- Interesante artículo y más su perspectiva de entender a Lenin al que aporto dos elementos centrales del leninismo: cuando hablamos del imperialismo debemos centrarnos en la denuncia de la intervención yanqui en Ucrania penetrando a la OTAN hasta la frontera con Rusia, que es el elemento central de provocación imperialista y por lo tanto la intervención rusa, es en pleno derecho en defensa de su soberanía y donde el genocidio en Palestina, es la consecuencia de la acción de un pueblo que aprovecha el momento más débil del imperialismo para a costa de sus vidas, superar la cárcel y explotación en la que vivían desde mediados del siglo pasado y el segundo tema está, en que un partido más abierto o más cerrado según las libertades no determina el concepto leninista de partido, sino tal como plantean los propios estatutos del PCE, aunque es al que menos caso le hacen; además de cotizar y asistir a las reuniones es la de participar en alguna organización de masas o sea sindical, vecinal o estudiantil, en concordancia con Lenin o Gramsci, trabajando para lograr la hegemonía en el movimiento obrero organizado y en la clase obrera en general como línea política de masas y la gran experiencia comunista en España bajo la dictadura franquista, construyendo sindicato de clase en la fábrica y sector, en el barrio y pueblo y en los centros de estudio. Nota de Alonso Gallardo
- VÍCTOR RELOBA
“No podemos sacar sus textos para justificar cualquier postura. Es necesario utilizar la manera en que comprendía la política para aprender y volcarla hacia la propia clase obrera”
El centenario del fallecimiento de Vladimir Lenin está ayudando a recuperar su pensamiento con numerosas novedades editoriales. Una de las más interesantes, por su vocación de actualizar el leninismo y llevarlo a nuestro presente es “Usar a Lenin”, obra publicada por Atrapasueños.
Su autor, Jesús Rodríguez Rojo (1994, Sevilla) es actualmente el secretario político de la UJCE, docente en sociología e investigador con ensayos previos publicados. En esta entrevista nos acerca la medicina del leninismo a Mundo Obrero. Como ya decía el poeta Roque Dalton, el capitalismo es un dolor de cabeza y el comunismo será una aspirina del tamaño del sol.
VÍCTOR RELOBA: Acabas de publicar «Usar a Lenin», con una portada muy sugerente (diseñada por Fernando Ramírez) que hace una analogía entre Lenin y un medicamento. Entonces, te quería empezar preguntando: ¿ante qué síntomas contemporáneos crees que habría que recetar leninismo?
JESÚS RODRÍGUEZ: La portada fue idea del propio Fer, desde el principio se le ocurrió esta idea de pensar el leninismo como una suerte de medicamento, con su prospecto y su aviso de “mantener siempre al alcance de la clase obrera”. Y el síntoma, por excelencia, es el que estamos viviendo: la guerra de clases en la que estamos sumidos. Adopta muchas formas: la primera de ellas, la explotación y el abuso patronal, como la sufrimos hoy en nuestro país. Hay otras formas, todavía más cruentas, como el genocidio que presenciamos del pueblo palestino, que no deja de ser expresión de la lucha de clases… Nadie como Lenin supo ver que para una situación de guerra hacen faltas ideas para la guerra. Eso es lo que nos ofrece el líder bolchevique.
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V.R.: A nivel más interno, mirando hacia dentro del movimiento obrero, ¿qué síntomas nos llevarían a recetar leninismo?
J.R.: Vivimos en un momento en el que cuesta mucho ser leninista, pero es muy fácil reivindicar a Lenin. Es curioso que incluso algunos líderes de la derecha se aproximen a su pensamiento. No hay que olvidar que Carl Schmitt, por ejemplo, el intelectual nazi, le prestó atención. Corremos el riesgo de que Lenin se convierta en una suerte de autor pragmático, una especie de Maquiavelo actualizado.
Lenin es un pensador que debemos mantener a buen recaudo dentro de la tradición del movimiento obrero, como deberíamos hacer con Gramsci. También comento en algún momento del libro que Gramsci ha sido absolutamente manipulado y parece que es posible una suerte de “gramscismo de derechas”. Lenin todavía no ha corrido esa suerte, pero está cerca: se le menta para todo tipo de cosas, se le manipula. Frente a quienes manipulan a Lenin para sus propios intereses, yo creo que hay que usarlo. Lenin no puede estar conservado en formol, no podemos sacar sus textos para justificar cualquier postura, sino que es necesario utilizar la manera en que comprendía la política para aprender y volcarla hacia la propia clase obrera, que es hacia quien Lenin siempre pensó.
“No podemos enfrentar al Estado con movimientos parciales y espontáneos. Hay que hacer un trabajo colectivo, articulado y coordinado a largo plazo. Y ahí está el Partido”
V.R.: Con esa idea de no citar los textos de Lenin, sino aprender de ellos, y siguiendo con la metáfora, ¿cuáles serían entonces esos “principios activos” del leninismo, esas virtudes que tenemos que reaprender hoy?
