora bien, el consumo personal de los capitalistas y las condiciones generales de la producción elevan los ingresos de la clase obrera, así como reducen el volumen del ejército industrial de reserva. Todo esto lleva a conclusiones muy distintas de la “ley general de la acumulación capitalista”.


SOBRE ALGUNOS ASPECTOS DE EL CAPITAL

Salvador López Arnal.- En el libro la dialéctica aparece con mucha frecuencia: ¿qué está entendiendo por ello? ¿Es diferente y/o superior al pensamiento analítico, y alternativo a la lógica formal? En este acudir a la dialéctica, ¿es Hegel imprescindible para comprender y manejar El Capital?

Guillermo Rochabrún.- Voy a empezar por la última parte. Es muchísimo lo que se ha escrito, y seguramente se continuará escribiendo sobre la relación de Marx con el pensamiento de Hegel. Quizá ahí se pongan en juego algunos aspectos del manejo que Marx hizo de la dialéctica, pero a mi modo de ver debemos considerar dos hechos evidentes: en primer lugar, Hegel puede ser el maestro indiscutido de la “lógica dialéctica”, pero no escribió El Capital ni nada parecido. Y, en segundo término, el razonamiento de El Capital no es una “aplicación” mecánica de la Ciencia de la Lógica. Agregaré algo al respecto más adelante, pero paso ahora a otros temas aludidos en la pregunta.

Para mí es dialéctico todo aquello que va más allá de los principios básicos de la lógica formal. En modo alguno los niega, pero el razonamiento dialéctico encuentra sus límites e intenta superarlos. Y en Marx ello se hace sobre la base de fenómenos evidentes, y evidentes para cualquiera.

Por ejemplo, la compra-venta de fuerza de trabajo se presenta como una transacción libre entre sujetos autónomos donde cada uno recibe según lo que entrega, estableciéndose así una relación de igualdad. Sin embargo, mientras que el capital se acumula y crece, sin que el capitalista tenga que trabajar, el trabajador contratado debe trabajar una y otra vez, para seguir viviendo. Hay pues, una realidad subyacente detrás de la relación de compra-venta que explica esta desigualdad, donde aparentemente debiera haber igualdad. Es y no es; o al mismo tiempo es ello y algo más. Esto no puede ser entendido desde el principio de identidad.

A mi modo de ver, lo que encontramos en Marx sin necesidad de Hegel, es el develamiento de una realidad múltiple, donde lo que es en un plano, es “negado” en el siguiente, sin que lo primero desaparezca. En mi libro destaco varios de estos momentos, siendo quizá el más sorprendente el trastrocamiento que se produce en la reproducción de proposiciones que en la circulación y en la producción aparecían como definitivamente establecidas. Así, es en la reproducción que Marx muestra, desplazándose a la totalidad de la producción capitalista, que es el mismo trabajador el que se paga su salario: ¡una mercancía que no la paga el comprador, sino el vendedor! No podemos menos que preguntarnos ¿qué clase de compra-venta es esta? Y, sin embargo…el mundo (capitalista) sigue andando.

Para terminar con el tema de Hegel, lo que me parece importante para quien ve en El Capital un libro científico, que como tal debe servir para continuar investigando, es preguntarse si hay en Marx razonamientos en los que aparezcan huellas hegelianas, y si ellos quedan forzados para adecuarse a Hegel. Cuando no haya este forzamiento la presencia hegeliana puede ser cierta, pero poco relevante para Marx. Puede que sea más relevante para Hegel. En cambio, será relevante para Marx cuando la presencia de Hegel sea responsable de alguna distorsión. A mi modo de ver –y así lo digo en mi libro–, encuentro dos casos, que por cierto no son nada marginales: la centralidad del proletariado –“sujeto de la historia”- y la “ley general de la acumulación capitalista”. Y es por ese razonamiento forzado que yo los impugno.

