Pekín alinea a Moscú y Delhi en su apuesta por un orden mundial contrario al hegemonismo de Trump y plantea un contrapeso que incluye el marco de la seguridad.

Pekín enarbola estos días la bandera del multilateralismo como anfitrión de la cumbre de la Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS), un grupo de seguridad regional emergente que incluye a China, India, Rusia, Bielorrusia, Irán, Pakistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. En unos tiempos en los que Estados Unidos con su presidente, Donald Trump, al frente trata de remodelar el orden internacional desde la coacción económica y la presión estratégica, ese foro con predominante peso asiático ha lanzado un desafío abierto al hegemonismo de Washington.
"Las reglas de unos pocos países no deben imponerse sobre otros", afirmó el anfitrión de la cumbre, Xi Jinping. El presidente chino acoge, entre otros, al líder de la mayor superpotencia militar junto a EEUU, el mandatario ruso, Vladímir Putin, y al jefe de Gobierno del otro país con una mayor fuerza estratégica en Asia, el primer ministro de la India, Narendra Modi.
Y lo hace en un momento clave de la coyuntura internacional: cuando Trump está ejerciendo una filibustera presión arancelaria sobre medio mundo y en medio de la imparable decadencia estratégica de Europa, empeñada en una guerra, la de Ucrania, que quiere convertir en catalizador para recuperar su peso internacional, pero que, en realidad, está mostrando con descaro las costuras del proyecto europeo y su debilidad diplomática internacional.
Con esta cumbre de la OCS, Xi y Putin, como principales timoneles de este proyecto, optan por desechar la seguridad de bloques heredada de la Guerra Fría y con la OTAN como exponente aún sobreviviente de esa época. Un sistema de seguridad que en Asia se considera ya caduco y que siempre sirvió a los intereses de Occidente cuando, actualmente, el mayor peso económico del planeta se mueve en Oriente.
En este marco, la guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto esa fragilidad occidental, al no poder ni europeos ni EEUU poner fin a un conflicto cuyas raíces están en esa confrontación de la Guerra Fría. La guerra comercial mundial lanzada por Trump es otra de las manifestaciones de esa apuesta de EEUU por consolidar el supremacismo occidental en el mundo, con Washington al timón.
Prácticas intimidatorias de EEUU
Con tal escenario en mente, Xi prometió este lunes ante sus ilustres huéspedes oponerse a ese hegemonismo, con su "mentalidad de la Guerra Fría" y sus "prácticas intimidatorias". La alusión era directa a EEUU, cuyo líder, Trump, tuvo que recular cuando trató hace unos meses de torcerle el brazo a China con sus aranceles exorbitados y el régimen de Pekín respondió elevando la apuesta hasta unos extremos que, de aplicarse, habrían supuesto la implosión económica estadounidense.
"Debemos abogar por un mundo multipolar, equitativo y ordenado, y por una globalización económica universalmente beneficiosa e inclusiva, y hacer que el sistema de gobernanza global sea más justo y equitativo", dijo Xi al inaugurar la cumbre de la OCS.
Tan florido y retórico mensaje, Putin lo explicó con unas palabras más parcas e incluso intimidatorias hacia un Occidente más atento a los líderes internacionales que seguirán presencialmente el 3 de septiembre en Pekín el gran desfile conmemorativo del fin de la Segunda Guerra Mundial, que a las implicaciones que tiene para la seguridad internacional una reunión como ésta, posiblemente la más importante de la OCS desde su creación en 2001.
Un nuevo marco de seguridad internacional
Putin, quien dio un espaldarazo al nuevo orden global preconizado por Xi, aludió al potencial militar de la OCS al recordar que este organismo estableció un nuevo marco de seguridad en Eurasia y una alternativa al bloque liderado por la OTAN, con la intención de reemplazar "los obsoletos modelos eurocéntricos y euroatlánticos" e impedir que unos países "intentaran garantizar su seguridad a expensas de otros".
En realidad, la importancia de la OCS no se remonta a sus orígenes, cuando India, Pakistán o Irán ni siquiera formaban parte de este foro. Es ahora, cuando adquiere una mayor relevancia esta organización liderada por China y Rusia, y con India como tercera gran pata de su potencial. La convulsa hoja de ruta de Trump y su estrategia para hacer América grande de nuevo (a costa de los demás) han resquebrajado la unidad en Occidente y este resquicio está siendo aprovechado por China y sus aliados para abrir paso a su apuesta por el multilateralismo.
Si se deja a un lado esta apuesta por un mundo multipolar, que en realidad simplemente añade dos o tres polos más a la hegemonía detentada por EEUU, lo cierto es que la cumbre de Shanghái ha evidenciado la buena sintonía existente entre Rusia y China justo cuando la impotencia occidental para resolver la guerra a favor de Ucrania empieza a mostrar una escalada del desafío europeo al Kremlin que podría desatar hostilidades abiertas entre Bruselas y Moscú.
Moscú demuestra en Pekín que no está solo
Lo que ha hecho Putin en el escenario de la OCS es subrayar que Rusia no está sola y que hay países de una importancia geopolítica similar o superior a los aliados europeos de Ucrania que están dispuestos a respaldar abiertamente a Moscú.
