viernes, 14 de junio de 2024

EL CASO DEL PERIODISTA PABLO GONZÁLEZ Y ALGUNAS CUESTIONES SOBRE EL PROGRAMA IMPERIALISTA EN EUROPA DEL ESTE


 
 



El periodista lleva más de 800 días preso sin, al parecer, haberse presentado prueba alguna contra él, y el Gobierno de España no está tomando cartas en el asunto para exigir al Gobierno de Polonia su vuelta a casa. 

Recibimos con profundo dolor la noticia de que a finales de mayo Polonia ha prorrogado por novena vez la prisión provisional al periodista vizcaíno Pablo González. Creemos que no podemos dejar de hablar de su situación y de seguir reivindicando su inmediata liberación. 

El pasado 25 marzo, cuando Pablo cumplió 789 días preso en Polonia, el Partido Comunista de Euskadi y Gazte Komunistak (@gaztekomunistak_epk) celebramos una charla en el “Ezker Kultur Gunea” de Basauri con la asociación #FreePabloGonzález. Desde Gazte Komunistak, juventud del PCE-EPK, reafirmamos nuestro absoluto compromiso con la liberación inmediata de Pablo, para que este pueda volver a Euskal Herria con su familia y siga ejerciendo la necesaria labor periodística que realizaba. A su vez, exigimos que el Gobierno español deje de lado el silencio cómplice y ponga en marcha todos los mecanismos diplomáticos existentes para traer a Pablo de vuelta a casa. 

Hoy, hablar de Pablo González se ha convertido en mucho más que hablar de Pablo González, y, por eso, escribimos este artículo a modo de reflexión y reivindicación. Es imprescindible que PCE trate el caso de Pablo en cada núcleo, en cada barrio y en cada espacio en el que esté presente. Es importante exigir la vuelta de Pablo, y, para ello, entender el escenario geopolítico internacional en el que se encuentra la clase obrera. 

El análisis que acompaña este artículo únicamente está suscrito por algunos militantes de Gazte Komunistak, por lo que no se puede atribuir las posturas políticas del mismo a la asociación #FreePabloGonzalez ni a todos aquellos que luchan por el objetivo más urgente: traer a Pablo a casa. 

– ¿Quién es Pablo González? 

A estas alturas, puede parecer extraño que alguien desconozca quién es Pablo González, pero, desgraciadamente, muy pocos medios de comunicación se hacen eco de la terrible injusticia que padece. 

Pablo González es nieto de un “niño de la guerra”. El PCE conoce bien esa amarga realidad, ya que participó activamente en la organización del exilio de miles de niños a la URSS durante la Guerra Civil (1936-1939) tras el levantamiento fascista. Por eso, Pablo, hijo de Alexei Rubtsov y María Elena González, nació en la Unión Soviética y fue inscrito en el registro civil con su nombre ruso: Pavel Alekseevich Rubtsov. Con 9 años, tras la separación de sus padres, se mudó con su madre a Barcelona donde se registró con su nombre en español y los apellidos maternos: Pablo González Yagüe. Su mujer Oihana ha mencionado en varias charlas que le gusta que le llamen Pavel, y así vamos a nombrarle también en este artículo. Hasta su detención vivía en el pequeño pueblo de Nabarniz (Bizkaia) junto con su mujer e hijos. 

Pavel es licenciado en Filología Eslava por la universidad de Barcelona y tiene un máster de estudios estratégicos y seguridad internacional, y otro en periodismo multimedia. Actualmente se está doctorando en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Se ha especializado en las antiguas Repúblicas Soviéticas y lleva más de diez años cubriendo conflictos armados entre los que se encuentran el conflicto del Alto Karabaj, donde vivió de cerca un bombardeo, o la guerra civil de Ucrania que se desencadenó en el año 2014. En su blog comparte artículos y entrevistas que ha realizado durante su carrera profesional. Pavel es un periodista reputado que ha trabajado para distintos medios, como Gara, Público, Naiz o La Sexta. También ha hecho numerosos reportajes y entrevistas cubriendo el conflicto de Ucrania. Quien indague en sus artículos verá que ha realizado entrevistas a personas y entidades de cualquier bando e ideología (como es el caso del batallón de Azov en Ucrania, cuya ideología fascista y rusófoba son sumamente conocidas). 

Cuando en 2022 el periodista se encontraba haciendo una retransmisión en directo para La Sexta, durante su penúltimo viaje a Rusia, fue interrogado por los servicios de inteligencia ucranianos, acusado de espionaje e invitado a abandonar el país. Más adelante, cuando el periodista se encontraba de nuevo en Nabarniz y comenzó la intervención de Rusia, Pavel decidió viajar a Polonia para cubrir el éxodo de refugiados entre las fronteras de Ucrania y Polonia. Allí, los servicios de inteligencia polacos detuvieron a Pavel acusándolo de espionaje y encerrándolo en la prisión polaca de Rzeszów. 

