NORTES
Más bien debemos decir que es el sueño de un mundo en la igualdad, ya que la libertad genérica también es válida para el machismo, la propiedad privada del capital y el patriarcalismo que cultural y jurídicamente lo defiende. De todas formas, recogemos lo que se sembró con el apoyo del poder mediático como feminismo y ahora toca, a pesar del pitido de oídos que provoca el feminismo de género burgués, luchar por el feminismo de la igualdad y la solidaridad, que con palabras como estas de María José Capellín, ayudan mucho a la unidad de la clase obrera y a la lucha por la igualdad. Nota de Alonso Gallardo
María José Capellín Exdirectora de la Escuela de Trabajo Social
No es el rencor, el despecho, ni la venganza, es el sueño de un mundo en libertad el que nos hace declararnos feministas.
El feminismo surge para defender la igualdad entre hombres y mujeres. Reivindicar la liberación de las mujeres, como todas las relaciones dialécticas, tiene un potencial emancipador que va mucho más allá de ellas mismas pues llega a todos los seres humanos.
El abolicionismo no liberó solamente a los esclavos, también a los amos, de una vida y una conducta de abyección moral. El movimiento por los derechos civiles de los homosexuales permitió a los heterosexuales escapar de un sexo normativo y de unos códigos de conducta asfixiantes cuando no tóxicos.
Romper con los estereotipos de género, ampliar de manera extraordinaria las opciones vitales de las mujeres implicó igualmente ampliar las de los hombres permitirles desarrollar y expresar sentimientos, conductas, opciones vitales que les estaban prohibidas.
Pero el movimiento feminista no está aislado, se inscribe en una larga historia de conquistas de derechos humanos y libertades públicas irrenunciables. Y por ello no es ajeno a las tendencias, corrientes de opinión o conflictos que hay en cada momento. Llevo mucho tiempo inquieta, por un mundo donde se extiende la amenazante marea de la extrema derecha de forma al parecer inexorable, y cada vez más estados o se hunden o se convierten en iliberales.
Y en este contexto el feminismo, ese movimiento emancipatorio, se deja arrastrar por posiciones individualistas, puritanas, sectarias, inquisitoriales, y sobre todo para mi gran disgusto victimistas.
Tras décadas de luchar por el reconocimiento de la autonomía moral de las mujeres, de su derecho a elegir y a decidir sobre su vida y su conducta. Tras años hablando de empoderamiento (un término que nunca me ha gustado) repentinamente las mujeres pasan a ser víctimas “irresponsables” es decir que como un rey, no tienen responsabilidad sobre lo que hacen y sus consecuencias.
Parece que el patriarcado, los hombres abstractos o concretos, las circunstancias económicas o sociales impiden a las mujeres ser libres para decidir. Y eso sirve igual para las mujeres afganas que sufren bajo el régimen talibán, las iraníes, o las de Arabia Saudí y tantas otras, como para las que en el llamado occidente deciden intercambiar relaciones sexuales por dinero o las que deciden no seguir adelante con su embarazo.
Y tampoco es lo mismo la situación y las opciones de las trabajadoras temporeras recogedoras de la fresa o aquellas que sufren una violación de una manada o de un individuo, de aquellas a las que un encuentro sexual no les produce la satisfacción esperada.
Cuando se puso en marcha la ley sobre la libertad sexual consideré un error la eliminación del termino abuso por el de agresión, porque lo mismo que en el caso de la Manada que dio origen a la ley, había rabia por el término empleado, recordar el grito “no es abuso es violación”, ahora puede haber desconcierto porque todo sea lo mismo.
El otro lema el “hermana yo si te creo” aunque muy emotivo, respondía más a un malestar por una historia de siglos, que negaba credibilidad a las mujeres que al hecho en sí. De seis jueces que juzgaron el caso solamente uno negó la agresión.
Ahora entramos en otra etapa, y la encuentro muy peligrosa. Voy a tratar de analizar los riesgos. Parto de una premisa, solamente en el marco de un estado de derecho podemos ejercer las libertades individuales y nos garantiza los derechos humanos. Y este estado está siendo cuestionado por el feminismo que necesitaría ser su máximo defensor.
