viernes, 21 de junio de 2024

El auge de la ultraderecha (o el fracaso de la izquierda real)



Fuentes: Rebelión

Los resultados de estas pasadas elecciones europeas son contundentes: la izquierda está en claro declive (sobre todo la izquierda real, la izquierda a la izquierda de la llamada socialdemocracia) y la ultraderecha está en claro auge. La sociedad internacional, especialmente en el llamado Occidente (Europa y Norteamérica), vira cada vez más hacia la derecha. No es casualidad que al mismo tiempo que la ultraderecha sube, la izquierda real baje. Y es evidente que, al margen de ciertas peculiaridades y ciertos matices locales, es un fenómeno internacional. Una tendencia a la que poco a poco, tarde o pronto, se van apuntando cada vez más países occidentales.

Como todo acontecimiento histórico, esto ocurre por una multiplicidad de causas interrelacionadas entre sí, no hay una sola causa que lo explique por sí sola. No es objeto de este artículo el analizar rigurosamente todas las causas de este fenómeno que se está produciendo desde hace ya unos cuantos años, sino simplemente hacer hincapié en algunas de ellas, las que tienen que ver sobre todo con la izquierda. En anteriores artículos ya analicé en detalle ese aparente misterio que hace que muchos ciudadanos voten a sus verdugos, pues no puede explicarse ese extraño comportamiento de muchos trabajadores tan sólo por los errores de la izquierda, tan sólo como un castigo hacia las organizaciones izquierdistas. Asimismo, también analicé en otro artículo cómo la derecha usa el  nacionalismo para desviar la atención de las masas, para manipularlas. Es evidente que la derechización de la sociedad internacional obedece a causas que afectan a nivel internacional. El capitalismo es la dictadura casi perfecta. El capitalismo es internacional y por tanto su dinámica también lo es.

El capitalismo está en crisis profunda desde hace unos cuantos años y la gente empieza a dar poco a poco la espalda (al menos temporalmente) a ciertas organizaciones políticas tradicionales para apoyar a otras que le parecen alternativas. La Historia se repite en parte. No por casualidad resurge el fascismo, aunque bajo otras formas, cuando el Sistema entra en profunda crisis. El problema es que en este siglo XXI, a diferencia de principios del siglo XX, la izquierda real está desaparecida en combate. Sin dudas, la caída de la URSS, hace ya más de tres décadas, ha dejado a la izquierda fuera de combate. Incluso su degeneración, antes de dicha caída, ya la estaba dejando fuera de combate. Desde antes del colapso del “socialismo real” la derecha ya estaba tomando la iniciativa (véase el surgimiento del neoliberalismo con Reagan y Thatcher en los años 80 del pasado siglo). Sin dudas, la falta de un rearme ideológico hace que la izquierda esté en retirada. La neoliberalización, como bien expresó David Harvey en su magnífico libro Breve historia del neoliberalismo, puede ser interpretada como un proyecto político para restablecer las condiciones para la acumulación del Capital y restaurar el poder de las elites económicas. En otras palabras, si recordamos que la lucha de clases es el motor de la Historia, el neoliberalismo es fundamentalmente el contraataque del Capital contra las clases trabajadorasEl actual auge de la ultraderecha no es más que el siguiente capítulo en esta guerra de clases. En una guerra, cuando el enemigo está en retirada, desunido, desorientado, desorganizado, sin ideas ni estrategias, es cuando más se avanza en el frente. El auge de la ultraderecha es el fracaso de la izquierda real. Se producen al mismo tiempo porque son lo mismo. En una guerra, cuando avanza uno de los contendientes, retrocede el otro.

Por ahora, en este siglo XXI, el único enemigo del capitalismo, de las élites oligárquicas, es el propio capitalismo, sus irresolubles y profundas contradicciones que hacen acto de presencia con cada vez más intensidad y frecuencia. El monstruo es cada vez más difícil de controlar. Hay que esmerarse cada vez más en intervenir (por ejemplo, rescatando a la banca), hay que cada vez más intensificar (al mismo tiempo que disimular) la propaganda procapitalista entre las masas, etc., etc., etc. Al Capital, en estas circunstancias, sólo le quedan 2 opciones con respecto a su sistema político: liquidar la “democracia” (o vaciarla cada vez más de contenido) o bien redirigir el voto de castigo de los ciudadanos hacia organizaciones que no castiguen en verdad al Sistema, redirigir el voto rebelde hacia posiciones aparentemente rebeldes pero que en verdad asienten el actual sistema capitalista. Así, muchos ciudadanos “castigan” a los partidos políticos tradicionales votando a otros partidos que en verdad harán lo mismo que los tradicionales, incluso más intensamente: defender a las élites capitalistas y atentar contra la mayoría social. Éste es el papel primordial de la ultraderecha: redirigir el descontento popular hacia posiciones políticas que no pongan en peligro el orden capitalista establecido.