Desde entonces, Pavel se encuentra en un módulo de aislamiento sin apenas contacto con otros reclusos y teniendo una comunicación muy escasa con su familia. En Polonia no se contempla un límite máximo para la prisión preventiva, y el 24 mayo de 2024 Polonia ha prorrogado por novena vez su permanencia en la prisión. El periodista lleva más de 800 días preso sin, al parecer, haberse presentado prueba alguna contra él, y el Gobierno de España no está tomando cartas en el asunto para exigir al Gobierno de Polonia su vuelta a casa. 

Quien quiera encontrar información más detallada acerca de la situación de Pavel puede hacerlo entrando en la página web de la asociación #FreePabloGonzalez. Hoy, ante el silencio cómplice de los grandes medios de comunicación que callan ante el encarcelamiento de un compañero, son sus amigos del máster y familia quienes ponen todo su esfuerzo en visibilizar el caso y poder traer a Pavel de vuelta a casa. 

– Algunos apuntes sobre el imperialismo otanista para comprender el silencio generalizado sobre el caso de Pavel González. 

¿Por qué un caso tan escandaloso no tiene apenas repercusión mediática? ¿Por qué hay un silencio generalizado de todos los partidos políticos ante semejante situación? Para responder a estas preguntas hay que alejarse un poco del caso concreto de Pavel, elevarse del problema particular para analizar la coyuntura internacional. Así, podremos comprender que hay una serie de intereses geopolíticos de la oligarquía financiera otanista que influyen de manera directa en que no convenga atender este caso y asegurar justicia para Pavel. 

La etapa imperialista en la que vivimos se caracteriza por la hegemonía de EEUU sobre el conjunto de potencias imperialistas con el fin de oprimir y explotar a tantos países como sea posible. Fruto de ello vemos tiranteces entre las potencias imperialistas, agresiones de las potencias imperialistas a los pueblos que saquean y sojuzgan o tratan de sojuzgar y la lucha de dichos pueblos por liberarse. El intercambio mundial que estableció hace tiempo el capitalismo y que entrelaza el destino de todos los pueblos del mundo provoca que en lo que en apariencia es un conflicto meramente regional se esté jugando el devenir de todos los pueblos. Estos conflictos, como lo son ahora el de Ucrania y Palestina, se convierten en el centro del tablero imperialista. En la coyuntura actual del imperialismo, la oligarquía financiera atlantista y su organización armada criminal, la OTAN, están perdiendo la hegemonía mundial frente a un mundo multipolar encabezado por la China y por una Federación Rusa que ha recuperado su independencia nacional tras el desastre de los años noventa., Contra el nuevo contexto que emerge, las potencias imperialistas tratan de mantener y ampliar su dominación sobre los distintos pueblos del mundo y el proletariado internacional. 

Desde la desaparición de la URSS y las antiguas Repúblicas Populares a finales del siglo XX, los pueblos de Europa del Este han sido un objeto de expolio y expansión de la Alianza Atlántica. El conflicto de Ucrania es parte de este escenario de disputa en el que la oligarquía financiera estadounidense está dispuesta a promover todo tipo de movimientos que refuercen su hegemonía sobre la región. El objetivo imperialista estadounidense era, y sigue siendo, expandirse al este, bloquear el avance de las relaciones entre Rusia y el resto de Europa (para mantener débil y subordinada a la Unión Europea Frente a EE. UU.), tratar de fragmentar a la Federación Rusa y expoliar sus enormes recursos, y, por último, enfilar contra el gran enemigo estratégico del imperialismo: la República Popular China. El principal suministrador de gas natural hasta la destrucción de los gasoductos Nordstream I y II (por parte de EE. UU.) era la Federación Rusa. EE. UU. sabe que, si Rusia se convierte en suministrador de hidrocarburo barato para la UE, puede convertirse en un actor de primer orden mundial. Es por esto por lo que Ucrania ha sido la bala del imperialismo yanqui para acelerar esta ruptura económica. 

El fascismo, esta vez el ucraniano, una vez más ha sido la mano que dispara la pistola del occidente democrático. G. Dimitrov acertaba en su informe al VII Congreso de la Internacional Comunista definiendo el fascismo como “… el poder propio del capital financiero. Es la organización del ajuste de cuentas terrorista con la clase obrera, y el sector revolucionario de los campesinos y de los intelectuales”. Financiado y armado por la oligarquía occidental, el fascismo ha sido la pieza fundamental con la que ahogar con sangre cualquier estructura que permaneciese en pie de la antigua Unión Soviética y fomentar la división entre los pueblos en favor de la oligarquía financiera de los países otanistas  [1]

De este modo, lejos del relato que han vendido los medios occidentales sobre el conflicto de Ucrania, la guerra no comenzó el 24 de febrero de 2022 con la intervención militar de la Federación Rusa. 

