martes, 10 de diciembre de 2024

Cayó Siria


Diciembre 8 del 2024     
La Visión
Bitácora de Christian Cirilli




Creo que no estaba en los cálculos de absolutamente nadie la hipervelocidad con la que cayó la República Árabe Siria bajo el gobierno de Bashar al-Assad. Cuesta entender cómo los mismos elementos que habían resistido nada menos que un embate multinacional de oleadas y oleadas de yihadistas de toda cepa, durante 12 años corridos, y que habían salido indemnes y victoriosos ya para fines de 2020, pudieran derrumbarse tan fácilmente en cuestión de días.

Aunque bueno es advertir, claramente, que aquella victoria de Damasco durante esos años pesados había sido por “agotamiento”, no por “aplastamiento”.

De todas maneras no estamos hablando de un gobierno improvisado, de poca calle: la casta alauita 1, que representa no más del 15% en números poblacionales dentro en un país multiétnico, multirreligioso —aunque con abrumadora mayoría sunnita—, y construido sobre el secularismo político, gobernó Siria durante 50 años, desde que Hafez al-Assad (padre de Bashar) tomó el poder el 22 de febrero de 1971, liderando el Partido Baaz Árabe Socialista, panárabe, antimperialista y anti-islamista. 2

Es importante destacar este último punto: si la familia Assad hubiese profundizado divisiones religiosas no hubiese podido gobernar el país. Por ello, uno de sus principales enemigos fue desde sus orígenes la Hermandad Musulmana (o Hermanos Musulmanes), una organización político-religiosa, islámica, fundada en Egipto en 1928 con la complicidad británica, cuyo objetivo era horadar los gobiernos panárabes, impedir una unificación del arabismo “socialista” y tomar el poder para organizarlo como Califato. Hafez al-Assad se encargó de reprimir a esta organización con suma fiereza en las décadas de 1970 y 1980. La Hermandad se había hecho muy fuerte en Alepo y había intentado asesinar a Hafez en más de una ocasión, obviamente sin éxito. Pero cansados de esa subversión, el gobierno de Hafez incurrió en uno de los episodios más violentos de su historia particular. En Hama, otra ciudad considerada sunnita, entre el 2 de febrero y el 5 de marzo de 1982, el ejército sirio llevó a cabo una operación de devastación, ocasionando, según testimonios, más de 10.000 víctimas fatales para terminar de una buena vez con ese flagelo. Este crimen nunca sería perdonado por la Hermandad, generando un círculo de odio contra la dinastía.

Los hermanos sean unidos: el vicepresidente Rifaat al-Assad (a la izquierda) y el presidente Hafez al-Assad, en los años ochenta. Ellos gobernaron Siria con evidente mano dura, especialmente, contra la disidencia interna sostenida por la Hermandad Musulmana, de ascendencia sunnita. Rifaat fue el responsable operativo de la Masacre de Hama en 1982, tras una rebelión acaecida poco antes de la invasión israelí del Líbano (Operación Paz para Galilea). Tanto ayer como hoy, las coincidencias operacionales entre Israel y la Hermandad Musulmana en el espacio sirio-libanés son absolutas.

En definitiva, durante 50 años, la Siria alauita no estuvo alejada de graves conflictos que pusieron su supervivencia en serio riesgo, incluso en guerras directas contra Israel, pero siempre ha salido en vertical. Sin embargo, esta vez, parecen haber existido circunstancias contextuales que no fueron adecuadamente percibidas. ¿Traiciones? ¿Impotencias? ¿Quiebres en la coalición? No lo sabemos aun con fehaciente justeza. Pero quizás hubo todo eso y más.

¿Qué pudo haber pasado entonces para que ocurra un derrumbe tan acelerado, justo cuando se habían dado pasos concretos para la estabilización política del país y la reinserción de su liderazgo en el plano internacional?

Trataremos de descularlo con avidez aquí.

