Realmente, con la extensión del imperialismo y las nuevas formas de colonización y dominio mundial, el clásico concepto de “aristocracia obrera” se podría aplicar a una buena porción de la fuerza de trabajo de las formaciones socioestatales centrales del Sistema Mundial capitalista, como ya anunciara el Ché Guevara en los años 60 del siglo pasado (los comunistas chinos insistieron, por ello mismo, en que a la contradicción principal del capitalismo, entre el Trabajo y el Capital, había que añadir la explotación imperial -algo que algunos marxistas iluminados no terminan de ver con buenos ojos todavía hoy-). Una explotación de la que durante décadas se excluiría en alguna medida el “Segundo Mundo” o Mundo Socialista.
La “renta imperialista”, según formulación de Samir Amin, permitía el desarrollo del Estado Social en las formaciones centrales (el “desarrollo” en general de las mismas a costa del subdesarrollo de las demás, según Gunder Frank) y con ello la fidelidad de la mayor parte de su fuerza de trabajo al régimen del capital central, que además ejercía de escaparate para una parte muy importante del resto del proletariado del mundo, ese que desempeña su condición en las formaciones socioestatales de capitalismo dependiente o atrasado, impulsando la “pulsión migratoria” y con ella la disposición a discreción para el capital de un ‘ejército laboral de reserva mundial’ de características ciclópeas.
Circunstancia que a su vez llevaría al abaratamiento general de la fuerza de trabajo y a su consiguiente pérdida de poder adquisitivo o capacidad de autorreproducción, sólo paliada en el último tercio del siglo XX mediante el crédito y la permanente escalada de la deuda.
La esquilmación de recursos del resto del planeta, la superexplotación de una creciente parte de la fuerza de trabajo mundial, el destrozo de sus condiciones de vida, el aprovechamiento de sus riquezas social y natural construidas o preservadas durante siglos, la destrucción de sus sociedades, permitieron el mantenimiento de la renta imperialista y con ella la perpetuación de la integración más o menos cómplice en el orden capitalista de la clase trabajadora de los Centros del Sistema.
Pero hoy que, en la estela de la Conferencia de Bandung, y quizás poco a poco de la Tricontinental y de la Internacional Socialista, ha vuelto a despertar un Mundo Emergente que desafía la continuidad de la explotación mundial por parte del Imperio Occidental, las condiciones de vida (laborales y sociales) de la “aristocracia trabajadora” primermundista van resintiéndose (se reduce la parte del botín que la clase capitalista reparte con ella).
Si a ello sumamos la decadencia del propio modo de producción capitalista (arrastrada por el deterioro de su tasa media de ganancia y de la consiguiente obturación de la acumulación de capital), es más fácil de entender que la creciente degeneración social se extienda más y más en los que se llamaron a sí mismos “países desarrollados”, con especiales consecuencias dañinas para su clase trabajadora, sobre todo la que ocupa los escalones más bajos del “mercado” laboral.
En estas condiciones, el intento de preservar los privilegios del imperialismo (del “bienestar”) se convierte en un sueño nostálgico para la golpeada fuerza de trabajo primermundista, con concreciones políticas altamente reaccionarias.
Una parte creciente de ella se enrosca sobre sí misma pidiendo al Estado protección contra “los otros” (como si el Estado fuera un ente social en favor del conjunto de la población) y en adelante mirará como rival o incluso “enemiga” a la clase trabajadora del resto del planeta. La inmigración se convertirá, por tanto, entre otros nódulos básicos de esa reacción, en elemento principal de las contiendas electorales.
Siempre centrarse en, y reaccionar contra los más débiles, contra los que han padecido más y contra los que han sustentado el propio “bienestar”, nunca contra los poderosos ni contra el Sistema que ha generado la degradación mundial de las condiciones de vida: ese será el “caldo primitivo”, nutriente, de las fuerzas políticas del capital en más y más lugares del planeta, porque esa escala de rechazo racista-xenofóbico, ese clasismo irracional entre la propia clase trabajadora se puede aplicar en una escala descendente de parias, de unas sociedades a otras, pues no pensemos que tales posturas y artilugios políticos son exclusivos de las fuerzas políticas de “extrema derecha”.
Antes bien, el proceso de renazificación es propio de un Sistema en degeneración, cuya clase capitalista necesita además, y por tanto, crecientemente de la Guerra para seguir aprovechándose del hábitat planetario y de su fuerza de trabajo.
Preparar para la Guerra, para el enfrentamiento, para la animadversión (camino del odio), para el rechazo de los otros (siempre que no sean los verdaderos enemigos de clase, siempre que se desvíe la atención sobre los poderosos de la Tierra) es la razón de ser de ese proceso de renazificación. En Europa lo sabemos bien, de Ucrania, para abajo, pasando, claro está, por los países bálticos y escandinavos.
Las “derechas extremas” no son sino instrumentos políticos que traducen la degeneración del capital, favorecidos también por la ya longeva integración socialdemócrata en la barbarie capitalista y por la subordinación de las “nuevas izquierdas” (incluida la mayor parte de los PCs clásicos) a esas mismas socialdemocracias neoliberales.
La guerra contra la Pobreza cobra así más fuerza, pero no en pro de la justicia social, no, sino para apartarla de la vista, devolverla para que la masacren a sus sociedades destruidas por las guerras del Imperio, con sus paramilitares, sus yihadistas o sus mercenarios. Eliminarla, en definitiva (ver nota abajo).
Pero no se puede, porque el Sistema es una máquina cuántica de generar Pobreza, Miseria, Sufrimiento, Muerte…
¿Qué pasará cuando el empobrecimiento de la clase trabajadora alcance, aun así (después de haberse vuelto contra la Pobreza ajena), niveles intolerables dentro de las formaciones de capitalismo avanzado?
La historia está siempre abierta, pero el nazismo (el proceso de renazificación social) está previsto y diseñado también para esa contingencia.
De ahí que sea imprescindible reaccionar ya, organizarse hoy mismo, contra él. Y contraprogramar su proyecto de formación de conciencias egotistas, a-empáticas, brutalmente alienadas.
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(Por la organización a la formación social. De la formación a la organización aglutinadora de fuerzas de transformación en favor de las grandes mayorías del mundo).
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Adjunto hoy un artículo de mpr21, que habla de la colaboración entre la socialdemocracia y el llamémosle para ser condescendientes, “neo-fascismo” (ya sabéis que en estas páginas vengo insistiendo sobre la inquebrantable y consecuente colaboración de larga data entre el Impero Occidental y el nazismo):
El fantasma de ‘la ultraderecha’ lo ha promocionado ‘la izquierda’ domesticada – mpr21
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Nota: Con la inmigración se tendrán que levantar barreras cada vez más colosales, según el Imperio Occidental destruye las condiciones de vida en el mundo, pero también las poblaciones xenófobas tendrán que pugnar contra su propio empresariado, que depende de ese ‘ejército laboral de reserva’ para seguir deshaciendo las condiciones laborales de su fuerza de trabajo –
Ver la entrada LAS MIGRACIONES HUMANAS EN EL CAPITALISMO. MOVILIDAD DE LA FUERZA DE TRABAJO DE RESERVA – El blog de Andrés Piqueras (andrespiqueras.com)-.
La unidad de lucha entre la clase trabajadora mundial es la única vía para evitar ello, y no la pugna cainita y racializada entre sí. Por eso el internacionalismo es el movimiento de la humanidad por su dignidad, contra el capital.
- Andrés Piqueras es profesor de la Universidad San Jaume I
(Observatorio Crisis)