Fuerte controversia detrás de la plataforma de mensajería más influyente del mundo
La aplicación creada por Pável Dúrov desafía a gobiernos y fuerzas de seguridad con su política de privacidad, mientras se convierte en un arma de doble filo en la arena política y social global.
Pavel Durov en Barcelona, España, en 2016.
Telegram es una aplicación de mensajería instantánea y una plataforma de comunicación que permite a los usuarios enviar mensajes de texto, realizar llamadas de voz y video y compartir archivos multimedia en la nube, además de muchas otras funcionalidades. Fue lanzada en 2013 por los hermanos Nikolái y Pável Dúrov, los mismos fundadores de la red social rusa VKontakte (VK).
Hasta aquí, todo parece normal: una aplicación más entre las muchas disponibles para mantener el contacto con amigos, familiares o compañeros, que además te permite informarte a través de canales de medios de comunicación. Sin embargo, Telegram se ha convertido en un fenómeno singular, citado frecuentemente en los medios y vinculado a estrategias políticas exitosas. En España, sin ir más lejos, hemos visto cómo Podemos utilizó la plataforma con fines organizativos en sus inicios y, más recientemente, cómo el derechista Alvise sorprendió al obtener escaños en el Parlamento Europeo apoyándose fundamentalmente en su canal de Telegram. ¿Qué hace a esta aplicación tan poderosa y, sobre todo, por qué su fundador y CEO, Pável Dúrov, está en la mira de gobiernos y agencias de seguridad?
La respuesta radica en su firme política de privacidad y la negativa de Dúrov a proporcionar acceso a las autoridades gubernamentales, a priori independientemente de su orientación política. Los primeros conflictos surgieron en su Rusia natal, donde, como líder de VKontakte, ya había enfrentado presiones que lo obligaron a abandonar la empresa. Con Telegram, la historia se repite: el gobierno ruso exigió las claves de cifrado para acceder a los mensajes de algunos organizadores de los disturbios en el Maidan ucraniano, solicitud que Dúrov rechazó. Esto lo llevó a abandonar Rusia en 2014 y a establecer su residencia en lugares como Dubái, San Cristóbal y Nieves, y Francia, países que acogen a multimillonarios como él sin demasiados problemas.
A lo largo del tiempo, Telegram ha sido señalado como un agente desestabilizador en países como China, Irán, India, Indonesia, Pakistán y Brasil. Las acusaciones basculan entre la difusión de bulos y mensajes de odio y el facilitar la organización de grupos paramilitares y terroristas, lo que en ocasiones resulta en la prohibición de la aplicación a nivel local.
Cuando la lista de gobiernos afectados por determinada actividad en Telegram se limitaba a aquellos en la órbita de los BRICS o directamente de aquello que el imperialismo calificaba como «el eje del mal», la labor política y desestabilizadora a través de la plataforma era tolerada e incluso aplaudida desde occidente. Sin embargo, era sólo cuestión de tiempo antes de que esta estrategia se volviera en su contra. En Estados Unidos, durante las elecciones presidenciales de 2020, y especialmente tras el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, Telegram fue acusada de ser una de las plataformas utilizadas por grupos extremistas para coordinarse y difundir desinformación. El propio Dúrov ha narrado cómo el FBI intentó cooptar a uno de sus desarrolladores para implantar una «puerta trasera» en el software que permitiera acceso gubernamental.
La reciente detención de Dúrov en Francia, bajo la acusación de no haber tomado medidas suficientes para frenar el uso delictivo de Telegram y de no cooperar con las autoridades en materias como el tráfico de drogas, contenido sexual infantil y fraude, se da casualmente tras las reiteradas protestas de Israel, que argumenta que canales como ‘Gaza Now’, de gran seguimiento en Oriente Medio, son propulsores del terrorismo yihadista. Paradójicamente, las atrocidades cometidas a diario por el ejército israelí contra los palestinos también se difunden libremente en esta plataforma. En el caso palestino, Telegram cedió parcialmente y eliminó algunos canales considerados cercanos a Hamás, aunque parece que no en la medida que Netanyahu habría deseado.
Una pregunta lógica que podríamos hacernos es por qué Telegram y no WhatsApp, la otra gran herramienta de comunicación, líder en países como el nuestro. WhatsApp es propiedad de Meta (anteriormente Facebook), y por tanto con sede en Norteamérica. A diferencia de Telegram, WhatsApp ha mostrado una gran disposición a colaborar con los gobiernos y las agencias de seguridad en todo el mundo. Aunque WhatsApp también utiliza cifrado de extremo a extremo, la empresa ha implementado políticas para compartir metadatos (como quién está enviando mensajes, cuándo y a quién) y ha cumplido con solicitudes legales en varias jurisdicciones. Mención aparte merece el espionaje masivo revelado en 2019 por medios como The Guardian, conocido como el caso de NSO Group, una empresa israelí de ciberseguridad, y su software Pegasus. WhatsApp se defendió alegando que se trataba de la explotación de una vulnerabilidad del software, y no de un consentimiento tácito… Ya. Por el contrario, el perfil de Pável Dúrov, como en su día lo fue el ya denostado Kim DotCom, parece el de un milmillonario de tendencias capitalista-libertarias con capacidad de resistir y continuar una agenda propia, probablemente porque sepa que el éxito de su producto reside precisamente en esa independencia.
El caso de Telegram pone de relieve una de las grandes contradicciones de nuestro tiempo. Aunque es una herramienta extremadamente útil para la difusión de información al margen de los canales oficiales —a menudo controlados por los intereses del capital— y para la organización política con poca interferencia externa —gracias a sus potentes sistemas de cifrado—, se trata a su vez de un arma de doble filo: fuerzas reaccionarias de diverso pelaje también se benefician de ella para expandir doctrinas destructivas y antipopulares. Urge que las organizaciones progresistas y de izquierda profundicen en la materia y tracen estrategias efectivas sobre cómo afrontar y participar en estos imprevisibles desafíos tecnológicos de gran alcance político y de escala global.
(*) Informático, webmaster de «Mundo Obrero», militante del PCE-EPK en Bilbao