Salvador López Arnal.- ¿El Capital es un libro científico? ¿Por qué? ¿No tienen lugar en él la filosofía y la política, empezando por la filosofía marxista de la historia, o “materialismo histórico”?

Guillermo Rochabrún.- A mi modo de ver sí es un libro científico, porque se apoya en evidencias. Pero su visión del “mundo real” incluye no solamente lo que es, visto estáticamente, sino también sus posibilidades, sus virtualidades, sus tensiones, los restos de su pasado que continúan acechando. Ahora bien, ninguna ciencia deja de estar en contacto-diálogo-tensión con temas filosóficos de distinto orden, y lo mismo acontece con El Capital. No puede ser de otra manera, siendo una obra que plantea tantas peculiaridades en el campo epistemológico, en el terreno moral –cuando menos, la “doble moral” del sistema–, y en la ontología social, por citar tres campos fundamentales.

Además, Marx lo consideraba “…el más mortífero misil jamás lanzado a la cabeza de burgueses y terratenientes…” (carta a Johann Becker, del 17 de abril de 1867); vale decir, todo ese esfuerzo era parte de un proyecto eminentemente político. Pero esa meta en modo alguno lo llevó a simplificar ni distorsionar sus argumentos. De ahí su rechazo a afirmaciones como que “la propiedad es un robo”. O al explicar que el plusvalor “pertenece al capitalista”, porque es el resultado de cosas que el capitalista ha comprado –incluyendo las horas de trabajo del obrero. Su impugnación al capitalismo va por otro lado.

En cuanto a su relación con la “filosofía de la historia”, a mi modo de ver, y en el de estudiosos que han podido examinar a fondo sus manuscritos, a lo largo de su vida intelectual Marx experimentó una transición incompleta. Empezó asumiendo una filosofía hegeliana de LA Historia, incluyendo su atribuida universalidad y su supuesta culminación en algún momento futuro, para ir desplazándose gradualmente hacia el estudio y la comprensión de historias singulares. Este giro ocurre, tanto porque su labor en periódicos como el New York Daily Tribune lo obligaba a informarse de procesos y acontecimientos en multiplicidad de países y en diversos continentes, en su presente y en sus pasados, como por la conciencia teórica que va logrando de que, en medio de todas esas historias, el capitalismo no era una norma, o un caso más -como aparece en el celebérrimo “Prefacio” de 1859-, sino una rotunda excepción: una formación que se expandía sin límites por todo el planeta, entrecruzándose con todas las otras historias, tendiendo a absorberlas, pero en formas harto diversas, que ya no llegó a estudiar en forma sistemática. Ahora bien, esa transición fue incompleta, porque no abandonó la noción de que a lo largo de la historia del capitalismo había un progreso, que facilitaría el tránsito hacia una etapa superior. Tampoco dudó del papel que la clase obrera tendría en ese proceso.

La concepción materialista de la historia quedó solamente como un esbozo escrito hacia el inicio de este viaje intelectual, entre 1846-1847, plasmado en un cúmulo de hojas escritas con Engels, y que sucesivos editores han armado en diverso orden al editarse como “primer capítulo” de La Ideología Alemana. Este esbozo debería ser el embrión de una teoría social general, o una “ontología social”, como la intentó el último Lukács. Es de lamentar que Marx no tuviera la oportunidad de retomarlo acompañando a su desarrollo intelectual. Apenas si algunas ideas fragmentarias pueden extraerse de sus últimos borradores, como los Cuadernos etnológicos.

Salvador López Arnal.- ¿Sigue siendo defendible hoy la teoría del valor de Marx? ¿Y la tesis de la caída tendencial de la tasa de ganancia?

