miércoles, 31 de julio de 2024

Los que dan títulos de democracia

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    Pascual Serrano
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27/07/2024

Estudios aparentemente neutros, junto con la colaboración diligente de los medios de comunicación, ayudan a implantar en la opinión pública internacional el concepto de democracia que ellos desean y a estigmatizar a los gobiernos que no son de su gusto















Foto: European Parliament / CC BY 2.0

Los medios occidentales, incluidos los progresistas, se han hecho eco con entusiasmo de un informe del V-Dem Institute sobre el estado de la democracia en el mundo. Básicamente consiste en que una institución privada sueca se permite decir qué países y qué gobiernos son democráticos y cuáles no, los que lo son a medias o los que no lo son nada. Los que están “democratizándose” y los que están “autocratizándose”.

En su índice de democracia, el V-Dem Institute contempla tanto los aspectos electorales (elecciones libres y competitivas en el país) como los liberales (respeto a los derechos civiles y políticos de la ciudadanía). El informe habla de “autocracias cerradas” para China o Cuba, pero si hay elecciones y el resultado no gusta tampoco les vale y les llaman “autocracias electorales” (Argelia, El Salvador, Burundi, Egipto, Hungría, India, Tailandia, Líbano o Rusia).

El resultado es un mapa mundi con colorcitos de cada país según su nivel de democracia. Por supuesto, el rojo es para los países no democráticos y el azul para los democráticos. Y, cómo no, estos últimos son Europa y América del Norte.

Por supuesto, que la gente coma o no, tenga trabajo, vivienda o sanidad es algo irrelevante para el concepto de democracia de los suecos.

Wolkswagen, Kellogg, Facebook, la Agencia del gobierno de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), entre otros, patrocinan el informe sueco que dictamina quiénes son demócratas y quiénes no

El V-Dem Institute tiene entre sus fundadores y patrocinadores numerosas instituciones occidentales, sobre todo nórdicas (Suecia, Noruega y Dinamarca), pero también fundaciones de grandes empresas privadas como la automovilística Wolkswagen o la alimentaria Kellogg que, como todos sabemos, son expertos en democracia.

También está entre sus financiadores el Banco Mundial o la Open Society, la fundación del magnate George Soros. Otros financiadores son Facebook, la USAID (la Agencia del gobierno de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) o el Instituto Republicano Internacional, fundado por Ronald Reagan. Como se puede deducir, todos ellos, agentes internacionales siempre desvelados por el avance de la democracia en el mundo.

Estudios aparentemente neutros como estos, junto con la colaboración siempre diligente de los medios de comunicación, ayudan a implantar en la opinión pública internacional el concepto de democracia que ellos desean y a estigmatizar a los gobiernos que no son de su gusto calificándolos de no democráticos. La connivencia de los medios llega incluso para calificar sencillamente de prodemocracia a los movimientos y activistas que son de su gusto, como el antichino de Hong Kong, por violento que fuera, o inactivo cuando la ciudad era colonia británica y sin ninguna democracia.

Por supuesto, estos expertos en decir lo que es democracia y lo que no, no preguntan a los ciudadanos de sus países democráticos. Si lo hicieran descubrirían lo que revela un reciente estudio de la agencia Ipsos, que preguntó en siete países occidentales y descubrió que más de la mitad dicen estar insatisfechos con la forma en que la democracia está funcionando en su país. La cifra más alta de insatisfacción es en Estados Unidos, con un 56%, seguido de Francia e Italia con 51%. En seis de esos siete países, la mayoría de la gente dice que la economía está amañada en beneficio de los ricos y poderosos, en lugar de trabajar en beneficio de todos. Así lo perciben más de dos tercios en Italia (72%), Reino Unido (71%) y Francia (69%), y aproximadamente dos de cada tres en EE.UU. (67%).

Otro encuesta reciente mostró que en tres Estados miembros de la UE (Francia, Grecia y Hungría) la mayoría piensa ahora que ya no vive en democracias libres.

Tampoco le preocupa a los calificadores de democracias, el camino del dinero de los partidos políticos. Por ello no se plantean que del 70% de las donaciones privadas a los partidos europeos no se sabe su origen. Esto se ha sabido tras un análisis de más de 1.000 documentos financieros de 300 grupos políticos del continente, coordinado por la organización Follow The Money.

En conclusión, cuando alguien nos venga a decir lo que es democracia y lo que no, lo primero es saber quién la paga, y lo segundo, lo que piensan los ciudadanos. Y, por supuesto, saber si antes de disfrutar de la democracia, pudieron comer los días anteriores.