Reseña del libro de Joan Tafalla, ¡Hola Lenin! Reflexiones sobre la revolución, Irrecuperables, 2024.
Por Alejandro Andreassi Cieri
Empiezo por el final: el libro es magnífico, no sólo por la calidad de las reflexiones del autor y por su erudición, sino también porque es al mismo tiempo una herramienta para la lucha política. Es un libro militante escrito por un militante comunista – que es al mismo tiempo doctor en Historia con una tesis sobre resistencias populares en la Revolución francesa- para militantes y para todos los que mantengan el interés por conseguir una sociedad donde reinan la libertad, la igualdad y la fraternidad. Y cito una frase al final de libro que expresa la esperanza del autor y que comparto: “Continuamos y seguiremos queriendo la luna” (página 297). Joan Tafalla en el prólogo hace una afirmación tajante que sirve de hilo conductor y de fundamento de su intención al escribir este libro: “La vida me ha demostrado que, sin una vuelta al marxismo revolucionario de Lenin, nuestra lucha revolucionaria por la superación del capitalismo no tiene ninguna posibilidad de prosperar. Nunca he buscado la letra sino el espíritu con que Lenin afrontaba la cuestión” página 16).
Y en este libro nos muestra el proceso del pensamiento de Lenin desde la perspectiva del materialismo histórico y de la dialéctica como metodología de su pensamiento, aplicadas sistemáticamente al análisis concreto de la situación concreta, practicando de esta manera la filosofía de la praxis1 – teoría contrastada con la realidad empírica en proceso de ida y vuelta. Por lo tanto Tafalla nos propone que analizar concretamente la situación concreta no significa aplicar como una receta infalible lo que dice Lenin en tal o cual texto suyo que nos parezca adecuado para una situación concreta, sino analizar el proceso de su pensamiento sobre una situación concreta, cómo piensa, qué metodología utiliza, cómo se acerca a la realidad empírica con la que contrasta las conclusiones a las que llega. Esto le permite elaborar una síntesis, que explica de modo heurístico y holístico la situación analizada. Por eso el autor recoge esta metodología de Lenin cuando afirma: “… he vuelto a Lenin para intentar captar el método y el estilo con el que él afrontaba situaciones análogas”. página 38) Pienso que esta metodología que él propone resulta válida para cualquier estudio de nuestros clásicos.
Al mismo tiempo, este libro, aunque todos sus capítulos me han resultado enormemente interesantes y de los que he aprendido mucho, hay que leerlo como una totalidad. Ya veréis que los diversos capítulos se interrelacionan entre sí componiendo un análisis poliédrico del pensamiento de Lenin. En su desarrollo Joan Tafalla siempre hace un análisis contextual para explicar las raíces y las razones del pensamiento de Lenin. Al mismo tiempo aplica la metodología de Lenin al analizar la situación política y económica actual, tanto a nivel nacional como internacional, utilizando los conceptos elaborados por Lenin pero comprobando su validez en la prueba de su adecuación a la coyuntura actual.
El diálogo entre el texto de Lenin y su contexto es la clave del método que utiliza el autor y que nos permitirá aprovechar las citas que hace de Lenin no como una escritura sagrada que hay que seguir al pie de la letra, sino como una reflexión viva en la que vemos cómo funciona el cerebro de Lenin. Por lo tanto esta es la manera en que su pensamiento no solo sigue vivo, sino que nos sirve como método para analizar la situación actual en la que estamos inmersos. El objetivo de un libro como este es el de aprender cómo los conceptos y método de pensamiento de Lenin nos pueden ayudar en la actualidad. En ello consiste la práctica teórica, en el diálogo entre contexto y teoría, y en la reflexión con la consiguiente modificación o confirmación del supuesto teórico. Por ello, nos explica Joan Tafalla, que la concepción de Lenin del partido revolucionario está estrechamente vinculada a esta praxis teórica y práctica que surge únicamente en tanto el partido forma parte de la clase obrera participando en sus luchas y reflexionando colectivamente sobre esta experiencia de lucha de manera constante. En ningún caso el partido es una estructura que está sobre la clase obrera actuando como vanguardia iluminada ejerciendo el liderazgo de una clase pasiva, que sigue al partido como el rebaño al pastor (páginas 266-274).