Guillermo Rochabrún.- Esta es, hasta el momento, la pregunta más compleja. En cuanto a lo primero, mi respuesta es inequívocamente afirmativa, pero ello requiere decir por qué y qué entender por esa teoría. Haciendo algunas preguntas incómodas: ¿qué es el valor?, ¿cuándo las cosas “valen”? ¿Qué significa “valer”? Tratando de ser sintético sin ser simplista, pensemos en los ejemplos que da Marx en el “fetichismo de la mercancía” (sección 4 del capítulo I del tomo I de El Capital). Ahí Marx compara los productos del trabajo de Robinson Crusoe, del siervo de un señor feudal, de una familia campesina, y de un grupo de “productores libremente asociados”. Los tres últimos entregan recíprocamente sus productos (el siervo lo hace a cambio de la tierra, una identidad territorial y “protección”). Claro está, Robinson no puede intercambiar consigo mismo; pero en los cuatro casos los sujetos no son “extraños” entre sí; no son gente anónima, que podría ser otra, sino que existen lazos personales. Ahora bien: en ninguno de estos casos los bienes intercambiados o distribuidos cobran valor; es decir, no asumen la forma, la condición de mercancía.

¿Cuándo entonces es que estamos ante valores, y por tanto ante mercancías? Cuando el intercambio ocurre entre sujetos que son autónomos entre sí; es decir, que ninguno tiene hacia el otro una relación personal, y donde en consecuencia la transacción se hace exclusivamente para el bienestar de cada quien. Son sujetos privados, y en consecuencia el trabajo que han realizado es trabajo privado –una de las categorías semi-ocultas de El Capital que en mi libro he procurado poner en primer plano. Dicho sea de paso, por esta razón el “trabajo doméstico” -aquellas tareas que se realizan en familia y para la familia- por importante que sea, no produce valor: los integrantes de una familia no intercambian mercancías ente sí.

Esta noción de valor fue ampliamente tratada por Marx en Grundrisse (tomo I, pp. 179-186. Siglo XXI), y condensada en unos cuantos renglones en El Capital (tomo I, penúltimo párrafo de la sección II). A ello hay que agregar su aspecto cuantitativo: el tiempo de trabajo socialmente necesario, pero aquí me detengo para no transcribir mi libro entero. Regreso entonces a la pregunta original: todas estas circunstancias siguen existiendo, tal cual, en el capitalismo de hoy. En consecuencia, esa teoría del valor sigue siendo plenamente pertinente.

Ahora bien, entre estos planteamientos básicos, y una explicación de los precios en la sociedad propiamente capitalista, media todo un conjunto de categorías, establecidas solamente de manera muy imperfecta por Marx en el tomo III. Aquí es fundamental entender que entra en juego no solamente el tiempo de trabajo agregado a la mercancía, sino el trabajo pasado (en los medios de producción), y el trabajo futuro (en los créditos recibidos). Esto lo trato someramente en el primer capítulo de la segunda parte.

En cuanto a la caída tendencial de la tasa de ganancia, sin duda es una tendencia general, pero: 1) No debe entenderse como un inmenso tobogán en permanente descenso, sino más bien como una “montaña rusa”; es decir, como un movimiento cíclico, donde luego de cada crisis el restablecimiento de la acumulación de capital, bajo nuevas fuerzas productivas, la restituye, ¿y por qué no podría hacerlo a un nivel superior al previo? Esto no impedirá que luego se manifieste nuevamente la tendencia al descenso, pero en la medida en que este movimiento cíclico continúe, no se puede pensar en que el capitalismo desaparecerá por “muerte natural”. 2) La “ley” enfrenta movimientos que la contrarrestan (capítulo XIV del tomo III). 3) Así también asume una tasa general de ganancia, lo cual es solo una tendencia, mientras que en el capitalismo lo normal es la desigualdad de las ganancias entre los capitales. 4) No es claro su papel en la explicación de las crisis.

Salvador López Arnal.- ¿Por qué no ha tratado los tomos II y III de la obra? ¿El Capital es de autoría de Marx, o también en alguna medida también de Engels?