Y es que, como bien dijo Bertolt Brecht, no hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado. Por supuesto, a los partidos tradicionales no les cuesta mucho coaligarse con los supuestos radicales de derecha para gobernar, incluso se apuntan a su discurso, pues en verdad no se diferencian más que en las formas y en ciertos matices. Los ultraderechistas dicen abiertamente lo que los derechistas (o incluso supuestos centristas) piensan. Pero ambos actúan básicamente igual, sobre todo por lo que respecta a la política económica (lo que de verdad le importa al poder económico en la sombra). Los ultraderechistas hablan más claro y actúan con más determinación que los derechistas moderados, pero ambos van en la misma dirección, ambos quieren llegar al mismo destino.

En realidad, ambas opciones que decíamos que tiene el Capitalismo en cuanto a su sistema político son complementarias. Desde hace décadas vemos cómo la escasa democracia que tenemos mengua y empeora, al mismo tiempo que la ultraderecha y la derecha van ascendiendo. Salvo algunos episodios excepcionales temporales, como los ocurridos en Grecia y España. Episodios que ya están casi superados. En Grecia ya pasó el peligro. En el país heleno, además, ocurrió de la mejor manera posible para el Capital internacional: un gobierno de izquierda radical que aplica el neoliberalismo a rajatabla. En la cuna de la democracia, Syriza finiquitó la democracia, traicionando al pueblo. ¿Qué mejor manera de asentar el pensamiento único capitalista entre las masas internacionales que un gobierno de izquierda radical que lo aplica, desoyendo el veredicto de su propio pueblo? Y en España parece que va camino de cerrarse un ciclo (salvo que cambie la actual tendencia). El “orden” casi se ha restablecido, salvo algunos coletazos de resistencia que no acaban de desaparecer. El bipartidismo capitalista está ya casi recuperado.

Por supuesto, tampoco hay que olvidar que el pensamiento hegemónico en toda sociedad clasista es el pensamiento de la clase dominante. Los medios de comunicación capitalistas comen el coco día tras día a la ciudadanía para que luego vote en contra de sus propios intereses. Y lo hacen de tal manera que mucha gente no se da ni cuenta de que le están taladrando el cerebro. El capitalismo ejerce una dictadura sofisticada, elaborada, de tal manera que los trabajadores (la mayoría) no son conscientes de que son explotados y manipulados sistemáticamente, manejados como marionetas. Las ovejas negras son aún una minoría, el rebaño se dirige hacia donde el pastor quiere, aunque en ciertos momentos pueda haberse desviado un poco del camino. En España tenemos incluso canales de televisión abiertamente ultraderechistas, que apoyan sistemáticamente a Vox y las ideas que representa. Esta formación, además, obviamente, cuenta con el apoyo económico de las élites capitalistas. ¿Alguien ha visto algún canal de TV anticapitalista?

Recordando algunas de las causas indicadas someramente en este artículo, no es de extrañar el auge de la ultraderecha. Lo que ha sido verdaderamente sorprendente es que haya tardado tanto en España. Y esto nos demuestra que, a pesar de que las élites económicas tienen todo el poder que tienen, de vez en cuando surgen ventanas de oportunidad para que se hagan intentos de superar el estado actual de cosas. Inesperadamente, surge un 15-M, un Podemos, que hace por lo menos durante cierto tiempo temblar el tablero político. Y esto es así porque por mucho que se esmeren los grandes capitalistas, los grandes dueños de nuestra sociedad, su sistema muestra cada vez más signos de ser insostenible. Tarde o pronto (probablemente más pronto de lo que podamos pensar), surgirán nuevas oportunidades. Porque la ultraderecha, o la que se autoproclama simplemente como derecha o centro-derecha, cada vez más escorada a la derecha, o incluso la supuesta izquierda, que ya no sabe lo que significa la palabra “socialista”, que ha convertido el himno de la “Internacional” en una mera pose “progre”, van a profundizar todavía más en la crisis capitalista existencial. Sus políticas harán que tarde o pronto a la gente corriente no le quede más remedio que rebelarse, que despertar, que abrir los ojos. Son incluso capaces de poner en riesgo a la humanidad con una guerra mundial con consecuencias imprevisibles, con tal de no renunciar a este absurdo, ilógico e injusto sistema en el que sólo cuenta el bienestar, mejor dicho, la opulencia, de unas minorías, un sistema que atenta contra el interés general, contra la humanidad entera, incluso contra nuestro planeta.