Más allá de los procedimientos habituales de los neoconservadores estadounidenses, que parecen haber puesto toda la carne al asador en múltiples escenarios (faltaría el Extremo Oriente… pero el rarísimo episodio en Corea del Sur puede darnos una pista) y del cual ya hice un extenso artículo denominado «Siria como campo de batalla global: en 2011 y ahora», también han de evaluarse aspectos de gobernabilidad interna y cambios situacionales en el Levante.

Lo primero que hay que comprender es que la (mal llamada) «Guerra Civil Siria» no se había terminado, sino que se había congelado por extenuación.

Por supuesto, el objetivo fundamental de destruir la República Árabe y el «régimen» de los Assad no pudo ser cumplido en dicha oportunidad (lo cual, de por sí, ya era una victoria para los alauitas y Assad) y la complicadísima situación de supervivencia en 2013, primero, y en 2015, después, provocó la implicación profunda y profesional de curtidas facciones chiítas, las fuerzas armadas rusas, la PMC Wagner (que reconquistó Palmira casi en solitario) y la inestimable ayuda de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (Fuerza Quds) comandados por el general Qassem Soleimani, quien comprendió perfectamente que el escenario bélico era regional (interestatal), abarcando tanto Siria como Irak, para lo cual montó acciones coordinadas en ambos Estados.

La conocida figura del general Qassem Soleimani, con sus colaboradores, caminando en medio de una columna blindada de soldados iraquíes. El general iraní planificó la reconquista de la ciudad de Amerli, ubicada en el este de la provincia de Salah Al-Din, en el centro de Irak, y a unos 100 kilómetros de las fronteras que comparte Irak con Irán. La ciudad había caído en manos del Estado Islámico y Soleimani planificó su reconquista. El iraní infundía terror en el yihadismo takfiri sunnita, que no le pudo ganar una batalla. Pero fue asesinado, el 3 de enero de 2020, en un ataque con drones perpetrado por Estados Unidos en las inmediaciones del Aeropuerto Internacional de Bagdad, lo que nos permite sacar conclusiones sobre los verdaderos apoyos y los reales desafíos al extremismo islamista.

La «maquinaria pesada» aérea rusa fue fundamental para machacar objetivos duros (bastiones), obstruir los movimientos (caravanas), demoler la infraestructura de las ciudades tomadas y destruir el tráfico de petróleo robado. En la foto, un bombardero Tupolev Tu-22M3 lanza una andanada de seis bombas de caída libre de 500kg. Estos bombarderos operaban desde Hamadán (Irán) y arrojaban su carga desde altura de seguridad, por lo que estaban a salvo de las armas antiaéreas tácticas de los yihadistas. No obstante, iban escoltados (como se ve) por cazas Su-30SM armados con misiles aire-aire, por si fueran desafiados por alguna fuerza aérea hostil aventurera.

Por supuesto, los cuadros del Ejército Árabe Sirio dieron su máximo esfuerzo para lograr la victoria, pero es evidente, ahora más que nunca, que sin la participación de la más alta tecnología militar rusa (desde el aire y desde el mar) y las “botas sobre el terreno” por parte de sus aliados, Bashar al-Assad no hubiese sobrevivido y su destino hubiese sido la ejecución o el ostracismo.

Me animaría a decir más: las milicias chiítas libanesas e iraquíes y el ejército iraquí también hicieron su parte desde el otro lado de la frontera, combatiendo con fiereza al Estado Islámico que avanzaba hacia Siria, carcomiendo su retaguardia y quitándole su base de apoyo.

Milicianos chiíes iraquíes sonríen frente a un pintura de la bandera del Estado Islámico, tras derrotarlo en Tal Ksaiba, cerca de Tikrit (Irak).

Una columna blindada del Ejército Iraquí dirigiéndose hacia la región de Yazira al-Jalidiya, situada al oeste de Faluya, ciudad arrebatada al Estado Islámico en junio de 2016. El infame grupo salafista había capturado esa ciudad en 2014. La operación para liberar Faluya fue una de las batallas más significativas durante la guerra contra el Estado Islámico en Irak.