Guillermo Rochabrún.- La razón más inmediata es que tengo poco que decir sobre los otros tomos, pero ello a su vez se debe a que son muy diferentes al tomo I en su forma de desarrollo. No parten de categorías simples que luego se vayan desarrollando en forma inmanente. Retomando los términos de una pregunta anterior: mientras que el tomo I es “dialéctico”, los otros tomos los encuentro “analíticos”. Y responden a un cambio en el plan que Marx se trazó para la obra en su conjunto, cambio que no ha encontrado una explicación convincente.

El plan original no solamente comprendía 6 o 7 tomos, sino que los últimos estaban dedicados a fenómenos empíricos clave del capitalismo: el mercado mundial, el comercio internacional, Estado, migraciones. Como “crítica de la Economía Política” dicho plan correspondía mucho más ajustadamente a temas tratados por Smith (ej. la teoría de las ventajas comparativas en el comercio internacional) y Ricardo (la tributación). En contraste, el plan definitivo quedó mucho más encerrado en temas teóricos, dejando de lado fenómenos que son los que la teoría económica convencional ha “rescatado” como pilares fundamentales de su armazón.

En cuanto a la autoría de los tomos II y III, modo alguno puede colocarse a Engels como su co-autor. Engels fue el encomiable editor de un amasijo de manuscritos que daban cuenta de las dificultades que Marx fue encontrando y que en muchos casos no pudo resolver. Si uno compara el volumen de los escritos de la crítica de la Economía Política que Marx dio a la imprenta, con el volumen de sus borradores, la diferencia es abrumadora. Nada más falso que la idea de un Marx omnipotente de cuya cabeza no brotaba sino la verdad; la realidad es todo lo contrario, más afín a la de un enano que se ha propuesto realizar la tarea de un gigante. Esos tomos deben ser tomados como lo que son: borradores de una teoría que, con toda probabilidad, nunca iba a quedar completa, aunque solamente fuese porque el capitalismo seguía transformándose. Y Marx –cual “agujero negro” – absorbía cuanto caía bajo su fuerza de gravedad, tratando de asimilarlo todo.

Salvador López Arnal.- Sostiene usted que “la ciencia solo puede ser subversiva”. ¿Qué significa que una ciencia sea subversiva? ¿El Capital es subversivo? ¿No lo leían también los capitalistas rusos en la época de Lenin, antes de la revolución del 17?


Guillermo Rochabrún.- Entiendo el término como aquello que busca socavar un orden establecido desde sus fundamentos últimos. Eso es ser “radical”: ir a la raízEl Capital pone al descubierto tales fundamentos, muestra sus inconsistencias, inclusive morales. Así, el productor directo, sujeto libre y propietario, que compite e intercambia con los otros productores en igualdad de condiciones, termina siendo todo lo contrario: apenas un insumo más, un “costo de producción”, que como todo costo debe ser reducido a su mínima expresión. Ese productor directo, termina pagando con su trabajo lo que él mismo ha vendido, para apenas recuperar lo que vendió…para volver a venderlo al día siguiente. ¿Y todo eso en nombre de qué?: de un supuesto “orden natural”. ¡Cómo no va a ser una obra subversiva!

Ahora bien, ¿quiénes y de qué manera lo han leído? Quizá mucho más los intelectuales y los burgueses que los obreros, si bien éstos han dispuesto de resúmenes y formas más didácticas. Y ahí está Gramsci calificando a la revolución de octubre como una revolución “contra El Capital”, en tanto que éste era más leído por la burguesía que por los trabajadores, pues en él la burguesía encontraba una justificación de su existencia y desarrollo en un país que, siguiendo una evolución universal, primero debía desarrollar “su” capitalismo. ¿Tenían razón esos burgueses? Los efectos de una obra están dados, más que por su texto, por las interpretaciones que recibe. Yo, intelectual, he dado mi propia interpretación.


EL CAPITAL Y LA HISTORIA POSTERIOR

Salvador López Arnal.- Me hago eco de otras inquietudes. El fracaso de las revoluciones socialistas (pienso en la URSS y en los países de Europa del Este, por ejemplo), ¿toca en alguna medida la corrección, el acierto, las tesis, las conjeturas de El Capital?