Putin agradeció a China e India ese apoyo y señaló que estaba explicando a sus líderes los resultados de las conversaciones que mantuvo con Trump en Alaska el pasado 15 de agosto. En esa fecha Trump trató de convencer a Putin sobre la necesidad de acabar la guerra de Ucrania, pero sin éxito. La contienda sigue y Moscú ha vuelto a reiterar que el conflicto terminará cuando haya completado sus objetivos militares y territoriales, y cuando la claudicación de facto de Kiev sea una realidad.
Aunque tanto China como la India han negado una implicación directa en la guerra con el envío de armas, por ejemplo, a Rusia, lo cierto es que tras la imposición de sanciones occidentales y la prohibición de importar petróleo ruso (un punto respetado solo en parte por algunos países europeos) el apoyo económico de Delhi y Pekín a Moscú ha sido notable a través de las compras de crudo más barato.
También ha merecido las críticas de Occidente el trasiego desde China hacia Rusia de elementos tecnológicos de doble uso que, según europeos y estadounidenses, son utilizados en la industria militar rusa. EEUU ha advertido a China en diversas ocasiones por este comercio, pero sin que se concretaran tales amenazas.
Sobre la India si ha pesado el incremento de aranceles estadounidenses, hasta en un 50%, por la adquisición de crudo ruso. Sin embargo, continúan las negociaciones y el resultado, como con el resto del planeta, se ceñirá más al beneficio final que pueda obtener EEUU que a la necesidad de concretar una presión que ayude a Ucrania.
La Casa Blanca tiene todas sus miradas puestas estos días en Pekín, no tanto para aplicar presiones insoportables económicas que compliquen la vida del bloque prochino y prorruso conformado en torno a la OCS, sino más bien para ver cómo Moscú, por ejemplo, pudiera servir de intermediario con Pekín o cómo la India, con algún incentivo adecuado, pudiera convertirse en una futura cuña entre chinos y rusos.
Guerra de propaganda
Ante estas jugadas geopolíticas y geoeconómicas, Ucrania en estos momentos tiene puesta su mayor confianza en Europa, que, al contrario que EEUU, sigue cerrando filas con Kiev. Ni el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ni sus aliados europeos están dispuestos a ceder ante las condiciones de Moscú ni a las presiones de Washington, que no considera una barbaridad la cesión de territorios a Rusia por parte de Ucrania.
Y Europa sigue trazando su estrategia en torno a China como si la cumbre de Pekín no se hubiera producido, con una mirada obcecada en planes que tienen pocos visos de tener éxito. Así, este domingo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, informó de que Europa dispone ya de planes muy "precisos" para un despliegue de decenas de miles de soldados europeos en Ucrania al concluir la guerra como parte de las garantías de seguridad reclamadas por Kiev tras la reunión entre Zelenski y Trump hace dos semanas en Washington.
Aunque ya Trump indicó que no habrá tropas estadounidenses sobre el terreno, Von der Leyen insistió en que el eventual despliegue europeo en Ucrania sí contará con medios de EEUU, como recursos de inteligencia y vigilancia. “El presidente Trump nos aseguró que habrá presencia estadounidense como parte del respaldo”, dijo Von der Leyen. El desmentido del ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, sobre la existencia de estos planes apunta a un ejercicio de desinformación o de imaginación por parte de Von der Leyen.
¿Guerra híbrida rusa o paranoia europea?
El nerviosismo de Bruselas es evidente y, si se fijaran un poco más en el rumbo que la cumbre de Pekín está marcando, estarían si cabe más nerviosos aún. Fruto de esa inquietud pudieron ser las acusaciones vertidas contra Rusia por su presunta participación en el fallo de GPS que sufrió el avión en que viajaba este domingo Von der Leyen entre Polonia y Bulgaria.
Las autoridades de Sofía apuntaron a un posible sabotaje ruso sobre los sistemas de GPS de la aeronave, que hubo de usar mapas físicos para poder aterrizar en la ciudad búlgara de Plovdiv. Bruselas se hizo eco de estas afirmaciones aún no corroboradas y dejó que las acusaciones contra Rusia se propagaran por los medios de prensa europeos. El Kremlin negó este lunes cualquier implicación.
La semana pasada, uno de los bombardeos lanzados sobre Kiev causó daños en la sede de la Unión Europea, aunque no hubo víctimas en este incidente concreto. En el ataque, que no fue directo contra las oficinas de la UE, resultaron dañadas las ventanas y el techo de estas instalaciones, pero sin graves daños estructurales. Pese a ello, los comunicados de la UE dispararon la magnitud del ataque, casi al nivel de una declaración de guerra.
La UE ha quedado desplazada en las incipientes conversaciones entre rusos, ucranianos y estadounidenses en torno a un posible acuerdo de paz en Ucrania, y eso está empujando a Bruselas a dar pasos un tanto desconcertantes. Como esa apuesta por conformar una fuerza de interposición dentro de Ucrania una vez se firme un armisticio. Así, Europa ha entrado en el punto de mira directo de Rusia, que considera cualquier despliegue de tropas en Ucrania pertenecientes a países de la OTAN como una agresión directa.
Periodista y analista para Público en temas internacionales. Es especialista universitario en Servicios de Inteligencia e Historia Militar. Ha sido corresponsal de la Agencia EFE en Rusia, Japón, Corea del Sur y Uruguay, profesor universitario y cooperante en Bolivia, y analista periodístico en Cuba. Habla inglés y ruso con fluidez. Es autor de un libro de viajes y folclore.