J.R.: Yo planteo tres vértices sobre los que pensó Lenin prácticamente durante toda su vida. Y que además no se pueden enunciar en cualquier orden. Yo planteo que es el imperialismo, como una forma de entender el capitalismo inherentemente mundial. La segunda sería el Estado: entender que la política está centrada en el Estado. Un leninista es alguien que va a la guerra, a cavar trincheras, no a plantar semillas, que es un poco la alternativa que desde el autonomismo y otras tradiciones se trata de plantear. Ser leninista es estar dispuesto a dar una batalla y vencer. Y para enfrentarnos al Estado, aparece el tercer eje, que es el partido.
V.R.: Decías que Lenin se plantea el Estado como una cuestión de guerra. ¿Cómo caracteriza Lenin el Estado y cómo deberíamos caracterizarlo nosotros?
J.R.: Lenin entiende el Estado como una herramienta en manos de la clase capitalista, en resumidas cuentas. Podría hilarse más fino. Su pensamiento es muy rico en ese sentido. Lo que pasa es que creo que nunca llegó a superar una visión un poco, no sé cómo decirlo, “instrumental” del Estado. Una visión en la que el Estado dependía de una clase. Y sin duda, en un Estado burgués, el poder recae sobre la clase que goza de la propiedad de los medios de producción. De eso no cabe duda. Pero, con todo, tenemos que intentar pensar el Estado un poquito más allá, como una entidad que no representa a la clase capitalista como un ente articulado y a veces parece que omnipresente, como que la clase capitalista piense todo lo que hace el Estado. Creo que no es así, sino más bien una expresión política del capital en su conjunto. O sea, una expresión política de la realidad del metabolismo social en general. Creo que esa sería una caracterización algo más precisa, que tampoco creo que deje de ser leninista, pero que sí que nos obliga a avanzar sobre lo que hizo Lenin.
Decir esto no puede entenderse como un sacrilegio. Si hay una actitud leninista esa es la de hacer ciencia en tiempos de guerra (en los que se dice que la verdad es la primera víctima). Por eso, si es necesario matizar o profundizar nociones, no debemos andarnos con cultos al texto o dogmatismos. Semejantes tentaciones, lejos de acercarnos al “espíritu de Lenin”, nos alejan de nuestro muy leninista deseo de vencer.
V.R.: Y para tomar el Estado o disputar posiciones dentro de él, ¿cómo plantea Lenin la cuestión del partido?
J.R.: No es evidente que exista una “teoría leninista del partido”, o tal vez sería más preciso decir que hay varias, porque el ¿Qué hacer?, por ejemplo, que es uno de sus libros fundamentales, tiempo después lo fue matizando. Cuando el partido se encontró en una situación de clandestinidad, el partido era un partido mucho más cerrado y más, digamos, militarizado. Después habría un partido mucho más abierto y amplio, más aún cuando el Partido Comunista ha tomado ya el poder. Todos esos partidos son diferentes, pero tienen elementos en común.
El fundamental, digamos, sería el centralismo democrático, que nos debería ayudar a entender precisamente el partido como lo que es. El partido no es un fin, el partido es un medio para tomar el poder político. No podemos enfrentar al Estado —que es una estructura totalmente jerarquizada, burocratizada y muy eficiente— con movimientos parciales y espontáneos. Hay que hacer un trabajo colectivo, articulado y coordinado a largo plazo. Para lograrlo no se ha inventado nada mejor que el partido.
V.R.: ¿Qué significa para ti que, en el XX Congreso, el PCE decidiera recuperar el leninismo?
J.R.: Es una gran conquista. Aunque todavía se pueda profundizar más, es un salto hacia adelante necesario para reconocernos en una estructura que no sea la de un partido más, no uno en el sentido burgués y como existen muchos. Un partido en el sentido preciso de “una plataforma de organización”, no es una plataforma electoral, ni de participación.
El partido está para organizar al movimiento obrero en sus muy diversas formas. No solo para hacer campañas electorales, sino para vehicular diferentes luchas, ponerlas en relación y organizarlas en torno a un proyecto común, guiado por un programa. Eso es retomar el leninismo, al menos como yo lo entiendo.
“El leninismo no solo se aprende en formas académicas, ni mucho menos manualescas. Hay que entender el leninismo como una forma de actuar conscientemente en cada momento”
V.R.: Concluyo con otra cosa interesante de la portada, en vez de ingerir el leninismo por “vía oral” (como los medicamentos), aparece la expresión “vía manual e intelectual”. ¿Qué significa esto para ti?
J.R.: Tiene que ver con que el leninismo no solo se aprende en formas académicas, ni mucho menos manualescas. Soy muy crítico con esta diferenciación, a veces pasada por leninista, entre teoría y práctica. Al menos cuando esconde una escisión entre el hacer y el pensar. Ejecución y pensamiento no son elementos que se mantengan separados, ni que deban concebirse aisladamente. Por eso creo que hay que entender el leninismo como una forma de actuar conscientemente en cada momento.
Uno tiene que demostrar esa noción de “cuadro” no solo cuando le pregunten a uno por qué entendía Lenin por “empiriocriticismo”, como me preguntaban el otro día, sino cuando se pregunta por si ponerse o no una pegatina en una manifestación o cuando hay que trabajar montando una barra. Todo eso son formas de practicar la acción revolucionaria y también de entender el leninismo que, insisto, tiene que ver también con disciplina, con una forma de trabajar políticamente.