Estado de derecho significa garantías, presunción de inocencia, respeto a la dignidad de las personas lo que significa respeto a su intimidad y privacidad, garantía de que su imagen pública no es injustamente dañada, que los castigos son proporcionados a las faltas, que se diferencia entre delitos y conductas inadecuadas, incorrectas, desagradables o groseras.
El Estado de Derecho está siendo violentado continuamente en nuestro país por los medios cuando se ejerce la llamada “pena del telediario”, se aplica fundamentalmente a los políticos u otros famosos. En esa cosa inaprensible que se llaman “las redes” y cuyos dueños, (deberíamos recordarlo más a menudo cuando las usamos), son personajes que cuadran con el supermalo de un comic, la pena se aplica a la gente normal. A esto se le llama linchamiento. Y va contra todo lo que sustenta la defensa de la libertad.
Concepción Arenal una de las personalidades más importantes del XIX y una de nuestras precursoras, estableció una serie de principios o valores en que se debía fundamentar el sistema penal, que no han sido superados. Desde la proporción y los límites, en el tiempo y en la intensidad, del castigo, al respeto a la dignidad del delincuente y desde luego las medidas para evitar el castigo al inocente.
En estos días he leído u oído cosas que me han dejado estupefacta y muy preocupada. Mujeres de la izquierda declaradas feministas, diciendo que “hay que acabar con la presunción de inocencia”, para garantizar, se supone que cualquier declaración de una mujer es por principio verdadera, porque si antes no eran testigos fiables ahora son incapaces de mentir.
Solo quien no haya vivido una dictadura y no tenga esa empatía que tanto se pide hoy y un mero conocimiento de la historia puede decir algo así. Estos días coincide que estoy escribiendo sobre Anita Sirgo y las mujeres del carbón lo que sucedía “cuando eras culpable hasta que no demostraras tu inocencia” los golpes en comisaría para que reconocieras, denunciaras, aceptaras esa culpabilidad de origen.
Cuando veo las condenas en medios y redes, de cualquier persona, en este caso tocan hombres, pero también adolescentes que sufren acoso escolar, como antes la maledicencia acababa con el crédito o la honra de cualquier mujer que se desviara mínimamente de la norma, me parece aterrador que haya vuelto a la esfera pública de países democráticos “el sambenito”, la “picota” , la “letra escarlata” en esa ágora digital acosadora, que tiene importantes y terribles consecuencias en la vida analógica y ya no utilizo lo de vida real porque las dos son reales para quienes se comunican en ellas.
Décadas luchando por poner en marcha observatorios de violencia, juzgados especiales, y un largo catálogo de recursos para proteger a las víctimas, para que celebremos un mecanismo usado ya por la inquisición, la denuncia anónima y la condena sin pruebas
He leído comentarios felicitándose de que exista un espacio virtual dirigido por una periodista para que las mujeres puedan denunciar anónimamente a hombres, con nombres y apellidos claro, que de alguna manera las han ¿agredido? Décadas luchando por poner en marcha observatorios de violencia, juzgados especiales, y un largo catálogo de recursos para proteger a las víctimas, para que celebremos un mecanismo usado ya por la inquisición, la denuncia anónima y la condena sin pruebas. Estas ya se obtendrán o no.
También he oído del “sexo feminista”. ¿ Quién determinaría que y como se desarrolla?. La libertad sexual implica que no hay un sexo normativo. Que las relaciones humanas, no solamente las sexuales, son exactamente eso, relaciones, es decir que siempre hay dos o más personas implicadas, cada una con su historia personal y con sus expectativas.
Y las relaciones todas pueden provocar placer, bienestar, satisfacción, felicidad o dolor, malestar, frustración y un largo etcétera de emociones intermedias. Se le llama vivir. Y las mujeres tenemos la libertad, la responsabilidad y la capacidad de elegir como hacerlo en las circunstancias en que nos encontremos, nos lo hemos dado construyendo el feminismo.
Y termino como empecé. Otra frase aterradora que he leído estos días “el miedo va a cambiar de bando”. No, nosotras hemos trabajado para vivir en un mundo sin miedo, no es el rencor, el despecho, ni la venganza, es el sueño de un mundo en libertad el que nos hace declararnos feministas.