Adicionalmente, aun cuando tuviesen el apoyo (in)constante de Estados Unidos e Israel, los pershmerga kurdos también horadaron las fuerzas yihadistas, manteniendo serios enfrentamientos con facciones sunnitas extremistas, fundamentalmente, contra el Estado Islámico, tanto en Siria como en Irak.

Milicianos kurdos en las afueras de Mosul. Esta ciudad del norte de Irak había sido capturada por el Estado Islámico en junio de 2014 en una operación relámpago. De hecho, hasta declaró la creación de su Califato desde la Gran Mezquita de Al-Nuri. Pero desde octubre de 2016, una coalición de fuerzas iraquíes, kurdas y milicias chiitas, lanzó una ofensiva masiva para liberar la ciudad. La batalla fue una de las más intensas y prolongas. Para el 9 de julio de 2017, el primer ministro iraquí, Haider al-Abadi, declaró la victoria en Mosul.

Esto no es solamente un pantallazo de las múltiples facciones que formaron parte de una guerra que duró 12 años y tuvo este desenlace tan abrupto y misterioso, sino de la significancia geopolítica, en virtud de la implicación de dos potencias mundiales (Estados Unidos y Rusia) y dos potencias regionales (Turquía e Irán), que intervinieron en apoyo de esa facciones. Considérese, además la pérfida influencia israelí tras bambalinas y los aprovechamientos ventajosos de los reinos del Golfo, siempre parapetados y bien dispuestos a invertir petrodólares y carne de cañón contratada.

Todos ellos, e incluso algunas mordidas de los Terriers franco-británicos (detrás del Rottweiler estadounidense, por supuesto), estuvieron presentes en la pretendida faena siria.

Este rompecabezas, que ha circunscripto por un lapso extenso la Tercera Guerra Mundial en un ámbito geográfico relativamente pequeño, y que ha provocado un choque desgastante donde todos los actores dieron su mayor esfuerzo, se saldó con la persistencia del gobierno alauita y una posición prestigiosa para Irán y Rusia. Pero “nada termina hasta que termina”. Y este final sorprendentemente abrupto de la República Árabe Siria confirma el acelerado panorama de cambios en el Levante.

Ahora Occidente Colectivo (incluyendo Israel) tiene su deseado «Sunnistán» a cargo, tras este demoledor reencendido de la guerra. En cuestión de días se resolvió aquello que no pudieron lograr en 12 años, todo lo cual nos lleva a preguntarnos qué pasó con los férreos aliados de Damasco. ¿Se trató de una cuestión de impotencias o de un arreglo para soltarle la mano a Bashar? (y no me vengan con “retiradas tácticas”; esto es una verdadera catástrofe…)

¿Qué pasó con el apoyo irrestricto de Teherán? ¿Por qué Rusia no fortificó al gobierno de Assad a sabiendas de que su caída provocará la segura pérdida de sus bases en el Mediterráneo Oriental? ¿Por qué los kurdos hicieron manos afuera con la intervención de sunnitas de inspiración turca? ¿Cuál es el rol organizativo de Estados Unidos y la estratégica base de al-Tanf? ¿Por qué Israel logró una tregua en Líbano pero se dedicó a atacar objetivos en Siria inmediatamente? ¿Qué quedó de Hezbolá? Y me quedo corto con las preguntas…

Lo primero que voy a decir es que 12 años de extensa, dolorosa, destructiva guerra, no pueden pasar en vano, sin efectos perdurables. Mucho menos, cuando la victoria obtenida no supone el control de todo el territorio y existen “acuerdos políticos” por el cual tus enemigos —grupos belicosos con escasa voluntad diplomática—, conservan amplias zonas desde donde avanzar ante cualquier reencendido.

Esta situación, como advertí en mi artículo del 5 de diciembre, ya había sido efectivamente comprendida por Bashar al-Assad en 2020, cuando exigió a los rusos una campaña militar en pos del control territorial total por parte de Damasco.