Por consiguiente, a la izquierda real le queda mucho trabajo por hacer. Como han demostrado los hechos recientes, no vale con montar a toda prisa organizaciones nuevas para asaltar los cielos en las elecciones. No se trata de hacer sprints, sino de maratones. Hay que hacer una labor de fondo, del día a día, de hormiguita, y no de cigarra, para estar bien preparados para que las siguientes ventanas de oportunidad sean bien aprovechadas, para evitar los errores cometidos. Hay que ir construyendo organizaciones sólidas, con suficientes cuadros, con implantación en todos los territorios, con la democracia más directa posible, que no dependan en exceso de liderazgos personales, cuyos liderazgos sean más bien colectivos, donde la enorme labor que hay que hacer sea distribuida por muchas personas, para que no dependa de unas pocas que, inevitablemente, se agotarán. Hay que trabajar por la unidad, combatiendo los estúpidos sectarismos, los personalismos, los oportunismos. Estas lacras de la izquierda que, una vez más, han hecho bien acto de presencia en España.

Sin olvidar la labor ideológica. Hace falta analizar a fondo los errores de la izquierda internacionalSin crítica ni autocrítica no se pueden superar los errores. Hay que rearmarse ideológicamente. Hace falta un marxismo del siglo XXI. Sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria. O ésta es errática, o cualquier cambio que se intente, por poco ambicioso que sea, fracasará o se revertirá. Nada es imparable ni irreversible. La Historia nos lo ha enseñado tozudamente muchas veces. Incluso la Historia reciente. No se puede ganar una guerra si no se es consciente de que se está en una guerra, sin armarse, sin prepararse concienzudamente (incluso mucho antes de acudir al campo de batalla), sin estrategias, sin guión, sin tener claros, como el agua cristalina de los ríos, los objetivos, a corto, medio y largo plazo. Nunca hay que olvidar que la política en las condiciones actuales es esencialmente una guerra ideológica entre clases sociales o sus representantes. Ni tampoco hay que olvidar que no se puede luchar contra un fenómeno internacional sólo localmente, también hay que actuar internacionalmente. Mientras la izquierda no se organice internacionalmente, la tendencia internacional hacia el neofascismo seguirá asentándose (el Capital sí está organizado internacionalmente). La izquierda real debería poner en marcha cuanto antes una nueva Internacional, inclusiva, en la que todas las corrientes a la izquierda de la socialdemocracia quepan. Una Internacional donde de una vez por todas se acometan las necesarias y titánicas labores para que la izquierda vuelva a resurgir con fuerza en este siglo XXI. Donde se debata ideológicamente, donde se hable de las cuestiones organizativas, de estrategias para tomar el poder político a través de las urnas, donde se coordinen acciones en todos los países,…

Hay mucho trabajo por hacer, con muchos obstáculos. Tenemos en contra al poder económico y sus tentáculos, a parte de nuestros propios pensamientos (contagiados de ideología burguesa, de egocentrismo, de egoísmo,…), a muchos de nuestros conciudadanos que están alienados o acomodados, que incluso no quieren ver, que creen que la solución a sus problemas sólo puede venir de ellos mismos, que se rebelan en la dirección equivocada,… Pero tenemos a favor que la lógica, la ética, el más elemental sentido común, están de nuestro lado. Defendemos los intereses de la inmensa mayoría (aunque ésta no se percate aún de ello). Tenemos a favor que el capitalismo es un sistema insostenible y sus crisis van a seguir apareciendo y apareciendo y apareciendo… La posible revolución social va a seguir haciendo acto de presencia en el guión de la Historia. De la izquierda real depende que pase de ser posible a ser realizada. Tiene que prepararse bien y con suficiente tiempo.

¡Con mucho esfuerzo (individual y colectivo), con mucha paciencia, con mucho tesón, con muchísima fuerza de voluntad,…, sí se puede!

https://joselopezsanchez.wordpress.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.