lunes, 17 de octubre de 2022

Confluir y persistir en la unidad popular contra la reacción neoliberal y la guerra imperialista



Alonso gallardo: militante comunista octubre del 2022

Poco tiempo queda para la convocatoria de elecciones municipales y autonómicas y un año para las generales, después de una larga legislatura que se inició con una pandemia mundial y de final, el inicio panóptico de una tercera guerra mundial, donde la verdad y la mentira queda al albedrío de un poder mediático privado y monopolizado, como principal instrumento de creación de una realidad paralela virtual, para la anulación de la conciencia de clase y de pueblo, encarcelada desde la transición, entre los pactos de una izquierda que representaba al sentir popular, pero aliada a la oligarquía financiera industrial bajo principios neoliberales y a la vieja aristocracia feudal, con el perdón a cambio de libertades burguesas; que crecidos con la superexplotación y expropiación de propiedades y bienes del pueblo durante los cuarenta años de dictadura franquista, bajo la alianza con el imperialismo yanqui principal enemigo de la humanidad; doblegaron al movimiento por la ruptura, la república y la libertad sin rendición de cuenta, bajo un sistema bipartidista que prometía la democracia con la entrada en la Comunidad Europea.

De la realidad que amenaza de guerra mundial por crisis global y final del capitalismo de libre mercado que la provoca, sumado a la baja organicidad política de la clase trabajadora y del pueblo, con una correlación de fuerzas que podemos calificar de grave, debe nacer el programa y la táctica para avanzar las fuerzas democráticas y revolucionarias, para ponerse al frente de la iniciativa por la unidad obrera y popular de todas las organizaciones sociales y políticas que la representan, que al estar implicados en la realidad social que viven las clases populares, deben plasmar en un programa síntesis de soberanía alimentaria y desarrollo científico y técnico, al servicio de la unidad popular y teniendo el trabajo como derecho, deber y base de la independencia colectiva e individual de género y la paz como símbolo del desarrollo pacífico y solidario de la comunidad, desde el principio de una soberanía nacional con iguales derechos y deberes en todo el territorio del estado, independiente del lugar de nacimiento, color, género y sexualidad.

Para el marxista, revolucionario o progresista, la unidad obrera y popular es la base del triunfo de todos los procesos transformadores. Históricamente, sin unidad nunca se han dado cambios a favor de la clase trabajadora y el pueblo, de ahí que forme parte fundamental de la estrategia y transversal como táctica, en la construcción de la unidad del día a día, en todas las facetas de la lucha de clases, del programa y por la paz. Pero así dicho es muy cómodo, por eso se debe poner nombre a la unidad desde la realidad actual de los partidos, movimientos y personas que nos representan como pueblo y como hablamos de elecciones, de aquellos que tienen presencia en las instituciones como Podemos, IU, PCE, Más País o con amplias posibilidades como el SUMAR de Yolanda Díaz, Esta aportación nace de la reflexión desde la situación en Asturias con grandes similitudes en virtudes y defectos, con el conjunto de provincias y comunidades españolas, más allá de que la similitud ofenda.

En Asturias como cualquier otra provincia o comunidad, la alternativa de gobierno en las próximas contiendas municipales, autonómicas y nacionales, allí donde por inutilidad, egos o sectarismo, las fuerzas progresistas y de izquierda no sean capaces de unirse, no va a ser el PSOE, será como en Andalucía o Madrid, la derecha extrema y el fascismo. Pero la unidad es en las dos facetas, toda la izquierda al PSOE en candidaturas de unidad popular como alternativa de gobierno y de unidad programática con el PSOE, para gobiernos de progreso, en línea con los acuerdos de gobierno nacional pero mejorándolos en principios, concreción y plazos, para parar la reacción y sin excluir en las comunidades con representación del nacionalismo progresista, su participación en el acuerdo, conscientes que socialmente quién rompa o divida a la izquierda pierde, y entendiendo que la divergencia es pluralidad pero la división es el no acatamiento de lo decidido por la mayoría del órgano competente. La exigencia de la unidad de la izquierda como alternativa de gobierno y de gobierno en unidad con un programa de progreso, es la clave de la táctica para parar a la derecha y al fascismo neoliberal, llamamiento que hay que hacer extensivo a la clase trabajadora y al pueblo como frente de unidad popular, porque si no vemos las diferencias entre la salida a la crisis del 2008 y del 2011 de Zapatero, con la actual de este gobierno progresista, difícil es que seamos capaces de ver la oleada salvaje que se avecina de carestía de vida, desempleo, recortes y privatizaciones para las clases populares, ante el saqueo que harán los partidos de la derecha y fascistas, al servicio de la oligarquía financiera unipolar para financiar su guerra imperialista contra los pueblos chino y ruso, para el mantenimiento de su hegemonía mundial de poder y riqueza.

Además del problema de la conquista de la paz, sin la cual no hay progreso, democracia ni libertad, tenemos que encontrar la síntesis del programa de la unidad popular, que emana de jerarquizar las principales necesidades de las masas más desfavorecidas, sobre la base del trabajo como derecho y deber con la sociedad, dando uno su parte por lo que recibe de los demás. Un trabajo con derechos que permita la emancipación y el empoderamiento como persona, independientemente del color de piel, género y sexualidad, base ideológica del feminismo de la clase obrera, que se debe acompañar de un estado de bienestar social de amplia base, que garantice los servicios públicos en sanidad, enseñanza, dependencia, pensiones, transporte, comunicaciones, vivienda, justicia, ocio, deporte y cultura, mediante una fiscalidad progresiva; a la que debemos añadir, los elementos centrales de una soberanía política y económica con el control mayoritario público en banca, industria, alimentación, comunicación, desarrollo científico y técnico, más la democratización del aparato judicial, policial y militar del estado en la perspectiva republicana.