Pero Putin prefirió ya en ese entonces un “entendimiento” con Ankara  —posiblemente por el recalentamiento del conflicto ucraniano, donde no deseaba que Turquía se decante decididamente por Ucrania —, implicando también a Teherán en las conversaciones —Grupo de Astaná mediante —, por el cual se llegaría a una ronda de conversaciones (léase, de concesiones) donde el gobierno sirio debía “negociar” con sus enemigos tanto autonomías como nuevos acuerdos internacionales.

Bashar al-Assad estaba molesto con esta situación, pero lo cierto es que no tenía posibilidad alguna  —en solitario—, de torcerla. Dependía exageradamente de sus alianzas y su margen de maniobra era casi nulo.

El presidente de Siria, Bashar al-Assad conversa con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, el 24 de julio de 2024, en el Kremlin. Fue la última vez que se vieron las caras. Ya entonces, el sirio manifestó sus hondas preocupaciones por el renacer yihadista. Pero evidentemente la situación no era igual para Rusia en 2024 que en 2015, empantanada ahora en la guerra en Ucrania, y con sus medios cada vez más limitados.

Lo que podía hacer Moscú era apaciguar los ánimos y buscar algún tipo de entendimiento. Para el 28 de diciembre de 2022, con la guerra en Ucrania ya desatada, los ministros de Defensa de Turquía, Siria y Rusia se reunieron en la capital rusa. Fue la primera reunión a nivel ministerial entre Turquía y Siria desde 2011, y no fue la última, porque le siguieron otras a distinto nivel. Putin creía firmemente que una especie de mínimo entendimiento entre Bashar al-Assad y Recep Erdoğan era posible, pues incluso en una época, ellos y sus respectivas familias ¡veraneaban juntos! (creer o reventar)

De hecho, al parecer, había síntomas de descongelamiento: Erdoğan había pedido reunirse personalmente con al-Assad, ya sea en Turquía o en un tercer país (posiblemente Qatar), pero en declaraciones a la prensa el 15 de julio de 2022, Bashar sostuvo que regresar a la normalidad con Turquía implicaba la retirada de sus tropas del norte de Siria y el cese del apoyo a los grupos insurgentes que Damasco catalogaba de terroristas.

Este tipo de incongruencias entre las exigencias turcas y las condiciones sirias para la paz hizo que en fecha tan cercana como enero de 2023, İbrahim Kalin, asesor presidencial en política exterior de Erdoğan, manifestara que “Una operación terrestre es posible en cualquier momento, dependiendo del nivel de amenazas que recibamos”.

El presidente sirio, Bashar Al-Assad, se reunió con el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Hossein Amir-Abdollahian, en Damasco, el 14 de enero de 2023, tras las amenazas turcas de montar una operación terrestre contra Siria. Se recordará que Amir-Abdollahian, firmemente alineado con la visión del Guía Supremo respecto de la autonomía estratégica y la resistencia frente a la presión occidental, falleció en un extraño accidente de helicóptero, conjuntamente con el presidente Ebrahim Raisi, el 19 de mayo de 2024.

El “descanso” de Bashar sobre las espaldas iraníes se hizo cada vez más evidente, a medida que Rusia destinaba esfuerzos y recursos a su campaña ucraniana contra la OTAN. De hecho, Irán no solamente aportó su pericia militar: ha sido un verdadero salvavidas económico crítico para Siria, entregando combustible y líneas de crédito por valor de miles de millones de dólares para compensar las paralizantes sanciones lideradas por Occidente, que no aflojaron ni siquiera durante el horrible terremoto de 7.8 en la escala de Richter ocurrido el 6 de enero de 2023, y que afectó aun más a las gobernaciones de Alepo, Idlib, Latakia y Hama.