Guillermo Rochabrún.- Estas preguntas son muy típicas de quienes no tienen la menor información precisa de que trata El Capital, y por extensión, qué dijo (o escribió) y no dijo Marx, y por lo mismo deben ser respondidas de la mejor manera posible.

El Capital, incluyendo los borradores que Engels no publicó, no dice una palabra sobre la construcción del socialismo. Eso puede afirmarse de prácticamente todos los escritos de Marx. Las únicas excepciones relevantes serían, a mi conocimiento, solamente dos: las medidas inmediatas que tomaría un gobierno comunista, mencionadas en el Manifiesto de 1848, y las “Glosas marginales al programa de Gotha” de 1875. En otras palabras: si buscamos el socialismo tendremos que construirlo con nuestros propios recursos, sin Marx y en las condiciones política y militarmente más adversas.


«Si buscamos el socialismo tendremos que construirlo con nuestros propios recursos, sin Marx y en las condiciones política y militarmente más adversas»


Ateniéndonos a lo que dice y no dice, El Capital puede exculparse de dichos fracasos. Pero lo que implícitamente podemos absorber de esta obra, es un horizonte meramente anti-capitalista, con todas las limitaciones de los “anti”, debido a las cuales la mera “negación” de algo termina reproduciéndolo bajo una forma bizarra. El “socialismo” soviético quizá solamente fue un “capitalismo reprimido”. Aquí hago eco del planteamiento de los filósofos húngaros Heller y Féher: de comprenderlo como una “represión de las necesidades”.

Un intento de apoyarse en El Capital para construir el comunismo fue el debate sobre la ley del valor en los años iniciales de la revolución bolchevique. De él hubo un pálido reflejo en el caso cubano, con la diferencia que ahí ningún guerrillero conocía nada de la obra de Marx. Por lo que hemos visto sobre el valor, tanto rusos como cubanos debieron haberse propuesto cómo desarrollar relaciones sociales en las que las gentes no fuesen extraños los unos a los otros. Temas para los cuales pensadores como Isaac Rubin y Evgeny Pashukanis hubiesen podido aportar algo. Pero la precaria situación de los bolcheviques y sus pugnas internas los silenciaron, terminando en su desaparición física.

Salvador López Arnal.- ¿Qué piensa de diversas impugnaciones recientes a Marx en razón de que su pensamiento sería “eurocéntrico”?

Guillermo Rochabrún.- Ahí una primera cuestión es definir el término “eurocentrismo”, el cual está sujeto a múltiples confusiones. Aníbal Quijano, uno de los autores que más, y más centralmente lo ha manejado, fue haciendo varias aclaraciones, necesarias debido a que el término se presta a ser entendido de manera literal, como si fuese una posición “antieuropea”. Pero en cuanto a Marx, debemos volver a su evolución intelectual. Como ya lo señalé, Marx en sus inicios está adscrito a la filosofía hegeliana de la historia, así como a la Ilustración y el pensamiento moderno en general. En todo ello Europa es sinónimo de civilización y progreso; es “la medida de todas las cosas”. Según vimos, ello fue cambiando, aunque incompletamente. Pero en este desplazamiento surgió un principio, que Karl Korsch consagró en su libro sobre Marx: el principio de especificidad histórica. Esto es un corolario de la singularidad y excepcionalidad del capitalismo: cada realidad debía ser estudiada y comprendida en sus propios términos; claro está, sin excluir sus relaciones con otras historias. Ahora bien, este principio por sí mismo no nos “vacuna” contra todo provincialismo, cualquiera sea su origen, pero al menos es una brújula que ayuda a seguir un norte. En conclusión: Marx no podía escapar completamente del eurocentrismo, como quiera que éste se entienda, pero lo más sólido de su pensamiento nos proporciona los mejores medios para salir de él.