La guerra en Ucrania (que no los orígenes del conflicto) comenzó con el golpe de Estado organizado por EEUU en febrero de 2014, al que se ha denominado “Euromaidan”, y la persecución y asesinato de la población ucraniana del este que no se sometía. Los medios de comunicación europeos celebraron este golpe de Estado y vendieron el relato de los millones de luchadores por la libertad que salieron a las calles exigiendo derechos civiles, más democracia y la integración de Ucrania en la Unión Europea, baluarte institucional de los más altos valores del progreso. Lejos de estos relatos propagandísticos, el Euromaidan fue una revuelta fascista paramilitar promovida por la OTAN y la UE con el objetivo de derrocar al presidente Víktor Yanukovich y someter a Ucrania a la dirección de la oligarquía financiera atlantista. 

El fascismo, representado por el ultranacionalismo ucraniano, comenzó una persecución contra los que se posicionaron en contra del Euromaidan, ocupando sedes de Partidos Comunistas y perpetrando numerosos ataques como el incendio a la sede del Partido Comunista en Chernivtsi o la quema de la Casa de los Sindicatos de Odessa. Este último ataque se cobró la vida de decenas de militantes comunistas, entre los que se encontraba el joven Vadim Papura, de 17 años, miembro de las Juventudes Comunistas. Una gran parte del pueblo ucraniano, con cultura rusa y un gran sentimiento antifascista labrado desde la victoria soviética en la Gran Guerra Patria (1941-1945), contestó con protestas ante el auge del fascismo y la rusofobia que se estaban imponiendo. De este modo, comenzaron grandes movilizaciones antifascistas contra el Euromaidan en ciudades como Mariupol, Donetsk, Lugansk, Odessa, Kramatorsk etc. 

Las protestas y los conflictos aumentaron en la región. Los grupos neonazis comenzaron a formar ejércitos regulares. Los mineros, obreros, profesores y un sector de la pequeña burguesía tomaron las armas para defenderse de los ataques del fascismo, que estaba asediando a la población civil de Ucrania del este. En marzo de 2014, el territorio de Crimea declaró su independencia respecto a Ucrania. Pronto apareció la Guardia Nacional de Ucrania, dependiente del Ministerio del Interior de Ucrania, la cual contaba con unidades abiertamente reconocidas como fascistas como son el Batallón Especial del Donbass, el Regimiento Dnipro 1, el famoso Regimiento Azov, etc. Desde ese año, la OTAN viene formando militarmente a unos 10.000 soldados ucranianos anualmente.

Los nazis en el ejército de Zelenski.

El 14 de abril de 2014, el presidente de Ucrania tras el golpe de Estado, Alexandre Turchnikov, lanzó la denominada “operación antiterrorista”, movilizando a los distintos batallones fascistas para hacerse con los pueblos del este y sus zonas estratégicas, acabar con los lazos rusos y la resistencia de los pueblos del este. Sin embargo, el pueblo del Donbass plantó cara a la ofensiva ucraniana, Donetsk declaró su independencia el mismo mes de abril y Lugansk al mes siguiente, fundando las Repúblicas Populares. Las hostilidades no cesaron y el ejército ucraniano bombardeó el aeropuerto de Donetsk el 26 de mayo. 

Desde entonces ha habido intentos de establecer la paz en la región. En septiembre de 2014 se firmó el protocolo de Minsk con las Repúblicas del Donbass, Rusia y Ucrania, y tras su incumplimiento sistemático, se firmó el Minsk II en 2015 (esta vez junto con Francia y Alemania). El incumplimiento de los acuerdos de Minsk no viene tras el reconocimiento de Rusia de las Repúblicas Populares del Donbass en 2022, sino de los ataques sobre la población civil por parte de Ucrania que, desde el año 2015, nunca cesaron. Esta realidad la conocen bien las escuelas y orfanatos bombardeados desde esta fecha, así como los internacionalistas como el hispano-colombiano Alexis Castillo que, en un acto heroico, partió desde Zaragoza a frenar el avance del fascismo en Ucrania. 

Desde entonces y hasta la entrada de Rusia en el conflicto, Ucrania ha sido un país que ha destacado por su vulneración sistemática de los Derechos Humanos, la ilegalización de los sindicatos y partidos políticos, la persecución de toda disidencia política y la represión de todo elemento cultural relacionado con Rusia. Los hermanos Kononovich y el Partido Comunista de Ucrania han sufrido esta represión de primera mano. Marx acertaba describiendo la dominación británica en las Indias cuando decía que “la profunda hipocresía y la barbarie propias de la civilización burguesa se presentan desnudas ante nuestros ojos cuando, en lugar de observar esa civilización en su casa, donde adopta formas honorables, la contemplamos en las colonias, donde se nos ofrece sin ningún embozo”. 