Sin ninguna duda, a causa del conflicto en Ucrania, la dinámica de poder del conflicto sirio varió sensiblemente: por conveniencias particulares, Rusia estuvo obligada a acercarse a la postura de Ankara en detrimento de la de Damasco. El papel de Turquía como único custodio de los estrechos del Bósforo y los Dardanelos, que regulan el acceso al Mar Negro, y el hecho de compartir esas mismas aguas con los rusos, además de favorecer un canal de exportación del gas natural a través del TurkStream, hacen que Erdoğan tenga, a diferencia del 2015, la sartén por el mango. Lo peor que pudiera ocurrirle a Moscú es que Ankara decida apoyar militarmente a Kiev y cortar todo lazo con los rusos.

Asimismo, el estallido de la «guerra autodefensiva» israelí contra el Eje de la Resistencia de inspiración persa, con su arrolladora e impiadosa devastación de Gaza y Líbano, sus incursiones en Yemen y Siria, e incluso, su limitada acción contra Irán, hacen que la posición rusa en Siria se debilite, pues se había atado a una alianza táctica (y tácita) con esos componentes resistentes para estabilizar la «cuestión siria».

A medida que Hezbolá, Irán, Irak y el mismo gobierno sirio se iban debilitando por la acción israelí, Rusia se debilitaba con ellos… por lo que necesitó alejarse para salvaguardar, de ser posible, su posición en Medio Oriente ante “cambios de signo”.

Paralelamente, la jerarquía militar estadounidense venía prestándole creciente atención a la zona del Levante: nadie piensa otra cosa en Siria que no sea que Estados Unidos es el mentor del Estado Islámico y cualquier otra organización salafista sunnita. La presunción es que da entrenamiento en la remota base estadounidense de Al-Tanf, en la frontera sirio-jordano-iraquí, e incluso que proporciona apoyo logístico ¡hasta apoyo aéreo cercano! a las operaciones del grupo en la región desértica de Siria.

El jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, el general Mark Milley (a la izquierda), realizó una visita no anunciada a una base militar estadounidense en el noreste de Siria, el 3 de marzo de 2023. Supuestamente lo hacía en previsión de que no renaciese el Estado Islámico, lo que constituiría un peligro para la pequeña guarnición norteamericana ¡pero no hay antecedentes de que el Estado Islámico haya atacado alguna vez a las fuerzas estadounidenses en Siria! 

Además, Estados Unidos ocupa las zonas petrolíferas del este sirio: la presencia allí de fuerzas militares de Washington tienen por objeto privar a Bashar al-Assad de los recursos que le permitirían cierta recuperación económica. Es más, Estados Unidos saquea brutalmente esos pozos, de manera de auto-financiar su despliegue. Esto es algo que nadie dice.

En síntesis, es importante conocer…:

  1. Que los recursos hidrocarburíferos sirios están bajo dominio y saqueo permanente por parte de Estados Unidos,
  2. Que Siria no tiene control territorial total de su propio territorio nacional, y que, por el contrario, las zonas que no controlaban incluso gozaban de mejores estándares de desarrollo,
  3. Que Siria está, desde 2011 e ininterrumpidamente, bajo sanciones económicas y financieras occidentales, que no fueron siquiera levantadas por razones humanitarias durante el terremoto que asoló al país en enero de 2023,
  4. Que Rusia, aliada importante desde 2015, cuya contribución permitió la supervivencia del gobierno alauita, se vio forzada a destinar sus recursos militares en otros escenarios desde 2022,
  5. Que Israel realiza continuos bombardeos aéreos sobre la infraestructura militar siria,
  6. Que Hezbolá se ha visto enzarzado en combates cercanos en el sur del Líbano, luchando inclusive por su propia supervivencia, y por consiguiente, no tiene la posibilidad de “mostrar sus narices al sol” en un viaje transfronterizo en auxilio de la tropa siria (pues serían arrasados por la Heyl Ha’ Avir en pleno tránsito),
  7. Que Irán se ha visto obligado a adoptar un cambio de gobierno (tras las extrañas muertes de Raisi y Amir-Abdollahian), un poco menos comprometido con la Resistencia y más proclive a un acuerdo con Occidente,
  8. Que Turquía está plenamente consciente de sus ventajas situacionales, especialmente en su relación con Rusia,
  9. Que Estados Unidos y los Hermanos Musulmanes, con la venia silenciosa israelí, siguieron financiando, entrenando y armando a las organizaciones yihadistas afiliadas a al-Qaeda,
  10. Que los kurdos no fueron asimilados con autonomías por Bashar al-Assad y en consecuencia no se sintieron convocados a luchar contra los salafistas, aun cuando los manipule Turquía por detrás,