Joan Tafalla define los campos en los que Lenin ha hecho una revolución teórica: la cuestión del imperialismo, la guerra imperialista y la posición del movimiento obrero ante ésta, la cuestión campesina y su alianza con la clase obrera, la cuestión nacional, la cuestión del Estado (y la democracia) y la cuestión de la dialéctica. Esta revolución teórica significó la ruptura radical con Kautsky y con él con el “marxismo” de la Segunda Internacional, por tanto con el sesgo determinista, economicista, positivista y evolucionista del pensamiento de Marx y Engels (página 173).
Un aspecto fundamental de su reflexión sobre el pensamiento de Lenin se centra en la cuestión de la lucha de clases y de la hegemonía. Considera que Lenin ya utiliza el concepto que más tarde elaborará E.P. Thompson por lo que las clases sociales se constituyen en la lucha de clases. También evoca el vínculo en la concepción de la hegemonía entre Lenin y Gramsci: la clase que dirige – por tanto la clase hegemónica- comienza la construcción de su hegemonía antes de llegar al poder así como la importancia de la pedagogía como herramienta para conseguir la hegemonía. (páginas 181 y 200). También la cuestión de la hegemonía surge cuando Lenin habla de la revolución cultural necesaria para completar la revolución política y social (página 234).
Para completar esta reseña del libro de Joan Tafalla comentaré algunos puntos de su libro que me resultan sumamente interesantes para un debate posterior. El primer punto se refiere a la democracia consejista o soviética. Respecto a los que como Plejánov proclamaban que la Comuna de 1871 “era historia antigua”, Lenin la considera como una fuente de inspiración de la verdadera democracia y como sinónimo de verdadero poder proletario. Y fijaos que repetidamente esta experiencia se ha vuelto a poner a la orden del día cada vez en que se ha producido un cambio en la relación de fuerzas entre las clases dominantes y las clases subalternas, y no sólo durante la Revolución rusa, sino también durante las primeras fases de la Revolución alemana de 1918-1919, durante los consejos obreros turineses de 1919-1921 que analizó Antonio Gramsci, durante la guerra civil española, durante la liberación de las ciudades y pueblos por el movimiento antifascista contra la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial, durante la Larga Marcha de la Revolución china, la Revolución de los Claveles en Portugal, hasta nuestros días con el movimiento zapatista o la lucha de los kurdos en Rojava.
El segundo punto trata sobre la cuestión campesina, en la que Joan Tafalla deja muy claro la importancia que para Lenin tenía la relación del partido obrero con los campesinos, y no sólo en la fase de la revolución democrática contra la autocracia zarista, sino en la fase de transición al socialismo una vez producida la Revolución de Octubre. En este sentido, nuestro autor señala que el pensamiento de Lenin está influido por el recuerdo de los populistas rusos como Chernyshevski2 y por tanto por la importancia de la clase campesina no sólo porque demográficamente su presencia era abrumadora, sino porque había sido una protagonista principal de los movimientos sociales del XIX y especialmente de la revolución de 1905-1906.
Lo importante sobre este tema y especialmente para una lectura de la actualidad a través del pensamiento de Lenin es lo que podríamos denominar como el momento populista de Lenin. Este no tiene nada que ver con las teorías de Ernesto Laclau que difundieron en nuestro medio Pablo Iglesias y Podemos, no se trata de buscar una unidad popular en base a “significantes vacíos” que permitan amalgamar diferentes intereses de las clases subalternas, sino por el contrario, como escribe Lenin y cita Joan Tafalla: se trata de que el partido obrero y la clase obrera deben asumir como suyas las reivindicaciones de los campesinos: “Nuestro partido debe incluir esas reivindicaciones [las de los campesinos] si quiere ponerse a la cabeza de todo el pueblo en su lucha contra la autocracia” (56-57). Una muestra clara de ello es la decisión bolchevique de asumir el programa de reparto de la tierra aprobado (Reparto negro – Chernyy peredel) en el Congreso de las aldeas, coincidente con la propuesta eserista pero que ese partido miembro del gobierno provisional había rechazado aplicar (páginas 65-67). También cita a dos autores sobre esta cuestión. Por una parte, Teodor Shanin que consideraba a los populistas rusos como revolucionarios conservadores, porque rechazaban la modernización capitalista y apostaban por el paso directo al socialismo en Rusia sobre la base del mir (página 255). Por otro la importancia de la pervivencia de la comuna agraria como señalaba Moshe Lewin al escribir que “con la revolución el mir va a resucitar casi milagrosamente […] la reforma agraria, liberando a las aldeas de los obstáculos, va a cumplir una igualación entre ellos”) (página 63). Por todo ello remarca el papel fundamental de la comuna agraria en la ola revolucionaria de 1917-1918 (páginas 66-67). Como bien escribe Joan Tafalla, si se conecta la cuestión de democracia consejista o soviética con la cuestión campesina, vemos en la aprobación por el II Congreso del Soviets del decreto sobre la tierra no la entrega de la tierra a las aldeas por parte de los bolcheviques sino la respuesta del Congreso de los soviets al mandato imperativo de las aldeas, y como afirma nuestro autor: “… en eso consiste la democracia real” (página 68), la materialización de uno de los principios elaborados por la Comuna de París y defendidos por Lenin en su libro “El Estado y la revolución”.
