martes, 17 de diciembre de 2024

Reflexiones sobre la teoría política del poder en el pensamiento de Marx


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Mucho se ha escrito acerca de la teoría política desarrollada por Marx, sin embargo, mucho de lo que se suele dar por sentado proviene de interpretaciones superficiales y malentendidos, derivados de un tratamiento sociológico despojado de su dimensión filosófica. Comencemos señalando que gran parte de la teoría política de Marx se suele interpretar a partir de sus conocidas aseveraciones sobre la lucha de clases y el rol del Estado.

Este tratamiento adolece por lo menos de dos problemas serios. El primero de ellos se deriva de un tratamiento superficial, en el cual los problemas de las clases sociales y el Estado son tratados de manera autónoma, al margen de las discusiones ontológicas desarrolladas por Marx en torno a la naturaleza de la sociedad humana. El resultado es una fetichización de estas categorías. Las clases sociales se abordan como categorías osificadas, despojadas del dinamismo con el que el propio Marx las teorizó en su momento. Bajo esta perspectiva, el término lucha de clases pierde todo sentido, puesto que este concepto tuvo desde el primer momento el propósito de captar una determinación móvil del ser social en la sociedad capitalista. En una palabra, bajo el concepto de clases sociales Marx no se propone estudiar un determinado estado de cosas, por así decirlo “la composición social del capitalismo”, sino relaciones y dinámicas sociales.

Lo mismo acontece con el tema del Estado. Al abordar esta cuestión, es común hacerlo desde una interpretación vulgar de pasajes sueltos, como cuando Marx señala que “El Estado es un instrumento de coerción puesto al servicio de la clase dominante, con objeto de oprimir a las otras clases”. Si se toma de manera literal dicha frase, sin prestar atención a las observaciones ontológicas desarrolladas por Marx, parecería que el Estado es una simple herramienta neutral, la cual puede ser utilizada por una clase para oprimir a otra. Por el contrario, la perspectiva de Marx era mucho más compleja y hacía referencia al hecho de que la existencia misma del Estado era resultado de la dinámica de clases en una sociedad determinada; consecuencia directa y manifestación de las sociedades de clases en sí misma.

El segundo problema de la lectura que ha prevalecido en torno a las ideas políticas de Marx, es que descuida importantes aspectos, esenciales para captar a cabalidad la profundidad de su pensamiento político. Este desarrolla una concreta y dialéctica teoría del poder. Filósofos posmodernos como Foucault dedicaron gran parte de su esfuerzo intelectual en estudiar las condiciones de posibilidad del poder que fuera más allá del esencialismo y del subjetivismo; no obstante, mucho antes, Marx había superado dichas limitaciones, sin que esto implicara un abandono de la lucha política transformadora, una condena a la trampa mortal del capitalismo. Foucault considera al poder como una instancia por encima de las clases sociales y ahí donde considera la explotación asalariada, esta aparece, no como el fundamento del edificio social capitalista, sino como un momento, en la maraña de relaciones de poder más amplias. De este modo, Foucault, como toda la teoría del poder burguesa desarrollada en el siglo XX, significa de hecho un retroceso, frente a los avances de la filosofía política desarrollada hasta ese entonces.

La teoría política de Marx no se reduce a la lucha de clases. Su centro son las relaciones sociales, lo que él denomina, las condiciones materiales de la existencia. El poder es una fuerza que trasciende a la voluntad de los individuos, pero al mismo tiempo es una instancia que emana de la actividad que estos ponen en movimiento. Se trata de una visión dialéctica que se puede sintetizar en la famosa expresión del Dieciocho Brumario según la cual, “son los hombres los que realizan su propia historia, pero nunca bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino en las que les han sido dadas y han sido heredadas por generaciones anteriores”.

Así llegamos al concepto de lo que he denominado “poder material”, un concepto que define al poder en su dimensión subjetiva, como “creencia”, pero también en su dimensión objetiva; no una mera creencia ideal, derivada de ilusiones particulares, sino producto de las relaciones en las cuales los individuos se encuentran inmersos. No como meras ideas, sino como instancia en su dimensión práctica. El poder, desde la filosofía marxista, puede ser definido como una creencia práctico material. Marx explica esto en El Capital, donde afirma que “un rey solo es un rey en la medida en que otros hombres se comportan como sus súbditos”. Estos a su vez “son sus súbditos en la medida que aquel se comporta hacia ellos como un rey”. La idea aquí es la de mediación dialéctica; la relación entre las personas nunca es directa, pues entre ellas media un entramado simbólico y social el cual determina su relación. Este entramado, sin embargo, no está por encima de la actividad de los seres humanos, sino que brota de sus condiciones materiales concretas. En resumen, Marx argumenta que las relaciones de poder no son algo estático, sino una instancia marcada por antagonismos y rupturas. De ahí la posibilidad de la praxis revolucionaria.

 

Imagen de portada:  Karl Marx – Wikimedia Commons | Detalles de la licencia