Todo ello ha dejado a la República Árabe de Siria en una posición de extrema debilidad y vulnerabilidad, apenas compensada por la posibilidad de diálogo en el plano de Astaná y por un reinicio de relaciones en la Liga Árabe.

La caída de las ciudades de Alepo y Hama podrían haber estado en la calculadora en caso de un levantamiento. De hecho, siempre fueron bastiones resistentes de la mayoría sunita y tuvieron años atrás sus episodios de rebeldía armada. Pero no se esperaba eso de la capital, Damasco, donde se suponía que las huestes de Assad combatirían desesperadamente.

Evidentemente hubo una desconexión entre los ciudadanos de a pie, cansados de todo, y una dirigencia política más preocupada por su micro-mundo de alianzas internacionales, que por generar poder local. Muchos incluso se regocijan por el derrocamiento del «régimen» pues tras 12 años de lucha, su vida no había mejorado nada y vivían en penurias. El retrato de Bashar al-Assad, repetido hasta el hartazgo, ya no simbolizaba nada. Pero quizás no tengan una acabada idea de quién lo sucede y lo que se les viene encima.

CNN Network, ¿Quién mejor que la red que legitimó la Guerra del Golfo? fue la encargada de “lavar la cara” al yihadista saudita Abu Mohammad al-Jolani, líder de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), afiliado a Al-Qaeda, y en su momento, adjunto del célebre líder del ISIS, Abu Bakr al-Baghdadi. Las caretas están sacadas: Al-Qaeda no es, ni nunca fue, un enemigo de Occidente, sino un aliado fundamental, tan instrumental que puede ser utilizado tanto como excusa de intervención (“terroristas”) como de argumento por la libertad (“rebeldes” o “freedom-fighters”). Sorprende, asimismo, el nuevo look a lo Zelenski, casi como si se tratara de una moda novedosa.

Más allá de la posible centralidad del líder del HTS, Abu Mohammad al-Jolani, un yihadista que alguna vez tuvo una recompensa por 10 millones de dólares sobre su cabeza impuesta por la Justicia estadounidenses y que hoy aparece blanqueado como un “demócrata”, muy posiblemente se abra, como en Libia, una competencia feroz por los recursos y los territorios, dado que el enemigo común (Bashar) ya no existe, y lo que queda es un botín a dividir entre grupos acostumbrados a zanjar los conflictos con extrema violencia.

Por lo pronto ya empezaron a saquear el Banco Central.

Parece que es verdad que “América” es la tierra de las oportunidades. Solo así se explica como un terrorista de Al-Qaeda que en 2017 era buscado por la Justicia estadounidense con una recompensa sobre su cabeza de nada menos que 10 millones de dólares, ahora se haya reconfigurado como un “líder rebelde” en una “fuerza opositora moderada” que porta la esperanza de paz y democracia para Siria. Bueno… si alguien quiere enviar una notificación a Washington para hacerse con el dinero de la recompensa, ya lo saben, el hombre se encuentra en Damasco.

Lo cierto es que tan pronto como se firmó el falso alto el fuego en el Líbano, Turquía desató contra Siria a sus “rebeldes sirios” takfiríes (una eufemismo para no decir “los muchachos de al-Qaeda”), agrupados fundamentalmente en Hayat Tahrir al-Sham (ex Frente al-Nusra, conocido por su crueldad, ejecuciones sumarias y ataques químicos). Éstos estaban excepcionalmente bien armados y espectacularmente entrenados (en campos turcos). Contaban con equipos de visión nocturna, drones, artillería, comunicación satelital (Starlink), datos de inteligencia precisos y un comando profesional.