El libro de Tafalla nos aporta muchas sugerencias que nos permiten desarrollar análisis ulteriores sobre las cuestiones planteadas por Lenin y que pueden sernos de gran utilidad para el análisis de los problemas actuales, como este que reproduzco: “para la tradición democrática y revolucionaria, el proletariado era el conjunto de las capas y clases explotadas y oprimidas, y que su proceso de constitución en clase era permanente y con avances y retrocesos” (página 296). Es el reconocimiento de una concepción que no sólo refleja la complejidad de las clases subalternas y sus articulaciones internas sino también las condiciones que es necesario hoy en día tener en cuenta para alcanzar una alianza entre oprimidos capaz de hacer frente a las clases dominantes, muy lejos de perspectivas reduccionistas que presentan la lucha de clases como una confrontación entre una burguesía y un proletariado abstractos y homogéneos. Hay que recordar que los productos del trabajo pueden ser tanto materiales como inmateriales y es la concepción que le permite a Marx incluirlos en la producción capitalista. Es por eso que cuando Marx se refiere a la relación de explotación propia del capitalismo, no se refiere tan solo a la producción material que se realiza en una fábrica textil o metalúrgica, sino también a la producción intelectual que realiza un profesor asalariado en una academia privada, ya que con su trabajo también produce plusvalor, valorización del capital (contribuye al acto valorización del capital).3 Por lo tanto este concepto puede aplicarse hoy en día a todos los trabajadores que independientemente de su cualificación y el tipo de actividad en la que participan están asalariados al servicio de un capitalista o una empresa capitalista: asistentes sociales, médicos, profesores, científicos en general; donde su trabajo produce plusvalor que es apropiado por el capitalista.
Una de las conclusiones fundamentales que nos aporta Joan Tafalla es la que hace a partir de preguntarse si la Revolución rusa, que va a ser el marco interpretativo del movimiento comunista del siglo XX, lo seguirá siendo para la militancia comunista del siglo XXI. Y él nos responde, en primer término, que las lecciones del pasado son imprescindibles al menos para identificar de los múltiples obstáculos que afrontan los proyectos revolucionarios, lo que hace que el estudio de su historia es condición necesaria (página 262). Y en segundo término que “… de acuerdo con lo dicho sobre la cuestión del progreso, la revolución entendida como locomotora de la historia cuyas calderas son alimentadas por el desarrollo de las fuerzas productivas ha sido descartada hace mucho tiempo. Las fuerzas productivas desencadenadas hace décadas que se han convertido en fuerzas destructivas. La ideología del progreso infinito proveniente de la Ilustración fisiocrática conminó al marxismo inventado por la segunda internacional, y que fue heredada por las sucesivas internacionales, ha tenido como resultado inesperado favorecer los mecanismos de acumulación del capitalismo. Pero éste, en su desenfrenado y caótico desarrollo conduce el tren de la humanidad hacia el colapso ambiental, hacia el desastre humanitario, hacia la guerra, hacia la barbarie”, ofreciéndonos una perspectiva similar a la que propone Walter Benjamin al que nuestro autor cita, afirmando que “… el sentido de la revolución del siglo XXI debe atenerse más que nunca a la advertencia de Walter Benjamin: «Tal vez las revoluciones son el gesto de agarrar el freno de seguridad que hace la humanidad que viaja en este tren»” y por tanto continúa diciendo “Ha llegado la hora de hacerle caso” (páginas 263-264).
Por lo tanto en síntesis, un libro muy valioso para el estudioso de la historia y para el activista, ya que es el producto de la reflexión de un historiador militante.
1 Tal y como escribe Hegel, “el búho de Minerva levanta el vuelo al anochecer “, después de la experiencia viene la reflexión sobre la misma.
2 Lenin tituló una de sus obras más conocidas como el propio título del libro principal de Chernyshevski: ¿Qué hacer?
3 Marx, El Capital, libro 1ro. Vol. 2, 616.