Pero difícil será jerarquizar las principales necesidades de las masas, sin superar la cultura liberal posmoderna y posmarxista de las identidades y sin situar la acción política en transformar la base económica, elemento central de la lucha de clases que afecta al conjunto del pueblo, independiente del color de piel, género o sexualidad y que en absoluto afecta a la movilización contra el racismo, el machismo o la homofobia del día a día en el ámbito social, laboral o familiar, entendiendo, que la lucha contra todas las formas del racismo, solo podremos cambiarla culturalmente desde el hacer diario entre las masas y del gobierno en la enseñanza desde la crianza, la política cultural y las leyes que la complementan. Mientras no cambie el actual mensaje la dirigencia de la izquierda, de situar en primer plano los problemas de las identidades de género y nacionalidad en España, difícil será ganar a las masas obreras. Es un error culpar al hombre del asesinato machista eludiendo al sistema patriarcal capitalista, por eso la prensa al servicio oligárquico, lo pone en primera página y titular en prensa, radio y televisión, ridiculizando a la izquierda y dando armas al fascismo para atacarnos, por utilizar un argumento falso por empírico, que socialmente no es asumido y menos por las mujeres. De hecho, la movilización feminista de género en esa línea desde el 2008, fecha que con dos dedos de frente lo dice todo, no sirvió para parar ni a la derecha ni al fascismo: defensores del machismo. Pero si útil, para dividir, enfrentar y confundir a la movilización obrera y al movimiento feminista de clase , mucho más amplio que el burgués de género al abarcar a la mujer y al hombre, al ser el feminismo una actitud de igualdad y solidaridad ante la vida y no una cuestión sólo de género, por eso, el feminismo de la clase obrera y popular confronta contra la prostitución, porque lo sufren las más humildes, contra el vientre de alquiler porque lo ponen las más necesitadas y contra el tercer género, que fue creado para ocultar a la mujer tras una falacia biológica.

Similar problema tiene el de las identidades nacionales, servidas desde subjetividades históricas culturales construidas por la posmodernidad posmarxista en los años sesenta del siglo pasado, por la derrota del marxismo leninismo occidental, instrumento revolucionario de las clases oprimidas, no solo del proletariado como dicta el dogmatismo desde el triunfo revisionista en el XX congreso del PCUS, generando el liberalismo eurocomunista en occidente: madre del posmarxismo. España que en 1808 logró su soberanía por su unidad como nación, multiplico su propia identidad nacional a pesar de la derrota de la república, con su lucha heroica en la guerra de liberación nacional contra el fascismo internacional; provocando tras las secuelas del genocidio, represión y explotación de la clase obrera y por la expropiación de bienes y propiedades del pequeño campesino y republicanos asesinados o exiliados, la migración de millones de personas multiplicando las del siglo XIX, pocas, pero las estadísticas y esto es ciencia, están en la red y en el censo nacional.

Sitúo el ejemplo de Yolanda Díaz con su SUMAR en Gijón. La campaña de escuchar a la gente tiene un defecto, no se escucha a la gente, se escucha solo a la clase media alta; intelectuales, profesores, médicos, deportistas o activistas sociales, por eso, se inicia la escucha reivindicando la cooficialidad del asturiano, cuando la mayoría social no es que esté en contra del asturiano, es que no la ven obligatoria para sus hijos por falta de futuro y su fracasó en la enseñanza pública, en parte es porque la mayoría de sus ascendentes por su origen ni la conocen, ni la hablan y menos la escriben, excepto una minoría elitista que en los años setenta, de forma paralela a la derrota de la clase obrera provocada por los pactos de la izquierda reformista con el capital, la reconstruyó como defensa de una identidad nacional, siendo calificada por el revisionismo posmarxista de progresista, a pesar de la división que como clase y pueblo provoca.

Sin asumir la izquierda que Asturias, Bilbao o Barcelona igual que en otras partes de España como Madrid, el capital concentró la riqueza acumulada durante cuarenta años de explotación del pueblo, para el desarrollo industrial de la producción fordista, detrás, iba la población expulsada de sus casas por la miseria y el hambre, sin derechos laborales, ni libertades políticas y ya avanzado los mediados del siglo pasado, solo extremeños y descendientes sin contar con el resto de la España vaciada que los multiplica por diez, eran más que los nativos en esas provincias y por eso, es difícil que la izquierda gane las elecciones, porque el problema de la cooficialidad es su obligatoriedad y no el idioma. En la práctica pretenden una recolonización como la fracasada en Euskadi y Cataluña, que niega la cultura y el pasado vivido por una mayoría en la España de la posguerra, después de haberse dejado la piel cuando no la vida (en Asturias miles) levantando a la familia y a la actual España, la misma que los explotó, expropió y vejó, pero ahora vestida de lagarterana nacionalista y esa realidad subjetiva que proyecta, que bien cogida tiene la derecha y el fascismo, mientras no la recuperemos como un discurso del pueblo, la izquierda nunca ganará unas elecciones, porque la clase obrera seguirá sin participar de la política y sin votar, como lo vemos en todos los resultados electorales, pero también amplios sectores de la izquierda, cuando los representantes institucionales pierden la lógica del hacer, como clase y como pueblo. Y estos son los principales problemas de la izquierda, de la posmarxista y la marxista leninista, a resolver si queremos no tan solo vencer, sino también, acabar con la guerra y el imperialismo fascista que las provoca.