En la otra acera, el Ejército Árabe Sirio estaba desmotivado, agotado y pobremente armado. Además, los altos oficiales eran susceptibles de corromperse. Incluso, muchas unidades ni siquiera intentaron defenderse, huyeron o se rindieron sin presentar batalla. Uno se pregunta si es falta de patriotismo, condiciones de inferioridad significativas, sobornos, traiciones, puro terror o que la amalgama panárabe que antes los unía ya no funciona, suplantada por la identidad religiosa.

Con la caída de Damasco y el gobierno central, Siria ha dejado de existir. Nadie sabe qué ocurrirá con ese territorio —seguramente será rapiñado in extremis y luego se desatarán pujas de poder— ni qué podría ocurrir con los pobres ciudadanos, librados ahora a todo tipo de represalias por cuestiones políticas y religiosas. Puede que se articule alguna entidad estatal islámica nueva (algo así como una República Islámica de Siria) e incluso que una gran parte del ex país sea anexionado dentro de las fronteras turcas. Incluso puede que sobrevivan las zonas kurdas bajo un reconocimiento internacional (si Turquía lo permite). Pero desde mi óptica lo más probable es que estemos en los prolegómenos de un nuevo estado fallido, con Warlords matándose entre sí, excepto quizás, en una franja capturada por Turquía y otra, en el sur, usurpada por Israel.

Lo más surrealista es que toda esta hecatombe ocurrió mientras se desarrollaban conversaciones por el Grupo de Astaná en Doha (Qatar). No importa lo que se diga allí, ya no tiene valor alguno. Dirigentes como el valioso Serguéi Lavrov parecen tan shockeados que insisten con la “integridad territorial de Siria”. Esto es rayano a la irrealidad. No ocurrirá. A estas alturas es una mera expresión de deseos o una elevación de principios.

Quizás sea una saludable forma de anteponer los principios a la realidad más cruda, pero extraña oir de la boca de un tipo curtido como Serguéi Lavrov solicitar la “integridad de la República Árabe de Siria” y la vigencia de la Resolución 2254 que insta al diálogo entre el gobierno y la oposición, cuando lo que se acaba de producir es la liquidación de la República Árabe de Siria como tal y la desaparición de su gobierno.

Como decía arriba, Israel, sin duda, tomará territorio argumentando razones “de seguridad” (como hiciera ilegalmente con los Altos del Golán en 1967) y para instalar su aparato represivo y genocida, evitando así cualquier renacimiento del chiismo político antiimperialista. Además, por supuesto, se relame porque va cumpliendo su “sueño húmedo” del Gran Israel, algo que ni siquiera ya se molestan en disimular.

Este es un día histórico en la historia de Oriente Medio. Assad cayó después de nuestros ataques a Irán y Hezbolá. Esto, por supuesto, crea nuevas oportunidades que son muy importantes para el Estado de Israel”, sostiene el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu, mientras celebra que al-Qaeda haya terminado la tarea iniciada en 2011. ¡Y confiesa finalmente lo que tantas veces Israel ha desmentido! ¡Que durante la «Guerra Civil» atendía a los yihadistas!

Duele decirlo pero el destino de Siria es la fragmentación, la expoliación, la babelización y la guerra permanente, como ocurrió en Libia a partir de 2011. De esta catástrofe surge un saldo de claros perdedores y ganadores.

