Muchos demócratas de buena fe querrán pensar que Kamala es una alternativa válida. Pero nos vuelven a contar mentiras: Tanto ella como Trump trabajan según las indicaciones del entramado político-militar. Tanto monta monta tanto Trump como Kamala, eso sí: con discursos diferenciados en las formas, que no en el fondo.
Están los medios de comunicación (véanse referencias de Prensa) que revientan de datos sobre el papel que juega actualmente una tal Kamala Harris que, según parece, se está encargando de acompañar y seguidamente sustituir, si Trump no nos da un golpe de Estado, al senil presidente Biden.
Hemos leído varios artículos sobre Kamala (cuyas ideas-fuerza recogemos en los siguientes párrafos), y quienes nos definen al personaje hablan de una mujer (y de color) que combina ambas circunstancias para atraer al voto joven y “progre”. Dicen de ella que es una profesional de la diversidad, ya saben, el viejo truco de mantenernos entretenidos en intrincados problemas identitarios que apartan a la clase obrera y a la masa popular de la lucha de clases.
La presentan como una “fiscal progresista”, pero Harris jugó un papel importante en la perpetuación de las injusticias del sistema judicial estadounidense. Lo dicen quienes la conocen, por ejemplo, quien escribió en el New York Times que “Kamala Harris no fue una ‘fiscal progresista’”. Y se convirtió en una “demócrata negra corporativa”, alguien que defiende los intereses de la élite dominante, sin importar la raza o el género.
Si Kamala Harris ha hecho carrera política es porque su apariencia progresista y su identidad como mujer “de color” camuflan su férrea lealtad al sistema (capitalista, claro). Harris ejemplifica los peligros de la trampa de la diversidad mejor que cualquier otro candidato experto o experta en “Vamos a contar mentiras”, por ejemplo, cuando nos habla de su preocupación por la situación humanitaria en Gaza y por el sufrimiento de sus habitantes, que son una mentira renovada made in USA. Si Washington quisiera detener la guerra, en primer lugar, dejaría de ofrecer su apoyo militar, político, de seguridad e inteligencia al ejército israelí.
Los analistas consultados vaticinan el continuismo en política internacional: más OTAN, más guerra contra Rusia, más apoyo al sionismo y más voluntad por sostener la hegemonía del imperio en contra de un naciente mundo multipolar que incluye beligerancia contra China, nueva potencia emergente y, por lo tanto, enemigo a abatir.
En ese contexto, el intento de ascensión de Harris a la Casa Blanca representa la derrota de “la izquierda” del Partido Demócrata a manos de la facción corporativa del partido, y la fijación de sus élites por seguir adelante con la política superficial y corporativa de la era Obama. Que se basa ante todo en rebajar las expectativas de la gente común y corriente.
Kamala encarna a la perfección al partido demócrata moderno, lo que también significa que casi todo lo que se va a escuchar sobre ella a partir de ahora no tiene nada que ver con quién es en realidad [1].
Son los que están permanentemente en el lado equivocado de la historia; los que persiguieron objetivos crueles y de derechas durante la mayor parte de sus vidas con el fin de avanzar en sus carreras profesionales; y los que tienen la costumbre de tergiversar sus creencias e historiales.
La realidad ya la tenemos muy vista y comprobada: Los presidentes norteamericanos han sido siempre meros “encargados de negocios” del imperialismo norteamericano, delegados del complejo militar-político estructurado por el sistema político-militar de dominación mundial. Por ese poderío, por ejemplo, pueden permitirse el esperpento de mantener a un Biden enfermo durante seis meses ocupando un cargo de supuesta alta responsabilidad, hasta que llegue el momento en que Trump o Kamala ocupen el despacho oval. Tampoco habrían tenido ningún inconveniente en haberlo mantenido como Presidente varios años pese a su clara demencia senil.
Muchos demócratas de buena fe querrán pensar que Kamala es una alternativa válida. Pero nos vuelven a contar mentiras: Tanto ella como Trump trabajan según las indicaciones del entramado político-militar. Tanto monta monta tanto Trump como Kamala, eso sí: con discursos diferenciados en las formas, que no en el fondo. Es un enfoque que sirve para mantener la estructura capitalista de Estados Unidos, disfrazada con colores más diversos. Aunque predomina el modelo patriota con la banderita puesta en la solapa.
Y recaudando pasta como una influencer: sabemos de buena tinta y está comprobada su popularidad entre la clase donante, pues consiguió embolsarse cantidades enormes de dinero para su campaña procedentes no solo de las grandes tecnológicas, sino también de Wall Street, los seguros privados y las farmacéuticas, además de varios multimillonarios. Poco después de que Biden la eligiera, aparecieron algunos ejecutivos de Wall Street en la cadena CNBC y alabaron la sabiduría de la decisión, en particular porque demostraba que Biden no se estaba desplazando hacia la izquierda, como se había repetido en numerosas ocasiones.
Aunque, por otro lado, también hay que considerar que ella estaría preparada para liderar el partido una vez que Biden desapareciera de escena, y conseguiría así neutralizar cualquier futura victoria del ala izquierda del Partido Demócrata y mantendría, tanto a la formación como a Washington, en manos de la élite corporativa.
Puede resultar absurdo o paradójico, pero mientras en Estados Unidos se vive un malestar social sin parangón, como consecuencia de la brutal represión policial, y mientras sus habitantes claman contra la histórica desigualdad económica y la dominación corporativa, el Partido Demócrata ha elegido como avatares a uno de los principales arquitectos de ese sistema y a una de sus soldados más entusiastas.
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