Y pese a toda la barbarie contra la humanidad que se estaba cometiendo en Ucrania, los medios de comunicación no dejaban de proyectar la imagen de un pobre país sometido que era amante de la libertad; callando que esta “libertad” era únicamente para decidir si se quería pensar como el Ministerio del Interior o acabar encarcelado. 

– Volviendo al inicio, ¿qué tiene que ver Pavel en todo esto? 

Como ya se ha señalado previamente, Pavel se ha dedicado a informar sobre el conflicto en Ucrania desde hace años. Su impecable trabajo le ha llevado a colaborar en muchos medios, entre los que se incluye La Sexta. Sin embargo, su labor periodística también le colocó en una lista negra realizada por “Open Society Foundation” de la Fundación Soros (reputado magnate anticomunista) en la que se identificaba a periodistas españoles “prorrusos”. En esta absurda lista aparecían nombres como el antiguo parlamentario de Izquierda Unida, Javier Couso, el militante del PCE Javier Parra, el Profesor de la UPV/EHU Asier Blas o el humorista Facu Díaz. Esta es la principal hipótesis que se maneja para entender la detención de Pavel González en Polonia, bajo la disparatada acusación de ser un espía ruso. 

Por otro lado, hay que recordar que Polonia es el país más rusófobo de toda la Unión Europea. Sus lazos con EE. UU. en contra de Rusia, su localización estratégica y su situación, capaz de enviar miles de refugiados hacia la Unión Europea, lo colocan en una tesitura privilegiada en la que ningún país cuestiona su sistemática vulneración de Derechos Humanos (sobre la comunidad LGTB, los refugiados etc.). De ahí que España afirme que Polonia está cumpliendo con los derechos procesales de Pavel cuando se ha producido la novena prórroga de la prisión provisional sin presentar ni cargos ni pruebas en su contra. Se está incumpliendo la Carta de Derechos Fundamentales de la UE y el Convenio Europeo de Derechos Humanos, de los que tanto se alardea, sin que nadie se despeine. 

Pero precisamente, la importancia del caso Pavel González radica en la diferencia existente entre el derecho de los pueblos a la información veraz y la construcción de un relato interesado en beneficio de la Alianza Atlántica. Cuando se desata una guerra, el control de la información, y del relato a transmitir, es un factor fundamental para invertir cantidades ingentes de recursos en la masacre humana e impedir el descontento generalizado de la clase obrera hacia una guerra que le es “ajena”. Los Estados Unidos de América aprendieron bien esta lección cuando su propia población contribuyó de manera activa, junto con la resistencia nacional del pueblo vietnamita, a movilizarse en contra de la guerra en Vietnam. 

Por este motivo, el control de la información es un factor de primer orden. Así se hizo en la guerra de las Malvinas, cuando sólo se permitió entrar a periodistas con militares británicos; en Afganistán, con periodistas tutelados por marines y ataques contra los medios del país; en Yugoslavia, cuando la OTAN bombardeó centros de comunicación con población civil; en Iraq, con el asesinato masivo de periodistas que cubrían la masacre de la población; en Gaza, con el asesinato de cientos de periodistas … No cabe duda de que existe una guerra contra la libertad de información y la libertad de expresión. 

El caso de Pavel encaja perfectamente en esta tesitura. Se encuentra en prisión porque han tratado de convertirlo en una advertencia para todos aquellos periodistas que, como Pavel, quieran cubrir los acontecimientos de manera veraz e independiente. Pavel es un “aviso a navegantes” para todos aquellos que se dediquen a informar y no a hacer propaganda. 

Pavel no es un espía ruso; no es un peligroso comunista ni tampoco un rebelde separatista del Donbass. Si alguien habla cinco minutos con sus amigos o familia se da cuenta en seguida de lo estúpido que esto suena. Pavel es un periodista vasco, nieto de hijos de la guerra. Los enemigos de la humanidad saben que hay una diferencia sustancial entre explicar las raíces e intereses de los conflictos y contar un relato interesado. Una diferencia que puede decidir si un bando gana o pierde. Explicar qué pasa realmente en una guerra imperialista es peligroso. Porque el bando de la OTAN, de EEUU, de la Unión Europea no lucha en beneficio de la clase obrera y la hermandad entre los pueblos.

Notas

Notas
1Para analizar con exhaustividad el proceso de destrucción del antiguo Bloque Soviético mediante el fomento de los grupos nacionalistas y fascistas recomiendo leer la obra “De la URSS a Rusia. Una historia de infamias y resistencias”, del profesor José Antonio Egido. Aquí hay una reseña del libro recomendado