Existen dos grandes perdedores (aparte del régimen alauita, por supuesto):

  1. Rusia, que más temprano que tarde perderá sus bases de Latakia y Tartús, aun cuando el Kremlin parece albergar alguna esperanza de que ello no ocurra porque los yihadistas respetaron el perímetro y tienen contactos con la “insurgencia” (parece que ya no son “terroristas”). Con la clausura de las bases, la Federación perderá sensiblemente influencia en Medio Oriente y ya no será un interlocutor en los asuntos del subcontinente. No obstante, es curioso que los yihadistas no hayan atacado tampoco la embajada rusa en Damasco. ¿Qué tipo de garantía negociaron los rusos?
  2. Irán, que ha perdido un elemento fundamental del Eje de la Resistencia, que le permitía el nexo entre su país y Líbano. Occidente, Israel y la Hermandad Musulmana (que incluye al alto dirigente de la Cofradía, Recep Erdoğan) han literalmente “partido al medio” la Media Luna Chiíta. Ahora más que nunca, sin el cordón umbilical de Teherán, el destino de Hezbolá está en serio peligro. La embajada iraní en Damasco, al contrario de la rusa, fue saqueada y destruida.

Pero también hay grandes ganadores:

  1. Turquía, sin duda, se posiciona como una potencia neo-imperialista, volviendo de la mano de un otomanismo internacionalista, a su redil. Pero a no caer en la soberbia. Cuando Turquía sintió que era parte del club, Estados Unidos e Israel lo pusieron en capilla. Podrá ahora masacrar a las facciones kurdas antiturcas con total libertad, o presionarlas a que tomen posiciones proturcas. Incluso, es altamente probable que anexione territorios.
  2. Israel, ya existen noticias que los israelíes traspasaron la frontera y tomaron posiciones militares en el sur de Siria. El ardid es lograr zonas de amortiguación para la «seguridad del Estado», máxime tras el suceso del 7 de octubre de 2023. Pero es meramente un ardid. Israel tiene la intención (probablemente incluso desde antes del sospechoso ataque de Hamás, un producto de la Hermandad Musulmana…) de (a) demoler el Eje de la Resistencia en fases, empezando por Hezbolá, Siria, Irak y finalmente Irán, y (b) expandir sus fronteras hacia el Tigris y Éufrates para la consecución del Gran Israel. Este es un poderoso paso en ese sentido ¡y el trabajo sucio lo hicieron otros!
  3. El Deep State anglosionista bajo el «concepto» Biden. Es de cajón afirmar que la Administración Biden ha obtenido un fulgurante éxito a poco de terminar su periodo de gobierno. La presencia militar rusa en el Mediterráneo Oriental está de salida, Irán ha encajado un golpe mortal en su red de contención hacia Israel y Occidente, y la presidencia entrante de Donald Trump tendrá que lidiar con una inestabilidad e incertidumbre pocas veces vista en el Levante. Todo felicidad. Ah… Estados Unidos no se retirará de Siria y conservará el flujo del petróleo. En cadena nacional, Biden aseguró financiación para la reconstrucción de Siria… luego de 13 años de sanciones.

Pero… ¿Alguien cree que con el tiempo no se formarán milicias clandestinas fomentadas por Irán? ¿Alguien supone que no se creará un Hezbolá Sirio con los restos del chiismo alauita? ¿O una falange cristiana (que a diferencia de la del Líbano, proclive a Israel, se hallaba más cómoda con los chiitas?). Y además… Bashar al-Assad pudo huir del país, vivito y coleando (aparentemente a Rusia).

Dudo que este sea el fin de algo. Más bien me parece el principio de algo nuevo.


  1. Los alauitas son una rama del Islam chiíta, de allí los buenos lazos de la familia al-Assad con Hezbolá e Irán. ↩︎
  2. El ministro de Defensa Hafez al-Assad, de la minoría alauita, derrocó en 1970 al presidente Noureddin Mohammed Alí al-Atassi, de la mayoría sunnita, a través de un golpe de Estado conocido como Movimiento Correctivo. El gobierno de Hafez comenzó oficialmente en febrero de 1971 marcando el inicio de una etapa autoritaria en Siria. No obstante, Hafez intenta no profundizar las cuestiones religiosas y encolumnar su país sobre bases secularistas panárabes. ↩︎