El mundo está experimentando cambios fundamentales y hasta tectónicos. Ante nuestros ojos se está forjando un nuevo orden mundial multipolar más justo que refleja la diversidad cultural y civilizatoria del planeta. La Mayoría Global que representa el 85% de la población de la Tierra, aboga por una distribución más equitativa de los bienes mundiales y el respeto por la diversidad civilizatoria, así como por una democratización coherente de la vida internacional. Cada vez más países de la Mayoría Mundial buscan reforzar su soberanía y defender sus intereses nacionales, sus tradiciones, cultura y forma de vivir.

Estamos afrontando, de hecho, la tarea de construir un nuevo mundo. No es cuestión de empezar desde cero, tachando todo lo hecho por nuestros antecesores. La transformación de la que hablamos tiene un fundamento sólido, es la Carta de las Naciones Unidas. Esta es la base para reforzar el Derecho Internacional para el siglo XXI y Rusia formula seis principios de la formación de una auténtica multipolaridad:  relaciones sin barreras que obstaculicen la comunicación; respeto de la diversidad como fundamento del desarrollo conjunto; máxima representación en las estructuras de gestión global; seguridad universal basada en el equilibrio de intereses de todos; un acceso justo y paritario a los bienes para el desarrollo; renuncia a la dominancia “de ricos o fuertes”.

Está ganando protagonismo la tarea de reformar cuanto antes los mecanismos de la gestión global, de dejar de contener de manera artificial la redistribución de los votos basados en las cuotas en el FMI y el Banco Mundial, reconociendo el peso económico y financiero real de los países del Sur Global. Hace falta también desbloquear con urgencia el funcionamiento del Órgano de solución de diferencias de la OMC.

Se vuelve cada vez más solicitada la decisión de ampliar el Consejo de Seguridad para corregir la escasa representación en el mismo de los países de Asia, África y América Latina. Es importante que los nuevos miembros del Consejo, tanto los permanentes, como los no permanentes gocen de autoridad en sus regiones y en tales organismos globales como el Movimiento de Países no Alineados, el Grupo de los 77, la Organización de Cooperación Islámica.

Ya es momento de que sean abordados unos métodos más justos de la formación de la Secretaría de la ONU. Los criterios que se llevan aplicando años no reflejan el peso real de los Estados en los asuntos internacionales y garantizan de manera artificial un excesivo dominio de ciudadanos procedentes de los países de la OTAN y la UE. Estas desproporciones se agravan aún más, debido a la aplicación de contratos permanentes que atan a sus firmantes a la postura de los países anfitriones de las sedes de organizaciones internacionales, situadas casi todas ellas en las capitales que aplican la línea política occidental.

Si los miembros de la comunidad internacional se sienten con fuerzas de remontar hasta los orígenes y plasmar los compromisos que asumieron, en función de la Carta de las Naciones Unidas, en actos concretos, la Humanidad tendrá la posibilidad de superar el nefasto legado de la época unipolar

Yuri KLIMENKO, Embajador de Rusia en España

Todos los esfuerzos encaminados a reformar la ONU deben tener por objetivo afianzar la supremacía del Derecho Internacional y lograr que la Organización recupere su papel de organismo central y coordinador de la política internacional,  espacio donde se acuerdan las formas de solucionar problemas, siempre en la base de un justo equilibrio de intereses.

Al mismo tiempo, hace falta aprovechar al máximo las potencialidades de las asociaciones de nuevo tipo que reflejan los intereses del Sur Global. Es, en primer lugar, el BRICS que aumentó considerablemente su prestigio, después de la Cumbre de Johannesburgo goza de una influencia realmente global. A nivel regional es evidente el renacimiento de tales organismos, como Unión Africana, CELAC, Liga Árabe, CCEAG y otros. En la región euroasiática está en marcha el proceso de la armonización de los proyectos de integración en el marco de la Organización de Cooperación de Shanghai, ASEAN, Unión Económica Euroasiática, proyecto chino «Un cinturón, una ruta». Se está formando de manera natural la Gran Asociación Euroasiática, abierta a la participación de todas las asociaciones y países de nuestro continente común, sin excepción alguna.

Estas tendencias positivas se ven contrarrestadas con cada vez más agresivos intentos de Occidente de mantener su dominio en la política, economía y finanzas mundiales. Es de interés común que sea evitada la fragmentación del mundo en bloques comerciales y macrorregiones aisladas. Sin embargo, si alguien no desea que los procesos de globalización sean justos y paritarios, otros tendrán que sacar las pertinentes conclusiones y pensar en los pasos que ayuden a no poner las perspectivas de su desarrollo económico, social y tecnológico, ni tampoco su seguridad en peligro y defenderse de los instintos neocoloniales de las antiguas metrópolis.

Todos los Estados soberanos deben darse cuenta de su responsabilidad por el futuro del mundo. Hace falta aplicarse a fondo, para que el espíritu de la multipolaridad plasmado en la Carta de las Naciones Unidas se haga realidad. Si los miembros de la comunidad internacional se sienten con fuerzas de remontar hasta los orígenes y plasmar los compromisos que asumieron, en función de la Carta de las Naciones Unidas, en actos concretos, la Humanidad tendrá la posibilidad de superar el nefasto legado de la época unipolar.

El grado en el que todos están dispuestos a darse cuenta de su propia responsabilidad y de la responsabilidad colectiva por el futuro del mundo lo pondrán de manifiesto los preparativos para la Cumbre del Futuro que ha de celebrarse en el año corriente, por iniciativa del Secretario General de la ONU.

Como ha señalado Antonio Guterres durante la rueda de prensa ofrecida la víspera del 78o periodo de sesiones de la Asamblea General, “si deseamos paz y prosperidad que se basen en la igualdad y la solidaridad, los líderes han de asumir una responsabilidad especial por alcanzar fórmulas de compromiso, al trazar nuestro futuro común por el bien común”.  Imposible decirlo mejor. Precisamente en la búsqueda de fórmulas de compromiso y no en la división del mundo en “democracias” y “autocracias” consiste la misión de Estados serios. Rusia, junto con los países que comparten esta postura, está dispuesta a contribuir plenamente a su puesta en práctica.

Yuri KLIMENKO, Embajador de Rusia en España