«Marx no podía escapar completamente del eurocentrismo, como quiera que éste se entienda, pero lo más sólido de su pensamiento nos proporciona los mejores medios para salir de él»


Salvador López Arnal.- Dedica usted su libro a Aníbal Quijano, pero en su última etapa Quijano se distancia de Marx. ¿Qué ha significado Quijano para usted?

Guillermo Rochabrún.- Qué tanto Quijano se distanció de Marx, en qué aspectos y debido a qué, es algo que no ha quedado claro ni suficientemente explícito. A mi entender, hasta el final su comprensión del capitalismo siguió siendo la misma de Marx. De hecho, no buscó ni formuló otra. Y en cuanto a sus “horizontes utópicos” (en el buen sentido del término), no encuentro nada que sea incompatible con Marx. Por otra parte, habría que escudriñar “de cuál Marx” es que tomó distancias. Ya desde los inicios de su planteamiento sobre la colonialidad del poder (al menos desde el año 2000, si no antes) había roto con todo economicismo –lo cual es totalmente válido dentro del Marx de El Capital, como trato de mostrarlo en mi libro– al proponer varios ejes, irreductibles entre sí, para definir las formas de existencia social: el sexo, el trabajo, la autoridad, la subjetividad y la naturaleza. Ninguno de ellos era necesariamente dominante. Así también, Quijano diferenció al pensamiento de Marx, y muy en particular en El Capital de todas las versiones del “materialismo histórico” constituidas después de él[1].

Ahora bien, desde sus primeros escritos, a mediados de la década de 1960, Quijano mostró una preocupación absorbente por dar cuenta de lo concreto de la experiencia histórica peruana y latinoamericana, buscando contrarrestar y proponer alternativas a cualquier teoría que fuese ajena a dicha realidad; a ello contribuyó decisivamente su formación como historiador y como sociólogo. Es desde fines de esa década hasta mediados de los años 80, que abraza al Marx de la revolución socialista y proletaria, dándole total centralidad a la clase obrera industrial y sus luchas. Pero al final de este período tiene la conciencia de que ese horizonte se ha ido desvaneciendo (“…hemos sido derrotados…” dirá en varias oportunidades); cree percibir que la historia tiene otros rumbos, y es entonces que decide “reinventarse»[2]. No es entonces extraño que en ese proceso haya tomado muchas distancias frente a todo el abanico de “marxismos”, como también ante innumerables ideas y frases presentes en Marx. Lo que es menos claro es que su nuevo horizonte implicara romper con los que la propia evolución de Marx empezaba a abrir.

¿Qué ha significado Quijano para mí? De mi experiencia intelectual y sobre todo personal con Quijano -y entre muchas cosas más-, creo haber absorbido la convicción de que es fundamental dar cuenta de todos los aspectos, de todas las evidencias que la realidad nos presenta; que la teoría es (o debe ser, siempre) la reflexión acerca de una práctica buscando hacerla inteligible. Que no es un esquema que uno “aplica” a la realidad, sino que es el modo de vertebrar lo que conocemos de ella. No es un “marco teórico” dentro del cual deben caber “los datos”, sino que es la concatenación de éstos, sometidos –claro está– a una reflexión crítica. Por lo tanto, la teoría “va por dentro”, de manera prácticamente invisible.

Tendría muchas cosas más para decir, pero creo que esto aquí es suficiente. Por todas ellas repito las frases con la que terminé unas líneas que escribí el mismo día de su fallecimiento: “Esta es la deuda impagable que tengo con Aníbal Quijano. Es el tipo de deudas con las que uno puede vivir y morir feliz»[3].


Notas

[1] Véase “Colonialidad del poder y clasificación social” (2000) Publicado numerosas veces, puede descargarse aquí.

[2] Guillermo Rochabrún: “La reinvención de Aníbal Quijano”. Hueso Húmero No. 64. Lima, 2015.

[3] https://revistaideele.com/ideele/content/mi-deuda-impagable-con-an%C3%ADbal-quijano

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